sábado, 31 de diciembre de 2016

EL TORREÓN

Desde el torreón pude distinguir con claridad aquella dulce figura que parecía bailar con el orgulloso sol del mediodía.

Y vi la pureza reflejada en sus ojos -los ojos de la única criatura que ha permanecido a mi lado hasta ahora, brillando en la inocente sonrisa que le siguió después; una sonrisa que deformó su fino rostro transformándolo en una mueca de amor único e indivisible, una mueca de imperfecciones orgullosamente ocultas a otros ojos.

Como destinatario de tales confidencias, un abrupto estremecimiento recorrió mi cuerpo, preludio inequívoco de un oscuro silencio que, fotograma a fotograma, trasformó mi pensiero* hasta transportarlo -ya mutado- hacia la excesiva conciencia de estar vivo.

Lo siguiente que recuerdo es un miedo paralizador y la sensación de pérdida envolviéndolo todo con su asqueroso manto. Lo había perdido todo y, sin embargo, podía ver el futuro con absoluta precisión: un futuro con ella y, como no, desde el antiguo palomar.

*pensamiento

martes, 27 de diciembre de 2016

CLAUSURA XVI (DOBLETE)


Un año más, un año menos.
2016 será recordado por el nacimiento de mi segundo vástago. Nuestro proyecto vital, en marcha y a toda mecha.
Las ranuras de la mente y el declive del máximo ser querido pusieron el contrapunto amargo a la sensación de plenitud de semejante proyecto. La lucha a ese nivel, junto con la sublevación del sueño y sus incoherentes estadios, está siendo la mayor sfida (desafío) de estos tiempos.
Íbamos a ser cinco, pero la gordita se nos quedó en el camino. Son el contrapunto negativo, ambos, a un año de celebración.
Culturalmente no sé qué decir. Año de pocos sobresaltos. Como fue año olímpico y, en consonancia con los tiempos actuales de modorra tecnológica, destaco el vídeo del espadachín francés al que se le cayó el teléfono móvil en plena confrontación. Para mear y no echar gota.
Deseos: mucha salud. Todo lo demás es insignificante y puede irse al carajo. 
¡FELIZ 2017!




domingo, 18 de diciembre de 2016

ACTIVAR FONDO CON FORMA

Venía en el coche a trabajar escuchando mi lista de música delicatessen, no la que me hizo Dani para la boda, no, si no la mía, en modo aleatorio, y las tres primeras canciones, Los colores de una sombra, de LOL, Hoy por ayer, de Piratas, y Londra brucia, de Negramaro, me han devuelto otra vez a una época que ha quedado grabada a fuego en mi.

Antes la música era muy importante en mi vida, pero parece que, en ese sentido, algo se detuvo en 2006. Coincide con el último disco de Tool, el siguiente deseado de Deftones tras la magia del White Pony -que resultó ser un truño y el desvío de mi foco de atención-, y el Amputechture de The Mars Volta, el grupo que sustituyó esas carencias hasta bien entrada la treintena.
Todavía sigo esperando el disco de Tool. De hecho, es como una especie de búsqueda interior, como la del Grial. 

Aprovecho para recomendar aquí Enigmas de nuestra historia, una serie de documentales de Discovery Max dirigidos por el magnífico periodista del misterio Lorenzo Fernández Bueno. Rigor, datos y ganas de preguntarse porqueses.

Siempre me he guiado, de alguna manera, por los símbolos. Y es curioso porque, cuando trato de activar mi posible fondo de escritor, es como si hubiera dejado de lado todas aquellas cosas que un día me identificaron. Restan aquí al lado, latentes, esperando a ser accionadas de nuevo. Esos resortes van desde la música, que transporta recuerdos, hasta vivencias de todo tipo, incluso las malas. De hecho, las malas son las que más he valorado porque tradicionalmente me han dicho quién quiero ser y en qué clase de persona me he querido convertir, aunque esto ha ocurrido casi siempre a posteriori, cuando el mal anidaba.

Intento superar aquello de que una vida plena seca la tinta. En cierto sentido, es como si pretendiera profesionalizar algo con lo que antaño, joven y sin las ataduras típicas del dolce far niente, me salía brotando de la nada.
Supongo que es una cuestión de edad. Ya no estoy sujeto a los cánones de la permeabilidad; no quiero decir, con ello, que haya eliminado el elemento sorpresa en mi vida, ni mucho menos. Es más bien que, a medida que me hago más viejo, le doy menos importancia a las cosas y soy menos impresionable mientras sigo luchando contra el talibán que llevo dentro. He tratado este tema con anterioridad en esta bitácora, y es porque me preocupa haber perdido esa capacidad de retener nuevos referentes culturales, aunque menos que antaño. Ahora es solo una mera cuestión estilística, de orientación futura.

Dejé la ciudad hace mucho. Llevo cinco años alejado del bullicio y las tentaciones que conlleva y no lo echo de menos. Disfruto cuando me desmarco y no me importa trampear mi tiempo en familia rebuscando mis filias entre los escombros de los llantos de mi bebé y las peleas amorosas con mi salvaje primogénito. Debe de ser un tema de autoestima -como mi calva-, como si percibiera con claridad que esa batalla no necesitara ser ganada ormai ('ya').

¿Quién hubiera dicho que yo tendría hijos? Y dos, para más inri. Siempre me visualicé como un lobo solitario, una especie de eremita antisocial, psicopático perdido. Todo el mundo sabe que llevaba ese camino, y a fe que lo cultivé durante algún tiempo. Nunca he querido ser parte del rebaño ni he escondido esa parte mía, quizá algo oculta hoy en día, como decía. Pero siempre acaba volviendo, la puta oscuridad, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeempre. 
Mi amigo Xavi dice que no se puede extirpar. Que no vale la pena luchar. Que hay que construir a partir de eso. No puedo estar más de acuerdo. 

Es como si la viera en mis sueños, premonitoriamente, persiguiendo una idea de justicia que nada tiene que ver con la auténtica poesía. Como la tormenta que no ceja en su empeño y amenaza a los agotados marineros de una desvencijada embarcación, con los arrecifes y la agitación del adorable silencio cerca, en un encuentro casual sospechosamente programado de antemano y destinado al más terrible de los finales: la muerte por congelación.

domingo, 4 de diciembre de 2016

lunes, 10 de octubre de 2016

EL SISTEMA (SEGÚN LAS SERIES DE TV): DE BLACK MIRROR A MR. ROBOT (PASANDO POR STRANGER THINGS Y THE NIGHT OF)

Aquí viene una entrada sobre TV shows, ahora que parece que he recuperado cierto ritmo y vuelvo a disfrutarlas.
Escribiendo el título me doy cuenta de que hay una temática común y algunas ramificaciones que se derivan de la misma y que se pueden relacionar; para empezar, mi serie favorita de este año es o ha sido The Night Of, y os diré por qué: porque me encanta la estética HBO y me recuerda a The Wire (con ese pequeño homenaje a Los Soprano que no voy a desvelar aquí).
Vale, lo he reducido a una lógica demasiado simple, voy a tratar de explicarme:
The Night Of está hecha con mimo, como casi todo producto HBO, y tiene un elemento de denuncia importante que no me desagrada; su factura atrapa, con su densa fotografía gris ceniza y la sensación de que la trama importante subyace al envoltorio, cosa que vas descubriendo progresivamente. El protagonista, y he aquí otro punto en común con las otras sereis de las que quiero hablar, representa a una minoría racial en la cuna del mundo contemporáneo (USA), el otro brazo en el que se sustenta la trama (¡son sus ojos y sus silencios y su evolución radical!), Riz Ahmed. Luego está John Turturro que, aunque con una visión algo estereotipada sobre la abogacía, es todo carisma. Y Omar Little, desde luego, como prueba viviente de que el sistema está podridísimo. En resumen: me gusta por el cómo sobre todo, por ese slow down tan agradecido.

Mr. Robot. Es la serie que estoy viendo en este momento. Es la prueba evidente de que no hace falta hacer nada nuevo para gustar, sorprender o hasta sentirse identificado si cabe; El Club de la Lucha, Anonymous, Snowden, Orwell y el Big Brother si retrocedemos, V de Vendetta, Matrix... las referencias son interminables, pero no por ello resulta menos válida. El protagonista también tiene su historia étnica, pero al igual que Ahmed, Rami Malek destaca por su expresividad para acabar regalándonos un papelón como pirata informático marginado y revolucionario. En cuanto al contenido... pues que está muy bien hacer pensar a la gente, que funcione o esté desprovisto de sustancia o fondo real ya será otra cosa...
No, en serio, reflexionando un poco sobre la pérdida de la privacidad, en el cómo hay una fina línea cada vez más tenue entre la esfera pública y la privada; en cómo la tecnología rige nuestros pasos, unos pasos en los que la inmediatez lo es todo; en el control que ejercen sobre nosotros las autoridades y otros poderes fácticos con chismes que nos venden en nuestra puta cara como ávidos consumistas obsesionados con el éxito social y económico y en no envejecer que somos; en la exhaltación de unos valores carentes de toda ética y, qué cojones, de algo de moral también... pues, en ese caso, si sirve para remover alguna conciencia... pues genial.

Siguiendo esta línea, aunque un tanto irregular en su resultado final, englobo a Black Mirror, la serie que, por antonomasia, avisa sobre algunos de los peligros mencionados antes. Bajo la fórmula de capítulos independientes entre ellos (tres en las dos temporadas que han hecho hasta la compra de Netflix)*, trata casos extremos aunque escandalosamente probables -en un futuro no muy lejano. La primera temporada ya tiene algunos años, y he de decir que no sé cómo no llegué antes a una serie así; el primer episodio, el del Premier y el cerdo, es muy llamativo pero exgerado en su desenlace, como si quisiera llamar la atención sobre lo que estaría por llegar. No voy a desgranarlos todos, solo diré que mis favoritos, los que realmente mi hanno colpito, como se dice en italiano, son: Tu Historia Completa (también de 2011), Ahora Mismo Vuelvo (2013) y, en menor medida, el 15 Millones de Méritos (2011) o cómo ser absorbido -cómo desear esa comodidad de la que hablaba en mi anterior post de John Banville- por un sistema que en un principio quisiste hacer saltar por los aires, devolviendo así mis pensieros a esas ramificaciones comunes de las que he ido hablando: revolución, apenas, sí, pero desde el sofá (no penséis en la situación política española, por favor) y arañando solo la superficie, no nos vayamos a romper en mil pedazos (y hay que seguir viviendo del cuento).
Al menos los protagonistas de estas series no son convencionales, las tramas tienen un poso que debería, como mínimo, hacerte reflexionar; su factura es impecable -qué buena televisión se hace ahora, eh- y, en última instancia, son entertainments puros, que es de lo que se trata al fin y al cabo.


Acabo, al hilo de esto último, con Stranger Things, los niños que han revolucionado el cotarro; un bonito ejercicio melancólico -parece que los ochenta fueron la leche-, una gran actriz recuperada para la causa (Winona) y abundantes dosis de misterios y conspiranoias para deleite de mis entrañas (¡esa música!).
Ahora sí: si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Hablar sobre otra sociedad, sobre la posibilidad de que otro mundo esté en boga, uno justo y sin desigualdades basado en el respeto, la educación y con un adecuado uso de los chismes tecnológicos, me provoca una sonrisa de oreja a oreja al pensar en el carácter de los sicilianos y en esa frase de El Gatopardo (adaptada a la política sobre todo), y al hecho de que nos ofrezcan estos temas en bandeja de plata como signo de la seguridad y el confort que desde el poder tienen aquellos que sin ningún reparo ni pudor nos muestran cómo podrían ser las cosas en realidad (ya que son perfectamente conscientes de nuestra incapacidad para dar un paso al frente).

* ¡olvidaba el especial de Navidad de Black Mirror, que todavía no he visto!

sábado, 8 de octubre de 2016

TRASTORNOS



Los fines de semana que trabajo tengo la sensación de que el tiempo se me escapa de las manos como el viento abrasador del Sáhara, que en julio agita las cabelleras del vecindario con una promesa de calor tan efímero como el rato que acabo pasando en la calle.

La noche, que trae tan pérfidos presagios como los nubarrones que avanzan por poniente estos días, tiene elementos superficiales como los arañazos de una herida apenas audible. ¿Qué hice yo, con la noche, ahora que volví a toparme con ella?

Y entonces me cruzo con John Banville y no sé qué hacer ni cómo seguir intentando escribir cuando mi esposa ha vuelto a trabajar y a mi se me acumulan los achaques;

Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de, sí, lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por no decir escandaloso. Antes me veía como una especie de bucanero, enfrentándome a todo el que se me ponía a tiro con un alfanje entre los dientes, pero ahora me veo obligado a reconocer que me engañaba. Esconderme, protegerme, guarecerme, eso es lo único que realmente he querido siempre, amadrigarme en un lugar de calor uterino y quedarme allí encogido, oculto de la indiferente mirada del sol y de la severa erosión del aire. Por eso el pasado supone para mi un refugio, allí donde voy de buena gana, me froto las manos y me sacudo el frío presente y el frío futuro. Y, no obstante, ¿cuál es la verdadera existencia del pasado? Después de todo, no es más que lo que fue el presente una vez el presente ya ha pasado, no más que eso. Pero vaya.

Espero que estos trastornos del sueño sean pasajeros o voy a acabar mal. 


sábado, 24 de septiembre de 2016

APUNTES Y ACLARACIONES SOBRE MI CASAMIENTO


Quería dejar escrito aquí en mi blog unas consideraciones acerca de mi boda con Laura, acaecida el pasado tres de septiembre, en vista de algunas reacciones que no se han acabado de entender.
Lo primero: la idea inicial era que fuese una boda sencilla. Subestimé el poder de sugestión familiar. Firmamos por lo civil y luego lo celebramos en una masia de la campiña bergadana, resumiendo mucho, lugar que era demasiado pequeño como para acoger a tanta gente.
Vamos, que se nos fue de las manos. Y ya era tarde para invitar a personas que quizá deberían haber venido; un dato, solo uno: no vino ningún amigo de Laura. ¿Qué os dice eso? La cosa era bastante desigual, por decirlo de un modo light, y el espacio era el que era.
Lo segundo: fue estresante. Visto con perspectiva, incluso muy estresante. Muchos dicen lo mismo de sus bodas, sobre todo cuando hay hijos de por medio. Yo no podía pedirle a ningún familiar que vigilara a mi primogénito, así que no di abasto. Lo hice con gusto, pero si me preguntan, no puedo decir que disfrutara del día.
Lo tercero: no era una boda. Todavía hoy lo sigo diciendo, supongo que como para justificar la falta de elementos tradicionales o ligados a tales celebraciones. Craso error. Reconozco que no he sabido llevarlo, cosa que aprovecho para volver al primer punto; entiendo que algunos puedan haberse sentido molestos o enfadados al no invitarles o darles la buena nueva (la noticia de nuestro enlace). Otro gran error, pues: no informar o contar con absoluta normalidad -sin tener que conllevar una invitación a la fuerza- que me casaba, que Laura y yo nos casábamos.
Sinceramente, pensaba que lo de cerrar el círculo tras juntarme, vivir juntos y tener dos hijos en común era lo de menos. Me di cuenta de ello justo antes de entrar a la Església Vella, al ver todo aquel mogollón (por no hablar de lo del sudor posterior), de cuán equivocado estaba...
Una boda, por lo visto, no sólo pertenece a los dos enamorados que deciden celebrar semejante unión, sino que es un compendio de intereses que giran alrededor de la pareja en teoría protagonista; algunos pululan como abejorros, ávidos de regocijarse en la mierda o de meter cullerada, como se dice en catalán, ávidos de meter baza. Comúnmente se acepta el dicho de que hay gente que te quiere bien y que solo quiere compartir un día tan especial con la pareja que lo celebra, sin otras pretensiones, oh, qué gran mentira...
Cuarto, y sigo: yo no he necesitado gritar a los mil vientos que me casaba. Para mí casarme era un festejo muy personal que sobre todo quería disfrutar con mi esposa y familiares. Acepté el jaleo que suposo organizar tal evento como un acto más de mis vacaciones y de cesión voluntaria ante algo que yo jamás he disfrutado: la familia (en su sentido más amplio), algo nuevo para mi. 
Gocé más del fin de semana entero en la casa, digo, con Xavi y Lluís, Ace o mi hermano Ricky, por ejemplo, que en la jornada del casorio en sí. Y lo digo por ahí sin problemas, puede que con cierta ingenuidad, porque no tengo que rendir cuentas ante nadie y soy libre para hablar de mis cosas con quien quiera: por eso no puedo pedir perdón a los que se han molestado o enfadado por alguna de las razones mencionadas en este escrito u otras (aunque sepa que el mundo no funciona así).
Aclarado esto, sí, mi mujer es mucho más práctica que yo, que me hago sangre por nada, podríais preguntarle a ella; lo único que hice fue jurarle amor y fidelidad eterna en público y, lo único que pretendo, es ser merecedor de su compañía y su gracia cent'anni como mínimo.
Estaba deslumbrante, joder.
He dicho.


jueves, 8 de septiembre de 2016

MENSAJE PARA LOS PADRES DEL MUNDO

No! No quiero hacerme amigo vuestro! No quiero compartir vuestra mierda! No quiero comparar el nivel de estrés que llevamos encima!
Que nuestros hijos se relacionen, no lo puedo controlar. Vale, lo asumo. PERO NADA MÁS! No quiero nada de vosotros! Me suda la polla que penséis que soy un puto rancio! Que os den, joder. Preocuparos por lo vuestro.
No os necesito.

ALGUNAS PEQUEÑAS CONSIDERACIONES A TENER EN CUENTA PARA PADRES DE DOS HIJOS QUE LLEGUEN MUERTOS A LAS PUTAS ONCE DE LA NOCHE TRAS UNA CENA COPIOSA Y UN INTERMINABLE DÍA EN DANZA CON UN LINGOTAZO DE JÄGERMEISTER COMO COLOFÓN

Joder, tengo dos hijos. Mi mujer va con uno, normalmente el pequeño, y yo persigo al otro, un puto salvaje de tres años y medio. Buscamos el equilibrio.
Hoy cenábamos aquí en Tossa, y solamente os pongo un ejemplo: la pareja de al lado, jóvenes, italianos -con lo que alguna expresión dejamos ir por cercanía, porque nos mola-, tras un salto loco de Luca al irnos:
-(no puedo reproducirlo con una palabra, pensad en el emoticono ese que somiglia pánico según la momia de Munch).
Es difícil ser un equipo, sobre todo cuando estás agotado. Nosotros nos damos cuenta rápido e intentamos cambiar la tendencia al momento. Hoy he visto una bronca de órdago de una mujer embarazada a su marido por no controlar al niño de tres años al tirarse al agua y tal. Es podria ofegar! Decía.
Sé que no somos así y eso me alegra. En un juego que me recuerda a Jóvenes Prodigiosos, diría que el hombre debe de ser comercial o viajante, la mujer con los cojones cuadrados funcionaria o profe de inglés. Él todavía conserva intacto su grasiento pelo negro pero su cuerpo no moldeado y sus tatus de hace veinte años lo delatan: solo piensa en beber y pasárselo bien. No sabe lo que le espera con el segundo, con Olivia...
Sí, porque hablamos. Los padres de otros niños y nosotros. Te relacionas, aunque no quieras o seas yo. Tengo suerte de que Laura sea como yo. Odio hablar con otros, relacionarme en vacaciones. Parece que es lo habitual comunque. Laura tiene un problema añadido: le encanta. Tiene don de gentes, if you know what I mean. A veces me pregunto qué coño pensarán de mis tatus...
Joder, tengo dos niños. Cómo coño voy a estar de luna de miel... Quiero a mi familia. Sobre todo porque les importa un carajo cómo me deje. Lo viejo que me vuelva o si mis ojos son los de Andy Garcia.
Lo importante es el equipo. Brindo por ello, no por sentirse mierda como tantas putas otras veces. Ponme otro, anda, que hoy, con suerte, voy a llegar a las once y media...



martes, 23 de agosto de 2016

RECARGADO


Empiezo la semana de fiesta mayor recargado, como nuevo, y todo gracias a recuperar la confianza respecto a lo que criticaba la semana pasada: la amistad.
El viernes me levanté de currar antes de las 4 p.m. Comí con la calma, me duché... y al salir del baño me encontré con mis amigos en el terrao de casa. Me quedé ipso facto.
En un primer momento pensé que algo malo pasaba. Una mala noticia, no sé. No me chillaron '¡sorpresa!' ni nada al verme, hicieron como si nada, jugando con mis hijos y charlando con mi mujer, conspiradora por antonomasia. Tras unos instantes de duda, fue mi amigo Gnöit, el ancla, el que tuvo que decir: 'bueno qué, espabila, que esto es una despedida'. ¿Cómo? Le dije yo. 'Que nos vamos, tío'. Yo todavía llevaba la toalla puesta en la cintura.
Se ve que costó organizarlo. Es difícil unirnos a todos para una mañana o una tarde, imagínense para pernoctar una noche. Me trataron sin aspavientos, como fue mi deseo -de hecho yo no quería hacer nada-, y acabó siendo memorable. La excusa de que uno de los nuestros se casara sirvió para liar una de nuestras salidas nocturnas locas: de eso se trataba. Y a fe que, sin entrar en detalles, fue brutal. Solo diré que me siento yo mismo cuando estoy con esos tíos, y eso no tiene precio.
Me siento algo culpable por haberme desconectado de ellos. Mentalmente, me refiero.
Es indudable que los devenires del día a día absorben a uno y los límites no siempre quedan claros, ya que el tiempo, cuando creas una familia, es más relativo que nunca; pensad que a mis amigos Tognâo y Pakâo no los veía desde la cena que hicimos en Navidad... Y luego mis charlas con Gnöit, en las que ambos anhelábamos los tiempos en que no existía nada más, habían dejado crecer una desconfianza tan impropia como vergonzosa. Solo puedo dar gracias por haber podido invertir esa tendenciosa tendencia, reconociendo además que estaba equivocado: la Ælacena no puede morir. Pero ya no por autoconvencimiento o por falsas creencias cimentadas en mitologías de antaño, no, si no por convicción real basada en hechos concretos.
Me siento recargado y agradecido.

jueves, 18 de agosto de 2016

LA HUIDA

Siempre estamos huyendo. Huir p'alante o por los recovecos, escaparse: no hay otra manera de vivir.
El pasado ya no existe y el presente choca con el ansia por descubrir el futuro, un desasosiego que parece no tener fin.
Lo único que cuenta es anticiparse, llegar antes que los demás para salir indemne y que nada te sorprenda tanto como para que tus vergüenzas destruyan todo aquello que te identifica.

He estado pensando mucho estos días en que he vuelto a recuperar cierta rutina física deportiva; he corrido por los caminos que desde hace cinco años he hecho míos, siguiendo la moda de correr que empecé entonces, y he hecho sprints como un loco sudando tanto que no recordaba que mi cuerpo pudiera supurar tanto.
Las vacas han vuelto a pastar por estos campos míos y he visto más animales que nunca: una ardilla que subía por un árbol, como en Alvin y las ardillas, y muchos conejos, por lo menos cinco o seis. Uno incluso lo vi perfectamente delante mío, hasta que no menos de a dos metros retrocedió y se escapó a toda leche por una frondosa arboleda. Parecía que me esperaba, el jodido. No tuvo miedo a mi llegada -no es que sea Usain Bolt, entiéndanme- y me aguantó la mirada unos segundos y todo, con esos profundos ojos negros. El hombre y la naturaleza en comunión, pensé. Luego me sobrevino un escalofrío que me ha costado abandonar, un brivido cercano a la conspiranoia gracias a los amigos de Stranger Things, la serie del momento.
Sea como fuere, después de un año en el dique seco por culpa de mi espalda, recuperar el empeño en conseguir una buena forma física -quizás también con el agravio de la boda de septiembre- me ayudado a ver las cosas con un poquito más de claridad. Es como si el ejercicio físico extenuante aclarara mis pensamientos, consiguiendo perspectiva donde antes solo había oscuridad o bloqueo. O puede que solo me ponga contento y de buen humor volver al ruedo, no sé.

Tengo a mis endorfinas revolucionadas. Es que también tengo ganas de casarme, joder. No por el día, porque sé que lo voy a pasar mal aunque insista en que no hay nada tradicional como pastel o baile o regalos o esas gilipolleces de salón. No me gusta no pasar desapercibido pero tampoco puedo beber esta vez, así que no sé cómo diablos voy a hacerlo. ¿Conocéis algo que mi organismo pueda segregar artificialmente y no me deje muy paposo?
Es en estos acontecimientos cuando no se abre la boca solo para comer: todo son contratiempos, para los que organizamos, todo son demandas y caras largas. Siempre hay algún familiar o amigo despechado que siente la necesidad de hacerse notar, como la invitada que acude de blanco al convite, pretendiendo así eclipsar a la novia.
Siempre estoy huyendo, sobre todo cuando llega mi hora en el curro. A veces no saludo, seguro que algunos piensan que soy un borde. Solo cuando me atrinchero en mi palomar, con los míos, me siento seguro, ya que mis costras no me hacen sentir mal por mierdas sociales o convenciones creadas con bases de barro; la amistad pierde escalafones a medida que pasan los años, pierde fuelle,  hablábamos esta noche con mi colega Raúl: las decepciones son cada vez menos frustrantes porque es demasiado fácil acostumbrarse a ellas. Te tomas con naturalidad un desaire que antaño te hubiera parecido la ofensa del siglo porque, qué cojones, ya somos grandecitos y tampoco pretendes poner en apuros a nadie. En cuanto a mi, cada vez siento menos aquella necesidad imperiosa de dar explicaciones y acabar imponiendo mi punto de vista. Intento simplificar mis relaciones para centrarme en lo verdaderamente importante: la familia. No es una cuestión de vida o muerte, la amistad y el sociopatismo digo, con el paso de los años.
Quédense con esa bonita idea ahora que aun hace calor.


lunes, 1 de agosto de 2016

CARTA ABIERTA A LOS PADRES TREINTAÑEROS*

Queridos padres treintañeros:

No os veo en el supermercado porque normalmente, en una familia nuclear, uno de los miembros se queda en casa pringando y esperando con ansia el regreso del otro, que hará lo que sea para dilatar esa 'escapada' aunque en casa haya un incendio y arda Roma entera.
Os veo, pues, empujando un carrito con aire distraído, disfrutando de uno de esos momentos de soledad perdidos y, cuando nos cruzamos en el pasillo de los productos de limpieza, nos miramos con una mezcla de picardía y orgullo secreto, como si ambos fuéramos cómplices de una misma ofensa inofensiva, valga la redundancia.

He pasado casi todo el mes de julio en la piscina pública de mi pueblo y, si hay un espejo de lo que es ser padre ahora en verano -con este jodido calor-, es una piscina pública con unos lifeguards deseosos de usar su silbato y suplantar nuestra autoridad. Ahí vamos: saltando de la pequeña a la grande y a la mediana indistintamente y según vayan apareciendo estímulos para nuestros pequeños, sin tiempo para maravillarnos con sus payasadas porque estamos demasiado estresados concentrándonos en evitar leñazos y males mayores. No estamos distraídos, estamos pendientes y agradecidos si podemos turnarnos la vigilancia y los juegos para nadar unos largos y conseguir así unos minutillos extra de tranquilidad.

Es cierto, estamos cansados. Nuestro cuerpo no es el que solía ser pero no es solo debido a nuestros hijos, ya que el paso de los años y la pereza de algunos hábitos adquiridos -nocivos, se entiende- han hecho mella en nuestros torsos antaño tonificados.

No pasa nada. No voy a ofenderme porque me llamen gordo (¿fofisanos, dirían?) o porque se ensañen con mi blanco nuclear o mi progresiva pérdida de pelo. No son heridas de guerra. No le voy a echar la culpa al hecho de haber querido formar una familia, al hecho de haberlo ELEGIDO.

Puede que los veinteañeros estén cerca o al otro lado, yo qué sé. Yo no los veo. No creo que ojeen revistas, más bien deben estar pegados a las pantallas de sus smartphones buscando algún Pokémon o de postureo con los dichosos selfis, eso sí. No creo que piensen en el mañana ni en lo que se van a convertir.

Hemos dejado de pensar en nosotros mismos, desde luego, pero no por eso mi mujer o yo mismo vamos a dejar de lavarnos el pelo cuando toque. Ellos son la prioridad, está claro, y lo de perder horas limpiando, cocinando o contando cuentos no puede suponer una tortura. Nosotros lo asumimos como parte del proceso con una naturalidad fingida aceptada sin resquemores.

Aquí ya somos bilingües por nacimiento y podemos llegar hasta ser trilingües si hace falta. Los niños no son solo esponjas, sino que son como una tienda de esponjas con almacén y todo, como diría Fernando Pessoa. Los dibujos animados como Peppa Pig o La Patrulla Canina, todo un fenómeno global en este mundillo de padres, servirán como estupefaciente y como preludio para las aventuras que sean capaces de imaginar en sus brillantes e inocentes cabecitas. ¿Negociar con terroristas? Jamás. Si cedes o te comen la tostada, estás muerto. No pueden salirse con la suya: es una lucha que, por nuestro bien, no nos pueden ganar. Nos va nuestra capacidad de ejercer cierta autoridad y disciplina cuando sea necesario.

Así es nuestra vida. Claro que no es fácil... ¿y qué?
No creo que estén relajadamente leyendo un libro, tumbados al sol que más caliente, los cuarentones. Yo alargo mis intervalos en el baño con el libro que esté leyendo en ese momento, y así voy trampeando; en vez de cagar en diez minutos, lo hago en veinte y nadie se queja (ni a nadie le importa).

Ser padres forma parte de un proceso inextricable que, dentro de la propia existencia, asume unos condicionantes propios que requieren cierta adaptación; cosa que, así mismo, precisa TIEMPO.

Los cuarentones, en realidad, están aburridos, eso es lo que les pasa. Los cuarenta son como el invierno: aunque se acerquen y sean inevitables, yo los quiero lejos.

¿Cómo iba a dejar de pensar en mi durante toda una década? La paternidad no puede ser para nada excluyente.

Queridos padres treintañeros:

Disfrutar de vuestros peques. Vivir la vida. Y dejad los putos móviles de lado, por favor, que parecéis unos simples veinteañeros...

Con cariño,

Javi.


*una respuesta simpática al artículo de Catherine Dietrich, del mismo título, publicado en El Huffington Post.

domingo, 31 de julio de 2016

UN PRETEXTO PARA LAS RAZIAS VIKINGAS


¿Habéis oído hablar sobre las andanzas de los vikingos? ¿Sobre la fiereza de sus incursiones, los pillajes?
Os voy a dar una exclusiva: es todo real. Creo que incluso llegaron incluso hasta América, fíjate.
{...}
Nosotros tenemos al Capitán Trueno, y aquí en el vídeo de más arriba lo vemos luchando con Sigrid de Thule...
Ya sabéis de mi predilección por Noruega, los asiduos a este blog, y estos días asistimos a una nueva entrega de los encuentros interculturales que vienen sucediéndose desde hace 19 años, esta vez en mi casa, en mi territorio.
Es un privilegio ser amigo de K. Y ver crecer a sus hijos mezclándose con los míos en el idioma universal, todo un orgullo.
Nuestros encuentros son dichosos y divertidos, aunque esta vez había el riesgo de que A., con casi 2 años, podría ser un bicho de mucho cuidado; mi hijo, L., tan desafiante que no ha habido más remedio que empezar a poner límites en su educación, no le iba a ir a la zaga: mi casa iba a ser un jodido campo de batalla, y así ha acabado siendo. Días después, todavía hoy he encontrado una foto enmarcada mía y de Laura ¡en una rejilla detrás de un calefactor! en la buhardilla, manchas en el suelo de la escalera de la entrada que no se van con ningún producto de limpieza conocido y la sensación de que una horda de salvajes vikingos había arrasado con todo cuanto había hallado a su paso...
No, en serio, les adoro. Escribo esto con una gran sonrisa. Me gusta ese caos tan auténtico que les caracteriza -y les produce 0 preocupaciones por cierto- y me siguen sorprendiendo esas 'pequeñas diferencias' culturales respecto a nosotros; el tema horarios, por ejemplo, incluso con la chicharra que ha caído estos días. Ese 'dejar hacer, dejar pasar' me tiene alucinado, porque luego cuando hay que ponerse en plan poli malo lo hacen sin dudar ni un segundo.
Verles juntos de aquí 10 o 12 años en plena adolescencia (en 2026 o 2027, hay que joderse), relacionándose, siendo amigos, me emociona. Porque sus padres establecieron un vínculo que se perpetua en el tiempo y la distancia y, al final, la vida no es mucho más que eso. K. y yo lo sabemos y por eso precisamente seguimos ahí, en la brecha. Aunque luego esté pendiente de sus meetings por roaming (¿cómo lo harían antes?) para 'tratar unos precios' cuando nuestras preocupaciones son mucho más terrenales y haya esos momentos en que se pueda compartir un silencio que no huela a desaire o a una convicción excluyente sobre la familia y la existencia en general.

miércoles, 20 de julio de 2016

EL (FALSO) VERANO DE DOS MIL DIECISÉIS

El falso verano de dos mil dieciséis, marcado por otro ingreso no deseado, la ausencia del ser querido y los viajes a los mares meridionales; la boda, la masia de septiembre y mi pequeño bimbo, lo recordaré por ser más largo de lo esperado.
Está siendo un verano atípico, este. Tampoco he visto a Albert, muy poco a mis amigos y la necesidad loca de antaño que muta por momentos. Ésta va a ser la cuarta semana de calor intensa sin apenas lluvia. Como dije, me recuerda mucho a aquel verano de dos mil seis -hace ya diez años-, con nuestro bañito en Villasimius el 31 de octubre.
Un verano, este de dos mil dieciséis, sin viaje. Perdón, creo que ya lo he dicho. Una auténtica locura, en este año de locos valga la redundancia, más si cabe por no poder recuperar ni un centavo al final del día. En realidad, desde luego, sí que pensamos en el jodido dinero. De hecho veo el sobre y la mano extendida, unas breves palabras al oído tipo una ayudita para empezar, que Dios os bendiga. Y por qué no.
Mi hijo L. empieza a desobedecer sin ningún pudor. Me desafía a situarme en la disyuntiva de tener que elegir qué clase de padre quiero ser. Si descarto ser el padre-amigo, que es lo más probable, ¿cuán cerca me hallo de convertirme en un padre como el que yo tuve? Necesito unas vacaciones de L., desintoxicarme de él. O me desapego o me la pego, como me dijo mi vecino.
Tengo calor. Todavía toso. El puto antibiótico me va a reventar por dentro. Vuelvo el 29 y, francamente, ya que no nos vamos, pues no me importa currar. Un verano a base de escapadas puntuales a la playa y la piscina, a base de poco aire nocturno mientras me despido siempre entre el OVNI que sigue desplazándose hacia el oeste -basura espacial, leí- y los chavales que juegan en la plaza hasta tarde, no es un real summer: son unas fakelidays, carajo; en espera de los noruegos, con el tembleque de tener que rebuscar nuestro mejor inglés entre los restos del reciclaje, ya habremos cumplido con la primera parte con creces. Agosto ya no es lo mismo, nunca es lo mismo.
Este falso verano, marcado por una aceleración histórica evidente, más largo de lo esperado, sufrimos esta canícula sin apenas salir de casa y conectados a la red, calculando ese día de septiembre para escribir unos votos. Qué cojones... ¿y por qué no? Ya veréis mi traje. Una auténtica locura.

lunes, 11 de julio de 2016

HABLEMOS DEL CALOR Y DE LA PUTA AGUA HELADA

Llegó el verano y nos fuimos a casa como predijimos. Supongo que el ganador saldrá del Francia-Alemania, al menos eso espero.
Pero hablemos del calor y de Richard Ford. En un año sin largas estancias fuera, el año más caluroso de los últimos diez -aniversario del erasmus-, ya nos hemos escapado un par de días a la piscina y un fin de semana largo a la playa. El agua está helada, no acabo de entender por qué, si es siempre por estas fechas que nos perdemos por nuestros mares. Puede que, al perder ese espíritu viajero este año, percibamos la realidad de una manera tan poco conocida que sorprenda; qué julio tan extraño, caray.
O cómo explicar mi constipado. Mi habitual tos de dos semanas -llevo una larga- en plena ola de calor. El aire del coche, el ventilador del llit dels papis mientras nos dejamos el sudor grunchando como locos, el puto mecánico (pareja de la prima de mi mujer) y, pese a ser buena gente, sus sablazos. Mi no-traje, con agosto cerrado y la novia ya vestida... Como para no agrietarséme el carácter.
El 4 celebramos el cumple de mi amigo Ace en Sant Pol de Mar. Está cerca, ninguno lo conocíamos; bueno, yo estuve con Gnöit como más de diez años atrás pero no me acordaba de nada, y queríamos comernos una paellita al lado del mar. Al no encontrar precios razonables -invitaba yo-, nos pedimos una ración de patatas fritas con algo de carne para engañar al estómago y seguir un rato más. Tengo muchos gastos, le dije, pobre paladar. A las cuatro y media ya pensaba en las tareas propias del ocaso y se me quemaba el rancho.
Luego están las pérdidas, una de las cuales es recuperable en cierto grado. Y eso me pone mucho menos triste que hace una semana, cuando no podía dejar de llorar a mares. No sé si he llorado tanto por alguien antes.
La verdad es que no me importaría ser americano. Leo a Richard Ford con la disimulada envidia de una vida como la de Albert, que serviría para llenar un buen par de guiones ahora que se ha acabado la sexta temporada de Juego de Tronos y no consigo comunicarme fluidamente con él. Leo todos esos nombres de calles, costumbres absurdas y el jodido way of life relacionado con la monotonía universal, con la falta de objetivos vitales y la aceptación-negación del propio ser y me digo... joder, ese soy yo.
Es raro que me refleje en dos norteamericanos y un noruego a mis treinta y seis años. Pero me llegan, Carver y Ford y Knausgård. Aunque de verdad, me gustaría dejar de estar constipado y gozar de este mes de julio sin curro ni viajes, de este calor asfixiante y del agua, que sigue fría de cojones pero me recuerda que este año es atípico, boda incluida. Y que no gane Portugal, gracias.

domingo, 26 de junio de 2016

BEBERTE LA MAR

Una de las cosas que nunca te he dicho es cómo amo el mar. Perdón, la mar.
Incluso si es de noche, como hoy, y he bebido hasta quedarme solo, como ahora, y la percibo allá en el fondo no tan lejos desde el terrao de mis amigos aquí en la Costa Daurada.
Oteo sus luces pálidas que no consigo enfocar, huelo el aroma a arena y sal que lo inunda todo dándole una pátina de circunstancialidad y aventura a estos días de verano.
Porque todo es posible en la mar, hasta desaparecer si hace falta. Es San Juan y todavía arden los corazones de la noche más corta y el aire transporta partículas físicas que al entrar en contacto con mis desnudos pies me sorprenden dejando el rastro tiznado de una pólvora que muy cara no debe ser.
Aunque no te veo, sé que estás ahí. Puedo sentirte. Me llega el rumor del oleaje como una necesitada letanía para mis viejos oídos. Cuánto te he echado de menos, mi amor. Porque el que no tiene la mar cerca, ya sea a una hora en coche o a cinco minutos andando si tienes que hacer el esfuerzo, anhela el tesoro de no tenerla más que otra cosa. Porque la mar es amar, es placer, es dolor... y es silencio roto en estos lares poco nostálgicos por el puto tren de cercanías...
La mar es querer vivir, es la llama que está encima nuestro, un grito imperceptible que reclama obediencia y humildad desde el secreto de los cofres perdidos que reclaman su porción de legitimidad en una esquina, de la misma manera que mis retoños y mi futura esposa descansan sabedores de que son amados mientras escribo como yo siento la mar en estos momentos aquí, sentado, entre mi copa y mi soledad que me produce la mar, mi debilidad.

miércoles, 22 de junio de 2016

EURO'16: ANCORA LORO!

El lunes nos enfrentamos a Italia en octavos de final de la Eurocopa. Ancora loro, todavía ellos.
Nuestra historia de amor viene de lejos, concretamente desde el codazo del hijoputa de Tassotti a Luis Enrique en USA'94. Costó quitarnos esa espina nada más y nada menos que 14 años. Y sufriendo, ya que tuvimos que esperar a los penaltis para batirles. Entonces, un imberbe Fàbregas que hoy lleva el acento cerrado en la zamarra y lidia con las voces que reclaman su puesto en el once, engañó al mejor portero del mundo en el último y decisivo penal de cuartos de la Euro'08. Y a partir de ahí empezó nuestra historia de amor con gli italiani del cazz... y con los grandes torneos (hasta la infamia de Brasil'14), ganando dos Euros y un Mundial e imponiendo el tiqui-taca dappertutto, allende los mares. 
Sin embargo, nada es para siempre, y menos en deporte (que le pregunten a chef Curry que se veía ganando el segundo anillo seguido); la competición hace que tengas que ir renovándote si quieres sobrevivir, aunque la mayoría de las veces se aprende a base de hostias -como nosotros en Brasil-, que es lo que te hace reaccionar. La cuestión, aquí, llegados a este punto, es si la Roja está en ese impasse, si hemos completado esa necesaria transición. Ya dije en mi anterior post que creía que nos habíamos quedado a medias, al ver la lista, y que no daba un duro por llegar lejos. Los dos primeros partidos demostramos ganas de enterrar el desastre del Mundial siendo fieles a nuestro estilo, pero ayer los croatas nos dieron bien pal pelo en una segunda parte para olvidar...
Vayamos por partes: 
1.- Ya estábamos clasificados, y si jugaron con el freno de mano echado? Es cierto que los cruces como segundos son mucho más chungos pero puede que el inconsciente nos jugara una mala pasada.
2.- Del Bosque repitió alineación. Aunque sea una competición corta, el equipo lo notó. Con 4 o 5 cambios hubiera bastado (Bellerín, Koke, Aduriz, San José por Juanfran, Fàbregas, Nolito y Ramos). Para que traer 23 si no?
3.- El doble pivote. Está claro que a Del Bosque le gustaría no dejar siempre solo a Busquets. Bruno Soriano es bueno pero no sabe vascular. Es demasiado medio-medio y sufre cuando tiene que caer a banda. Apuesto por Koke para dar más consistencia ahí.
4.- Temas Fàbregas y Nolito. Cesc está corriendo mucho pero no aporta nada excepto por la asistencia de ayer. Koke, como decía, abarca más campo y podría ser el encargado de chutar faltas y córners, lo veo. En cuanto a Nolito, ha empezado bien por el tipo de jugador tan raro que es: se ofrece, combina bien, intenta encarar, tiene pase, calidad y gol... Una mezcla entre Villa y Onésimo. No obstante, le veo nervioso. Le quema el balón, parece cansado... Apostaría por tirar a banda a Morata y hacer entrar a Aduriz a pegarse con la defensa de la Juve y a esperar que cace alguna, aunque Morata está tocado (3 goles ya) y no sé si sería buena idea ponerse ahí a luchar con un Candreva al que Alba va a tener que secar sí o sí si no queremos problemas...
5.- Italia. La Azzurra suele jugar con 5 centrales con carrileros fonderos que habrá que parar, como decía. Llenan el medio campo con jornaleros como Parolo, De Rossi, Motta o Giaccherini por la banda ante la ausencia de los cracks Veratti y Marchisio. Arriba tienen un tocho como Pellè, un Luca Toni, y la incógnita Eder. El banquillo tiene alternativas que me encantan y que pueden ser armas importantes: calidad en Bernardeschi, Insigne e il Faraone El Shaarawy.
6.- Italia (2). La Italia dei coglioni. Son todo voluntad, arrojo, fuerza, ganas... sobre todo tras las bajas, que le han restado calidad. Y Conte, que me parece un técnico brutal, todo un estratega. Y las ganas que nos tienen tras la desfeta de la Euro de 2012 y el 0-4 que les metimos en la final...
Va a ser duro, vamos a ver cómo contrarrestamos todo esto el lunes. Aunque siga viéndolo jodido (le sumo la mierda extra deportiva sobre el portero o las declaraciones inoportunas de Pedro, que no auguran nada bueno), hay que creer en los campeones, se lo han ganado. Con nuestro estilo y algo de consistencia y con un Morata enchufado que intentará liarla ante sus ex compañeros, sé que podemos. Y no menospreciemos a esta Italia que aparentemente nos tiene miedo (nos lo hemos ganado), que sono ancora loro...





lunes, 13 de junio de 2016

EURO'16: NOS VAMOS A PIQUE

Mañana debutamos en Toulouse contra la República Checa en la Eurocopa de fútbol, título que defendemos desde 2008, año en que rompimos un histórico gafe de cuarenta años.
Voy a ser claro: nos hundimos. No hay nada que me haga pensar que hemos superado la debacle de Brasil'14. Empezando por la lista de 23, enumero jugadores que sobran y sus sustitutos: Azpilicueta, Bartra, Fàbregas, Pedro, Casillas y San José; Albiol, Denis, Saúl, Callejón y Williams (el tercer portero me da igual). Tema Casillas: su tiempo ya pasó. Es el mejor portero de la historia de España, pero ya no. Punto.
Digo que nos hundimos porque Del Bosque no ha hecho la revolución que tocaba, ya que ha respetado jerarquías y servicios prestados en demasía. Y eso que es el entrenador más laureado de nuestra historia, pero su tiempo también pasó. 
Es una evidencia muy dolorosa, la del paso del tiempo, y la Roja está en ese periodo intermediario, indefinido, en una transición que podría haber sido menos dolorosa con un equipo joven y completamente renovado.
Va a ser un torneo muy físico y con pocas diferencias en el marcador, por lo que estamos viendo. Los equipos se defienden con uñas y dientes y hasta la selección más débil está hiper trabajada tácticamente. Y ahí nosotros sufrimos, al intentar abrir la lata. Todavía no hemos sido capaces de encontrar alternativas al fin del tiqui-taca, a este regreso al catenaccio más bizarro.
Al primer cruce caemos. Dicho esto, por nombres y pese a la poco satisfactoria lista, somos los mejores. Por eso me joroba y me va a jorobar aún más hacer la crónica de una muerte anunciada. Un poco como al Barça de Pep y siguientes: 80% de posesión y 0 ocasiones de gol. Y Busquets sufriendo.
Mañana empezamos. Voy con el freno de mano echado, no puedo negarlo; además, con esos comentaristas/periodistas/forofos de Mediaset dan ganas de pinchar los partidos por internet y enviarlos al carajo pero bien... 
Mis favoritos para ganar la Euro: Francia, Alemania y Bélgica. Sin embargo, eso no quiere decir que no anime a mi selección porque, si empezamos bien, ojito, que somos los actuales campeones y merecemos estar en la terna por méritos propios.
Como me gustan estos grandes campeonatos...




domingo, 5 de junio de 2016

EL ANILLO Y LA NOSTALGIA


Aquello que veo a mi viejo amigo Míkel en la tele mientras disfruto de la paz de la casa dormida -excepto por los ronquidos de la gordita Chloe- y recuerdo aquel verano interminable de 2006, aquel gran verano del cambio...
Ese año fue mi segunda huída hacia adelante. Necesitaba el dinero para empezar con buen pie un erasmus que, a principios de año, solo tenía claro que quería que fuera en Italia, en una ciudad tranquila y a ser posible costera.
Volví a Mallorca, pues, a lo conocido; tres años después, el hotel Luna Park ya no era un vergel novedoso de chicas y oportunidades infinitas. Los compañeros de trabajo también habían cambiado y acabé internacionalizando mis contactos hasta puntos insospechados. Así a bote pronto, recuerdo al Samurái y a Sicario, apodos ambos, y a Miguel, nativo. Samurái era sudamericano y Sicario portugués; Miguel era un trozo de pan y me dio lástima perder el contacto con él en su momento.
Luego estaba Míkel, un vasco de Bera, Gipúzcoa, un busca vidas entrañable. Hasta Cagliari me siguió, el tío, buscando su camino y su lugar en el mundo.
2006 fue un gran año, muy caluroso. Diez años hace ya, joder. Mundial de Alemania. Recuerdo que nos bañanamos el 30 de octubre en Villasimius. Íbamos Míkel, David, Arthur y yo en aquella tartana naranja que tardó una hora y media hasta la playa desde la Piazza Matteotti. Luego tengo innumerables recuerdos en la casa de via Logudoro y con Isalen y Julia y aquel giro por la península y las escapadas e incluso alguna borrachera; visto en perspectiva, fue una gran experiencia en un momento en el que necesitaba encauzar mi carrera y olvidarme de relaciones tóxicas.
Todavía no he visto a Isalen. Se ha venido a vivir a Barcelona y trabaja en la Casa del Libro de Paseo de Gracia. También he pensado en ella después del documental del Catalunya Singapore donde vi a Míkel, aunque nuestro contacto es casi semanal. Es sobre una vida pasada, fotogramas de una manera de hacer que siempre creí que perpetuaría como mi pazzo amigo; sin embargo, cierta estabilidad me llegó cuando tuvo que llegarme. Y a fe que la abracé con entusiasmo.
A mi amigo Arthur, todavía en la Guayana Francesa, le noté una lígera decepción al escribirle por lo de mi primer hijo. Aquello significaba terminar con un modo de vida, liquidar una época gloriosa de nuestras vidas en que lo único que importaba era lo que sucedía en el momento concreto; lo que pasa en Logudoro se queda en Logudoro. Chirico Devoto, los viajes, la playa... retazos de una primera edad adulta sin responsabilidades ni penalidades de ningún tipo, excepto las que cada uno arrastrase por su propio bagaje.
Perdí la inocencia al quedarme sin un chavo. Tuve un gran fin de fiesta en Roma pero perderme el regreso de Héroes en otoño de 2007 a causa de mi vuelta al mundo laboral fue la constatación de que mi liga era otra y que, si quería optar al anillo de campeón, tendría que arrastrarme por el puto lodo sin remedio, aunque es aquello que veo a mi amigo Míkel por la tele brindando a 13.000 kilómetros de distancia y me viene una nostalgia tan bonita que no sé yo...

domingo, 22 de mayo de 2016

ARRIVEDERCI, MITO*

Cuando los viejos referentes caen y uno intenta aferrarse a lo que sea con desespero mientras el otro pierde la fe en el futuro.**
¿Dónde están los mitos? ¿Dónde están nuestros referentes, nuestro guía y amparo?
¿Tan difícil es hacer buena música aunque sea sin innovar porque ya esté todo visto y hecho?
¿Ha muerto la cultura o somos nosotros los que estamos tiesos y no soportamos la idea de hacernos mayores ya que, al hacernos viejos, perdemos la ilusión por las cosas?

De todas formas he de decir que yo no soy tan cenizo como mi amigo Ace, supongo que debido a la paternidad. Lo que sí que el efecto de esa magia que otrora duraba semanas ahora apenas alcanza, y eso jode porque crees que nada podrá volver a arrancarte un efecto como el del deseo y las reacciones químicas que éste produce en tu cabeza -como la adrenalina- estallando en tu cuerpo de manera descontrolada y febril.

* Título inspirado por el disco de Luciano  Ligabue, Arriverci, mostro! (2010), después de leer esto suyo:

"Ognuno di noi ha i propri mostri, i propri fantasmi. Li si possono chiamare ossessioni, paure, condizionamenti, senso di inadeguatezza, aspettative e chissà in quali altri modi ancora. Sappiamo, però, che sono vivi e sono il filtro attraverso cui chiunque matura la propria, personale visione del mondo".

**Me quedo con Desert Island Disk y el onirismo que destila el disco (pese a al enémiso desencanto).

sábado, 7 de mayo de 2016

DESCONECTANDO


A veces, cuando cierro los ojos y me dejo ir, tengo la sensación extraña de querer no pertenecer a este mundo e imaginarme cómo sería la vida sin mi.
Veo las cosas desde fuera y el apoyo paterno que tendrían mis hijos no existiría, tal y como nos pasó a nosotros, abandonados a nuestra suerte a no tan temprana edad.
Reconozco que me puede el sueño y que la conexión que he establecido con mi hijo mayor, mi luz, es tan fuerte como el amor lactante y desesperadamente psicótico de una madre.
Mi hijo pequeño ya sonríe y yo me veo conduciendo de noche por la ciudad desierta con la banda sonora de Drive a todo trapo; no hay nada original en pensar en la soledad que otros llevan como una pesada losa y a mi me eleva hacia lugares en los que estuve y que invariablemente forman parte de mi ser.
Siento una desconexión hipnótica irreverente que hace que, a veces, quiera ser ese puto caracol que tiene la paciencia suficiente como para llegar a buen puerto. Y me arrastro por la campiña buscando cierta decencia para mi condena, ésta que se desarrolla en la dualidad del mundo que envejece y se desgasta con las palabras que trato de utilizar mientras ubico a cada militar en su lugar.

domingo, 24 de abril de 2016

EL ATAÚD

Ayer fui a Terrassa a la entrega de los premios del VII certamen de relatos cortos del diario de la misma ciudad.
Me llamaron el lunes desde un número largo y pensé, mierda, alguien me quiere joder. Pero no; eran los del diario que me notificaban que había quedado finalista y querían que confirmara mi asistencia a la ceremonia del 22, día antes de Sant Jordi, en la Nova Jazz Cava.
Qué puedo decir... me puse nervioso de contento. Se presentaron 1403 relatos inéditos, de los cuales 931 en castellano (mi categoría) y 472 en catalán. Seleccionaron 20 finalistas así que, joder, había para fliparse. ¡Para ser la segunda vez que me presentaba a un concurso no está mal!
Llegamos tarde, por lo que no pude beber nada antes. Fue todo muy serio y breve pero al menos lo pasamos bien con mi amigo Ace, que ya tocaba. Y luego hasta nos fuimos a descubrir la ciudad y todo.
Dejo mi relato a continuación:

EL ATAÚD
Resulta que estaba muerto pero no parecía preocuparle a nadie.
El tanatorio estaba atiborrado de gente. A muchos no los conocía y además sonreían y hablaban en voz alta como si estuvieran en un funeral irlandés; había en el ambiente un jolgorio generalizado difícil de entender.
El lugar era enorme, con un estilo barroco un tanto recargado y flores por doquier. Pese a que no había ningún símbolo religioso, pensé que no sería mala idea darme una vuelta y observar de cerca el panorama antes de proseguir mi camino.
Mis amigos acudieron al entierro con poco tiempo de antelación. Con ellos no iba la cosa, sabían de mi generosidad. Mi mujer, que lucía un velo negro y un sencillo tocado de plumas, lloraba sin consuelo y se tambaleaba agarrada al ataúd, que aparecía cubierto con una bandera local dejando el suficiente espacio como para verme bien arregladito -con aspecto cerúleo, eso sí. Me sentí aliviado.
Al otro lado, en la entrada, los de la funeraria repartían recordatorios con aire distraído y trajes de tonos claros. A poca distancia, mis hermanos les observaban con desdén, atentos a cualquier posible maniobra mientras mis dos socios, dos tipos con los que hacía barbacoas y salía en bicicleta los domingos, discutían sobre cómo recoger los pedazos de la exitosa multinacional que, con mi fallecimiento, había dejado de ser un triunvirato; apartados, en el fondo de la sala, urdían su complot sin esconder una evidente agitación que haría palidecer al mismísimo César.
Dentro de la algarabía general, una figura aislada destacaba sobre las demás por su discreción. Todos querían su parte del pastel menos él, que permanecía impertérrito, ajeno a la inquietud de los conjurados. Me deslicé con cuidado por si percibía mi presencia; desanimado, decidí acabar con mi excursión poco después. Era la única persona a la que siempre temí, la única a la que dejé fuera del testamento pese a darme la vida primero y quitármela de improviso después.

martes, 19 de abril de 2016

ENEMIGO ESPACIAL HUSMEANDO

El otro día fue el cumpleaños de mi madre.
Lleva veintitantos días alejada del mundo, a resguardo de pérfidas influencias y una realidad obsoleta; yo ya vuelvo a estar como si nada si no fuera por lo agotadas que me resultan las noches. 
Hay tres factores que me han hecho pensar, volver atrás: la película Enemy, la canción de Bowie Space Oddity y las cajas y recuerdos que quedaron en el piso de mi madre.
No suelo regresar al pasado para regodearme. Me gusta volver porque intento encajar las piezas del puzzle que soy; a través de cartas, escritos u objetos de todo tipo, mi personalidad se ha ido formando a lo largo de los años con absoluta sensación de continuidad, como si adquiriera conciencia de necesitar toda esa mierda inútil para más adelante. Lo jodido es que, tantos años después -tanto Diógenes adquirido, pregúntenle a mi mujer-, no tengo respuestas para explicar quién soy; sin embargo, la buena noticia es la claridad con la que vislumbro los acontecimientos de mi pasado. Me he reído con la mierda que sufrí entonces hasta el punto de preguntarme ¿en serio? ¿Eso hice? ¿De veras fui tan gilipollas? y cosas por el estilo. Luego hay cartas que esperan pacientemente ser releídas, misivas que sonrojarían hoy a más de uno... Es mi vida, y me gusta verla a través de la mierda que conservo.
Decía que la peli Enemy me dio que pensar también. Está claro que el director de Prisioneros tiene algo que decir. Y Jake Gyllenhaal, un actor brutal que si no fuera por su constante cara de osito sería uno de los grandes. La jodida araña y los recovecos de la mente... 
Aunque me dejó una sensación agridulce, me pilló desprevenido y me impactó; en términos artísticos, tiene todo lo que le puedo pedir a un film: una dirección brillante (con una fotografía sepia muy atrevida), una historia original e interpretaciones geniales.
El tercer factor que quería destacar, así en este desorden como si reinara el caos este que no anda tan lejos, es la canción de Bowie, pero lo es más Bowie si cabe en general: nunca he explorado su universo, y tenía el disco Space Oddity muerto de risa apartado en alguna esquina. El hecho es que el videoclip de Blackstar, título de su último disco también, junto con el de Lazarus, me tocaron la fibra en su momento; al estar repletos de referencias ocultistas y cierto oscurantismo, era cuestión de tiempo que, aunque ajeno al fenómeno universal del artista, me interesara puntualmente por el genio neoyorquino recientemente fallecido. Y lo hago poco a poco porque, después de todo, reconozco que su música me resulta difícil de digerir. No obstante, la absoluta veneración que mi amigo Albert le profesa -se casó en Las Vegas con su célebre rayo maquillado o lo que sea eso rojo y su peluca-, ayudó a que, en un mix de temazos para las travesías que nos pegamos en coche, no dudara en incluir el tema homónimo del disco que comentaba al principio. Y la sorpresa es que, sin comerlo ni beberlo, ¡mi hijo va y la canta y se sabe la puta letra! Y me la acabo aprendiendo también y resulta que el tío es un náufrago espacial y que podría relacionarse el rollo con su último disco pero no sé si con toda su discografía o su arte en general, y a mi que me hace un tilín que no sé yo...
En esas circunstancias pienso estos días. Todavía me quedan cajas por abrir. Estoy centrado en los #playoffs. Y mi madre estará bien porque amar es querer sentirse vulnerable, si no fuera porque estoy tan agotado que la jodida primavera y todo su circo -después de la nieve de Ensija y sus buitres al acecho- podría irse tranquilamente al carajo mientras intento no caerme.


lunes, 11 de abril de 2016

25 DÍAS DESPUÉS

Veinticinco días después, vuelvo al tajo. Y lo hago con amargura, pero no con la amargura del tipo que os imagináis: sé que voy a descansar más que ahora.
Mi compañera de viaje, a la que debo lealtad y por la que siento auténtica devoción, se está tirando de los pelos en alguna esquina de la casa. Y es porque sabe que esto empieza de verdad.
Hoy fuimos de boda por si acaso, y es gracioso porque me viene el tiburón robot mordedor, con toda su terminología no sé de dónde sacada, y me pregunta la juez si siento algún tipo de coacción; a la hora de tomar la decisión tan importante, se entiende, pero yo no pude no soltar una carcajada aturdida mientras miraba de reojo esos viejos archivos y trataba de no pensar en primeras ediciones de William Shakespeare.
Siento un amor profundo. Los residentes, pobres ellos, pocos incentivos tienen para tirar p'alante con cada día nuevo que se les plante. Son como ese tiburón, que solo se mueve por los desplantes de mi hijo, resortes como los muelles de las colchonetas de las ferias. No tienen un objetivo, solo tienen que ESTAR. Ser y estar, como la jodida gran miseria del ser humano y su puta conciencia...
Veinticinco días después, y ya estoy harto aunque en principio todo esté donde tiene que estar. Lo de SER ya no está en mis manos -que no son las de Curry-, y si la primavera empieza a afectar a la peña pues allá ellos.

domingo, 3 de abril de 2016

UNA HORA TARDE

Esta semana he ido una hora tarde a todos lados. El cambio horario me ha sentado fatal, con una sensación de que voy mal y no remonto ni aunque quiera. No había pensado en ello hasta que Xavi lo soltó ayer volviendo del restaurante, en esa carreterucha tan especial de los Rasos, tras una comida de lo más pantagruélica. Disfruté del día junto a mi amigo, su pareja y mis hermanos y luego el clásico lo estropeó todo.
Estoy leyendo a Raymond Carver, ese punto en que puedo ser productivo y pasar de el ataúd -un microrrelato basado en la muerte de mi compañero A. y la peli Enter the void que publicaré en su momento- a otras cotas; en mi última semana de permiso, siento que la libertad y la presión de querer ser algo y un buen padre al mismo tiempo pueden ser compatibles. 
Esta semana ingresamos en la casa de campo los restos del olvido y, joder, no necesito tantas emociones. No voy a negar que es duro y que hay desencuentros que debilitan, incluso si no sé cambiar la puta hora del coche una semana después y voy una hora tarde a todos lados -con influencias e influjos de miei bimbi.

jueves, 31 de marzo de 2016

LOS CEREZOS DE MARZO

Ya es primavera, fíjate. Los cerezos están en su apogeo y los bichos sobrevuelan la campiña buscando flores nuevas a las que aferrarse.
Va a empezar a hacer calor, aunque es cierto que este año no ha hecho mucho frío. Me cuesta respirar con el calor mortífero del interior catalán, y me temo que este año será aún peor.
Hay otro ser vivo en casa. De momento solo llora. Espero que no piensen en jubilarme. Yo sé que me quieren pero no sé si van a poder con todo; cuando apareció el rubio ni yo misma creí que fuera a crecer tanto. Era una amenaza, ahora nos queremos un montón y de vez en cuando jugamos a perseguirnos.
Ya tengo cinco años. No estoy preoccupata. Son bonitos los cerezos. Tendré que ir con cuidado, es época de alergias y la campiña va a engalanarse, fíjate.