martes, 16 de septiembre de 2008

Tú no me conoces, pero yo a tí sí.
Te he seguido por la calle. Sé quienes son tus amigos y dónde sueles ir. Sé que te encanta hacer un café en el Maïami, aunque sea solo, porque el local es muy chulo, impropio de una ciudad como esta. Sé el diario que compras (sólo los domingos) y la marca de cigarrillos que fumas. Te he visto muchas veces saliendo de tu casa con maletas, y siempre me he preguntado a dónde irías. Por suerte, volvías pronto.
Te conozco, pero tú a mi no. No quiero parecer una obsesa,
pero estoy totalmente enamorada de tí. Me ha costado mucho dar este paso pero al final me he armado de valor. Te quiero con todo el alma, tengo el corazón que se me sale del pecho mientras te escribo...
Quería adjuntarte una foto, pero la vergüenza es demasiada. Seguramente esto te parecerá absurdo o una broma, pero tenía que escribírtelo y es todo verdad. Nunca había sentido con esta intensidad, ¡es una locura!
No suelo hacer estas cosas. No soy ninguna chiquilla. Pero hay algo dentro de mí que me arde y lleva tu nombre. Un nombre que, hecho persona y convertido en tí, me abraza y besa por las noches en mis sueños una y otra vez...
Estaré el sábado antes de cenar en ese local tan chulo que parece impropio de esta ciudad...


Tenía 23 años cuando recibió esta carta. No llevaba sello ni remite, lo que significaba que, quien fuese, la había dipositado directamente en el buzón. Era lunes.
Esa semana la pasó entre la paranoia del saberse seguido y una cierta turbación; no dejó de hacerse preguntas estúpidas hasta el día señalado. Pensó que, aunque ella lo negara, probablemente sería una niñata. Si es que era una chica... La eclosión de internet había hecho mucho daño y por un momento también pensó en Lucía y el sexo.
"Qué gracioso, a ella le arde el pecho y a mí la puta cabeza cabalística madonniana me va a estallar..."
No se lo comentó a nadie, pero tenía claro que ese sábado iba a hacer acto de presencia;
no tenía nada que perder. Estaba más solo que un perro y eso era lo más emocionante que le había pasado en un mes (por lo menos). La curiosidad era demasiada y la emoción galopaba por su autoestima como un jinete loco sin montura.
En la misiva decía que estaría en el Maïami antes de cenar, pero él se acercó mucho antes para inspeccionar el terreno. Desde una esquina casi imperceptible divisaba la zona y trataba de controlar la situación y sus nervios. En el garito habían cuatro viejos sentados en la misma mesa y nada destacable a la vista. Cuanto más tiempo pasaba, entre el humo de los coches y el de sus cigarrillos, más estúpido se sentía. Al punto de irse, apareció una chica que avanzaba titubeante hacia el local. Entró y se sentó en la barra, mirando hacia fuera sin demasiada vehemencia. Era delgada, no muy alta y con el pelo castaño. Estaba anocheciendo.
Desde la barrera, en su rincón expectante, veía sus rizos corretear por su espalda y hombros. O eso imaginó, porque así es como lo recuerda hoy cuando ha abierto el buzón. Él acabaría por decidir quedarse fuera del juego, sintiendo algo parecido al pánico, maniatado, según recuerda.
En el momento que parecía que ella iba a irse -después de más de una hora-, él saltó como un resorte. Entre que recogía sus bártulos, pagaba la cuenta y chocaba con él en la puerta del garito, apenas pasaron unos segundos. Lo recuerda como una sensación adrenalítica difícil de describir, como un acto reflejo y otro insensato sumados.
(...)
Había luna llena. No se llamaba Lucía, pero casi. Estuvieron toda la noche juntos. Toda la noche y toda una semana en que parecía no existir nadie ni nada más. La desigualdad del inicio se había esfumado, mientras ambos vivían y saboreaban largos minutos y horas de gloria con sus caras iluminadas por un maravilloso virus de algo que semejaba el pleno amor.
Aun era verano. Como toda historia increíble (o inverosímil o feliz) no duró demasiado. Una semana, para ser más exactos. Una semana de septiembre en que parecía no existir nada ni nadie más. Ella se largó por problemas e historias familiares, fuera del país; ya lo sabía antes de encontrarle -de chocar con él, mejor dicho- en el Maïami. Al octavo día, después del descanso judío, se iría como si nada, con todas las esperanzas ajenas hechas pedazos. Siempre se preguntó muchas cosas, pero no estaba seguro de lo que le pertenecía a ella por entero; ¿Cuánto tiempo llevaba observándole? ¿Lo había planeado así? ¿Cómo pasó de "ser especial querido" a arma enamoradiza y desecho quebradizo? Si le hubiera querido de verdad no se hubiera ido jamás. Le sorprendía esa especie de conciencia con fecha caducada mezclada con el amor incondicional e intenso a un desconocido tan conocido. No le quedó más remedio que no pensar demasiado en ella y dejar el egocentrismo a un lado;
con el tiempo, pasaría a ser una historieta más de su vida, una breve aparición en un extraño sueño obsoleto y una manía el abrir el buzón cada día. Todo le rozaba pero nada le tocaba, era la historia de su vida, y esto nunca sería capaz de asumirlo. Le encantaba pensar que se le negaba la vida real porque había "alguien" que tenía otros planes para él...
Lunes, 15 de septiembre, 2008. Luna llena. Hay una carta en el buzón, y el cartero no pasa los lunes. Ni mires el correo ni quieras cortarte el pelo en lunes.
Ha llovido mucho. Vuelco en el corazón. Es ella.
(...)

Siento volver de este modo. Sabes que no tengo muchas agallas. Tuve que irme y no quería hacerlo más duro. Lo he pasado muy mal todo este tiempo. Estoy independizada y vivo sola donde mis padres, no sé si lo recuerdas, desde hace una semana. 7 días en esta ciudad para rememorar otros tantos y decidirme a pasar otra vez por tu casa a dejarte una carta. Sé que no tengo derecho a hacerte esto, pero almenos esta vez no te he seguido, aunque sé que estás aquí aun. Si lo hago es porque te quiero, y si he vuelto es por tí. Te necesito, nunca he dejado de estar enamorada de tí. Es la verdad. El miedo me hace escribir en vez de hablarte directamente. Es mi intermediario hoy, pero el próximo sábado esto podría cambiar.
¿Recuerdas cuando Michael Corleone vuelve de Sicilia después de la muerte de Apollonia?
Estaré el sábado antes de cenar en ese local tan chulo que parece impropio de esta ciudad...


Entre la obligación del casarse y el amor verdadero hay un mundo...
Cuando Michael regresa, lo primero que hace es ir a buscar a Kay. El diálogo en movimiento entre la mujer herida -por el abandono y el amor desatendido- y el nuevo hombre consciente de sus actos y obligaciones, es de altura; era una manera, un tanto brusca, de reconocer que no había otra chica para él en el mundo y que "necesitaba" pasar su vida entera con ella.
El caso es que en Sicilia había empezado otra vida; hombre era, como las dos caras de una moneda (de ahí lo brusco, almenos de puertas hacia fuera y hacia ella), así que tenía que actuar rápido;
"¿Por qué ahora? Y lo más importante: ¿por qué yo?"
¿Estaría en peligro?
¿Cómo saber cuando hay que dejarse llevar por las circunstancias? ¿Cómo se decide si un tren ha pasado ya o tiene que quedarse? (Tal vez ese tren reste averiado, oxidado y repleto de graffitis como esos viejos RN080ACM-10 que decoran tantas vías abandonadas).
¿Acaso sería menos hombre?
Tenía menos de una semana para decidir que iba a hacer al respecto...

domingo, 7 de septiembre de 2008

Aquella mañana se despertó más temprano de lo habitual,
como inducido por un resorte invisible y desconocido. Se encaminó medio dormido hacia la ducha y sin dar los buenos días, como era costumbre en él. Al abrir los ojos, ante el espejo, notó un dolor de cabeza agudo, intenso, producto de una noche probablemente demasiado larga. "Ibuprofeno. Primer cajón", se dijo mentalmente. Pero no halló nada; de hecho, encontró algo que semejaba unas tijeras, aunque no parecían cortar demasiado. Mientras se quitaba las legañas -con la desidia de sus torpes movimientos almohaderos- decidió no darle más importancia y volver a la cama.
Acertó a vislumbrarla entre la penumbra; yacía en el lado de la ventana,
diríase que dormía plácidamente. Se sentía excitado y empezó a besarle el cuello lentamente; tenía un sabor extraño, seco y ligeramente perfumado.
Ya estaba completamente despierto, mientras que ella empezaba a contornearse como un gatito al ser acariciado. Separó sus bragas con delicadeza, rozando su sexo, lo que le provocó cierta expresión de disgusto_que escenificó dándole la espalda.
Pese al desaire, insistió hasta penetrarla, suavemente, sin protección y por detrás. Respondió con una serie de pequeños suspiros entrecortados, cosa que le estimuló sobremanera. Aumentó el ritmo hasta convertirlo en implacables acometidas; ella gemía a viva voz ya, como poseída en pleno sueño; no era muy usual. Tras 10 minutos frenéticos salióse de dentro suya y, cogiéndole del pelo, le giró la cabeza violentamente mientras acababa,
eyaculándole por toda la cara y dejando al descubierto un exhausto rostro que no acertaba a reconocer...

martes, 2 de septiembre de 2008

NOCIONES PARA UN NUEVO ENFOQUE


Acaba el verano,
y la pluma que yacía seca en el tintero abandonado vuelve a aparecer.
La princesa está triste. Se levanta viento por las noches, un cierto aire fresco tirando a frío. Las nubes nos sobrevuelan, los coches regresan a casa, los aviones matan personas y los atletas siguen haciendo balance.
No empezó mal esto; regentamos resplandores en un islote allá por donde Dalí se masturbaba como un loco. Uno se escondió 3 semanas por la isla que se resiste a avanzar -sometida al abandono de su propia naturaleza- hasta que se hartó de que le miraran. Desde Castellammare del Golfo al gol de Torres; España ganó la Eurocopa de fútbol y no le dedicamos ni una línea. Tocaba huir y de lejos observar a las alocadas hordas patrióticas. No hay nada peor que una multitud enardecida, solía decir el zio Franco, é meglio rimanere lontano.
La princesa está triste. El odio se acrecentó con la llegada de las anginas asesinas hasta que, de golpe y porrazo, llegó agosto. Odas lusitanas para seguir sacándonos del mundo -el billete de vuelta es inalcanzable para bolsillos roídos como estos- y la hora del diablo. Con los astros alineados, los Juegos Olímpicos de Pekín pretendieron engañarnos;
y un país tan grande como China no puede engañar a nadie. La niña feúcha y desdentada que cantaba como los ángeles por un cambiazo escandaloso. ¿Quién dicta los cánones de belleza asiáticos? ¿Mao, aun? ¿O-Ren Ishi? Occidente dirige, los aviones se caen. Más de 150 muertos en Madrid-Barajas y de vuelta al espectáculo mediático lamentable de siempre.
Me escapé un par de veces de la tangente y sin registrarlo, mientras los albatros volvieron a sobrevolar mares cercanos y la princesa seguía triste.
Me dormí en un último anhelo y no vi como la ÑBA de nuestra generación le plantó cara a los EEUU sin Calderón. Busqué una floristería infructuosamente y me instaron a olvidar el desespero, sotiene Enzo, por culpa de una historia sin nombre ni decoro. El reconocimiento de mi estómago y la piel de gallina fotografiada: un poso que anunciaba un futuro cerrado y evidente.
¿Qué cómo lo afrontaría la cabeza, si los ventiladores permanecían apagados, yermos, en espera de que alguien se percatara y los subiera definitivamente al trastero de turno? Si ni siquiera sabía cómo andar los caminos ya yo solo, y el muro de piedra nunca había tenido el efecto deseado...
Empieza el otoño,
un destello que promueve nuevos y buenos aires, casi por obligación. El mismo que hace alejar la fantasmagórica tecnología de las sudadas y frías manos, el mismo que hace sonreir a propios y extraños. Tenía una doble visión sobre la mayoría de las cosas, y seguía preguntándome el porqué. Como el porqué no distingo entre un "porqué" junto y otro separado, después de todo, yo, que me alzo y codeo con los edificios más altos. ¿Qué cosas podría saber distinguir entre la oscuridad de los caballeros y el jolgorio que recorre mi cuerpo veloz como un rayo, arma locuaz cuando una muchacha insolentemente bella me apremia?
La princesa seguirá triste. El frío, justiciero y pendenciero, se encargará de helar a más de uno y congelar todo aquello que no sirva para comer hoy. Puede que nos volvamos a ver en una cárcel de sábanas blancas, si es que el miedo escénico no desiste. Jóvenes diatribas y reflejos de sangre que decidirán dentro de poco, antes de que hayamos muerto, y ya que caí en este mundo. De todas formas, dejarlo todo en manos del juez supremo es excesivo, aunque siempre había sido así; y es en ese sentido que la certeza del movimiento el éxito puede traer.
Imbuídos por el positivismo de una carta alojada en plena ciudad, quién iba a creer algo de lo que yo escribo desde que yo soy, si es que alguien sabe de lo que hablo, porque yo, desde luego, no...
Prometo sacar más la cabeza, dijo el topo al golfista. Manos libres.
¿Qué tendrá la princesa?*
Sonría, por favor.

* la Sonatina de Prosas Profanas de Rubén Darío que me ha venido estos días una y otra vez.