domingo, 3 de abril de 2016

UNA HORA TARDE

Esta semana he ido una hora tarde a todos lados. El cambio horario me ha sentado fatal, con una sensación de que voy mal y no remonto ni aunque quiera. No había pensado en ello hasta que Xavi lo soltó ayer volviendo del restaurante, en esa carreterucha tan especial de los Rasos, tras una comida de lo más pantagruélica. Disfruté del día junto a mi amigo, su pareja y mis hermanos y luego el clásico lo estropeó todo.
Estoy leyendo a Raymond Carver, ese punto en que puedo ser productivo y pasar de el ataúd -un microrrelato basado en la muerte de mi compañero A. y la peli Enter the void que publicaré en su momento- a otras cotas; en mi última semana de permiso, siento que la libertad y la presión de querer ser algo y un buen padre al mismo tiempo pueden ser compatibles. 
Esta semana ingresamos en la casa de campo los restos del olvido y, joder, no necesito tantas emociones. No voy a negar que es duro y que hay desencuentros que debilitan, incluso si no sé cambiar la puta hora del coche una semana después y voy una hora tarde a todos lados -con influencias e influjos de miei bimbi.

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