Llegó el verano y nos fuimos a casa como predijimos. Supongo que el ganador saldrá del Francia-Alemania, al menos eso espero.
Pero hablemos del calor y de Richard Ford. En un año sin largas estancias fuera, el año más caluroso de los últimos diez -aniversario del erasmus-, ya nos hemos escapado un par de días a la piscina y un fin de semana largo a la playa. El agua está helada, no acabo de entender por qué, si es siempre por estas fechas que nos perdemos por nuestros mares. Puede que, al perder ese espíritu viajero este año, percibamos la realidad de una manera tan poco conocida que sorprenda; qué julio tan extraño, caray.
O cómo explicar mi constipado. Mi habitual tos de dos semanas -llevo una larga- en plena ola de calor. El aire del coche, el ventilador del llit dels papis mientras nos dejamos el sudor grunchando como locos, el puto mecánico (pareja de la prima de mi mujer) y, pese a ser buena gente, sus sablazos. Mi no-traje, con agosto cerrado y la novia ya vestida... Como para no agrietarséme el carácter.
El 4 celebramos el cumple de mi amigo Ace en Sant Pol de Mar. Está cerca, ninguno lo conocíamos; bueno, yo estuve con Gnöit como más de diez años atrás pero no me acordaba de nada, y queríamos comernos una paellita al lado del mar. Al no encontrar precios razonables -invitaba yo-, nos pedimos una ración de patatas fritas con algo de carne para engañar al estómago y seguir un rato más. Tengo muchos gastos, le dije, pobre paladar. A las cuatro y media ya pensaba en las tareas propias del ocaso y se me quemaba el rancho.
Luego están las pérdidas, una de las cuales es recuperable en cierto grado. Y eso me pone mucho menos triste que hace una semana, cuando no podía dejar de llorar a mares. No sé si he llorado tanto por alguien antes.
La verdad es que no me importaría ser americano. Leo a Richard Ford con la disimulada envidia de una vida como la de Albert, que serviría para llenar un buen par de guiones ahora que se ha acabado la sexta temporada de Juego de Tronos y no consigo comunicarme fluidamente con él. Leo todos esos nombres de calles, costumbres absurdas y el jodido way of life relacionado con la monotonía universal, con la falta de objetivos vitales y la aceptación-negación del propio ser y me digo... joder, ese soy yo.
Es raro que me refleje en dos norteamericanos y un noruego a mis treinta y seis años. Pero me llegan, Carver y Ford y Knausgård. Aunque de verdad, me gustaría dejar de estar constipado y gozar de este mes de julio sin curro ni viajes, de este calor asfixiante y del agua, que sigue fría de cojones pero me recuerda que este año es atípico, boda incluida. Y que no gane Portugal, gracias.
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