miércoles, 19 de marzo de 2014

DÉCADA FNAC

En marzo de 2004, hace la friolera de diez años, entré a trabajar en la librería de la FNAC del Triangle en la Plaça Catalunya de Barcelona. Y podría ser ayer, pero no.
Fueron necesarias dos entrevistas. Por aquella época yo malvivía en un destartalado piso de Horta con un trabajo parcial de mierda y estaba enfadado con el mundo, así que solo podía mejorar: era para mi un lujo, pues. Me había cortado el pelo y acababa de cumplir 24 años. La chica del momento era una punky de cuidado, a la que preñaron poco después; desapareció entre las multitudes de la gran urbe.
En la segunda entrevista, Olga, una de las jefas (VQ en su terminología, nivel 2), me preguntó por el premio Nobel de literatura. No supe qué responder. Creo que me eligieron porque dije que El Padrino era mi libro favorito, una tontería visto a día de hoy. Debieron pensar: este tío es perfecto para Ciencias Humanas. Y allí me encasquetaron, con los freaks.
El primer día me dieron una vuelta por la librería, presentándome. Recuerdo varias imágenes, puede que exageradas o tergiversadas con los años: en el panel central, en medio del charco nada más subir las escaleras mecánicas, Xavi y Jordi C. hablando distraídamente y mirándome de reojo. Pensé: vaya dos chulas de gimnasio (con el tiempo dos con los que más me hice). La gracia de Laura M. y Jose, en Libro de Bolsillo. Y a Albert agachado, con sus gafas escondiéndose, en Idiomas. Éste me ignoró por completo con una cara de asco como de 'I don't give a shit'. Mantengo viva esa imagen. No sé si nunca se lo he dicho.
Una vez te dejan solo en tu sección, tienes unos momentos en los que no puedes más que perderte tras bajar el pie a tierra. Recuerdo esa sensación. Dios, pensé, ¿hay como muchos libros, no? La inmensidad me va a tener muy ocupado.
Luego fueron dos años y dos meses, tiempo que pasé con bastantes penurias económicas (hablamos de un sueldo que no llegaba a los 800€) y currando como un chino en el ferrocarril colocando libros a granel.
Los principios fueron duros y me costó lo mío adaptarme, ya que yo siempre solía volver los fines de semana a Manresa o salía con mis amigos que me venían a ver a la city. Quiero decir que establecí una serie de relaciones al más alto nivel y fuera de mi núcleo habitual pese a ya no ser un chiquillo: creamos vínculos que todavía hoy perduran, marcando así irremediablemente mi vida.
Es curioso cómo seleccionas qué recordar. O puede que no lo selecciones y ocurra sin más. Había un grupo humano excepcional, si miro atrás. Pienso en Vicky, mi VQ1, estaba en Venezuela cuando entré, un sol. Su ex vivía con ella y estaba en un momento vital bastante extraño. Iván, de El Masnou, todo un pintas. Àlvar, el primero que me vino de cara. Luego llegaron el Albert Repo (aún escrito así en mi agenda telefónica), el trajes, un tío encantador; Elena, que con una bomba de humo desapareció, J. Cuadrado desde Elche; mi compi Cris, una intelectual en toda regla y con la que llegué a congeniar mucho (aun tengo libros suyos, desde aquí aprovecho para decirle que se ponga en contacto conmigo). Y Ester, y Fran. Y Sonia, que también se escondía detrás de sus gafas en Infantil. Todo un punto y aparte.
En cuanto a la faena en sí, un auténtico truño. Había que apuntar la hora a la que desayunar en el punto de información, en un papel. Tenía el stock en Clásica, justo al lado. Los inventarios, no recuerdo cada cuánto, divertidos los primeros. Idealicé lo guay que era trabajar allí lo justo hasta darme cuenta, puede que al año, de que era la misma mierda que había conocido hasta entonces o incluso peor. Era imposible mantener un piso en la Barcelona del auge inmobiliario con un curro que te explotaba y que, tras pasar el subidón inicial, sólo podía ir a peor tras alguna desconexión dolorosa y una separación entre los estudios superiores pendientes y mi pesada y demasiado definida cabeza por aquel entonces. 
FNAC, diez años después. Observo como se dilata el tiempo en un periodo que me pareció eterno al principio, si miro atrás. Alucino si me miro en esta foto que no podría datar pero aprendí tanto que es imposible negar su influencia en mi; leí y descubrí mucho y agradezco lo bien que me trataron toda la gente que conocí durante esos dos años y tres meses. Si me preguntaras por lo bueno, quizá te diría que vivir en el centro de Barcelona y el relacionarme con mis compañeros. Lo malo: que seguía siendo pobre y que todavía necesitaba una salida y/o ser salvado.
Me fui en mayo de 2006 hastiado y con urgencia. Italia estaba al final del túnel. Mallorca me debería guiar hasta el Belpaese, la luz que hiciera brillar la oscuridad.
Bajo poco a Barcelona pero cuando lo hago suelo darme una vuelta por mi antigua sección. Solía pensar que aquel espacio podría ser uno de los que más había caminado en mi vida. La cambiaron al otro lado del charco, resulta curioso; resulta que Infantil está ahora en mi rincón, dónde veo a mi hijo jugando mientras yo suspiro y ojeo las estanterías en busca de alguna vieja señal.
Empezó en marzo de 2004. Este mes celebro diez años de aquello.
Mi década FNAC.