martes, 19 de mayo de 2009

LA MUERTE DE MICHAEL CORLEONE


Hoy la muerte se acercó para comunicarme personalmente que se llevaba a uno de los míos. Le pregunté el por qué, pero no quiso atender a razones. Por un momento pensé que era un sueño, pero por desgracia la realidad no se escabulle tan bien como yo.

Hoy la muerte ha cerrado un capítulo de mi vida que quedaba pendiente, pero no me ha dado la oportunidad de resarcirme, ni de salvarme, por lo que vuelvo a las andadas otra vez; hoy no he ido a trabajar, me han dado dos días de fiesta. Siento un vacío inmenso mientras pienso en un montón de ideas estúpidas para las próximas horas. Sé cómo va a reaccionar la gente, sé que le desterramos, sé que no debería pensar en toda esta mierda.

El día en sí ha sido muy extraño y no pintaba bien; desde que me he enterado, he caminado en un estado ausente, melancólico y lleno de reproches durante toda la jornada. Reproches contra mí mismo. No tenía ganas de verte, duelo obliga, pero mi mente va mucho más allá de estas líneas. Hubiese hablado por los codos, y ya estoy harto de eso; es difícil olvidar u obviar 18 años de existencia, acicalado con un sentimiento de culpa precoz y casi único con respecto al resto de los míos. Cómo mantener la calma cuando no se sabe salir de un entuerto semejante, flotando sobre el mundo de los vivos, cerca del hambre de unos cancerberos nada halagüeños; aunque haya escuchado la misma canción una y otra vez, esta canción que estarás tú escuchando en este mismo instante, aspirando profundamente las cenizas del viejo ser. Recordaba que tenía
En el Nombre del Padre para acabar de rematarlo, y así finiquitar el jodido día de hoy buceando en mi interior, preguntándome una y otra vez un millón de cosas que no tienen respuesta, cosas que le diría para tratar de arreglarlo todo. Pero ese tren ya pasó, y yo, como siempre, llegué 4 minutos tarde a la estación del silencio.

Decir que la muerte no avisa sería apropiado pero escaso; a estas horas de la noche -no espero dormir-, poco me queda ya. Siento que la palabra "dolor" trasluce el verdadero sentimiento de todas estas almas dolientes que concibo. No hice mucho, nunca hice gran cosa. Triste desgana frotando mi teléfono con una sola raya de batería. Una llamada de mi madre más y estallará. Ese fue mi gran error. Sólo pensé en mí, como hoy. Es como si hubiera muerto yo, Giuseppe o hasta Mario. Todos yo. Todos mis "yo". Para los demás -mis cercanos-, no les ofrecí espacio para tratar, y sentencié a todos aquellos que quisieron joderme, como a mi propio padre.

Esta noche, aquí, en mi cama, la estoy pasando buscando respuestas, buscándole a él, recurriendo a antiguos tópicos que permitan alargar y alcanzar una indiferente realidad que puede que algunos llamen "vida". Esta puta indiferente realidad que no deja aire para que el yugo de todo un planeta deje de aplastarme y señalarme con el dedo. No voy a quejarme más por eso. Asumiré toda mi responsabilidad como nunca he hecho.
Hoy ha sido el detonante final para el ser descreído, desgracia enterrada en un puño, nube que cierra el cielo que empuño.
La soledad ya no es únicamente una opción.

Hoy, esta noche, en mi cama, un último pensamiento me lleva a otro lugar. Me pregunto porqué mi madre seguiría llorando. "Ya queda menos", me digo, mientras me marchito y ni cerrando fuerte los ojos, encuentro jodidas respuestas a tantos malditos "por qués".
Dicen que la vida sigue.
No tengo ni una puta foto suya, pero...
¿a qué es curioso que hoy ya sea martes?