sábado, 24 de septiembre de 2016

APUNTES Y ACLARACIONES SOBRE MI CASAMIENTO


Quería dejar escrito aquí en mi blog unas consideraciones acerca de mi boda con Laura, acaecida el pasado tres de septiembre, en vista de algunas reacciones que no se han acabado de entender.
Lo primero: la idea inicial era que fuese una boda sencilla. Subestimé el poder de sugestión familiar. Firmamos por lo civil y luego lo celebramos en una masia de la campiña bergadana, resumiendo mucho, lugar que era demasiado pequeño como para acoger a tanta gente.
Vamos, que se nos fue de las manos. Y ya era tarde para invitar a personas que quizá deberían haber venido; un dato, solo uno: no vino ningún amigo de Laura. ¿Qué os dice eso? La cosa era bastante desigual, por decirlo de un modo light, y el espacio era el que era.
Lo segundo: fue estresante. Visto con perspectiva, incluso muy estresante. Muchos dicen lo mismo de sus bodas, sobre todo cuando hay hijos de por medio. Yo no podía pedirle a ningún familiar que vigilara a mi primogénito, así que no di abasto. Lo hice con gusto, pero si me preguntan, no puedo decir que disfrutara del día.
Lo tercero: no era una boda. Todavía hoy lo sigo diciendo, supongo que como para justificar la falta de elementos tradicionales o ligados a tales celebraciones. Craso error. Reconozco que no he sabido llevarlo, cosa que aprovecho para volver al primer punto; entiendo que algunos puedan haberse sentido molestos o enfadados al no invitarles o darles la buena nueva (la noticia de nuestro enlace). Otro gran error, pues: no informar o contar con absoluta normalidad -sin tener que conllevar una invitación a la fuerza- que me casaba, que Laura y yo nos casábamos.
Sinceramente, pensaba que lo de cerrar el círculo tras juntarme, vivir juntos y tener dos hijos en común era lo de menos. Me di cuenta de ello justo antes de entrar a la Església Vella, al ver todo aquel mogollón (por no hablar de lo del sudor posterior), de cuán equivocado estaba...
Una boda, por lo visto, no sólo pertenece a los dos enamorados que deciden celebrar semejante unión, sino que es un compendio de intereses que giran alrededor de la pareja en teoría protagonista; algunos pululan como abejorros, ávidos de regocijarse en la mierda o de meter cullerada, como se dice en catalán, ávidos de meter baza. Comúnmente se acepta el dicho de que hay gente que te quiere bien y que solo quiere compartir un día tan especial con la pareja que lo celebra, sin otras pretensiones, oh, qué gran mentira...
Cuarto, y sigo: yo no he necesitado gritar a los mil vientos que me casaba. Para mí casarme era un festejo muy personal que sobre todo quería disfrutar con mi esposa y familiares. Acepté el jaleo que suposo organizar tal evento como un acto más de mis vacaciones y de cesión voluntaria ante algo que yo jamás he disfrutado: la familia (en su sentido más amplio), algo nuevo para mi. 
Gocé más del fin de semana entero en la casa, digo, con Xavi y Lluís, Ace o mi hermano Ricky, por ejemplo, que en la jornada del casorio en sí. Y lo digo por ahí sin problemas, puede que con cierta ingenuidad, porque no tengo que rendir cuentas ante nadie y soy libre para hablar de mis cosas con quien quiera: por eso no puedo pedir perdón a los que se han molestado o enfadado por alguna de las razones mencionadas en este escrito u otras (aunque sepa que el mundo no funciona así).
Aclarado esto, sí, mi mujer es mucho más práctica que yo, que me hago sangre por nada, podríais preguntarle a ella; lo único que hice fue jurarle amor y fidelidad eterna en público y, lo único que pretendo, es ser merecedor de su compañía y su gracia cent'anni como mínimo.
Estaba deslumbrante, joder.
He dicho.


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