sábado, 30 de abril de 2011

CRISIS SUGESTIVA


Tienes mucha mejor cara.
¿Qué quieres decir?
Se nota, y ella también, se os ve muy bien. Si hasta estás guapo y todo... más guapo, me refiero.
Gracias, se lo diré a Laura.
Ella debe de ser la principal culpable. Culpable de que vuelva a cuestionarme el mundo que pisan mis pies, y de que me cause sorpresa una y otra vez la respuesta que ofrece el prójimo, como si antes del enlace no hubiese forma de vida alguna. Sin embargo, a mi compañera de trabajo no la puedo culpar. Quizás sólo pretendía ser amable, cometiendo de este modo un terrible error para conmigo, pero qué demonios iba a saber ella. Sólo sabe que soy un tipo difícil de mirar, y eso le basta. Tampoco insistiría yo en mi incipiente constipado para hacerle sonrojar (eso sería cruel), así que lo dejamos en un par de convencionalismos más y acabo dándome la vuelta antes de que sea demasiado tarde.
Estoy seguro de haberme sonrojado: un escalofrío recorre mi cuerpo al observar las torres de alta tensión en Durham County. Las de por aquí siempre me han recordado a los Transformers de pequeño, pero la primavera no acaba de imponerse como cuando entonces.
No me encuentro demasiado bien. Tanta lluvia ha conseguido conducir mi ánimo hacia la máxima inoperancia. Quiero decir que no es normal, que no entiendo porqué nunca me recupero del todo. ¿Por qué?
Con tantos porqueses y tan pocas balas (ingratos feligreses), dan ganas de encerrarse en el Palomar un par de semanas y tirar la puta llave por el desagüe, pienso. De los anchos campos e inmensas praderas verdes no hay noticias {y juro que no era así como lo recordaba}, pues sigo necesitando el dinero.
Desde hace un tiempo, caminar por esta tierra mojada no me supone un gran estrés si no fuera porque suelo ir mirando al suelo. Es como una jodida adicción. Busco monedas, billetes y pruebas que delimiten nuestra existencia. Esto último sí que me estresa, y no veas cómo. Me jode porque creí haber allanado el camino, ahora que cumplí los 31, y a nadie le gusta mirar atrás ni al cielo. Sobre eso y sobre mi escasa participación en la vida social del pueblo vuelvo últimamente; como escuchaba hace un rato, en un sitio como éste (léase lugar de trabajo), uno está obligado a establecer relaciones por el bien común. Probablemente con gente a la que fuera, en la calle, no compartirías ni un jodido saludo. Es superior a mi, pero como decía el cocinero, si todos los locos estuvieran dentro, nadie podría cerrar la puerta por fuera; como parte del juego, resulta tan innegociable como intrascendente (para el desenlace final).
Esta puta amígdala de mierda… ojalá me la hubiesen extirpado a tiempo. Ahora resuena en mi garganta como el eco vacío de un contestador por atender, tan desatendido como ignorado por un alquiler demasiado caro y lleno de pus y suciedad (gentileza del mismísimo Diógenes).
Je, je, je…Eso, díselo. Què maca és!
Pues sí. Por cierto, ¿sabes que estoy constipado?
¿Qué quieres decir ?
Has dicho que hacía buena cara en el que está siendo mi peor día desde que recuerdo y hasta que te he visto hoy ahora hace un rato.
¿Cómo?
Que gracias, se lo diré a Laura. Tengo que volver a mi cubículo, ¡hasta luego!
Crisis de sugestión: culpable.


martes, 12 de abril de 2011

LAS LUCES DE FUERA


Las luces están fuera. Las luces, mi padre y las carreteras con sus enormes bloques de hormigón.
Mi padre. Sé que algún día regresará para rendir cuentas y que el destino me hará llegar una factura en blanco. Recibí un mensaje de texto oportunista y malintencionado de la que una vez fue mi prima, no hace mucho, y la figura del pater familias resurgió de entre los muertos. Un episodio de Lights Out, el último antes del gran combate contra Death Row Reynolds, volvió a sacar el tema a colación, y mi cabeza no ha dejado de darle vueltas desde entonces.
Los lazos de sangre no se pueden ocultar ni repudiar. Al fin y al cabo, es lo único que nos queda. No obstante, hay un montón de circunstancias, en el devenir de la vida, que pueden apartarte de aquello que una vez te vio nacer. Pero, si no recuerdo mi nacimiento, ¿tendría que ser tan grande la deuda?
Ahora que duermo más bien poco, con más de veinte grados a la sombra y un bronceado prematuro, justo ahora, que he hallado amparo en otra forma de parentesco (política) y que conduzco temerariamente, va a resultar que tengo unos deberes y obligaciones que desconozco desde que era un crío. De la misma manera que ellos reclaman su parte del pastel, mi postura no va a dejar de ser inflexible. Si ser padre no debería ser un acto de contrición, tener una familia por ley no te exime de afrontar una existencia menos traumática, pero no por ello voy a torturarme más de lo necesario si, llegado el caso, tuviese que enfrentarme a las ignominiosas fuerzas del mal; que cada cual asuma las consecuencias como pueda, porque yo no pienso postularme.
Las luces están fuera. Las luces, mis familiares menos cercanos y los viejos boxeadores, con Patrick Lights Leary a la cabeza.
Mis familiares menos cercanos. Se basan en cuerdas tendidas hace más de mil años. No son conscientes de que ese nexo dejó de existir. Aparecen cuando menos te lo esperas, tejiendo una espiral de dolor y remordimientos que te deja aturdido en el cuadrilátero tras el enésimo asalto. No quiero besar la lona por haber bajado la guardia, ni sangrar más de lo necesario, así que estaré preparado.
Si tu credo es devoto e inalterable, todo acto impío quedará enterrado bajo el tacto de un sinfín de votos, aquellos que cubrirán de gloria esa fe que te hará crecer. Porque, extremismos mediante, hay que creer y querer crear, siempre en el nombre del Dios justo, solidario y sincero que es Eros. El punto de partida no tendrá nada que ver con tus experiencias o el legado que te ha sido otorgado, surgirá de forma natural. Y las antiguas reminiscencias de una vetusta sociedad no servirán de excusa para omitir una forma de relacionarse que, muchos años después, acabará desapareciendo. Pero aunque tenga que recurrir al coche, yo no pienso ser así. Esa mierda no va conmigo.
Las luces están fuera. Las luces, mis viejos amigos y algunos caminos alternativos que existen desde los aledaños del palomar.
Mis viejos amigos. Sobreviven en un altar que debería mutar y saber adaptarse al entorno de las dulces ataduras que nos han envuelto desde un bucle de pasión y desenfreno. Porque las musas, traviesas ellas, son bien capaces de borrar de una tacada las huellas de una civilización entera (si se lo propusiesen), pero nunca la aniquilarían del todo: ese excesivo poder siempre deja una grieta por la que asomarse.
Ponerse el cinturón desde la izquierda, tras tantos años haciéndolo desde el lado inverso, no impide que pretenda contrarrestar todas las injusticias vividas desde la raíz en sí, desde el mismo nacimiento y hacia las luces de dentro.
Las de fuera no me interesan lo más mínimo, si bien no puedo evitar que me sigan produciendo un vértigo de la hostia.