lunes, 29 de diciembre de 2008

CLAUSURA '08

MOMENTOS 2008

ENERO
Años. Sobre las cuatro y media de la tarde, perdido por el Parque de Vigeland, en Oslo. Sin ruidos ni gente, cual salvaje explorador a dos minutos del centro,
uno de mis mejores momentos de soledad agradecida.

FEBRERO
Primeros rayos de sol vivos. Paseando por la playa en un mar alguerés de ensueño y pequeñez asumida, en mi primer regreso a Cerdeña, con ese català embutido en una botella añeja.

MARZO
Elecciones. Razzmatazz, Barcelona. The Mars Volta, 2h y 40 minutos de éxtasis. Uno de los conciertos más sentidos de mi vida.

ABRIL
Sant Jordi. In rainbows: último renacimiento y la primavera llamando a las puertas de la alegría mientras esperaba el autobús.

MAYO
Alegría, chaqueta ligera. Había vuelto a la ciudad, y recuerdo bien esta pausa entre las lluvias de todo el mes, bajando por la calle Talleres.

JUNIO
75% Verano. Cadaqués era un sueño tan recurrente, que me asustaba que no cumpliera las expectativas. Pero resultó genial, rompiendo la tendencia, y se me escapa una sonrisa si me acuerdo de una bicicleta.

JULIO

Verano total, viajes. Dos momentos imprescindibles: los barrios de Palermo con su miedo (esa sensación tardaré en sacudírmela) y la mejor playa del mundo, la Scala dei Turchi. Ambos en Sicilia, una de las islas que adoro y siento como mías ("el lugar en que la mentira es más fuerte que la verdad", según Joan Queralt).

AGOSTO
Inestabilidad climática y el principio del fin del verano. Otra deuda pendiente, pero no diré que me rondara Portugal en general, aunque me sorprendiera gratamente (tal es el grado de desconocimiento del vecino), ni Lisboa en sí misma (bella sin reparos); Fernando Pessoa, alma de mi alma. En su busca fui y para el último renacimiento disfruté.

SEPTIEMBRE
Depresión. Manresa. Quizá no sea ese momento concreto, pero la hora ya avisa de lo jodidamente mal que me sentó la vuelta al mundo real. Mucho trabajo en todos los sentidos, un agujero negro en sanidad y los primeros síntomas del advenimiento del frío.

OCTUBRE
Últimos rayos de luz. La escapada a la Costa Brava y el reencuentro con el kongen. El apartamento. La noche, el baño de autoestima, viejas -que no anticuadas- palabras.

NOVIEMBRE
Frío, ansiedad. Y de entre el ataque de los pingüinos, el concierto de Standstill en casa; partes de mi cuerpo justo delante, alacenas, silencios y oleadas de pasos adelante en reinas del caos ordenado.

DICIEMBRE
Navidad, clausura con usura y probabilidad de riesgo alto. Santiago y cierra España, caralho. Dinámicas abrumadoras, mucho trabajo otra vez, cumpleaños 5 y 7, recta final. Pero me quedo con esa mañana en compañía del apóstol.

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P. S. : Es triste resumir un año de mi vida en unas pocas fotos que ilustren unos pocos momentos de entre todo lo vivido, pero más triste es aún estar cerca de la tristeza -en la falsedad que me devora-, y sigo sintiendo la necesidad de recordarme; las hazañas institucionales las dejo para que adornen las paredes.
Un toque de humor, que me sigue ahuyentando el muy ruin, es el vídeo del zapatazo; no creo que sea la imagen del año, ya que hay muchas, pero sí que es la que más me ha hecho reír, si no lo pienso mucho y me deslizo entre Obama y la Selección Nacional de Fútbol.

Atento/a a los reflejos de Bush y su cara.
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Es difícil despedir un año. Hacer balance. Unas pinceladas para recordar hacia dónde se puede ir y dónde he estado me purgan casi del todo. He avanzado mucho, pero me sigo negando a considerarlo una suma de experiencias; creo más en los arcanos (la Rueda de la Fortuna se sale) y en los días de lluvia sin frío, en mi lentitud segura, consciente, y en mi desorientación orientada (hacia la gran oscilación, que diría Pessoa), que en el virtualismo de opereta y esa falsedad referida anteriormente. Me sigo negando a llevar guantes, y no quiero volver a sacar el tema del paraguas...
El miedo y otras sensaciones jodidamente interiorizadas y de sobra conocidas se han convertido en quehaceres domésticos de alto nivel; no es queja ni premura ni tampoco travesura. Es, simplemente, pura simbología a pie de césped y hábito controlado también. Lo otro ya no depende de mí, porque como diría Samuel L. en la Jungla III, ni siquiera Dios sabe lo que hace...
El Poema nº8 se encargará del resto.
Feliz año nuevo,
allende los mares,
y con las seis copas para brindar por un futuro mejor.

jueves, 25 de diciembre de 2008

06:19



Hay un hombre delante mía sentado en unas escaleras.
Ha aparecido de la nada. Está tomándose un café de máquina,
uno de esos diarreicos.
Un hombre que lleva una vieja chaqueta marrón y me mira entre sorbo y sorbo.
Alzo el rostro cada poco tiempo para asegurarme de que siga ahí.
Y ahí sigue.
Tiene poco pelo, pero el que peina lo hace hacia detrás, tipo Rodolfo Valentino. Parece que quiere fumarse un pitillo. Uno que, o no tiene filtro, o es un Ducados.
Fuera hace mucho frío. No parece que vaya suficientemente abrigado, a no ser que tenga una petaca escondida.
Vuelve a mirarme. Escribo estas líneas. Se pone la mano en el bolsillo de unos roídos tejanos. Saca algo punzante. ¿Una quilla? No puede ser.
Viene hacia mí, cuatro minutos y veintisiete segundos después de que me percatara de su presencia.
06.23 de la mañana.
Está hablándome...
(...)
Huele a alcohol. Carajillos.
Me he levantado de la silla y he vuelto a sentarme para escribir esta línea ahora mismo. No sé de qué coño me habla. Balbucea.
(...)
Ya está chillando. No pinta bien.
(...)
(...)

07.24
Escribo esta líneas con los brazos doloridos. No sé como, pero me he peleado con él. Ha venido la policía. Me querían llevar a comisaría por segunda vez en un mes. Les he dicho que me faltaba media hora para terminar, que si podían esperar.
El hombre de la chaqueta vieja y los tejanos roídos, Rodolfo, me debe haber confundido con otro. O puede que la tensión ya llevaba siendo insoportable.
Sí que llevaba una navaja,
y en la refriega se la he clavado.
¿Lo he matado yo?
Tengo a un policía detrás mía, le pregunto la verdad sobre mi incipiente coronilla, controla todo lo que hago menos estas últimas líneas (le he dicho que era un informe que tenía que acabar).
Y en veintinueve minutos, en cuanto llegue mi relevo,
me lleva a la puta cárcel.
He pasado de llamar a mi madre esta vez. Ha sido todo muy rápido.
(...)
Sólo puedo añadir que en tantas horas que llevo aquí apenas he llegado a una única conclusión:
o matas, o mueres.Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre en todos los segundos, en todas las visiones.*
Feliz Navidad.

* extracto de Ojalá, canción de Silvio Rodríguez que puedes escuchar al principio de esta entrada si no lo has hecho mientras leías,
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(tempus fugit)

viernes, 12 de diciembre de 2008

HOY HE SEGUIDO SIN NADIE MÁS QUE CONMIGO


Hoy he seguido sin nadie más que conmigo
al abrigo de cualquier mediador externo.

(en el cielo, la luna llena brilla y llama como un queso cheddar y alguna nube cerquita tipo Batman)

Me he perdido no muy lejos,
aquí dentro_ señalando el tercer ojo,
reflejado entre sucios espejos.

Si los días pasaran podría llegar a ser eterno
pero todo es más grave de lo que parece si no existe, si es que existe
en esta triste soledad encadenada a un mísero teléfono.

No puedo salir, ni siquiera veo la comprada luz de los éforos;
Negra aspiración del Yo que aspiraba a un trato tierno.
No es lo que parece No es lo que parece Nada es lo que parece y menos aquéllo que trajiste.
Toreo los mareos con la poca fuerza mental que me queda,
me digo: no te está pasando a tí, no vaya a desmayarse, duerma, ¡no ceda!

No escucho, estoy bloqueado_ sólo soy Yo y nadie más Yo conmigo y sin mi si me levanto, amarrado, desesperado, alunado.
La vena hinchada de mi frente ataca al ritmo de mi corazón de lado a lado
y de ahí hacia el costado
ladeado;

Coloco las manos entre mi pecho y el estómago para contastar un hecho;
son mis incapacidades que explotan mi ansiedad de Peter Pan,
y eso significa que, bajo desgarro, el diablo interior volvió al tran-tran.

Hoy, a estas horas de la noche, sigo sin nadie más que conmigo.

(a no ser que tenga una enfermedad secreta)

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Y CIERRA ESPAÑA

He aprendido a medir el tiempo en su verdadera expresión.
Cada vez que viajo me doy cuenta de lo memorable/miserable que es la vida.
Soy demasiado joven para morir y demasiado viejo para ser joven.
El peregrino que no descansa nunca ya me advirtió de lo difícil que podría llegar a ser, siempre que no tengas fe, sobretodo si de un plumazo se puede ir todo a la mierda.
Me pregunto de qué sirve crear o ser en esta existencia fugaz del carajo.
Las estadísticas son abrumadoras: nadie lo consigue. La fe es lo que separa una existencia plácida de una atormentada. La fe en "algo".
Hay que creer, que es lo mismo que cerrar los ojos. Aunque sepas que el amor no existe, que es una artimaña imaginada tanto tempo fa, debes "creer". Crear y creer. No mirar atrás, taparte la boca. No escuchar a la puta conciencia, perdonarle la vida a tu almohada. Ya es hora de volver a blandir tu espada al grito de sus y a ellos.
Pero para qué me voy a hipotecar si mañana podría morir. Todo cambia en un segundo. Valoro mi vida justo en el mismo punto en el que soy consciente de su fragilidad, de mi fragilidad. Hay mucha gente ahí fuera. Mucho amor. Querer es creer en poder llegar a tiempo.
Lugares maravillosos que, tras llegar a ellos, te decepcionarán. Y piensas: para qué todo este percal, toda esta energía (mal)gastada, para llegar aquí y ver como se esfuma en un minuto.
Todo por una sensación de un minuto. Te planteas si el riesgo está a la altura de la recompensa; la gloria se desvanece tan velozmente como un montón de arena de la playa que se desliza entre tus dedos. ¿Y si ya sólo nos quedara el mar?
No hay nada peor que el deseo realizado. Ni las palabras ni el intento me acompañan, arma de doble filo; es como estar parado en esa estación siempre tan concurrida.
Creo que por eso me compré una cámara de fotos. Quería sentir la melancolía aún más de cerca, comprobar que era una jodida realidad irrefutable.
Un aliento justo, un acento perspicaz, si la actualidad limita tu arte y tu pensiero.
Hay una vida vivida, una vida por vivir y maneras de vivir.
No existe el tiempo como tal.
Será que habrá que levantarse por la mañana y empezar a vestirse por los pies, pero yo no soy así. Intento desembarazarme de todo con todas mis fuerzas, créeme, pero soy débil y bastante iluso. Puedo llegar a crear vidas paralelas y sentir la eternidad en la palma de mi mano, no lo dudes, eso sí.
Si se acerca la Navidad y sientes un fuerte impulso que te lleva directamente a querer creer, a querer hallar tu espiritualidad ligada a "algo" palpable, es que no tienes suficiente con esa floreciente agresividad.
- Es posible que haya algo de tu pasado que no hayas acabado de digerir.
Desde luego, no acepto NADA de lo que pasó, y no me tires de la lengua, porque del futuro no pienso hablar, no te jode...
Necesitas algo más que la aceptación agresiva del preludio a los putos renos y la música descorazonadora típica de esta época (me niego a llamarla por su nombre).
Rajar es gratis, pero sentirse ultrajado no es mucho mejor.
Viajar es una grandísima estupidez, porque lo único que consigue es hacerte sentirte peor.
Puede que haya aprendido a medir el tiempo en su auténtica y real expresión. He descubierto su verdadero sentido, pero eso no me hace más feliz, no.
Ya me advirtió aquél peregrino.
Me dijo
"Tienes que tener fe, hijo"
Y yo le dije:
Ojalá fuera usted mi padre, compañero...