domingo, 6 de julio de 2008

PALERMO I

Desde el Mercato della Vuccirìa con la mezcla de olores por bandera, empieza mi retiro palermitano.
Olor a gente, a ser humano; callejuelas abarrotadas y sensacion de turismo del norte de Italia.
La casa Marconi acoge mi individualidad estos dias, a 20 minutos de Quatro Canti, el centro neuralgico de esta ruidosa ciudad. Disfruto de la esencia hong-kongiana de nuestra especie a manos llenas y sin reparos de ningun tipo.
Me despierto pronto, y suelo salir sobre las 10 de la mattina, sin rumbo fijo (sera porque no tengo un mapa aun), a explorar. Sin una sola oficina turistica a la vista, y sudando para encontrar un banco para sacar dinero, este mercado que decia se lleva la palma, en una mezcla tipo Chinatown de lo mas curiosa. Coches alla por donde vayas -el peligro de atropello es continuado-, mas un desastre organizativo sin parangon y edificios ruinosos, con ribetes mafiosos por todas partes.
Gente "ociosa", sin nada que hacer, esperando. Sentados en sillas, en las aceras, en los balcones de sus casas. Mirando una y otra y otra vez... y qué miran?
A nosotros, los que no somos de aqui. Porque aqui se conocen todos, y chillan en ese siciliano que les hace estar orgullosos de su pelicula (El Padrino) y esa cultura que deriva de todo ese mundillo.
Por si acaso no pregunto, mientras los vendedores de los puestos, en la calle, proclaman la belleza de mis origenes barceloneses -no la de Messina, la catalana mas bien-; yo acabo exhausto y con los pies negros, llenos de mierda, de la mierda de esta caotica y un tanto insegura -por ese poco hacer sospechoso de sus gentes- ciudad, partiendo siempre de esta recargada atmosfera que lo copa absolutamente todo.

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