martes, 11 de diciembre de 2007

BAJO DESGARRO 4.2

CAPÍTULO CUATRO PUNTO DOS
NON COMPOS MENTIS


Eran tres o cuatro cosas las que le molestaban. Eran muy jodidas, porque ya se había recuperado, seguían ahí y no había manera. Algunos signos a favor: había más gente que sufría su mismo mal, cosa que diversificaba la cuestión y los lloriqueos maniqueos. Los mareos estaban casi en China. Más tarde, días después, volvió aquella sensación de mirar y no ver nada. De pensar en el cansancio antes mismo de que llegara. Preveer la muerte volvía a ser peor que la propia muerte, joder.
Lo del punto es porque el mal principal sí que se fue. El problema es que si no escucha, no descansa, lo pasa mal. Como ahora.
Ningún castillo podía atenuar eso, ningún viaje; eran sólo soluciones temporales, el auténtico desgarro no tenía cura. "Si ahora vivo así, con privaciones, ¿cómo lo haré dentro de 10 o 20 años?". Si es que llegas.
El cuerpo está condenado, sólo el alma puede salvarse. Dale placer al cuerpo indiscriminadamente pero no descuides los affari del espíritu. Un desequilibrio en ese campo atenúa desgracias, catástrofes y otros problemas de corazón.
A ese ritmo, solamente había un par de cosas que podían cambiar aquellas dinámicas: un trabajo auténtico y alejado de presiones sociales o públicas y una mujer. Indistintamente. Respecto a lo primero no pintaba muy bien, almenos de momento. Debía seguir en esa oficina, como mínimo, un año más. En cuanto a lo segundo tampoco se salvaría -tampoco "le salvarían"-, almenos no de momento. Los principales síntomas detectados y, sin embargo, nada podía hacer, ninguna cura prevista.
Menudo montón de mierda. Veía, seguía viendo, su oscura inmediatez a meses luz.
Cuando sabes, cuando ves. No hay medicina peor. La certeza, la claridad. Ahuyenta, el factor sorpresa se difumina, resulta menos atractiva en general; eso, para la gente como él es fundamental (ser tonto, en resumidas cuentas).
Así pasaban los segundos, los minutos, las horas. Los días, los meses. Los Mundiales de fútbol, las Eurocopas. Los años.
28 años cual hoja al viento, como un auténtico 'benay'.

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