viernes, 21 de diciembre de 2007

APÓSITOS NAVIDEÑOS

Había perdido la noción de lo que había hecho y lo que no. Las fronteras no estaban claras; sabía que había dormido y encarado bien este principio de fiestas, pero en ciertos aspectos le daba la impresión de hacer las cosas dos veces, o incluso no haberlas hechas. Qúe le faltaba, qué se dejaba, con las barreras levantadas.
Si perdía la concentración su factor disperso salía a la superfície sin ningún pudor. Todos podrían apreciarlo entonces. Él seguía empeñado en parecer otro, cuando en realidad sufría por dentro un constante acoso y derribo. Y eso se nota por fuera.
En según que ambientes es fundamental no mostrar todas tus cartas, el sempiterno as en la manga: ten cerca a tus amigos pero más cerca aún a tus enemigos. No le hacía ningún bien esa política, pero era la que debía llevar, aunque ni siquiera aspirara a llegar a algún lado.
Este momento le recordaba a aquellas épocas en la librería, siempre por navidad y en abril. Un movimiento febril que sabía nocivo del todo, "escucha la caja registradora", como una voz que le mantenía a flote. Todo lo demás se mantenía desde un cienagal. A los cada vez más escasos escarceos físicos se le podía sumar una manía persecutoria acentuada al verse en la gran ciudad. Desentonaba fuera de ese ambiente, así que lo que le alimentaba -aunque no supiera para qué- también le destruía a cada paso que daba, entre el fango, esperando una especie de Anunciación.
Ellas no podían entenderlo. No sabían como puede llegar a pensar; sólo una rata como él, de su calaña, podía mirarle a los ojos y exclamar: estás fatal, pero todo pasará. Tutto andrà bene. Se lo merecía, mas cantos de ciegos sordos y palos tristes recibía. Vivir conscientemente pero empantanado.
De esta manera el teclado empezó a oírse de verdad. Sonaba por todas partes. El lugar donde empezó mucho -Egipto- se convirtió en su válvula de escape y, la música, su guía.
De golpe, de pequeño, cuando escuchas algo que te gusta mucho, se te abren los sentidos. Te dices: esto es lo que me gusta, lo que me llega. Me emociono, me hace vibrar, piel de gallina. Combinado con influencias de diverso índole (familiares, amigos) empiezas a crearte tu propio listado musical. Creas tu camino musical. Ya en la adolescencia eres más vulnerable que nunca, aceptas mucha mierda, pero en el fondo da igual, al final se impondrán otros baremos. Al acercarte a los 20 ya lo tienes claro, ya tienes tus grupos. Puede que tengas uno-guía desde el principio, uno de esos que lo marca todo, desde tu personalidad hasta la ropa que llevas. Uno rockero, si tus grupos posteriores lo huelen. El resto es recibir, buscar, ver; tus amigos te hablan, el vecino te despierta, Dj Amable, etc. Pero ya sabes qué aceptar y qué desechar: ya tienes un perfil musical creado. Así vas sumando grupos o solistas a tu listado. Puede que tengas 4 o 5 favoritos y que te pases los años siguientes esperando sus nuevos discos, pero siempre con la mente abierta a nuevas sensaciones, a nuevos descubrimientos. El tiempo que pasa hasta que esa gente publique nuevos discos te lo pasas buceando, hasta que incorporas alguno nuevo a tu listado.
La "espera musical" es lo mejor. Escuchas desenfadadamente, descubres tendencias y comparas grupos sin ninguna presión, esperando ampliar tus favoritos.
Como ya se ha dicho muchas veces, conseguir lo esperado hunde, adiós a la ilusión. Tanto tiempo pensado... para qué, para nada. La salud te va en ello, y pierdes hasta el dinero, catalano; joder. ¿Me quiere? ¿No me quiere? El acto de deshojar la margarita -ñoño como esta palabra de por sí- esconde verdades dolorosas, hasta que llegan Omar, Cedric y toda la troupe desde el manicomio y hacen saltar la banca en pedazos.
Para hacernos menos pesado el arco iris de la navidad en esta era vulgaris.

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