jueves, 6 de febrero de 2014

APERTURA 2: EL FULGOR DEL INDÍGENA ROMÁNTICO (VERSIÓN ACTUAL)

Ese que es aquel, ese viejo conocido, ¿quién dejó de ser?
Cuando oigo su voz le reconozco de vuelta al instante. Mira sin apenas ansia pese a sentirse observado, escudriña el espejo mientras se acicala y le pregunto yo que para qué. La misma voz me responde con otra pregunta "¿sorprendido?", obviando los tiempos en los que le miraba el cogote y odiaba ver los días pasar desde Cuenca... ¡ay de mi!
Descubro unas palabras llenas de entusiasmo que salen de su interior al estilo del libro aquel de Daniel Goleman mientras escucho anonadado y totalmente ensimismado: "¿Puede la felicidad ser un logro tan real que llegue hasta emocionar?"
Puede que antaño fuera un tipo curioso. Hoy sueña con mares de islas remotas y se acuesta tranquilo por las noches, sobre todo cuando al despertar cada mañana encuentra a su flor de loto en el lado derecho de la cama. Ese indígena, asentado entre los suyos como el león domado, es natural de M. y está orgulloso de ello. No es extraño verle con el mentón levantado por el centro, paseando su buena estrella.
Hubo una fase de titubeos pero no duró demasiado. Su carácter, forjado en uno de los barrios más conflictivos de M., lo había preparado para las vicisitudes de la vida adulta y, su compañera -amada ella-, sabía valorarlo como auténtico en un mundo tan deshumanizado. Ya ni siquiera pensaba en su padre, un trauma infantil más que superado (hay que mirar p'alante siendo positivo siempre).
No le temía a sus amigos. Pese a la distancia, sabía que ellos lo entenderían. La gente es buena por naturaleza, pensaba, pues sus amigos no iban a ser menos. Una llamada y los tendría ahí para lo que fuese. Está muy tranquilo y se regodea con ello. Hay algunos reencuentros que le quitan el sueño, por deseados; las ganas de presentar en sociedad a su retoño le pueden, y no ve la hora en que tenga que volver a acunarlo esta misma noche para cantarle las canciones de siempre.
Ese chico, conocido el, es muy fácil de reconocer. No engaña a nadie.
Mira con precisión a su alrededor y descubro un romántico fulgor de lo más arrebatador.
Ese paisano...  
¿en qué se ha convertido?

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