Nos dieron los novios, y si alguna canción tuvo que sonar sería de HDS. Ya lo sabía, y que rondarían las tres de la mañana también (2:35 no cuadraban con las fotos de la carnicería), si bien yo no iba a ceder ni un centímetro.
Los nervios de un pasado que se aleja irremediablemente, perdida su belleza en vano, apestaban y convertían el aire en pociones demoníacas a no aspirar; distráigase un poco y está listo, no se contentarán con pasarle la mano por la cara. Esa humillación pelea por subir a bordo del sagrado corcel del bagaje juvenil que, insensatamente, se resiste a abandonar puerto sin su amada Beatriz... ¡ya nadie le trata de usted!
Había gente que pretendía saludarme durante los años que jugué a distraerme, anteayer no (y como no, una negativa consciente e implacable): en el último segundo giraba la cara con el mentón levantado, blandiendo un buen habano. Uno no puede despistarse ni un segundo (luego las cosas no cuadran y acabas sacando un 76). Haga como que no me ve y sigamos como hasta entonces, por favor: inconscientemente, siempre pienso en dejarme algo para la vuelta (pude esquivarla al final).
Con Neymar, la gran distracción. Estábamos nosotros y una mesa redonda. Pudimos mirarnos a los ojos. La despedida me escupió todo el viento frío impropio de esta época mientras se tornaba T. tratando de encender su puro, lidiando con un presente demasiado ajeno y los ecos de antiguas batallas ganadas. Vi como se iba, como caminaba con desdén y lejanía.
El enlace me hizo especial pero yo andaba distraído, algo desapegado quizá. Un tiempo cruel me hacía hilvanar hacia dónde nos encaminaríamos y, si buscaba testigos, a mi lado sólo hallaba oscuridad y alevosía. Sé quién tiene la culpa, apunto, y trato de enterrar los nervios propios de un momento que no es el mío y que me pervierte en demasía. Digo, que cese semejante crueldad, por favor, usted que ya no es vos.
Distráigase todo lo que pueda y aléjese de la primavera.
*Dedicado a Mireia y Xevi. Felicidad para siempre. Cent'anni!
Con Neymar, la gran distracción. Estábamos nosotros y una mesa redonda. Pudimos mirarnos a los ojos. La despedida me escupió todo el viento frío impropio de esta época mientras se tornaba T. tratando de encender su puro, lidiando con un presente demasiado ajeno y los ecos de antiguas batallas ganadas. Vi como se iba, como caminaba con desdén y lejanía.
El enlace me hizo especial pero yo andaba distraído, algo desapegado quizá. Un tiempo cruel me hacía hilvanar hacia dónde nos encaminaríamos y, si buscaba testigos, a mi lado sólo hallaba oscuridad y alevosía. Sé quién tiene la culpa, apunto, y trato de enterrar los nervios propios de un momento que no es el mío y que me pervierte en demasía. Digo, que cese semejante crueldad, por favor, usted que ya no es vos.
Distráigase todo lo que pueda y aléjese de la primavera.
*Dedicado a Mireia y Xevi. Felicidad para siempre. Cent'anni!
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