Tienes mucha mejor cara.
¿Qué quieres decir?
Se nota, y ella también, se os ve muy bien. Si hasta estás guapo y todo... más guapo, me refiero.
Gracias, se lo diré a Laura.
Ella debe de ser la principal culpable. Culpable de que vuelva a cuestionarme el mundo que pisan mis pies, y de que me cause sorpresa una y otra vez la respuesta que ofrece el prójimo, como si antes del enlace no hubiese forma de vida alguna. Sin embargo, a mi compañera de trabajo no la puedo culpar. Quizás sólo pretendía ser amable, cometiendo de este modo un terrible error para conmigo, pero qué demonios iba a saber ella. Sólo sabe que soy un tipo difícil de mirar, y eso le basta. Tampoco insistiría yo en mi incipiente constipado para hacerle sonrojar (eso sería cruel), así que lo dejamos en un par de convencionalismos más y acabo dándome la vuelta antes de que sea demasiado tarde.
Estoy seguro de haberme sonrojado: un escalofrío recorre mi cuerpo al observar las torres de alta tensión en Durham County. Las de por aquí siempre me han recordado a los Transformers de pequeño, pero la primavera no acaba de imponerse como cuando entonces.
No me encuentro demasiado bien. Tanta lluvia ha conseguido conducir mi ánimo hacia la máxima inoperancia. Quiero decir que no es normal, que no entiendo porqué nunca me recupero del todo. ¿Por qué?
Con tantos porqueses y tan pocas balas (ingratos feligreses), dan ganas de encerrarse en el Palomar un par de semanas y tirar la puta llave por el desagüe, pienso. De los anchos campos e inmensas praderas verdes no hay noticias {y juro que no era así como lo recordaba}, pues sigo necesitando el dinero.
Desde hace un tiempo, caminar por esta tierra mojada no me supone un gran estrés si no fuera porque suelo ir mirando al suelo. Es como una jodida adicción. Busco monedas, billetes y pruebas que delimiten nuestra existencia. Esto último sí que me estresa, y no veas cómo. Me jode porque creí haber allanado el camino, ahora que cumplí los 31, y a nadie le gusta mirar atrás ni al cielo. Sobre eso y sobre mi escasa participación en la vida social del pueblo vuelvo últimamente; como escuchaba hace un rato, en un sitio como éste (léase lugar de trabajo), uno está obligado a establecer relaciones por el bien común. Probablemente con gente a la que fuera, en la calle, no compartirías ni un jodido saludo. Es superior a mi, pero como decía el cocinero, si todos los locos estuvieran dentro, nadie podría cerrar la puerta por fuera; como parte del juego, resulta tan innegociable como intrascendente (para el desenlace final).
Esta puta amígdala de mierda… ojalá me la hubiesen extirpado a tiempo. Ahora resuena en mi garganta como el eco vacío de un contestador por atender, tan desatendido como ignorado por un alquiler demasiado caro y lleno de pus y suciedad (gentileza del mismísimo Diógenes).
Je, je, je…Eso, díselo. Què maca és!
Pues sí. Por cierto, ¿sabes que estoy constipado?
¿Qué quieres decir ?
Has dicho que hacía buena cara en el que está siendo mi peor día desde que recuerdo y hasta que te he visto hoy ahora hace un rato.
¿Cómo?
Que gracias, se lo diré a Laura. Tengo que volver a mi cubículo, ¡hasta luego!
Crisis de sugestión: culpable.
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