De pequeños solíamos imaginar cómo sería el futuro.
También de pequeños nos preguntábamos cómo seríamos en el año 2.000, a los 20 años, o si los coches volarían como en las pelis; para entonces, ¿habrían llegado los extraterrestres?
Yo de mayor quiero ser un caballero cruzado, decía la inocencia propia de mi niñez. Un juego con mucho jugo en el que siempre andábamos mirando hacia arriba y hacia adelante, ideando mundos que un día sin colegio no podía eludir, despertando cerebros que no podían ni sospechar lo que estaba por venir. Era todo tan sencillo que no podía durar demasiado.
Transcurrido todo este tiempo, mientras el Hombre busca maneras de separar su existencia humana del mundo animal y de la Tierra (como diría Hannah Arendt) sin ayuda de El Capitán Trueno, las cosas por el barrio se han ido deteriorando. Por añadidura a semejante condición y en consonancia con la luna, varios estados se han ido sucediendo a toda prisa, sin previo aviso, convirtiéndose en procesos que han originado -y originan, en este continuo que no cesa- conflictos de todo tipo.
A estas alturas en las que solemos repetir que ya no tenemos edad para tonterías como hijos de una experiencia todavía por calcular, nos enfrentamos hoy a todo aquello que ya no sabemos valorar y que tantos sudores está provocando; el abandono al prójimo y la persecución al individuo sellan esta especie de cruel cruzada que amenaza con el exterminio, y eso que los coches todavía no vuelan.
¿Por qué dañarías a lo que más quieres? Es demasiado tarde para replantearse vínculos y no es menester, y si algunos modus vivendi se quejaran o chirriasen por el derecho a la prima notte mal andaríamos, mon amie, así que olvídalo, no va a pasar.
¿Por qué complicarse la vida? De los nuevos retos no me despido, prometo volver (no sin antes avisar): ya no somos unos críos, pero tampoco somos tan mayores. Si reducir los sueños a poco más que escombros significase tirar piedras contra tu propio tejado, aquellos ínfimos niveles de subconsciencia bien se guardarían de enfrentarse a tumba abierta ante enemigo de semejante calado (por agradecido).
¿Qué puedo lamentar, pues, sobre ese nexo? Si los miembros de tu familia no superan los dedos de una mano y además éstos juegan en otras ligas, ese término se convierte en algo poco más que sagrado. Nuestra propia naturaleza, que nos hace poseedores (que no acreedores, ¿o era al revés?) de un poder descomunal que intento desentrañar aquí, no será capaz de interponerse ni de joder la cosecha.
¿Y qué hay de ellas? Desgraciadamente no conozco ningún remedio casero que haga callar ese runrún, así que te pagaré con indiferencia, maldito barquero. Torres más altas han caído, pero no voy a ser yo el que niegue cierta dicha que rechazaba como solista habitual; para el resto, un saludo, y que la ingenuidad reprimida y la acción desorbitada no contamine lo poco que nos queda,
que para ser el futuro ya es mucho.
Eres superrepetitivo, te crees un tio interesante pero eres de lo mas comú, seguro que has tenido algún trauma familiar o con alguna mujer. Eres tan transparente.
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarTienes razón en todo. Bueno, respecto al trauma, tengo que decirte que es doble (familiar y amoroso), ni uno ni el otro pues (o sea, ambos).
¡Gracias por leerme y opinar!
Morandi se pasó toda la vida pintando lo mismo...
ResponderEliminarIntentó expresar en sus obras una serie de obsesiones, que le acompañaron toda la vida...
Ana.