domingo, 30 de noviembre de 2008

LA HORA VEINTICINCO

He tirado mi vida entera por el retrete;nunca he sido de los que creían que Dios jugaba a los dados.
Anoche el cielo estaba despejado y mostraba una reluciente luna nueva. Con la llegada de las primeras nieves el frío ha retrocedido un poco, y la gente vuelve a salir de marcha. Se acerca Navidad y parece que la crisis queda un tanto aparcada.
Uno de mis grupos preferidos tocaba en la ciudad. Llevaba un par de meses esperándolo; estar presente en un acto sentimental así, en tu propia ciudad, se convierte en todo un privilegio. Sólo un "pero": al día siguiente tenía que bajar a Barcelona a las 7 de la mañana por motivos de trabajo, algo de lo que no podía zafarme como tantas otras veces. Pero estaba de tan buen humor que no me importaba. Iba a darlo todo porque la situación lo merecía, como digo.
Estaba en tratos desde hacía días con una chica. El cortejo seguía después de 3 citas, cosa increíble por novedosa. Esta vez no había destruído el feeling a las primeras de cambio con mis habituales exabruptos de impaciencia. Ella también salía ayer.
Disfruté el concierto como nunca, y hasta en alguna canción se me escuchó por encima del cantante. Son las cosas del acústico y la emoción del momento. Estaba eufórico. Sabía que ella vendría y estaba gozando a pleno pulmón, rodeado de mis amigos del barrio, cantando al unísono. Toda iba a pedir de boca, excepto el paso de los minutos, cosa que seguro me martilleaba silenciosa y laboriosamente. Mientras hacía alguna foto, notaba como el teléfono me quemaba en el bolsillo. Hasta que pasó a vibrar en forma de mensaje: ella acababa de llegar. Yo ya llevaba 3 cervezas encima, que fácilmente al haber perdido el hábito se convierten en 6.
Verla me aceleró el corazón aún más. Me sentía como si fuera de coca hasta las trancas, pero me corté en el saludo. Me avalancé sobre ella, eso sí, pero en forma de inofensivo abrazo y posterior beso en el cuello
_bastante comedido pues. En ese instante aspiré profundamente, empapándome de su perfume mezclado con el olor a noche.
Lo que sigue después es una sucesión de hechos típicos de un desfase nada comedido en un oleaje juerguista de lo más desbocado. Mis amigos se habían ido justo al acabar el concierto, anillo obliga.
Acabamos en casa. Nos cerraron el garito. Aspirábamos los últimos coletazos de la noche cuando suena la alarma de mi celular de repente: hora de irse. Me incorporé velozmente y fui a la cocina a hacer café. Me duché a toda prisa, pero con tiempo para dejar una nota:
- Tengo que dejarte o no voy a llegar. Me gusta cuando duermes y odio madrugar. No tienes porque sentirte mal. Te echaré de menos hoy.*
Intento dormir un poco en el autobús, camino de Barcelona, pero no puedo. Me paro a pensar un minuto. Tengo la cabeza apunto de estallar.
Tenía que llegar antes de las 9 y es necesario un trasbordo que del metro me deje en el lugar acordado. En el metro siento que no puedo respirar. Son 12 putas paradas y me va a dar algo. Pienso en la magnífica noche que he pasado para no decaer y me pregunto dónde ha ido a parar el elemento exultante presente en toda la velada.
El vagón iba lleno. Todos me miran. Pierdo puntos de referencia visuales, empiezo a marearme. No puedo cerrar los ojos, tengo que mantenerme despierto. Siento un gran sofoco, empiezo a sudar.
Joder, qué calor...
He acabado desmayándome. Al despertarme estaba en el suelo de una estación de metro rodeado de gente de amarillo. Eran los putos ambulancieros del SEM (Sistema d'Emergències Mèdiques). Me alarmo al palpar en vano mi pecho buscando una cinta y descubrir que no llevo mi bandolera. Me preguntan chillando si estoy consciente y si sé lo que me ha pasado. Ese no debe estar colegiado. ¿Estás bien? Depende, balbuceo. ¿Qué ha pasado? Te has desmayado. ¿Has tomado drogas? Hace horas que no. No llevas documentación alguna encima, ¿cómo te llamas?
Cómo que no llevo documentación...
Joder, me han robado todo, hasta el jodido tabaco que llevaba en el bolsillo de la chaqueta.
Me han llevado al hospital en medio de un enorme y fastidioso trajín. Escucho palabrería médica familiar a lo lejos, como si una bomba hubiese explotado cerca y me hubiese destrozado el tímpano.
Han acabado por detectarme un tumor maligno en la cabeza, cosa que no me extraña teniendo en cuenta la infinidad de pruebas que me han hecho.
He llamado a mi madre. Se ha puesto a llorar desconsoladamente y luego me he enterado que le ha dado un ataque al corazón.
Ha muerto.
Me han llamado del trabajo, justo cuando estaba lamentándome por todo y me entraba un escalofrío por el contacto estándar con las rugosas sábanas blancas hospitalarias. Sus continuas e inexplicables faltas... Es la gota que colma el vaso... Sentido de la responsabilidad... Queda despedido... me parece oir.
No he dicho ni una palabra, pero tampoco había posibilidad de réplica ni ganas de empezar una diatriba.
Me llega un mensaje. Era ella;
Ha sido 1error,no dbría haber pasado lo dsta noxe.Eres muy special, pero no n ese sentido.Es culpa mia,xo novolverá a pasar.Spero qlo ntiendas.Lo siento.
Almenos ha escrito bien el "lo siento"...
Apago el teléfono y lo dejo caer en el suelo. Oigo el sonido seco y metálico que debe de producir tal acción, no creo haberlo imaginado. Entra una enfermera. Me trae la cena. Pienso que es demasiado temprano para cenar, no serán ni las ocho de la tarde. El menú es patatas con habichuelas, una sopa rancia de sobre y un chusco de pan duro, con una naranja de postre.
Dejo la bandeja tal y como estaba, e intento pensar fríamente en todo lo que me ha pasado hoy. Me sobreviene un fuerte dolor de cabeza. Reconozco que por un momento pienso en el suicidio, pero soy demasiado cobarde para matarme. Se me apaga la luz.
Es inútil. No me he enterado de nada. Me pregunto como es posible, pero sólo un par de veces.
Siento que han tirado mi vida por el retrete -Dios sí juega a los dados-,
y que me quedan 6 meses en este mundo para hacer algo al respecto,
tirar de la maldita cadena y mandarlo todo al carajo de una puta vez...

*extracto de "Te echaré de menos", canción de Los Piratas de su disco "Manual para los fieles" (1997).

Hay que joderse...

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