Oh, un Mundial en pleno invierno, justo cuando ha cambiado la temperatura aquí y empieza a hacer un frío de mil demonios mientras desde el sofá ves a los de allí sudando la gota gorda con los vientos y aires del desierto con problemas del primer mundo tipo jolines, el aire acondicionado está a tope, y luego resulta que han muerto 6.500 trabajadores en la construcción de las infraestructuras que lo albergan, así que oh, joder, pues vaya, menuda movida.
Que quieres que te diga: no me mucho apetecía este Mundial. Lo hablábamos con mi amigo Xavi. Como que no entraba bien esto aquí y ahora. Luego hemos visto los campos vacíos, e incluso se dice que abren las puertas de los estadios en las segundas partes.
A los que viven en Catar, reino absolutista, no les ha servido para cambiar de régimen político, ni para mejorar sus condiciones de vida; tampoco necesitan ser más ricos de lo que ya son por las reservas de petrolio y gas que tienen (una minoría, claro), ni sabemos seguro si la ley que suposo el fin del kafala, un sistema de trabajo muy parecido al vasallaje de la Edad Media y ya que hablábamos de absolutismos —que de facto, esclaviza—, ya no se aplica, por no hablar del tutelaje marital, un eufemismo nascosto entre las cloacas y los recodos de lo socialmente invisible.
No sabemos una mierda porque, en esta era pendenciera de la información e hiperconectividad —sé que detestas este tema, lo sé— , lo que realmente importa se vive entre pantallas y "smartchismes". Así que hablemos de calcio, que esto no es serio.
¿Se puede ser estoico en esta era, pues? Claro que sí, como diría Luis Enrique, nuestro coach sobrepasado anoche, traspuesto por un "colapso" —una especie de trance momentáneo y no inducido, según entiendo por sus declaraciones post partido— que casi nos deja fuera de los octavos de final del torneo. Debemos serlo, no hay más remedio; ¿qué puedo controlar, pues? La sensación irreparable de equipo destruido de ayer. Estamos en octavos, ¿no? No está todo perdido, carajo, de hecho todo está por perder, y todo está por ganar también. ¿Y si revifamos ahora en plan locura total-ave fénix y arrasamos a nuestros hermanos marroquíes y luego la chusta que llegue a cuartos, que sería Ghana follándose a Portugal en plan random, nos elimina con una actuación estelar del Al-Ghandour de turno manipulando el VAR, el ojo humano y todo lo que existe y es real pero si alguien se afana en decir que no lo es pues no lo es y santas pascuas?
Eso sería épico, joder. Sea como fuere, está siendo un Mundial de contrastes como ninguno que recuerde. Intentando combinar y encajar trabajo, extraescolares de los niños, tardes de estudio en la biblioteca y los quehaceres de la vida diaria y la casa con un evento que, otra vez de mayor, me apasiona sin tener casi nada que ver con el fútbol en sí (o sí, pero más como experimento sociológico, de descubrir jugadores, el colorido de las aficiones, los audios con mi viejo camarada Bati, el arbitrio del VAR o todo lo que rodea un acontecimiento colosal semejante), intento tomármelo con auténtico estoicismo. Porque solo soy un maldito boomer, como diría mi amigo duelista Ace.
Asúmelo, sin arbitrios.
A refugio de la intimidad de tu alma, como diría el viejo emperador.