APERTURA XVIII
Oh, viejo mundo, cómo te echaba de menos, pardiez.
Poder abrirte de nuevo como un melón y meter las fauces con toda la fruición posible y procurarme un banquete pantagruélico, uno de esos en los que acabas cantando vivaelrey.
Oh, amigos míos, de verdad os lo digo. Qué placer.
Cuánto echaba de menos esta mierda. Publicar mis mierdas, mis crucigramas. Mi tiempo libre del cual ya no dispongo a voluntad: un año y tres meses sin las noches, ¿y sabéis qué? Que no lo echo de menos. No echo de menos esta excesiva paja autoindulgente. El vivir de noche. Las luces de neón. El alcohol fluyendo por mis venas. El humo cubriéndolo todo con su neblina y su manto de bomba de escape ninja. Es una bella contradicción, lo sé. Porque lucho por encontrar mis espacios en este nuevo orden, en este nuevo mundo en el que no me lamo las heridas, no más.
Luce (alla fiorentina) |
Sé a quién le debo lealtades, descuidad. Y algo me dice que no falta tanto para acabar el trabajo. Todo ha tenido que adaptarse a esta mierda del virus, incluso la manera de relacionarse; hay que cambiar los hábitos, las maneras de pensar sobre ello. Hay un mundo prepandémico que ya no existe. Por suerte no les debo nada a los noticiaros... ¿habéis intentado vivir sin estar conectados?
Ah, cuánto echaba de menos ser libre. Libre para reescribir la misma historia una y mil veces. Más de un año llevo ya con Nurku, mi protagonista juvenil, y no hay manera, no hay manera. Me falta un chasquido para recurrir al noruego, para lanzarme a sus brazos, porque uno no puede renunciar a su naturaleza. Uno es como es y los otros son como son: informados, desgraciados, poderosos, vanidosos, maleducados, perezosos, autoindulgentes, empáticos, italianos, cerdos, cabronazos, melancólicos.
Oh, mundo pospandémico, sé hacia dónde viras. Mantenme alejado de tus miserias compartidas, de tu afán natural por medrar. De la necesidad de descanso, de no estar seguro, de los números rojos. Tu naturaleza y la mía no van a ir de la mano, pero gracias por otorgarme momentos como los de Florencia, la ciudad con peste a tartufo.
Lo echaba de menos.
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