viernes, 24 de julio de 2015

DIGERIR LO EXCLUSIVO

La familia tradicional se desmorona. Mientras no decaen los veraneantes que se pasean con sus camisetas grotescamente grandes, souvenirs de sus vacaciones en algún lugar exótico -hoy vi a uno con una de Veracruz, MX, con motivos aztecas por doquier-, este caloret parece que es más llevadero con algo de sexo ajeno, con gotas de infidelidades que cuestan matrimonios y parejas de hecho demasiado jóvenes. De los libros del verano no queda ni rastro.
La vida es corta, tenga una aventura y, si es en verano, mejor (que las hormonas andan peligrosamente sueltas). Vi el anuncio como si nada, nadie se hizo eco de lo absurdo que es crear agencias que vayan a joder la estabilidad de la existencia. En el mundo del todo vale, el ego es el principal escollo a superar si quieres trascender, si quieres triunfar; yo no me opongo, eso es muy cierto y todos lo saben, pero el tema eslóganes hay que intentar cuidarlo un poco más.
Hoy acabé de ver Birdman y apenas me inspiró. No hay control contra el exceso de comunicación. Sin embargo, el choque que tuvo mi compañera R. aquí en el trabajo, en un principio dentro de lo banal, acabó por despertar en mi ciertas fuerzas ocultas, rabiosas por combatir estas putas obscenidades con las que nos bombardean a diario.
Tiene gracia que yo no sea un tío para nada tradicional. Tampoco soy el paladín de la justicia o del orden social, joder. Vivo indignado porque no sé digerir que siga habiendo tanta desigualdad entre unos y otros, porque no soporto que me tomen gato por liebre. Malauradament, creo que a medida que te haces mayor y las responsabilidades aumentan, es imposible librarse del listo de turno. Del hijoputa que no paga a sus acreedores -un caso de unos pobres marmolistas, conocidos míos, a los que deben 40.000€ por un trabajo de 2012- hasta el que no cumple las normas básicas del baño en nuestras costas y hace ir de culo al pobre socorrista que no cobra ni mil euros y que sudó tinta para conseguir el curro tras el concurso de la administración local.
Lo mejor es ser rico. Mirar por encima del hombro, desconocer las más básicas reglas de educación y respeto, no tener que rendir cuentas ante nadie. O ser puto médico y estar en la cúspide de la pirámide hospitalaria, y llevar una horrenda corbata con la bata abierta y la tarjeta identificativa en el bolsillo. Dios, qué derroche. ¿Te acuerdas de ese momento en Brindisi, perdidos por la bacanal de la amargura, en que nos paramos a hacer esta foto? Tuvimos dos minutos iguales en Ibiza, la misma puesta de sol metálica, gris industrial. Y me pregunto quién cojones se detiene un momento, aunque solo sea a posteriori, y reflexiona desde la casilla de salida. Por eso me hizo ilusión que, en la entrevista de trabajo definitiva, mi amigo G. utilizara el texto que le envié para acabar su redacción final tras horas de testos psicotécnicos farragosos. Lo tenía guardado en una foto del Whatsapp y, como tenía el teléfono encima de la mesa y no era un examen del cole, pudo hacer uso de mis artes escénicas y salir airoso.
il tramonto
¿Lo ves? Al final la peli sí que me ha influenciado. Vivimos en un mundo exclusivo, con sus playas privadas, sus doctores incultos que no diferencian una v de una b, sus putos nuevos ricos, sin jodidas reglas. Sin amistad más allá de un pasado que no conviene remover desde la comodidad del sofá, sin estabilidad emocional. Es más, se premia el dongiovannismo. Al ser hijos, en muchos casos, de familias enteritas pero desestructuradas en su privacidad sesentera, no estamos capacitados para aguantar a alguien más allá de nosotros mismos; cómo coño voy a aguantar las mierdas de una pareja, aunque tenga dos hijos con ella, si mi yo vive enterrado, adormilado, como si estuviera esperando el momento de salir y estallar y aprovechar las bondades del sistema pantagruélico que nos domina. Puedo perfectamente compaginarlo todo, incluso la educación y el bienestar de mi estirpe. El futuro de mis hijos, dos mujeres y todo el dinero que necesite. ¿Asusta la falta de perspectiva, verdad?
A la mierda. Yo no necesito volver atrás. La noche me importa una mierda: las copas, las drogas, las chicas, el paliqueo, unos dancings 'pasaísimo', cruzar la ciudad al salir el sol como en las pelis de Ben Affleck y El Indomable Will H. mientras ésta se despereza y tú vuelves de fiesta.
Podría hacerlo, pero no tengo ganas. Puede que lo haga una o dos veces al año porque, al fin y al cabo, no estoy muerto ni soy de cera.
Sobre lo demás y la oscuridad latente, sin tocar el constitucionalismo y la cuestión catalana nada más que para decir que yo solo quiero vivir tranquilo y hacer uso del seny, necesito tiempo para digerir todo eso circo. Temo quedarme atrás, temo no entender bien lo exclusivo y este agobio por no envejecer.
Ya no hay libros que leer en verano, así que, amigo mío,no se corte, ¡tenga una aventura!

domingo, 19 de julio de 2015

COMISARIO MUNDANO


Montalbano, sabe que le digo... ¡me voy a tirar!
¡Que siga el verano, por favor, dottore!


(Vuelta al trabajo en un contexto de necesitar más espacio futuro para la pared o, en su defecto, aprovechar de otra manera el que haya. Con ilusión).

jueves, 9 de julio de 2015

DEL ESPOLÓN DEL DRAGÓN A LA CASA DE LOS MIAUS Y LOS GUAUS-GUAUS

Aquí abajo tutto è molto più affollatto, crowded de verdad. Las playas son demasiado bonitas como para estar tan solos y tranquilos como en el querido Gargano que nos recordaba tanto a Ischia.
Quiero hablar sobre los ombrelloni y los sdrai y los lettini, insistir en su exclusividad. En Torre dell'Orso vimos un gran espacio desocupado, unos metros entre las tumbonas y la orilla. Desembarcamos allí y a los 30 segundos un chico muy amable nos emplazó a irnos con un scusi ma non si può... Ni siquiera delante del tinglado privado, por mucho espacio que haya, puedes plantar tu bandera. Esto los italianos sí lo respetan; la suciedad por doquier, con los márgenes de las carreteras llenos de mierda y los bosques llenos de botellas de alcohol que podrían provocar un incendio en cualquier momento, ni de coña. Lo raro es que oigo poco sobre incendios forestales por aquí, no lo entiendo muy bien. En España ves un par de botellines tirados cerca de matojos de hierbas secas y te pones las manos a la cabeza.
Benvenuti al sud. No sé si es cosa de las adjudicaciones de las basuras en clave mafiosa. Nos miran como si fuéramos del norte, y es en parte culpa por el acento milanese de Laura. En la ciudad de los árboles bellos, una tendera me preguntó si era argentino, yo le dije: peggio. Spagnolo, lo cual pretendía sonar a broma pero al decirlo me di cuenta de que estaba fuera de lugar.
Disfruto de los olivos y de este maravilloso paisaje mediterráneo, con sus higos chumbos y sus pinos que acarician las costas adriática y jónica, mientras recorremos las maltrechas carreteras secundarias que a las playas nos han de llevar. Oímos un zumbido, mira papa, un avión, y miro, dos súper cazas haciendo piruetas como locos bien cerquita de nuestras cabezas. Aquí el ejército convive con la población civil y nadie se pone las manos en la cabeza.
Italia tiene sus cosas, desde luego, puede que sea ese aroma añejo, el recuerdo de una dolce vita que en España no existiría por culpa de la transición, lo que me hechiza de esta tierra. Su gastronomía, como la nuestra, es tan excelente que la boca nos hace agua solo al repasar el listino. Anoche en Brindisi, una vez más sin oír ni gota de castellano, disfrutamos de una buena mesa en el paseo marítimo mientras L. jugaba con el gatito del local, de nombre Gaetano.
No lo sé, Puglia es la gran desconocida. No hay turismo de fuera, apenas hay estructuras para explorarlo... resulta curioso. Por eso lo recomendaría a todo el mundo. Vivir una experiencia 100% italiana.
Después de tantos días, tantas Peroni y tantos zanzare, toca recoger los bártulos y volver a casa, no sin cierta pena. Aquí nos sentimos como allí, y duele no saber cuándo volveremos. Tenemos un proyecto demasiado grande como para pensarlo y, en la casa de los miaus y de los guaus-guaus, ya no van a limpiar la piscina (con el tute 13-8, gran derrotado en el verano de, en eso sí de acuerdo, el joven Marco Mengoni).

jueves, 2 de julio de 2015

LA CADENCIA DEL MEZZOGIORNO


Siempre vuelvo a las playas del sur, siempre disfrutando con la cadencia del Mezzogiorno italiano y ese Mediterráneo que nos baña.
Me gustan algunas pequeñas diferencias, cosas que aquí nunca cambian y que en España puede que cambiaran, como por ejemplo las playas privadas. Aquí cada chiringo tiene su espacio con sus ombrelloni y su porción de mar.
Las playas de acceso público están debidamente señalizadas, separadas de la ostentación del que posee y no muestra ningún reparo en dividir. O puede que sea lo normal. Para los rusos sí que será normal, protagonistas del auge del este de Europa en nuestras costas, poco enemigos de los excesos. Muy poco español y tengo que escribir que a Dios gracias, estamos en un lugar muy poco publicitado (porque parece que el dinero, si bien puede entrar por estos lares, poco tarda en salir hacia otros destinos). Y me viene Saviano a la cabeza porque soy igual de apátrida que él (quizá yo por elección).
El rollo católico. Bueno, la religión, quiero decir. Está por doquier, si bien no debería sorprenderme en un país en el que convive encajonado nuestro amigo Francesco; en la entrada de nuestro camping, la madre de todas las madres gobierna desde un lugar de privilegio, con su altar ornamentado y su brillo nocturno incluido. Hay que decir que este villaggio lleva el nombre de un santo también, y que la hipocresía de la separación de lo público y lo privado aquí es más que notoria. El Papa y Roma sigue teniendo mucho poder, y está tratando de validar ese impulso que el sucesor de Pietro insufló con su llegada al Vaticano. Personalmente, más que un baño de moralidad es educación lo que necesitamos, y no tanto móvil ni tanta mierda tecnológica.
El italiano es un hombre que vive de las apariencias. Hablo de generalidades, como las poses y los aires de las mujeres desepocadas que no tienen ningún pudor en mostrar sus chichas al aire, con esa actitud casi arrogante propia de las familias patricias del Imperio. Como diría Tony S. a la pregunta de dónde está el antiguo esplendor romano, de dónde están los romanos, 'los tienes delante, gilipollas'. Qué puede decirse de las gentes que provienen de semejante imperio... Comunque me gusta esa grandeza decadente, me recuerda a la nuestra española y los constantes recuerdos a lo preCuba1898 y el señorío y toda esa mierda que nos impide avanzar.
Hoy estábamos en la playa tranquilamente, y entre todos los vendedores ambulantes, aquí no tan presentes debido a la escasez de estructuras y el olor a otra época, un señor in his fifties pretendía vendernos un artilugio para hacer mejor el agujero de la sombrilla, con su certificado de invención y todo. Mi italiano, perdido entre los albores de una isla a la deriva, daba como para congratularle por ello y decirle que en Barcelona no lo necesitaríamos, 'nunca he estado en Barcelona pero supongo que es lo mismo, es como con los griegos, somos lo mismo, mediterráneos lo stesso'. Joder, yo pensaba, los putos griegos no, pero bueno, amén a eso. Se ha ido con una sonrisa el tío, con su aspecto de Tony Bennett desvencijado a otra parte, a venderle su dentifrico a otro.
Me encanta la amabilidad de los italianos. O puede que sea el lenguaje, su manera de expresarse. Es sumamente pulcro, sofisticado, bello. El 'podría decirme cortésmente' suena fatal al lado del empalagoso 'scusi signore, mi farebbe la cortesia di...', por ejemplo. Laura me corrige con un 'se è cosí gentile mi potrebbe dire...', y así hasta el infinito. En el sur puede que haya demasiado terrone, sonrío, y los clichés aparecen de nuevo con toda su fuerza. Yo me siento más cerca de lo de abajo que de lo de arriba pero qué puedo decir, si vivo en el interior catalán. Supongo que es cosa de cada uno.
Este espolón me recuerda a Ischia. En mucho, en su poca oferta, en su tranquilidad, en su color de otrora. Me siento en mi ambiente, y esto solo acaba de empezar.

Oigo un karaoke a lo lejos, alguien canturrea Cuore ingrato como puede. Mierda, pienso, es como cuando fumaba en esos lugares mágicos de antaño. Esos momentos que hacían único el mero hecho de vivir esa conciencia cósmica, joder. Algo de aquí debí de ser en otra vida, no sé. Es esta cadencia, es este sabor de siempre.