... diez años completos nos contemplan ya. He amenazado tantas veces con dejarlo que mejor paso esta vez. Me gusta dejar constancia, a mi manera, de las cosas que hago. Como si esperara algún tipo de recompensa.
¿Quedará esto para siempre, en los anales? ¿Qué significará, en nuestra historia?
Continuará...
jueves, 31 de diciembre de 2015
martes, 29 de diciembre de 2015
CLAUSURA 2015: EL SEGUNDO YO
Llegamos a final de año y esto vuelve a acabarse. El año de la consolidación del terror a nivel internacional y de la locura (ISIS, Germanwings).
La lucha entre el tiempo ocioso y el tiempo fuera de mi ha sido la nota predominante en la primera parte del año y, cuando la primavera asomó y mi retoño empezó a volar, el cuerpo dijo basta y tuvieron que pincharme para asegurar un verano italiano a pleno rendimiento. Entre medias hubo el cambio laboral tan sonado que hizo que me destacara por fin entre los murciélagos y las sombras de la noche, no sin antes detonar una bomba relojera que hizo tambalear los cimientos de la parte vieja. La ira ha sido la lamentable protagonista demasiadas veces y esto es algo que he de cambiar.
En verano volví al Sur, y ya sabes cómo me gusta eso. Recuperar cierta normalidad a estos niveles es el reto, sabiendo que jamás aspiraré a recuperar la osadía del dolce far niente de antaño, ¡ni lo pretendo siquiera! La gran noticia es todavía una incógnita. Surgen ideas sobre el segundo advenimiento del que debe completar el círculo, pero menos porque la experiencia es un grado. Imaginar su faz y su personalidad todavía no puedo aunque solo sienta un amor desmesurado que soy incapaz de controlar.
Construyen al ladito nuestro mientras yo lo único que pienso es en preparar un caldero con aceite hirviendo.
Lo que saco de este 2015 que cierro aquí son las ganas de hacer cosas con mi familia al completo. Quiero ver el mundo entero con las ocurrencias de mi primogénito y los primeros aullidos del pequeño bribón que espera entre bambalinas. Mi prole, con mi compañera de viaje, mi amor después de un lustro juntos ya. Y p'alante y hacernos viejos y todo.
Culturalmente, dos nombres: Camilleri y Knausgård. En música hace tiempo que me dejé ir -si bien volvieron dos musas como la Consoli y Florence-, y este año no disfruté en cine ni descubrí nada nuevo en televisión.
Poco más que añadir. De ahora en adelante, no pido nada más que salud para poder despertarme cada día con alegría y ilusión. Y os deseo lo mismo para todos.
Salud y paz. Y que le den a la política.
¡Feliz año nuevo 2016!
La lucha entre el tiempo ocioso y el tiempo fuera de mi ha sido la nota predominante en la primera parte del año y, cuando la primavera asomó y mi retoño empezó a volar, el cuerpo dijo basta y tuvieron que pincharme para asegurar un verano italiano a pleno rendimiento. Entre medias hubo el cambio laboral tan sonado que hizo que me destacara por fin entre los murciélagos y las sombras de la noche, no sin antes detonar una bomba relojera que hizo tambalear los cimientos de la parte vieja. La ira ha sido la lamentable protagonista demasiadas veces y esto es algo que he de cambiar.
En verano volví al Sur, y ya sabes cómo me gusta eso. Recuperar cierta normalidad a estos niveles es el reto, sabiendo que jamás aspiraré a recuperar la osadía del dolce far niente de antaño, ¡ni lo pretendo siquiera! La gran noticia es todavía una incógnita. Surgen ideas sobre el segundo advenimiento del que debe completar el círculo, pero menos porque la experiencia es un grado. Imaginar su faz y su personalidad todavía no puedo aunque solo sienta un amor desmesurado que soy incapaz de controlar.
Construyen al ladito nuestro mientras yo lo único que pienso es en preparar un caldero con aceite hirviendo.
Lo que saco de este 2015 que cierro aquí son las ganas de hacer cosas con mi familia al completo. Quiero ver el mundo entero con las ocurrencias de mi primogénito y los primeros aullidos del pequeño bribón que espera entre bambalinas. Mi prole, con mi compañera de viaje, mi amor después de un lustro juntos ya. Y p'alante y hacernos viejos y todo.
Culturalmente, dos nombres: Camilleri y Knausgård. En música hace tiempo que me dejé ir -si bien volvieron dos musas como la Consoli y Florence-, y este año no disfruté en cine ni descubrí nada nuevo en televisión.
Poco más que añadir. De ahora en adelante, no pido nada más que salud para poder despertarme cada día con alegría y ilusión. Y os deseo lo mismo para todos.
Salud y paz. Y que le den a la política.
¡Feliz año nuevo 2016!
lunes, 21 de diciembre de 2015
AGUANTAR AL 'YO' SOCIAL
Es difícil lidiar con el 'yo' social como una oda al dios Jano ahora que está apunto de abrirse una nueva puerta y las dos caras de una misma moneda son tan fáciles de confundir.
Empezaré con un ejemplo sencillo: no puede ser que tildes de enferma mental a una compañera de trabajo, criticándola y discutiendo sus capacidades, para luego hacer bromas con ella, haciéndola partícipe de una conversación banal de grupo.
No me gusta la hipocresía. En mi trabajo hay un tipo que no me habla y tiene buenos motivos para ello. Respeto su silencio -conviviendo con el mismo silencio atronador- sin evitar encenderme por dentro cada día un poco más, deseando explotar para revelarle los verdaderos motivos por los que le destripé en público (no estando él presente).
Hay una razón de fondo: no puedes decidir cómo tiene que ser la gente. Aunque haya cosas que consideres obvias, he aprendido que tener opinión hoy en día es insoportable.
Muchas veces me siento como si estuviera en una encrucijada constante, reservando mis verdaderos pensamientos para no aumentar la tensión y esperar que el sentido común acabe imponiéndose en un simple diálogo entre hermanos. El problema es que bullo por dentro, ardo, y se me nota; soy incapaz de dejar salir victorioso al que cree tener la razón sin herramientas para ello, al que falsea y contamina, al que juzga y contempla a otros seres humanos desde arriba por su mera condición o porque es guay reírse con los compis de turno. Lo fuerte es que creo que algún día yo fui así.
Lo peor es que te conviertes en alguien molesto si decides actuar en consecuencia. En un gruñón o un amargado. Y todo por no reírse de las mismas mierdas por las que todos se ríen, por no ir a las cenas donde gente con un sentido del humor deleznable se juntan para jactarse de su puto modus vivendi. Otro ejemplo: De copas, siendo 5 o 6 personas, hace unos años, una chica decía: ... Y te levantas por la mañana con cuidado para no horrorizarte según con quién hayas acabado en la cama... Y lo que tenía que ser un lugar común se convierte en una pesadilla tras, entre carcajadas generales, dirigirse a mi preguntándome: A quién no le ha pasado, verdad? Y yo decir: pues a mi no me ha pasado, yo suelo saber con quién me acuesto, cortando el rollo y la excitación general.
Algunos no saben hacer la O con un canuto y creen poseer la verdad universal, otros pueden tildar a ésos mismos de ser 'cortos' o de tener pocas luces; unos por no tener los medios y otros por no saber cómo gestionar esa superioridad intelectual... Resulta jodidamente inaguantable, como los resultados del 20D y lo que vendrá después: un galimatías de mucho cuidado y la imposibilidad de ver las noticias hasta finales de enero.
Alguien dirá: no puedes llevarte bien con todo el mundo y no hay más remedio que relacionarte con todos en el trabajo. Y yo digo, ya, OK, pero hazlo con menos aspavientos, ten un poco de dignidad contigo mismo.
Hay que saber estar, joder. Sé un poco consecuente, no te pongas a dormir con tu enemigo si solo persigue tu mal.
Y yo me pregunto: dónde están los valores?
Por qué se premia la estupidez de la inmediatez, hoy en día?
Por qué no puedo pasar de toda esta mierda, simplemente, y vivir tranquilamente a mi bola, con los míos?
Cada x tiempo me entra una reválida del tipo, algún choque que me recuerda que he tirado demasiado del hilo y que toca apartarse antes de salir mal parado. Por suerte no vuelvo al trabajo hasta el 28, ya pasada Nochebuena, así que no voy a tener problemas para soportar a mi tarado 'yo' social, pero sí que me revienta soportar cada vez menos a mis semejantes y no te diré que me costará dar la puta espalda a todo aquel que venga a por mi.
sábado, 19 de diciembre de 2015
VENTANA AL MAÑANA
Es duro hablar sobre todo aquello que cambió. Y cómo cambió, debo decir.Nunca nos acostumbramos a crecer sin estar demasiado lejos los unos de los otros. A la que empezamos a tener hijos, un halo de desconfianza recorrió nuestros habituales senderos.Llegó la hora de dejar de llorar y asumir que hay que madurar.
A las puertas de la Navidad y el tió, reconozco una ilusión desmesurada puede que ligada al despertar de la Fuerza y ese mundillo mágico que mi progenie tanto disfruta. Sus emociones son tan auténticas que me conmueven profundamente. Hacen que encuentre el verdadero sentido de la vida, que me desviva por sus intereses hasta que respire mi último aliento y que me aparte un poquito de mi mismo, que ya toca.
Es cierto, todo cambió. Llegó la hora de asumirlo. ¡Y qué!
jueves, 10 de diciembre de 2015
EL ADVENIMIENTO
Con algo más de dos semanas de invierno el frío es mortífero de cojones. Odio el frío, com o odio trabajar y saber que no voy a tener todo el día para tumbarme a la bartola.
Eso es lo que más echo de menos: pasar el día sin hacer nada.
Es difícil no tener la sensación de estar perdiéndose algo. Va a épocas, desde luego, pero hay días en que sobrevivir psíquicamente sin sentirte como una mierda cuesta lo suyo.
Ya no sé si es el hecho de trabajar de cara al público o si es el público en sí el origen de mis males sociales: la gente, las personas, tú. Como una auténtica guadaña.
No sé cómo me convertí en semejante monstruo. Hoy (por ayer 8) cuando me levante montaremos el árbol de Navidad. Habré olvidado toda la mierda que me como y los apósitos habituales para esta época del año. El bailarín de los Warriors, el virtuoso Curry, seguirá jugando contra niños y mis estudios, esos pequeños pinchazos que me atormentan, pasarán a un dulce y consentido segundo plano.
De la escapada a la montaña, tras horas de curvas y una almohada para olvidar, un sincero pensiero: amo a mi familia. Y ese filete... mmmh... a joderse OMS (qué ganas tenía de escribirlo).
De la escapada a la montaña, tras horas de curvas y una almohada para olvidar, un sincero pensiero: amo a mi familia. Y ese filete... mmmh... a joderse OMS (qué ganas tenía de escribirlo).
viernes, 27 de noviembre de 2015
EL ÚLTIMO BASTIÓN
El último bastión que permanecerá irreductible ante el horror de continuar viendo como nos matamos entre nosotros mismos costará que no esté delimitado por cuatro paredes, únicas bridas a las que aferrarse en estos tiempos de tempestades y tribulaciones varias.
Entonces me dejo bigote y fortalezco mi musculatura como Tom Hardy por si hay que defender el fuerte. Lo mejor es vivir en el campo, dijo en su italiano en desuso mi amigo Le Art. Él, que es francés un tanto apátrida, sabedor de lo que se cuece en la sala de máquinas del país vecino, ni se inmuta. Yo, que asisto asqueado al confronte político de mi tierra y que ansío una respuesta de más allá del cielo, le respondo: como tú y como yo. Luego me envía fotos de unos parajes abandonados, desérticos, en los que el ISIS jamás se atrevería a enviar a uno de sus suicidas (de hecho, en mi calle no llega ni internet).
Me acordé después de mi amiga Isalen. Me enfadé con ella. Se ha mudado a Barcelona, hace un mes ya. Busco un hueco para pasar un día con ella y hacer lo que solíamos hacer hace ocho años pero claro, ha llovido demasiado. Al final, como siempre, solo pude cabrearme, y todo porque me revienta aceptar que cada uno tiene sus prioridades y que somos hijos de nuestras circunstancias.
Tardo como una hora en reaccionar por las mañanas. ¿Cuál es nuestra guerra? Me preocupa cómo criar a mi prole. Cómo los voy a enviar a ahí fuera. En el bastión de nuestra casa, en la agradable campiña bergadana, no siento la presión del aislamiento social que me pide el cuerpo. Pienso, muy a menudo además, en que se jodan todos. Es el último bastión que nos queda, nuestro auténtico experimento mientras envejezco y trato de no incomodarme demasiado cuando me visto para ir de caza.
martes, 10 de noviembre de 2015
FÁBULAS RELATIVAS
Al final, lo que de verdad importa es medible solo cuando llegas a casa. La vida se rige por el momento en que abandonas tu 'yo' social y metes la llave en la cerradura.
La ciudad suele recogerse entonces y, con ella, sus atribulados ciudadanos.
Si te encuentras contigo mismo y, en la soledad de una ducha relajante, en el silencio de la nocturnidad de tus cuatro paredes en las que eres tú al cien por cien, actúas como eres en realidad sin costuras ni máscaras de ningún tipo, pues cojonudo. Eso sí... cuánto tiempo podrías aguantar así? Está hecho el ser humano para vivir en soledad? Si excluimos a los sociópatas de la ecuación, la respuesta está clara.
Si llegas a casa después de un día agobiante y nadie te espera, puedes suspirar, respirar profundamente y servirte un escocés apoyando los pies en el cheslong. Ver una buena peli, seguir con tu serie o buscar porno del malo. En cambio si llegas a casa y dos animales que no levantan un palmo del suelo se abalanzan sin compasión sobre ti, tirándote y recordando que tu espalda ya no está para muchos trotes, arrancándote una sonrisa que parece más una mueca de dolor que otra cosa, pues entonces diría que sí, que eso sí que es vida. Qué puedo decir?
Antes no tenía a nadie que se preocupara por mi, ahora tengo a tres personas y un perro que seguro que no solo se preocupan sino que además me quieren y, en parte, dependen de mi y de que yo esté ahí para ellos.
Al final, lo que de verdad importa es la cantidad de besos y abrazos que das al día. Las personas necesitan cariño, todos necesitamos cariño. Somos seres de carne y hueso, las conexiones de nuestro cerebro que llevan el tema de las emociones son las más importantes: tú no respondes igual si al cabo del día no te han dado ni un beso.
Ser una jodida oveja es tan agotador como impersonal; la vida, qué cojones, era muy triste sin besos ni abrazos, por eso empalago a los míos todo el día. Creo un vínculo que espero alargar en el tiempo, y no solo basado en la sangre o en las compañías. El trabajo, el día a día, tu jodida vida espiritual y la carrera laboral... son apenas las costuras de lo que subyace a la herida de la consciencia de saber que uno está vivo. Porque cuando menos te lo esperes volverás al hoyo y, cuando le veas las orejas al lobo y eches la vista atrás, lo único que querrás saber es si fuiste capaz de amar, y de si lograste ser correspondido en algo tan relativo como el tiempo y el espacio.
domingo, 8 de noviembre de 2015
TIRA FICHAS
Soy un tira fichas. Recuérdalo.
Yo no gestiono nada. A mi no me llaméis.
Soy la primera cara. Una 'i' pequeña y nocturna. Preguntar lo básico, responder educadamente.
Tirar fichas. Poner la cara, no la otra mejilla. Aguantar el sueño. Ver series, encerrarme.
Contestar al teléfono. Enviar faxes. Estar despierto, aguantar lo justo.
Aislarme y tirar fichas, una tras otra. Esa es mi faena.
Y aguantar los domingos.
Suerte que tenemos a Florence.
Aislarme y tirar fichas, una tras otra. Esa es mi faena.
Y aguantar los domingos.
Suerte que tenemos a Florence.
martes, 3 de noviembre de 2015
EL EVANGELIO
Yo creo que es el cambio de estación.
El punto débil, lugar de tránsito hacia el pecho, ese talón que te recuerda pacientemente que la noche de las almas está al caer, y que es en esa misma debilidad donde hay que esconder que los días son tan largos como las dietas y el comer.
Es la puta tos. Y el fin de la escritura, de dejar de leer mierda. Ahora que el frío llegará volveré a engancharme al idioma catorce semanas. Luego año nuevo, navidades a la vuelta de la esquina y los problemas para salir de casa con dos evangelistas y una carlino.
Hicimos la castanyada de la familia Raya en Cal Ramons. No había visto antes esa canasta y fue un digestivo muy apreciado, lo pasamos bien. Pero para cosas como el cine a veces pienso que falta un poco de distensión, un Stephen Curry desacomplejado.
Yo creo que es el cambio de estación.
Y usar el C4 no como explosivo.
Es la puta tos. Y el fin de la escritura, de dejar de leer mierda. Ahora que el frío llegará volveré a engancharme al idioma catorce semanas. Luego año nuevo, navidades a la vuelta de la esquina y los problemas para salir de casa con dos evangelistas y una carlino.
Hicimos la castanyada de la familia Raya en Cal Ramons. No había visto antes esa canasta y fue un digestivo muy apreciado, lo pasamos bien. Pero para cosas como el cine a veces pienso que falta un poco de distensión, un Stephen Curry desacomplejado.
Yo creo que es el cambio de estación.
Y usar el C4 no como explosivo.
viernes, 30 de octubre de 2015
ZACARÍAS
Los días se suceden entre anhelos estelares de mil quinientos años luz y mi segundo ingenio esperando turno
lunes, 28 de septiembre de 2015
martes, 22 de septiembre de 2015
EL OLVIDO
Qué duro es el olvido. Buscar entre tus células dañadas la respuesta correcta cada vez, a cada puto segundo que pasa.
La desconexión es lenta pero letal. Olvidas poco a poco y sin darte cuenta mientras el que está ahí contigo no entiende por qué, los mecanismos de esta traicionera muerte, las fisuras de una vitalidad esfumada por algún gen hijoputa.
Todo es dolor. Yo intento sufrirlo solo un día a la semana y me doy asco por ello.
Qué mierda de vida. Lo peor del existir. Y no poder hacer nada, no poder luchar contra el deterioro que inexorablemente nos lleva hacia la orilla.
Yo te quiero. Y por cada puto segundo que pase en este planeta no pienso olvidar.
jueves, 17 de septiembre de 2015
YO, PAU
Recuerda la noche de hoy de Pau Gasol. La enésima.
Cuarenta puntos, once rebotes y treinta y cinco años como yo.
Veintisiete mil franceses mudos y vendetta por el Mundial de casa... voilà!
Sin el mejor equipo (faltaron Marc, Ricky, Navarro e Ibaka), con el mejor corazón.
Cuando parecía que estaba muerto, que ya no podía ser el jugador dominante de antaño, exhibición hoy. Grande, Pau.
Cuántos años llevas en la élite, manteniéndote arriba?? Cuántas veces te han criticado por blando??
Cuántos títulos has ganado, amigo??
Hay preguntas que solo los almanaques podrán responder.
Brutal, señoras y señores. Y jodidamente adrenalítico.
He vuelto a vibrar con el deporte. Bravo, Gasol.
LEGEND. Historia viva.
I gràcies per tot!
miércoles, 19 de agosto de 2015
NO TE HE OLVIDADO, TONI
No te he olvidado, Toni. Siento tu presencia tantos días que todavía pienso que estás de vacaciones y aparecerás en cualquier momento.
Anoche soñé contigo. Recordaba dos momentos clave y no pude preguntarte si le tenías miedo a la muerte. Conozco la respuesta de antemano, jodido cabezón, no hace falta que me lo digas.
Hoy he visto a Txema. Ha tenido otra niña, G., y ambos estamos enfrascados en los devenires de una existencia familiar múltiple. No me he acordado de que hoy era tu puto día, ese puto día que no podré quitarme de la cabeza jamás. Como juré mantener vivo tu recuerdo, aquí me hallo, otra vez sentado en el lugar donde empezó todo. Siento pena por haberme alejado de Ana y no haberme acercado a tus niñas. Estoy pasando por un momento de desapego general que espero acabe rápido.
Por lo demás todo bien, viejo zorro, este verano hemos vuelto a Italia. Te chiflaría la jodida Apulia, se come que no veas. Y sus playas no tienen nada que envidiar a las mejores.
No te he olvidado, Toni. Siento que el verano se acaba y eso me entristece, sin embargo tú todavía sigues aquí. Suelo sentir tu presencia y no puedo más que mantener vivo tu jodido recuerdo, puto egoísta de mierda.
Te mando un abrazo allí donde estés, mentor mío.
Sé que estarás sonriendo.
No te he olvidado, Toni. Siento que el verano se acaba y eso me entristece, sin embargo tú todavía sigues aquí. Suelo sentir tu presencia y no puedo más que mantener vivo tu jodido recuerdo, puto egoísta de mierda.
Te mando un abrazo allí donde estés, mentor mío.
Sé que estarás sonriendo.
domingo, 16 de agosto de 2015
RECETAS DE LA YAYA LUMI: ALBÓNDIGAS CON GUISANTES (I)
Ingredientes para cinco personas y media:
-carne (botifarra, para 20 albóndigas), sal, pimienta, ajo y perejil
-mollas de pan, 2 huevos
-una bolsa grande de guisantes congelados
-harina, aceite de oliva
-medio kilo/un kilo de tomate entero o confitado, una cebolla pequeña
Segundo, al mismo tiempo, cocer los guisantes en agua durante 10-15 minutos. Poner harina en un plato y preparar las albóndigas que pondrás a hacer en una sartén con abundante aceite de oliva.
Tercero, trocear y triturar el tomate entero o confitado junto con una cebolla pequeña con parte del aceite de las albóndigas en otra sartén.
Cuarto y para acabar, retirar los guisantes, escurrir y mezclar todo en la sartén un buen rato hasta que haga chup-chup para que coja sabor (7-8 minutos).
Servir a discreción.
Perfecto para cualquier época del año, más apetecible en otoño o primavera.
Perfecto para cualquier época del año, más apetecible en otoño o primavera.
viernes, 24 de julio de 2015
DIGERIR LO EXCLUSIVO
La familia tradicional se desmorona. Mientras no decaen los veraneantes que se pasean con sus camisetas grotescamente grandes, souvenirs de sus vacaciones en algún lugar exótico -hoy vi a uno con una de Veracruz, MX, con motivos aztecas por doquier-, este caloret parece que es más llevadero con algo de sexo ajeno, con gotas de infidelidades que cuestan matrimonios y parejas de hecho demasiado jóvenes. De los libros del verano no queda ni rastro.
La vida es corta, tenga una aventura y, si es en verano, mejor (que las hormonas andan peligrosamente sueltas). Vi el anuncio como si nada, nadie se hizo eco de lo absurdo que es crear agencias que vayan a joder la estabilidad de la existencia. En el mundo del todo vale, el ego es el principal escollo a superar si quieres trascender, si quieres triunfar; yo no me opongo, eso es muy cierto y todos lo saben, pero el tema eslóganes hay que intentar cuidarlo un poco más.
Hoy acabé de ver Birdman y apenas me inspiró. No hay control contra el exceso de comunicación. Sin embargo, el choque que tuvo mi compañera R. aquí en el trabajo, en un principio dentro de lo banal, acabó por despertar en mi ciertas fuerzas ocultas, rabiosas por combatir estas putas obscenidades con las que nos bombardean a diario.
Tiene gracia que yo no sea un tío para nada tradicional. Tampoco soy el paladín de la justicia o del orden social, joder. Vivo indignado porque no sé digerir que siga habiendo tanta desigualdad entre unos y otros, porque no soporto que me tomen gato por liebre. Malauradament, creo que a medida que te haces mayor y las responsabilidades aumentan, es imposible librarse del listo de turno. Del hijoputa que no paga a sus acreedores -un caso de unos pobres marmolistas, conocidos míos, a los que deben 40.000€ por un trabajo de 2012- hasta el que no cumple las normas básicas del baño en nuestras costas y hace ir de culo al pobre socorrista que no cobra ni mil euros y que sudó tinta para conseguir el curro tras el concurso de la administración local.
Lo mejor es ser rico. Mirar por encima del hombro, desconocer las más básicas reglas de educación y respeto, no tener que rendir cuentas ante nadie. O ser puto médico y estar en la cúspide de la pirámide hospitalaria, y llevar una horrenda corbata con la bata abierta y la tarjeta identificativa en el bolsillo. Dios, qué derroche. ¿Te acuerdas de ese momento en Brindisi, perdidos por la bacanal de la amargura, en que nos paramos a hacer esta foto? Tuvimos dos minutos iguales en Ibiza, la misma puesta de sol metálica, gris industrial. Y me pregunto quién cojones se detiene un momento, aunque solo sea a posteriori, y reflexiona desde la casilla de salida. Por eso me hizo ilusión que, en la entrevista de trabajo definitiva, mi amigo G. utilizara el texto que le envié para acabar su redacción final tras horas de testos psicotécnicos farragosos. Lo tenía guardado en una foto del Whatsapp y, como tenía el teléfono encima de la mesa y no era un examen del cole, pudo hacer uso de mis artes escénicas y salir airoso.
¿Lo ves? Al final la peli sí que me ha influenciado. Vivimos en un mundo exclusivo, con sus playas privadas, sus doctores incultos que no diferencian una v de una b, sus putos nuevos ricos, sin jodidas reglas. Sin amistad más allá de un pasado que no conviene remover desde la comodidad del sofá, sin estabilidad emocional. Es más, se premia el dongiovannismo. Al ser hijos, en muchos casos, de familias enteritas pero desestructuradas en su privacidad sesentera, no estamos capacitados para aguantar a alguien más allá de nosotros mismos; cómo coño voy a aguantar las mierdas de una pareja, aunque tenga dos hijos con ella, si mi yo vive enterrado, adormilado, como si estuviera esperando el momento de salir y estallar y aprovechar las bondades del sistema pantagruélico que nos domina. Puedo perfectamente compaginarlo todo, incluso la educación y el bienestar de mi estirpe. El futuro de mis hijos, dos mujeres y todo el dinero que necesite. ¿Asusta la falta de perspectiva, verdad?
A la mierda. Yo no necesito volver atrás. La noche me importa una mierda: las copas, las drogas, las chicas, el paliqueo, unos dancings 'pasaísimo', cruzar la ciudad al salir el sol como en las pelis de Ben Affleck y El Indomable Will H. mientras ésta se despereza y tú vuelves de fiesta.
Podría hacerlo, pero no tengo ganas. Puede que lo haga una o dos veces al año porque, al fin y al cabo, no estoy muerto ni soy de cera.
Sobre lo demás y la oscuridad latente, sin tocar el constitucionalismo y la cuestión catalana nada más que para decir que yo solo quiero vivir tranquilo y hacer uso del seny, necesito tiempo para digerir todo eso circo. Temo quedarme atrás, temo no entender bien lo exclusivo y este agobio por no envejecer.
Ya no hay libros que leer en verano, así que, amigo mío,no se corte, ¡tenga una aventura!
La vida es corta, tenga una aventura y, si es en verano, mejor (que las hormonas andan peligrosamente sueltas). Vi el anuncio como si nada, nadie se hizo eco de lo absurdo que es crear agencias que vayan a joder la estabilidad de la existencia. En el mundo del todo vale, el ego es el principal escollo a superar si quieres trascender, si quieres triunfar; yo no me opongo, eso es muy cierto y todos lo saben, pero el tema eslóganes hay que intentar cuidarlo un poco más.
Hoy acabé de ver Birdman y apenas me inspiró. No hay control contra el exceso de comunicación. Sin embargo, el choque que tuvo mi compañera R. aquí en el trabajo, en un principio dentro de lo banal, acabó por despertar en mi ciertas fuerzas ocultas, rabiosas por combatir estas putas obscenidades con las que nos bombardean a diario.
Tiene gracia que yo no sea un tío para nada tradicional. Tampoco soy el paladín de la justicia o del orden social, joder. Vivo indignado porque no sé digerir que siga habiendo tanta desigualdad entre unos y otros, porque no soporto que me tomen gato por liebre. Malauradament, creo que a medida que te haces mayor y las responsabilidades aumentan, es imposible librarse del listo de turno. Del hijoputa que no paga a sus acreedores -un caso de unos pobres marmolistas, conocidos míos, a los que deben 40.000€ por un trabajo de 2012- hasta el que no cumple las normas básicas del baño en nuestras costas y hace ir de culo al pobre socorrista que no cobra ni mil euros y que sudó tinta para conseguir el curro tras el concurso de la administración local.
Lo mejor es ser rico. Mirar por encima del hombro, desconocer las más básicas reglas de educación y respeto, no tener que rendir cuentas ante nadie. O ser puto médico y estar en la cúspide de la pirámide hospitalaria, y llevar una horrenda corbata con la bata abierta y la tarjeta identificativa en el bolsillo. Dios, qué derroche. ¿Te acuerdas de ese momento en Brindisi, perdidos por la bacanal de la amargura, en que nos paramos a hacer esta foto? Tuvimos dos minutos iguales en Ibiza, la misma puesta de sol metálica, gris industrial. Y me pregunto quién cojones se detiene un momento, aunque solo sea a posteriori, y reflexiona desde la casilla de salida. Por eso me hizo ilusión que, en la entrevista de trabajo definitiva, mi amigo G. utilizara el texto que le envié para acabar su redacción final tras horas de testos psicotécnicos farragosos. Lo tenía guardado en una foto del Whatsapp y, como tenía el teléfono encima de la mesa y no era un examen del cole, pudo hacer uso de mis artes escénicas y salir airoso.
il tramonto |
A la mierda. Yo no necesito volver atrás. La noche me importa una mierda: las copas, las drogas, las chicas, el paliqueo, unos dancings 'pasaísimo', cruzar la ciudad al salir el sol como en las pelis de Ben Affleck y El Indomable Will H. mientras ésta se despereza y tú vuelves de fiesta.
Podría hacerlo, pero no tengo ganas. Puede que lo haga una o dos veces al año porque, al fin y al cabo, no estoy muerto ni soy de cera.
Sobre lo demás y la oscuridad latente, sin tocar el constitucionalismo y la cuestión catalana nada más que para decir que yo solo quiero vivir tranquilo y hacer uso del seny, necesito tiempo para digerir todo eso circo. Temo quedarme atrás, temo no entender bien lo exclusivo y este agobio por no envejecer.
Ya no hay libros que leer en verano, así que, amigo mío,no se corte, ¡tenga una aventura!
domingo, 19 de julio de 2015
COMISARIO MUNDANO
Montalbano, sabe que le digo... ¡me voy a tirar!
¡Que siga el verano, por favor, dottore!
(Vuelta al trabajo en un contexto de necesitar más espacio futuro para la pared o, en su defecto, aprovechar de otra manera el que haya. Con ilusión).
jueves, 9 de julio de 2015
DEL ESPOLÓN DEL DRAGÓN A LA CASA DE LOS MIAUS Y LOS GUAUS-GUAUS
Aquí abajo tutto è molto più affollatto, crowded de verdad. Las playas son demasiado bonitas como para estar tan solos y tranquilos como en el querido Gargano que nos recordaba tanto a Ischia.
Benvenuti al sud. No sé si es cosa de las adjudicaciones de las basuras en clave mafiosa. Nos miran como si fuéramos del norte, y es en parte culpa por el acento milanese de Laura. En la ciudad de los árboles bellos, una tendera me preguntó si era argentino, yo le dije: peggio. Spagnolo, lo cual pretendía sonar a broma pero al decirlo me di cuenta de que estaba fuera de lugar.
Quiero hablar sobre los ombrelloni y los sdrai y los lettini, insistir en su exclusividad. En Torre dell'Orso vimos un gran espacio desocupado, unos metros entre las tumbonas y la orilla. Desembarcamos allí y a los 30 segundos un chico muy amable nos emplazó a irnos con un scusi ma non si può... Ni siquiera delante del tinglado privado, por mucho espacio que haya, puedes plantar tu bandera. Esto los italianos sí lo respetan; la suciedad por doquier, con los márgenes de las carreteras llenos de mierda y los bosques llenos de botellas de alcohol que podrían provocar un incendio en cualquier momento, ni de coña. Lo raro es que oigo poco sobre incendios forestales por aquí, no lo entiendo muy bien. En España ves un par de botellines tirados cerca de matojos de hierbas secas y te pones las manos a la cabeza.
Disfruto de los olivos y de este maravilloso paisaje mediterráneo, con sus higos chumbos y sus pinos que acarician las costas adriática y jónica, mientras recorremos las maltrechas carreteras secundarias que a las playas nos han de llevar. Oímos un zumbido, mira papa, un avión, y miro, dos súper cazas haciendo piruetas como locos bien cerquita de nuestras cabezas. Aquí el ejército convive con la población civil y nadie se pone las manos en la cabeza.
Italia tiene sus cosas, desde luego, puede que sea ese aroma añejo, el recuerdo de una dolce vita que en España no existiría por culpa de la transición, lo que me hechiza de esta tierra. Su gastronomía, como la nuestra, es tan excelente que la boca nos hace agua solo al repasar el listino. Anoche en Brindisi, una vez más sin oír ni gota de castellano, disfrutamos de una buena mesa en el paseo marítimo mientras L. jugaba con el gatito del local, de nombre Gaetano.
No lo sé, Puglia es la gran desconocida. No hay turismo de fuera, apenas hay estructuras para explorarlo... resulta curioso. Por eso lo recomendaría a todo el mundo. Vivir una experiencia 100% italiana.
Después de tantos días, tantas Peroni y tantos zanzare, toca recoger los bártulos y volver a casa, no sin cierta pena. Aquí nos sentimos como allí, y duele no saber cuándo volveremos. Tenemos un proyecto demasiado grande como para pensarlo y, en la casa de los miaus y de los guaus-guaus, ya no van a limpiar la piscina (con el tute 13-8, gran derrotado en el verano de, en eso sí de acuerdo, el joven Marco Mengoni).
jueves, 2 de julio de 2015
LA CADENCIA DEL MEZZOGIORNO
Siempre vuelvo a las playas del sur, siempre disfrutando con la cadencia del Mezzogiorno italiano y ese Mediterráneo que nos baña.
Me gustan algunas pequeñas diferencias, cosas que aquí nunca cambian y que en España puede que cambiaran, como por ejemplo las playas privadas. Aquí cada chiringo tiene su espacio con sus ombrelloni y su porción de mar.
Las playas de acceso público están debidamente señalizadas, separadas de la ostentación del que posee y no muestra ningún reparo en dividir. O puede que sea lo normal. Para los rusos sí que será normal, protagonistas del auge del este de Europa en nuestras costas, poco enemigos de los excesos. Muy poco español y tengo que escribir que a Dios gracias, estamos en un lugar muy poco publicitado (porque parece que el dinero, si bien puede entrar por estos lares, poco tarda en salir hacia otros destinos). Y me viene Saviano a la cabeza porque soy igual de apátrida que él (quizá yo por elección).
El rollo católico. Bueno, la religión, quiero decir. Está por doquier, si bien no debería sorprenderme en un país en el que convive encajonado nuestro amigo Francesco; en la entrada de nuestro camping, la madre de todas las madres gobierna desde un lugar de privilegio, con su altar ornamentado y su brillo nocturno incluido. Hay que decir que este villaggio lleva el nombre de un santo también, y que la hipocresía de la separación de lo público y lo privado aquí es más que notoria. El Papa y Roma sigue teniendo mucho poder, y está tratando de validar ese impulso que el sucesor de Pietro insufló con su llegada al Vaticano. Personalmente, más que un baño de moralidad es educación lo que necesitamos, y no tanto móvil ni tanta mierda tecnológica.
El italiano es un hombre que vive de las apariencias. Hablo de generalidades, como las poses y los aires de las mujeres desepocadas que no tienen ningún pudor en mostrar sus chichas al aire, con esa actitud casi arrogante propia de las familias patricias del Imperio. Como diría Tony S. a la pregunta de dónde está el antiguo esplendor romano, de dónde están los romanos, 'los tienes delante, gilipollas'. Qué puede decirse de las gentes que provienen de semejante imperio... Comunque me gusta esa grandeza decadente, me recuerda a la nuestra española y los constantes recuerdos a lo preCuba1898 y el señorío y toda esa mierda que nos impide avanzar.
Hoy estábamos en la playa tranquilamente, y entre todos los vendedores ambulantes, aquí no tan presentes debido a la escasez de estructuras y el olor a otra época, un señor in his fifties pretendía vendernos un artilugio para hacer mejor el agujero de la sombrilla, con su certificado de invención y todo. Mi italiano, perdido entre los albores de una isla a la deriva, daba como para congratularle por ello y decirle que en Barcelona no lo necesitaríamos, 'nunca he estado en Barcelona pero supongo que es lo mismo, es como con los griegos, somos lo mismo, mediterráneos lo stesso'. Joder, yo pensaba, los putos griegos no, pero bueno, amén a eso. Se ha ido con una sonrisa el tío, con su aspecto de Tony Bennett desvencijado a otra parte, a venderle su dentifrico a otro.
Me encanta la amabilidad de los italianos. O puede que sea el lenguaje, su manera de expresarse. Es sumamente pulcro, sofisticado, bello. El 'podría decirme cortésmente' suena fatal al lado del empalagoso 'scusi signore, mi farebbe la cortesia di...', por ejemplo. Laura me corrige con un 'se è cosí gentile mi potrebbe dire...', y así hasta el infinito. En el sur puede que haya demasiado terrone, sonrío, y los clichés aparecen de nuevo con toda su fuerza. Yo me siento más cerca de lo de abajo que de lo de arriba pero qué puedo decir, si vivo en el interior catalán. Supongo que es cosa de cada uno.
Este espolón me recuerda a Ischia. En mucho, en su poca oferta, en su tranquilidad, en su color de otrora. Me siento en mi ambiente, y esto solo acaba de empezar.
Oigo un karaoke a lo lejos, alguien canturrea Cuore ingrato como puede. Mierda, pienso, es como cuando fumaba en esos lugares mágicos de antaño. Esos momentos que hacían único el mero hecho de vivir esa conciencia cósmica, joder. Algo de aquí debí de ser en otra vida, no sé. Es esta cadencia, es este sabor de siempre.
domingo, 21 de junio de 2015
A CIASCUNO IL SUO
Me pregunto qué clase de persona soy.
A medida que pasan los años, pienso, mi yo va mutando; la esencia, evidentemente, permanece inalterable, son algunos detalles los que hacen que mi ser se sienta atraído por otros factores.
He dejado de preguntarme muchas cosas pero a veces, de vez en cuando, sufro ataques del medio ambiente, por llamarlos de alguna manera. No soy inmune al dolor, evidentemente. Todo el mundo sabe que mi talón de Aquiles es mi excesiva conciencia sobre lo absurdo.
El otro día vi una especie de cervatillo moribundo en el arcén de la carretera camino de casa. No es que viva en la puta Minnesota, desde luego, pero sí que distinguí una cornamenta que me sobrecogió en el momento. Sentí un zumbido intenso, he tenido esa imagen en mi retina toda la jodida semana.
Luego vi un anuncio de una ONG que me llegó al alma, joder, y pensé: ¿qué hago yo por mi planeta? ¿Qué hago yo por mis congéneres? Pero ambas eran cosas contradictorias, ya que el sentido común me dictaba que el mismo ser humano es el culpable de cargarse la naturaleza, los bosques tropicales y los malditos bambis atropellados en la jodida autovía que recorro a diario. Somos un virus, una especie que ha crecido demasiado para habitar en este pequeño planeta. ¿Cómo puedo proteger a mi hijo, o dejar de pensar que tengo que protegerlo?
A cada uno lo suyo. La indiferencia sigue siendo la respuesta. Y la menos humana (la más difícil).
Consigné una asignación de X € trimestrales a cierta organización porque no puedo seguir omitiendo la parte sufridora que en los malos tiempos me atormenta sin parar y hace que quiera cerrar fuerte los ojos y no saber nada de lo que ocurre fuera. En realidad eres un cobarde, no tienes lo que hay que tener para cambiar las cosas, oigo que me dicen. Yo respondo: no es por eso, es por mi perra, mi carlina, es por mi hijo, mi primogénito, mi compañera de viaje, mi amor, mi madre y la decadencia... ¡qué puto desastre!
Tiene gracia el argumento de Utopia, la serie británica de televisión. Yo no tengo fuerza apenas. Plantea una molesta realidad y ofrece una solución radical: hay un exceso de población, pues hay que esterilizarnos. Luego se me cae la lágrima al ver a un niño sufrir mientras veinticinco han muerto en la patera de turno y no se sabe cuántos yacen en el fondo del mar por lo precario de la embarcación o las condiciones insalubres de la chabola, o la dificultad para acceder a agua potable todos los días de la jodida semana en un remoto poblado africano.
Cuando escuché el Drones de Muse entero pensé: el disco de verdad empieza en la cuatro y acaba en la cinco (Reapers y The Handler). Lo otro son reminiscencias de la extensa discografía de la banda británica, parecen retazos sin conexión con el tiempo presente. No puedo soportar el peso de tener que explicar una y mil veces el por qué de mis actitudes, el por qué de mi exilio autoinflingido. Ellos seguramente ya no dan más de sí, pero el poderío de esos dos temas dejan una puerta medio abierta, un resquicio del yo que no tiene miedo a mostrarse como es. Ya no hay música que valga la pena escuchar, me dice mi amigo Ace, demasiado asqueado para el divertido verano alemán pero no tanto como para volver nadando a casa. No sé quién coño querría irse a vivir a Alemania.
A cada uno lo suyo. La indiferencia sigue siendo la respuesta. Y la menos humana (la más difícil).
Consigné una asignación de X € trimestrales a cierta organización porque no puedo seguir omitiendo la parte sufridora que en los malos tiempos me atormenta sin parar y hace que quiera cerrar fuerte los ojos y no saber nada de lo que ocurre fuera. En realidad eres un cobarde, no tienes lo que hay que tener para cambiar las cosas, oigo que me dicen. Yo respondo: no es por eso, es por mi perra, mi carlina, es por mi hijo, mi primogénito, mi compañera de viaje, mi amor, mi madre y la decadencia... ¡qué puto desastre!
Tiene gracia el argumento de Utopia, la serie británica de televisión. Yo no tengo fuerza apenas. Plantea una molesta realidad y ofrece una solución radical: hay un exceso de población, pues hay que esterilizarnos. Luego se me cae la lágrima al ver a un niño sufrir mientras veinticinco han muerto en la patera de turno y no se sabe cuántos yacen en el fondo del mar por lo precario de la embarcación o las condiciones insalubres de la chabola, o la dificultad para acceder a agua potable todos los días de la jodida semana en un remoto poblado africano.
Cuando escuché el Drones de Muse entero pensé: el disco de verdad empieza en la cuatro y acaba en la cinco (Reapers y The Handler). Lo otro son reminiscencias de la extensa discografía de la banda británica, parecen retazos sin conexión con el tiempo presente. No puedo soportar el peso de tener que explicar una y mil veces el por qué de mis actitudes, el por qué de mi exilio autoinflingido. Ellos seguramente ya no dan más de sí, pero el poderío de esos dos temas dejan una puerta medio abierta, un resquicio del yo que no tiene miedo a mostrarse como es. Ya no hay música que valga la pena escuchar, me dice mi amigo Ace, demasiado asqueado para el divertido verano alemán pero no tanto como para volver nadando a casa. No sé quién coño querría irse a vivir a Alemania.
No veo a mis amigos. Cada uno hace la suya, solemos justificarnos hasta el punto de que la duda, tras lo transcurrido, convierte una época sin historias nuevas en lo único verídico sobre las relaciones humanas.
Llevo ya muchos días abrazando demasiado a mi hijo, besándolo como si cada minuto fuera a el último y siento una gran desazón al comprobar cómo retumba en mis oídos el aburguesamiento de esta cómoda posición. Me pregunto si inyectarme tinta de vez en cuando solventa algo.
Me pregunto, siempre que critico algo o a alguien o me agobio en el trabajo, en qué tipo de persona me he convertido. ¿Sigue siendo la ira el principal motor de mi yo social? Tengo suerte de contar con un equilibrio familiar incondicional. Es mi principal apoyo; donde antes reinaban los excesos, se posa ahora un halo de tranquilidad sin igual. Cuando intuyo a mi amigo T. lejos mientras se alía con K. por estar pasando una situación similar, ya no me preocupa no querer solventarlo, al igual que con P., al que puede que haga fácilmente dos años que no veo. Cada uno hace la suya, y ya se solucionará, o no. ¿Qué puedo decir? Se supone que llega un momento en que todo el mundo sigue su camino. ¿Qué dijo Tony Soprano, Ace? Recordar es la forma más baja de conversar. Los amigos son un bien sobre el que hay que saber pesar sin poder pasar.
Un día, solo uno. Y A ciascuno il suo (a cada uno lo suyo) como diría el maestro Sciascia -en el verano que voy a arrancarme con Camilleri-, que ya hace un calor de playa y este año volvemos al sur... ¡qué buen botín!
martes, 2 de junio de 2015
BARNEHAGE* SIN BANDERAS
Cuando veo a mi amigo K., noruego de Oslo, hijo de exiliado republicano barcelonés, siento una ternura casi familiar.
En los últimos 18 años nos habremos encontrado no más de 10 o 12 veces. Al despedirnos en la flor de nuestra juventud más bizarra, nos dijimos: amigos para siempre, eh, no lo olvides.
Éramos inseparables. Nos unen lazos difíciles de explicar; aunque por sus venas corra sangre española, él es un puto vikingo, un hijo de Ragnar Lodbrok. Y allí arriba son fríos, hace un frío del carajo, y beben como putos cosacos.
Lo primero que aprendí en noruego fue drekka mer (bebe más). Luego deseé fervientemente ser noruego al entender las motivaciones del jodido Edvard Munch mientras paseaba ensimismado por el parque de Vigeland a menos 18 putos grados. 'Allí he tenido muchas citas', recuerdo que me dijo una vez. Voy a obviar lo de las 8 semanas de permiso de paternidad y otras bondades del sistema escandinavo para centrarme en la épica sentimental sin más.
Hemos bebido mucho juntos. Borracheras de calidad, espaciadas en el tiempo. Cada nuevo encuentro era como si lo retomáramos de la vez anterior, como si no hubiera pasado el tiempo. ¿Hay acaso mejor sensación? En una relación, eso es algo impagable.
K. me vio en mis épocas afligidas y, desde la distancia, supo entenderme. Recuerdo una comida en casa de mi madre, en la que ella le mostraba su preocupación ante mi futuro mientras él le decía que no se preocupara, que yo saldría adelante porque era inteligente y capaz. Ese día comimos arroz blanco con tomate y un huevo frito.
No era un problema de idioma. A la mística pertenece ya la pregunta que le hizo un profesor, sobre si había aprendido alguna cosa en su estancia en Manresa, sobre todo porque no solo dominó el castellano, si no que también chapurreó y utilizó con cierta soltura el catalán.
Aquello me ofendió. Yo siempre iba con él, me estaban tildando como una bad influence. Él siempre lo recuerda con rencor. Nuestra imagen de borrachuzos, por aquel entonces, era ya legendaria, y eso no gustaba demasiado en el instituto.
Han pasado 18 años desde entonces. K. ha perdido toda su cabellera pero mantiene la misma actitud física. Tiene dos hijos, una Sigrid de Thule de casi 3 años, C., y un pequeño troll balbuceante de 10 meses, A. Con niños era la segunda vez que quedábamos, allá en el apartamento familiar en Platja d'Aro (Girona). Yo, que siempre estoy atento a lo que acontece en su tierra, esperaba ansioso el momento. Quería sacarle a Knausgård, el tema de la inmigración y el petimetre de Ødegaard. Quería beber codo a codo con él y volver a oír aquel brindis una vez más: skål!
*jardín de infancia
**si entras en el enlace, verás un canal de Youtube ('saber y potar') donde se retrata a la juventud actual.
Al final del día, todo se traduce en vitamina para el alma, acaba desembocando en una inmensa plenitud. El esfuerzo de hablar inglés con C., la madre de sus hijos, y la espina por no hacerlo mejor, son el único pero en unas jornadas breves pero magníficas; siempre nos quedamos con ganas de más mientras observamos a nuestra progenie relacionarse libremente pese a la diferencia cultural. Cada uno con su idioma, L. le decía a C., 'vine, vine' (ven, ven) , y le hacía gestos con la mano. C. acudía rauda y veloz y luego se ponían a correr riéndose uno detrás del otro. Yo pensé: mierda, esto es plenitud. Fue un momento de esos que recuerdas.
No critico a mi tierra, no pienso en emigrar. No es mejor el norte que el sur, ni nuestro modo de vida mediterráneo, sin apenas ayudas y con el sueldo congelado. Es un tema de educación, como no; ¿no es mejor incluir y no excluir? Cuando veo a dos niños entenderse así vuelvo a aquello de l'home és un llop per l'home. El hombre está sometido y no hay herramientas para superar semejante obstáculo, al menos no a grande escala. En nuestro microcosmos, miro hacia afuera con orgullo por una vida no limitada a las pequeñas enclosures, aceptando concesiones a la tradición como La Patum de estos días y sonrío al pensar en la etiqueta #bolquersoff y me digo ¡mierda!, como para cohibirse con las putas miradas ajenas.
Cada vez que veo a mi amigo K. pienso: que se jodan. No tengo por que ser de aquí si esto sigue así**.
No critico a mi tierra, no pienso en emigrar. No es mejor el norte que el sur, ni nuestro modo de vida mediterráneo, sin apenas ayudas y con el sueldo congelado. Es un tema de educación, como no; ¿no es mejor incluir y no excluir? Cuando veo a dos niños entenderse así vuelvo a aquello de l'home és un llop per l'home. El hombre está sometido y no hay herramientas para superar semejante obstáculo, al menos no a grande escala. En nuestro microcosmos, miro hacia afuera con orgullo por una vida no limitada a las pequeñas enclosures, aceptando concesiones a la tradición como La Patum de estos días y sonrío al pensar en la etiqueta #bolquersoff y me digo ¡mierda!, como para cohibirse con las putas miradas ajenas.
Cada vez que veo a mi amigo K. pienso: que se jodan. No tengo por que ser de aquí si esto sigue así**.
**si entras en el enlace, verás un canal de Youtube ('saber y potar') donde se retrata a la juventud actual.
miércoles, 6 de mayo de 2015
AHORA QUE NADIE ME LEE...
Soy un puto borracho y un sociópata convencido. Ya no fumo ni me drogo y no te pienses que no lo echo de menos, no.
Odio a la gente y la gente me odia a mi. Ahora que nadie me lee, voy a explayarme.
Me importa una mierda no permanecer. Desde que me metí en el rollo de la astronomía, todo me importa una puta mierda.
La gente no tiene ni puta idea de nada. Suelo mentir diciendo que todo el mundo tiene algo que decir cuando en realidad no lo pienso así ni de coña. Lo paso mal en los conciertos, doy gracias a que no tengo ninguno a la vista. Ni bodas, gracias a Dios. Luego me emborracho y la lío y le hago pasar una vergüenza de la leche a L.
Ahora que me lee menos gente que nunca -total, para qué, y además me importan todos ellos un carajo-, solo quiero decir que no tengo nada que decir y que no leo una mierda. Nunca he sido un hombre cultivado y ya ni siquiera tengo memoria para intentar volver al sendero de los libros.
Ahora que nadie me lee, quiero que sepáis que he perdido la fe en la amistad. La exclusión social que la nueva familia provoca es una mierda, una puta jodienda. La pérdida de fe en mi mismo cabalga al mismo ritmo que el deterioro físico no tan propio de la edad. No puede ser que mis amigos, mi círculo, sufran por ello.
No puedo hacer deporte por culpa de la puta hernia. Estoy hasta las cojones de vivir con dolor, un dolor que vive al amparo de enfermedades mortíferas y casualidades e imprevistos varios. Tiene guasa la cosa, con la de mierdas que hay por ahí. Podría tocarme a mi, joder.
Ahora que nadie me lee, sabes qué, que a la puta mierda todo. Yo solo quiero escribir, pero escribir con calidad. Y encontrar la paz. Y ver desaparecer a mi padre, joder, ¡sueño con esa mierda! Sueño con su puto entierro oscense ahí, rodeado por paletos, con mis gafas de sol y mi postura más hierática.
Ahora que nadie nos ve, quiero decir que no necesito a nadie fuera de mi núcleo. Iros todos a tomar por saco, ya me dirás qué cojones hago yo escuchando a los putos Mumford and Sons.
Total, nadie te lee, tío, ¿qué más te da?
¿He dicho ya que me encanta beber?
lunes, 4 de mayo de 2015
CRIADEROS
Sufro de ataques de nostalgia. Son unos ataques que no puedo controlar, unos ataques que a veces atentan contra lo que es real y lo que no.
Algunas veces siento nostalgia por lugares de mi pasado que, a ojos actuales, no significan gran cosa. Cuando pienso en tatuajes nuevos enseguida me turba el sosiego de aquellos criaderos de antaño, aquellos parques con sus plazas y sus mayores jugando a petanca con el ambiente estancado en un fresco de tramonto irrespirable.
Volver a la noche es volver a criar a mi prole. Es traspasar toda esa melancolía a algo palpable, a algo provechoso. La noche y sus criaturas son mi mundo, siempre lo fueron. Mi barrio, no obstante, desapareció. Como Cagliari, mi ciudad, presa de una postal que no sé cómo sobrevive en los recovecos del deseo voraz.
El pasado, al criar, es como una puta losa. Acarrean con el desengaño de toda una generación, pobrecitos ellos. La negación es peso. Knausgård es toneladas de peso. Tanta realidad abruma mientras intento que el 'no, no!' acabe por no influenciar su vida adulta demasiado (¡qué gran temor tan constante y pesado, joder!)
En mi pueblo actual, Gironella, voy a montar auténticos criaderos. ¿Y qué pasa si el presente, en cuanto a ciudades o lugares dónde vivir, no me satisface? No significa nada para mi este lugar. Intento alcanzar la parte práctica de la existencia sin salpicar al prójimo, eso es todo. Si tengo que bajar al parque me hago con una cobertura de protección previa. Gironella también se irá y sólo quedará una imagen que no creo que idealice con el tiempo. Esa foto, junto con otra en la que estoy sentado con mi chupa de imitación de cuero, esa visión. Solo espero no salir trastabillado.
Luego está mi pequeña Amélie. Ella no sufre de saudade. Ella solo 'sufre'.
Adiós a la etapa de nuestra isla, después de ocho años. No voy a explicar aquí el por qué, ni lo que le espera por delante. Pero todo aquello se acabó. Espero que lo veas, vieja amiga, joven mujer.
No siento tristeza por ella, sí por mis espacios de tiempo detenido en los que ganarse el pan no importaba.
Mi lista, la de Exit Music for a Birth, está puesta al día. Estoy listo para seguir criando.
Tengo ganas de seguir leyendo a mi amigo noruego, si bien voy a hacer un paréntesis con Delizia!, de John Dickie, y luego me sumerjo ya en Camilleri, promesso. Hay ganas de verano y de playas del sur.
Sé que puedo controlar esos ataques, aunque me turbe la imagen de un pasado que olvida la noción ciclíca de la existencia.
jueves, 23 de abril de 2015
DELICIA (SANT JORDI 2015)
Adoro este día. Un año más, ya lo sabes. Lejos de la ciudad.
La gente camina por la calle con una sonrisa y, si trabajo, me pido fiesta siempre.
Los libreros dependen en parte de este día, cosa que en parte me apena, si bien la tendencia es lastimosamente negativa. No sé en otros países, pero aquí no lee ni el tato. Leer está pasado de moda, no está bien visto. Nadie sabe para qué sirve leer hoy, con lo que aburre.
Hay que leer. En los libros está la clave de todo. El verdadero y único viaje posible, como dijo Pérez-Reverte, es a la biblioteca. Lean, por favor.
Verán como nos hace más libres, verán como tendrán más herramientas para contrarrestar la injusticia. Leed... lo digo en serio! Aunque nunca te cruces conmigo, aunque me importe un carajo que nos hundamos todos juntos. Olvidaos de la televisión y el puto móvil, qué cansinos con el puto móvil. Aunque sean el Marca o el Sport, el Pronto o cualquier mierda del New Age... lee, en serio. Nos va la vida en ello.
Adoro este día. No acostumbro a pedir nada, será porque me desespera tanta idiotez y falta de educación y siento miedo y un vértigo de la hostia. Las jodidas calles huelen a pétalos frescos y el sol inunda las paraditas y los rostros de los transeúntes con inusitada calidez primaveral.
Qué delicia.
viernes, 17 de abril de 2015
MI MANTRA (GETTING OLD SUCKS)
Vuelve a haber un muro entre mi mundo laboral y mi yo saludable, esta vez en forma de cortina blanca.
Son apenas las ocho y diez, acabo de salir de guardia. 'Ya sabes, cuando venga el médico', la espera dice. Habla la voz de la experiencia, una mujer que, casualidades de la vida, me acunó entre sus brazos durante mis primeras horas de vida.
Empiezas y acabas en un hospital, aunque en mi caso parece que voy a tirarme toda la puta vida entre batas blancas.
Veo gente de prácticas, rostros imberbes que deberían ansiar el pinchar y sin embargo solo bostezan; por eso me sorprendo al verla entrar en mi box, el número 12, con aire decidido. Está algo regordeta, es morena y tiene el pelo mal recogido cayéndole por los rechonchos hombros. Sé por donde va a ir:
'De dónde eres, Javier?', y en esa voz resolutiva, sin mirarme a la cara, incluye una suerte que me hace extranjero sin saber muy bien por qué, como si estuviera en algún lugar de paso tipo Ibiza o hubiera vuelto a alguno de mis exilios.
'Has visto mi apellido y no te has podido estar de preguntar, verdad?' Se gira abruptamente, como si descubriese un gran secreto:
'Soy de aquí, mi padre es oscense, de un pueblucho de Monzón. Y tú, de qué parte eres?'
La verdad es que estoy acojonado. Por suerte, mi sueño y el cansancio acumulado mitigan esa horrible sensación de estar a merced de alguien, esa vulnerabilidad. Incluso en esas me permito el lujo de ir de listo.
Como últimamente en mis rutinas, solo hay ancianos aquí. Todos hablan de lo mismo. En las casillas que mi estudiante rellenaba había espacio para el Sintrom, la diabetes y otras bondades propias de la edad. Yo respondo que NO a todo, cosa que por cierto no atenúa la insularidad que me provoca este lugar. Bizqueo amablemente y me deja en paz, qué respiro. Su acento la delata.
Hacerse viejo no es muy recomendable; en temas de salud, todo me retrae a ese estadio futuro e irreversible. En cierto sentido, los abueletes que ya no son autónomos no se diferencian mucho de los primeros problemas de fin de juventud que puedas tener: entrar en el círculo vicioso de pruebas, visitas, médicos insolentes, enfermeros novatos, dolor. Conversaciones de supermercado, esperas interminables, los recortes en sanidad. Y todo el mundo con los nervios a flor de piel. Y, en esos espacios, todos somos iguales, conejillos que se disponen a donar su integridad en espera de una vida más placentera, en espera de una vida sin dolor.
Hacerse viejo no es muy recomendable; en temas de salud, todo me retrae a ese estadio futuro e irreversible. En cierto sentido, los abueletes que ya no son autónomos no se diferencian mucho de los primeros problemas de fin de juventud que puedas tener: entrar en el círculo vicioso de pruebas, visitas, médicos insolentes, enfermeros novatos, dolor. Conversaciones de supermercado, esperas interminables, los recortes en sanidad. Y todo el mundo con los nervios a flor de piel. Y, en esos espacios, todos somos iguales, conejillos que se disponen a donar su integridad en espera de una vida más placentera, en espera de una vida sin dolor.
Luego está el parque. Ay, el jodido parque. No tengo bastante con soportar miradas que señalan mi lejanía provinciana, no. Nadie quiere sufrir. Es el mantra de la humanidad: sí, pero sin sufrir. Sí, pero desde el sofá. Cuando bajo solo con el niño lo paso mal. No sé cómo moverme, mi cuerpo debe ser rígido como una puta mole de cemento, no encuentro el modo de no parecer fingido. L., mi bebé, está en constante movimiento, así que yo le ando detrás mientras intento que el ridículo de un pelotazo no me sobrevenga, quedando así expuesto a mis vergüenzas. Puede que levante el mentón saludando con algún sonido gutural de añadido como mucho, no intervengo demasiado. L., que es el jodido único niño de dos años que quiere jugar con los de diez y roba las pelotas de todos, se lo pasa en grande, ajeno a mi incomodidad permanente.
La veo venir de lejos, con el rictus más que serio, es una madre que viene directa hacia mi, hacia nosotros. No me da tiempo a pensar mierda, préparate:
(...)
Que li dona la pilota al meu nen? Me dice, enfadada. Como yo solo observo, noto que no me suena de nada y que puede que le molesten cosas que no vienen a cuento. Parece realmente irritada.
Sí, clar, tot i que bueno, és difícil, y suelto una carcajada.
Ah si bueno difícil... recriminando.
Me quedo atónito. Coge la pelota, al niño, se da la vuelta y se marchan del parque. Yo como un tonto, pensando que los niños cogen los juguetes del resto de niños, sobre todo los de los demás. ¿Qué tienen que decir los padres a eso? ¿No es algo natural, algo como para no intervenir, como genitores? Que haya visto de todo no significa que no siga sorprendiéndome. Y cuando escribo esto pienso en los gemelos que van al parque con sendas gorras y gafas de sol. Me los imagino ahora en verano con la cara embadurnada de crema, protección cincuenta. Pero no les juzgo, eh, solo que yo no quiero ser así.
Le cojo la matrícula y rabio por dentro. Cada padre es un jodido mundo, me digo, no vale la pena intervenir. Luego soy capaz de rebuscar entre mi mierda el mantra que tengo que interiorizar para intentar invertir la tendencia: deixo enrere el passat i estic en pau ara i aquí. Deixo enrere la ràbia, el dolor i el neguit del passat i estic en pau ara i aquí.
Dejar atrás el pasado. Olvidar toda la ira y rabia acumulada, encajonar estos sentimientos negativos en algún rincón de mi ser y tirar la puta llave a tomar por culo.
Decisiones como no volver al puto parque yo solo, hablar menos. Escuchar sin desconectarme, eliminar esos malditos muros blancos y esperar al segundo grado sin que mi yo saludable se resienta.
Ya son casi las diez. Me voy a desayunar a la granja que está justo al lado del bar donde empezó todo. Como rápido, ya no soporto estar solo, ni siquiera me acabo el batido. Esta noche tengo que volver.
La veo venir de lejos, con el rictus más que serio, es una madre que viene directa hacia mi, hacia nosotros. No me da tiempo a pensar mierda, préparate:
(...)
Que li dona la pilota al meu nen? Me dice, enfadada. Como yo solo observo, noto que no me suena de nada y que puede que le molesten cosas que no vienen a cuento. Parece realmente irritada.
Sí, clar, tot i que bueno, és difícil, y suelto una carcajada.
Ah si bueno difícil... recriminando.
Me quedo atónito. Coge la pelota, al niño, se da la vuelta y se marchan del parque. Yo como un tonto, pensando que los niños cogen los juguetes del resto de niños, sobre todo los de los demás. ¿Qué tienen que decir los padres a eso? ¿No es algo natural, algo como para no intervenir, como genitores? Que haya visto de todo no significa que no siga sorprendiéndome. Y cuando escribo esto pienso en los gemelos que van al parque con sendas gorras y gafas de sol. Me los imagino ahora en verano con la cara embadurnada de crema, protección cincuenta. Pero no les juzgo, eh, solo que yo no quiero ser así.
Le cojo la matrícula y rabio por dentro. Cada padre es un jodido mundo, me digo, no vale la pena intervenir. Luego soy capaz de rebuscar entre mi mierda el mantra que tengo que interiorizar para intentar invertir la tendencia: deixo enrere el passat i estic en pau ara i aquí. Deixo enrere la ràbia, el dolor i el neguit del passat i estic en pau ara i aquí.
Dejar atrás el pasado. Olvidar toda la ira y rabia acumulada, encajonar estos sentimientos negativos en algún rincón de mi ser y tirar la puta llave a tomar por culo.
Decisiones como no volver al puto parque yo solo, hablar menos. Escuchar sin desconectarme, eliminar esos malditos muros blancos y esperar al segundo grado sin que mi yo saludable se resienta.
Ya son casi las diez. Me voy a desayunar a la granja que está justo al lado del bar donde empezó todo. Como rápido, ya no soporto estar solo, ni siquiera me acabo el batido. Esta noche tengo que volver.
Ya es primavera y llevo una semana tosiendo (mi quinto constipado).
Y es que hacerse viejo apesta, joder.
jueves, 26 de marzo de 2015
martes, 24 de marzo de 2015
LOS RETRETES DE LA IRA
Cuando me miro tras la ventana de otro en esas nuevas cámaras que nada ocultan me disgusto profundamente y se acentúa en mi esa sensación de disminución física que tanto me atormenta.
Cuando me miro hay vergüenza, pienso, hostia, pero qué mal.
A veces me pregunto que vio en mi. Estaba destinado a acabar solo y apareció de repente entre la mediocridad de una vida burguesa. Odiaba el desorden, usaba en exceso un perfume de los caros. Irradiaba feminidad. Llevaba unos tacones demasiado altos para su envergadura, los lucía con orgullo.
A veces solo un par de respuestas que no encajan, un día feo en el trabajo, y todo se vuelve cuesta arriba. No sabes por qué, si será la puta primavera, el fin del frío con lo bien que llevo mi chaquetón, una mala semana sin más. Todo se ve envuelto por una aura oscura y tendenciosa, con lo que la salida rápida y natural se convierte también en la más eficaz.
La ira. Estar enojado constantemente como modo de vida, no solo tras un mal trago. He tratado de ser consecuente con los años, bajar el nivel de irritación. El problema es que fui una estrella precoz, un chico popular; el verano pasado tuvimos una boda de la prima de L. en E. B., cerca de mi territorio. Allí, tras un primer análisis no muy exhaustivo, distinguí una presencia familiar que asociaba a ese pasado 'triunfal' que comentaba. Era una chica, conocida de vista, puede que amiga de alguna a la que rozamos o vilipendiamos, qué sé yo. El caso es que tras un par de copas y problemas para mantener la compostura, se oyó un comentario sobre mi salido de su boca. Dijo mi apellido, exclamó, es bastante gilipollas, todo un 'sobrao'.
A veces solo un par de respuestas que no encajan, un día feo en el trabajo, y todo se vuelve cuesta arriba. No sabes por qué, si será la puta primavera, el fin del frío con lo bien que llevo mi chaquetón, una mala semana sin más. Todo se ve envuelto por una aura oscura y tendenciosa, con lo que la salida rápida y natural se convierte también en la más eficaz.
La ira. Estar enojado constantemente como modo de vida, no solo tras un mal trago. He tratado de ser consecuente con los años, bajar el nivel de irritación. El problema es que fui una estrella precoz, un chico popular; el verano pasado tuvimos una boda de la prima de L. en E. B., cerca de mi territorio. Allí, tras un primer análisis no muy exhaustivo, distinguí una presencia familiar que asociaba a ese pasado 'triunfal' que comentaba. Era una chica, conocida de vista, puede que amiga de alguna a la que rozamos o vilipendiamos, qué sé yo. El caso es que tras un par de copas y problemas para mantener la compostura, se oyó un comentario sobre mi salido de su boca. Dijo mi apellido, exclamó, es bastante gilipollas, todo un 'sobrao'.
Desde luego, para L. es como si le hubiera ocultado parte de mi, y no pude si no dejar escapar una carcajada y mirarle con expresión 'fue hace veinte años, reina, era un crío', por no decir que el testigo no era para nada fiable y que, qué cojones, no venía a cuento dar explicaciones sobre semejente chorrada.
No tuve que esforzarme demasiado pero me molestó la escena, como si nunca entendiera por qué la gente es incapaz de comportarse con normalidad o, simplemente, como se espera de alguien educado.
La gente nos conoce. Mi hice un nombre justo antes de tener que seguir demostrando mi valía constantemente aunque todavía quedaran reválidas. La presión que me autoinfrinjo es tan dañina que algunos han llegado a creer que se trataba de otra persona, como si en vez de ser yo fuera alguien nuevo, como si existieran dos de mi. Entonces lucharía con la identidad y sonreiría al recordar los heterónimos del gran Fernando Pessoa, adalid de los problemas interiorizados y las esponjas de almacén.
Siempre he pensado que el mejor psicólogo es aquel que puede beberse.
Cuando paro un momento, me miro y observo las gotas caer al lavarme la cara con agua helada, se acentúa en mi esa sensación de estar por encima del bien y del mal; dudo de la medicina occidental y hasta me permito entrar a discutir las bondades del karma y el camino del samurái. Reconociendo estar al borde del abismo, psicológicamente estoy tan perdido que ojalá pudiera abrirme y dejar de pensar en chorradas como no me gusta su aspecto o si no eres castellano parlante mejor lo dejamos; al poner trabas a mi salud mental, lo único que estoy transmitiendo es pocas ganas de salir de este trago que ni siquiera me afecta a mi directamente.
Odio ver esta mierda, odio mirarme en los retretes de medio mundo y no ver nada más que puta ira estallando a cada paso, esquina tras esquina.
Siempre he pensado que el mejor psicólogo es aquel que puede beberse.
Cuando paro un momento, me miro y observo las gotas caer al lavarme la cara con agua helada, se acentúa en mi esa sensación de estar por encima del bien y del mal; dudo de la medicina occidental y hasta me permito entrar a discutir las bondades del karma y el camino del samurái. Reconociendo estar al borde del abismo, psicológicamente estoy tan perdido que ojalá pudiera abrirme y dejar de pensar en chorradas como no me gusta su aspecto o si no eres castellano parlante mejor lo dejamos; al poner trabas a mi salud mental, lo único que estoy transmitiendo es pocas ganas de salir de este trago que ni siquiera me afecta a mi directamente.
Odio ver esta mierda, odio mirarme en los retretes de medio mundo y no ver nada más que puta ira estallando a cada paso, esquina tras esquina.
viernes, 6 de marzo de 2015
MI CANTANTESSA
Carmen Consoli es mi cantantessa.
La descubrí buscando música para mi exilio italiano en 2006, año en que publicó Eva contro Eva. Su voz y sus melodías eran claramente diferentes al pastel italiano típico según la Pausini o lo folclórico de la Carrà y, en un año de decepciones tras las esperas de Tool y Deftones, Carmen encajó en mi mundo a la perfección.
Antes de nada debo reconocer algo: las buenas voces femeninas, a ser posible con pocos instrumentos (léase, guitarra o piano), me ponen. Me llegan a los adentros como pocas cosas. Por eso tengo en un altar a la Pérez Cruz también.
Mi relación con la Consoli empezó con buen pie, pues. Escuché ese disco hasta la saciedad y luego conseguí los otros; Confusa e Felice, Mediamente Isterica, Stato di Necessità y L'Eccezione. El primero no lo tengo y al que vino después en 2009 (Elettra), apenas le presté atención.
La sensación de cercanía para con ella era debido a una mezcla de su folkpoprockero con su aire de señorita frágil y muñeca de porcelana. Evidentemente, el eco mediático que me llega aquí no es ni un cuarto del que hay en el Belpaese pese a la globalización y la cercanía de las redes sociales; pienso en el festival de San Remo, en el sentido de que hay años que me llegan muchas cosas y otros en los que apenas me entero aunque intente seguirlo de alguna manera. Me refiero a que aquí pongo la radio o la tele y te amorran las novedades del panorama musical español. No tengo una vida social virtual tan activa como para saber lo que se cuece en Italia a cada instante porque me gusta tocar de pies en el suelo y es algo que suelo reservar para cuando visitamos el país transalpino y nos empapamos del momento en el lugar (y Radio Italia no es fiable porque aburre con sus clásicos). Vamos, que no es lo mismo que estar allí.
Carmen es siciliana, de Trapani. Recuerdo cuando estuve en Palermo haber mantenido una conversación en un café con un nativo sobre ella, sobre como cultivaba una imagen de diva sexualmente ambigua. Según él, era una estrategia puramente comercial. Yo le replicaba que era lo que se llevaba (en España se había aprobado recientemente el matrimonio homosexual) y que no me parecía mal si su objetivo era ampliar su público, respondiendo a criterios artísticos. Al final de todo, una cantautora o grupo puede dedicarse a sacar un disco cada 2 años siguiendo una línea recta sin salirse del patrón; la catanesa en ese sentido es más una artista, ya que cada nuevo trabajo refleja unas ideas o estados de ánimo, englobándolos en un bien mayor: un bloque temático único, muy al estilo del rock progresivo de los 70.
Yo lo veo así y así entiendo también el proceso de creación artística. La vida son ciclos, etapas que se van quemando irremediablemente.
Diría que la cantantessa mezcla estilos, música popular con rock, pero que sobretodo es esa cotidianidad lo que la hace diferente, lo que le define. Como decía antes, la imagen que yo me he creado de ella puede estar alterada o sujeta a arbitrariedades, lo asumo. Y, justo ahora que presenta su octavo disco, L'Abitudine di Tornare, vuelvo a ella entregándome a su dulce voz, escrutando cada uno de sus movimientos cuando, por ejemplo, acude a la redacción de La Repubblica en Florencia y las veintipico personas que la reciben (periodistas, supongo) la observan igual de atentos que yo.
Carmen ha sido recientemente madre y eso se nota. La maternidad te cambia y parece que la canción Questa Piccola Magia es la que homenajea ese vaivén vital aunque todo el disco tenga ese aroma. Los años pasan y sus cuarenta son como mis 35 y mi pequeño príncipe: la llegada de la jodida madurez. Cuando la veo llegar con sus pantalones entallados de pinzas, sus taconazos y su camiseta de marinera con el pelo recogido no puedo más que sentir un puto escalofrío que me revuelve las entrañas mientras pienso, 'mierda, sé de alguien que está pasando por un momento similar, fijísimo'. Y es esa identificación, esa asimilación, lo que te da cuerda y anima y hace el camino más llevadero (el comprobar que no andas solo). Puede que definiera el arte o la creación artística externa así. La interna tiene que ver más con el vómito o con el boxeo.
No es que los discos sean muy diferentes entre ellos pero, si tuviera que elegir uno, sería el directo de L'Amfiteatro e la Bambina Impertinente, un greatest hits grabado en Taormina en 2001. Puedo sentir la magia de esa noche, me traspasa cada vez que lo escucho.
Carmen Consoli, mi cantantessa... nueve años después (versión 2015).
domingo, 22 de febrero de 2015
LA PAZ
Tras diez meses en el servicio más especial del hospital, todavía sigo buscando la paz.
Mi paz, pero, tiene más que ver con la 'búsqueda', algo más bien abstracto y, hasta que se demuestre lo contrario en relación a lo que voy a contar, muy banal.
Hay dos pacientes de la zona que han dejado de buscar. Se les acabó el elegir. Aquello de seguir luchando, seguir hacia adelante, se acabó para ellos. Ha quedado demostrado que su visión de la pax estaba contaminada.
Hay dos pacientes de la zona que han dejado de buscar. Se les acabó el elegir. Aquello de seguir luchando, seguir hacia adelante, se acabó para ellos. Ha quedado demostrado que su visión de la pax estaba contaminada.
R. L. H. decidió casi desde el principio no luchar. No había guerra para él. Llegó en agosto y seguí su caso desde el primer momento. Nunca nadie le echó la culpa por arrojar la toalla ante la certeza de un destino cruel e ingrato como el suyo. Siempre me sentí atraído por él, por su desgracia. No podía no preocuparme por él, era imposible ir a trabajar un día tras otro sin pensar en ir a saludarle cuando estaba o en ofrecerle unos segundos, sin incordiar; luego, tus superiores te acechan y te preocupas por no atraparte la faena y miras con falsa empatía el agobio en el rictus de tu compañera mientras piensas en tu violenta visión del mundo y tienes que hacer verdaderos esfuerzos por ocultar al choni que llevas dentro.
Se moría, joder, y estaba ocurriendo justo delante de nuestras putas narices. Cómo coño se puede vivir con eso?
Bueno, claro, no hay más remedio. Todavía muchos me dicen que serían incapaces de trabajar en un servicio semejante, mi L. incluida. Recuerdo que la jefa solía preguntarme, al principio sobre todo, si me afectaba. Es como cuando ves a alguien en carnaval que no va disfrazado, y le preguntas. Y el muy capullo te responde que no, que el ya va disfrazado todo el año...
Obviamente, su mujer soporta todo el peso del cielo. Ella es la auténtica luchadora, la que pese a todo se queda aquí, a seguir. Él se ha ido, su hija D., nacida en octubre, también se va a quedar y va a necesitar una motivación de altura. Un puto drama sin parangón, vamos.
Obviamente, su mujer soporta todo el peso del cielo. Ella es la auténtica luchadora, la que pese a todo se queda aquí, a seguir. Él se ha ido, su hija D., nacida en octubre, también se va a quedar y va a necesitar una motivación de altura. Un puto drama sin parangón, vamos.
Imagínate esa casa hoy, mañana o pasado. Imagínate de aquí veinte putos años. Cómo te recuperas de un golpe así? Cómo le cuentas a tu hija que tu padre murió poco después de que tú nacieras??
El cáncer le devoró las entrañas y la vida le ha sesgado la posibilidad de ver crecer a su hija. Por qué yo? Y qué hay de sus padres? Cómo puede un padre sobrevivir a su hijo? Es la puta clase de lógica que rige el universo desde tiempos inmemoriales y que no tiene nada que ver con ningún puto Dios bondadoso y protector.
La naturaleza es cruel. El mundo es cruel. No hay paz. Tenía treinta y un años y toda una vida por delante.
Pocos días antes de irse, hablé brevemente con su esposa. Le expresé mi cercanía y no pudo reprimir el llanto tras decirle que mi futura hija se llamaría como la suya. No es un homenaje impostado, solo quería que supiera que no estaba sola y, de paso, advertirle de que nadie está a salvo y que la culpa no tenía nombre.
A. S. C. rondaba la setentena. Todo un gentleman, no había día en que no pasara a saludarnos a compartir unas palabras. En Navidad trajo cava, dulces y un montón de simpatía y buenos deseos. Venía siempre con su ejemplar de Mundo Deportivo, dispuesto a comentar los desajustes tácticos del Barça y el límite de supervivencia del Básquet Manresa (TDK para mi aun). Sufría un insoportable dolor en cierta parte trasera, producto de su enfermedad. Tenía muy mal pronóstico pero jamás perdía la compostura; puede que el tembleque de sus cuidadas manos sólo se debiera a la medicación, ya que su exquisita educación no le permitía salirse de los postulados burgueses menos excluyentes.
Ironizaba con su final. Yo le animaba a seguir, a sobreponerse al sufrimiento, incapaz como soy de llegar a un límite así. Teníamos cosas en común. Hizo todo lo que estuvo en su mano para sobrevivir e incluso me habló de Boston, pero no fue suficiente.
No hace falta dejar de ser buen profesional por parecer demasiado cercano. A veces estamos tan preocupados en salvarnos el culo y en estar a la defensiva 'por si acaso' que acabamos olvidando el por qué de trabajar en sanidad y su finalidad.
Tras diez meses en oncología, he vuelto a la primera línea de combate. 'De nuevo en las trincheras', como diría el dramaturgo inglés. Pierdo lo humano, los lugares comunes sobre las desgracias ajenas y el aquello de tirar p'alante y me pongo una venda y voy a olvidar esa palabreja fea que es metástasis, ya puestos; me llevo para mi búsqueda la verdadera esencia de la vida (entendida según los postulados de nuestra raza en el cosmos), una vuelta al origen del todo. Como cuando te mira un niño con ilusión, como cuando lo has perdido todo, incluso la esperanza de seguir respirando.
El espíritu. Lo auténtico.
La jodida paz.*
*ESCRITO DEDICADO A LA MEMORIA DE R. L. H. y A. S. C.
REQUIESCAT IN PACE.
*ESCRITO DEDICADO A LA MEMORIA DE R. L. H. y A. S. C.
REQUIESCAT IN PACE.
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