martes, 10 de noviembre de 2015

FÁBULAS RELATIVAS

Al final, lo que de verdad importa es medible solo cuando llegas a casa. La vida se rige por el momento en que abandonas tu 'yo' social y metes la llave en la cerradura.
La ciudad suele recogerse entonces y, con ella, sus atribulados ciudadanos.
Si te encuentras contigo mismo y, en la soledad de una ducha relajante, en el silencio de la nocturnidad de tus cuatro paredes en las que eres tú al cien por cien, actúas como eres en realidad sin costuras ni máscaras de ningún tipo, pues cojonudo. Eso sí... cuánto tiempo podrías aguantar así? Está hecho el ser humano para vivir en soledad? Si excluimos a los sociópatas de la ecuación, la respuesta está clara.
Si llegas a casa después de un día agobiante y nadie te espera, puedes suspirar, respirar profundamente y servirte un escocés apoyando los pies en el cheslong. Ver una buena peli, seguir con tu serie o buscar porno del malo. En cambio si llegas a casa y dos animales que no levantan un palmo del suelo se abalanzan sin compasión sobre ti, tirándote y recordando que tu espalda ya no está para muchos trotes, arrancándote una sonrisa que parece más una mueca de dolor que otra cosa, pues entonces diría que sí, que eso sí que es vida. Qué puedo decir?
Antes no tenía a nadie que se preocupara por mi, ahora tengo a tres personas y un perro que seguro que no solo se preocupan sino que además me quieren y, en parte, dependen de mi y de que yo esté ahí para ellos.
Al final, lo que de verdad importa es la cantidad de besos y abrazos que das al día. Las personas necesitan cariño, todos necesitamos cariño. Somos seres de carne y hueso, las conexiones de nuestro cerebro que llevan el tema de las emociones son las más importantes: tú no respondes igual si al cabo del día no te han dado ni un beso. 
Ser una jodida oveja es tan agotador como impersonal; la vida, qué cojones, era muy triste sin besos ni abrazos, por eso empalago a los míos todo el día. Creo un vínculo que espero alargar en el tiempo, y no solo basado en la sangre o en las compañías. El trabajo, el día a día, tu jodida vida espiritual y la carrera laboral... son apenas las costuras de lo que subyace a la herida de la consciencia de saber que uno está vivo. Porque cuando menos te lo esperes volverás al hoyo y, cuando le veas las orejas al lobo y eches la vista atrás, lo único que querrás saber es si fuiste capaz de amar, y de si lograste ser correspondido en algo tan relativo como el tiempo y el espacio. 

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