jueves, 11 de julio de 2013

EL VALHALLA


El destierro.
Cuando se confirma, un halo de luz acude a ti con estruendosa claridad y las puertas del Valhalla se abren de par en par; mi mundo se estaba desmoronando, ya no aguantaba más. Los motivos surgen como churros, por doquier: estaba al límite de mi capacidad de aguante, no había por donde cogerme.
Necesito urgentemente un cambio.
¿Te suena familiar?
Súmale un par de fiestas con drogas y desfases horarios y estarás listo; hay que mantenerse dentro de la luz, aunque por cierto lo nuevo de Standstill no me apasione (excepto 'Adiós, Madre, Cuídate' y 'Tocar El Cielo'). Al cargarte de energía negativa, los días no pasan, son eternas condenas a galeras. Torturas poco piadosas que te minan lentamente y destruyen tu capacidad de regeneración en un contexto de supervivencia como el actual, que para algunos es una losa de peor digestión (por ficticia, se entiende). Los cambios siempre vienen bien, pero algún día hay que parar (¿al encontrar tu salón ideal?) y no dinamitar constantemente lo construido como excusa o modus operandi cíclico. Si te vas, que sea porque puedes, no con una mano delante y otra detrás, como suele decirse. Ya tendrás tiempo para volver y decidir si nunca es tarde o si la vida es demasiado breve.
Así solía ser yo; hoy, en mi garita, siento que 'Vikings' colma mis necesidades mientras -como diría Alaska- miro la vida pasar y disfruto del momento. Tengo quebraderos pendientes, nada grave, si bien no dejo de pensar en el drakkar de Oseberg que me deslumbró en Oslo y en las buenas nuevas de este esplendoroso julio. Con mi amigo noruego por la zona, me pregunto de dónde sacaron esa fiereza que les permitió asolar y aterrorizar a media Europa (para luego desaparecer en apenas tres siglos). K., medio vikingo, me fue devuelto como reverberación del camarada del Capitán Trueno, el leal Gunnar, tierna obsesión que nunca me abandonó (incluso quise llamar así a mi hijo). Desde entonces, siempre miro hacia allá arriba con interés y cierta nostalgia, sobre todo con los casos de Breivik y la baja maternal de 9 meses de su compañera, C. No me olvido de Vigeland ni de Munch (la aplicación de TV3 para Apple reza,'no es un sueño, son tus vacaciones', o algo así), al que fui respetuosamente a saludar, ni de esa capacidad guerrera -escondida, hoy- para afrontar los problemas de la vida; el Valhalla es el Paraíso de los vikingos, pero allí no hay ningún vergel ni una felicidad bucólica que se preste a una versión dionisiana del más allá (frívola, digo). El Valhalla es un salón donde los guerreros caídos elegidos por Odín se preparan para la lucha final y el inexorable apocalipsis, el Ragnarök.
Cosas de la paciencia y los descontentos propios de nuestra era: no todos nos conformamos y luego pasa lo que pasa. A. debe de ser un soldado de los dioses, ya que ha decidido no detenerse y probar suerte. No es un destierro, es una huída hacia adelante. Hasta cierto punto, tú haces tu propio destino. De momento vive con el nervio y la adrenalina de la antesala, veremos qué opinan los hijos de Utah; 
por lo pronto, en este jodido calor de julio ahora sí (¿qué hago yo aquí en estas fechas?), los paseos con los cochecitos son de lo más agradable y no hay sombra de lamento en mi corazón cuando se estremece al observar la sonrisa desdentada de mi retoño mientras busco cómo convertirla en carcajada y me deshago entre promesas de un futuro bañado por el amor y las travesuras del príncipe de mi Valhalla -en vida, dentro de la luz- particular.*
* Felicidades, Junior!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No seas indiferente.