martes, 15 de noviembre de 2011

HORIZONTES: DE AMIGOS Y MENTIRAS (1ª PARTE)


No soy capaz de vislumbrar nada más allá de hoy pese a que me organice el tiempo por semanas ya desde hace mucho, sobre todo gracias a mi agenda moleskine anual. Sin embargo, lo que principalmente pretendo en esta serie de escritos que titulo 'Horizontes', es plantear mi visión sobre el futuro más inmediato con el más lejano en perspectiva.
En este primer bloque, debería abordar el tema de la amistad y los viejos mitos con simpleza introspectiva –producto de una tendencia claramente definida- pero se me antoja imposible, como igual de complicado sería restarle importancia a temas que se ven abocados a terrenos pantanosos (tras una larga caminata por arenas movedizas).
Laura es la que mejor podría ilustrar esta situación que me dispongo a relatar. Ella asiste desde fuera, y extraña la absoluta clarividencia con la que trata tan espinoso tema: sin distancia apenas –la objetividad no es patrón bajo mi techo- pero con la ingenuidad de la que se sabe nueva en estas lides, es capaz de sentenciar en una sola frase años enteros dedicados a la cuestión. En una conversación casual con sus amigos, le oí decir la palabra ‘secta’ al referirse a nosotros como grupo, y lo hizo sin ningún pudor. Como espectador puro, y tras el encuentro del Día de los Muertos en el hostal del campo, llegué a no pocas conclusiones harto dolorosas que desmitificarían todo lo vivido.
No tenemos recuerdos nuevos. Nos unen los viejos, los encargados de, curiosamente, recordarnos a nosotros mismos como entes particulares dentro de un todo. Teníamos un piso, uno que prácticamente usábamos como local social. Cada uno tiene su propia idea sobre lo que pasó allí a lo largo de los años, yo tengo la mía. Para mi fue un punto y aparte en lo que respecta a la comprensión del mundo tal y como lo contemplamos hoy. Destacaría el humo de la herramienta y puede que la gran explosión de 2003. Tengo fotogramas clarísimos de lo que pasó aquél día, el día que acabé explotando.
Ellos nunca se han ido, siempre han estado ahí. Pero ahora la cosa es diferente. Con los gemelos, otro en camino y cuarenta kilómetros de distancia, la cosa se complica. Hay menos ganas de hacer lo que solíamos y el cuerpo ya no acompaña. Cuesta más dar el brazo a torcer: las prioridades han cambiado. ¿Cómo sobrellevar eso? Es ley de vida, oigo, pero aquél nexo que rozaba lo psicopático, junto con la distancia -o lejanía, según se mire-, rechaza cualquier excusa barata para ampararse directamente en los cánones de una mediocridad acomodada. Si no nos vemos es porque no queremos.
¿Cómo acostumbrarse? Conllevaría aceptar de buen grado que el tiempo nos vence irremediablemente, que no tenemos facilidad para adaptarnos al cambio y, sobre todo, que no sabemos cómo hay que madurar. No es lo mismo asumir algo con previa concienciación (macerado en la impecable barrica de roble) que encontrarte una avalancha en la fría montaña sin comerlo ni beberlo así de repente. El tiempo, ese enemigo implacable, se encarga de echarnos un cable muy de vez en cuando; la experiencia acumulada ayuda a superar traumas y los efectos devastadores de algunas tormentas, pero no te enseña a procesar fácilmente los cambios ni a envejecer con dignidad.
Una de las mentiras más habituales sobre la amistad es la que excluye al grupo del resto del mundo. Reconocí ésa como nuestra máxima debilidad casi desde el principio, pero la energía era demasiado poderosa; la fuerza que se originaba en el interior nos aislaba de la sociedad y ayudaba a formar  futuros degenerados y lazos eternos, pero también creaba un lenguaje y un folclore que sólo nosotros podíamos descifrar, puesto que el resto de la gente era idiota. Buscamos un par de referentes claros, cogimos un poco de aquí y algo de allá, refinamos nuestros caracteres y al carajo, objetivo conseguido. Habíamos creado un puto clan.
De todo aquello hoy no queda mucho. Todos tenemos un plan, y aquél perteneció, en parte, a una época más temprana. E importante, probablemente la que más; según el proceso, hoy somos como una especie de matrimonio polígamo que celebra sus bodas de porcelana entre el recelo y las experiencias compartidas, fórmula que nos permite mirar hacia adelante con orgullo y responsabilidad pase lo que pase.
Fuera de la banda, que son con los que comparto mi puesta a punto, existen algunos seres imprescindibles que no pienso menospreciar nunca. Uno de ellos consiguió que dejara de escucharme el día que me lo echó en cara y empezase a mirar a mi alrededor. Como buen talibán nacido, sin su ayuda no hubiese sido posible percatarse del sentido negativo del sectarismo latente; dentro de ese espectro, quizá un poco más amplio, confidentes pasados y algún que otro barceloní pululan por mi círculo de vez en cuando. Si por mi fuera, no tendría inconveniente en que siguieran aquí al lado toda la vida, pues la mayoría me tele-transportan al origen de la persona que ha ido mutando hasta el momento de escribir estas líneas.
Es un error pensar lo poco que nos queda sólo en pareja o con familia según cada uno. No por dejadez amanece más pronto, ni tampoco se cuentan los segundos mejor con escasez de miras. No nos queda mucho, y podría llegar a ser bastante inútil admirar y atender con premura, ciertamente, pero ni tan siquiera el ermitaño desea el retiro a tiempo completo porque es insustancial al género humano. ¿Qué diablos haríamos en la artificialidad de la soledad? Hay que dejar atrás rencores y malas influencias para reflexionar un momento y no perder ni un instante en lamentos y balas perdidas. Tú sabes quién está y quién seguirá ahí llegada la hora.
La amistad es la razón desprotegida por el ocio. Los amigos se cuecen en las entrañas. Aprendo de ellos como espero que ellos lo hagan de mi pero sin esperarlo absurdamente a cambio. Pueden ser sustitutivos de familiares o incluso de órganos o músculos del cuerpo humano. Tener un amigo significa confiar, algo no compatible con la muchedumbre ni con los mil ‘conocidos’ que te vas encontrando. Puede que un amigo no porte tu misma sangre (ritos aparte), pero sí que puede decirte quién eres y hacia dónde vas.
Y eso no se puede perder jamás, aunque no sea capaz de vislumbrar nada más allá de esta lluviosa noche de otoño.


4 comentarios:

  1. yo soy un amigo virtual, ergo mi pregunta es....de verdad te gusta burbury? o como se llame,
    esto no puede hacabar asi..

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  2. Un amigo no solo te puede decir quien eres, a donde vas, sino que también te acompaña en el camino, para de vez en cuando recordarte otra vez; quien eres y a donde vas...
    Por cierto quien eres?
    Fdo: Raul.

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  3. Te entiendo, creo. Mi pasado es muy diferente al tuyo. Solo confio enteramente en la família y en mi mujer. Cuando era muy joven estuve en un círculo que mitifiqué, pero no duró lo suficiente como para hacer unos lazos tan fuertes como los tuyos. Nunca te bañas en el mismo río. Todo cambia. Quizá esta noche no seas el mismo de ahora. Y visto desde el extremo, nacemos solos y morimos solos. Pero somos seres sociales. Intento buscar el equilibrio entre los dos puntos. A veces he confiado en gente que acababa de conocer y a la inversa. Creo que es bueno que hayas vivido tan buenas experiencias con tu clan, que hayais crecido , evolucionado, criticado, reido... hecho un mundo propio. Eso ahora no está perdido. Lo teneis grabado. Es vuestra identidad. Tomatelo con calma, disfruta de los cambios. Tambien es bueno que quieras reunirlos, pero no sufras por eso. Creo que sería bueno para ti no aferrarte tanto en el pasado. Sigues siendo el que eras, pero evolucionado, y lo que nos queda! Es muy fácil hablar desde fuera, lo sé. Yo quizá he tenido carencias en el sentido contrario, y tampoco es bueno. Equilibrio. El vecino de al lado.

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  4. Aclaracion: el vecino de al lado, el xavi, vaya

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