No soy capaz de vislumbrar nada más allá de hoy pese a que me
organice el tiempo por semanas ya desde hace mucho, sobre todo gracias a mi
agenda moleskine anual. Sin embargo, lo que principalmente pretendo en esta serie
de escritos que titulo 'Horizontes', es plantear mi visión sobre el futuro más
inmediato con el más lejano en perspectiva.
En este primer bloque, debería abordar el tema de la amistad
y los viejos mitos con simpleza introspectiva –producto de una tendencia
claramente definida- pero se me antoja imposible, como igual de complicado
sería restarle importancia a temas que se ven abocados a terrenos pantanosos
(tras una larga caminata por arenas movedizas).
Laura es la que mejor podría ilustrar esta situación que me
dispongo a relatar. Ella asiste desde fuera, y extraña la absoluta clarividencia
con la que trata tan espinoso tema: sin distancia apenas –la objetividad no es
patrón bajo mi techo- pero con la ingenuidad de la que se sabe nueva en estas
lides, es capaz de sentenciar en una sola frase años enteros dedicados a la
cuestión. En una conversación casual con sus amigos, le oí decir la palabra
‘secta’ al referirse a nosotros como grupo, y lo hizo sin ningún pudor. Como
espectador puro, y tras el encuentro del Día de los Muertos en el hostal del
campo, llegué a no pocas conclusiones harto dolorosas que desmitificarían todo
lo vivido.
No tenemos recuerdos nuevos. Nos unen los viejos, los
encargados de, curiosamente, recordarnos a nosotros mismos como entes particulares
dentro de un todo. Teníamos un piso, uno que prácticamente usábamos como local
social. Cada uno tiene su propia idea sobre lo que pasó allí a lo largo de los
años, yo tengo la mía. Para mi fue un punto y aparte en lo que respecta a la
comprensión del mundo tal y como lo contemplamos hoy. Destacaría el humo de la
herramienta y puede que la gran explosión de 2003. Tengo fotogramas clarísimos
de lo que pasó aquél día, el día que acabé explotando.
Ellos nunca se han ido, siempre han estado ahí. Pero ahora
la cosa es diferente. Con los gemelos, otro en camino y cuarenta kilómetros de
distancia, la cosa se complica. Hay menos ganas de hacer lo que solíamos y el
cuerpo ya no acompaña. Cuesta más dar el brazo a torcer: las prioridades han
cambiado. ¿Cómo sobrellevar eso? Es ley de vida, oigo, pero aquél nexo que
rozaba lo psicopático, junto con la distancia -o lejanía, según se mire-,
rechaza cualquier excusa barata para ampararse directamente en los cánones de
una mediocridad acomodada. Si no nos vemos es porque no queremos.
¿Cómo acostumbrarse? Conllevaría aceptar de buen grado que
el tiempo nos vence irremediablemente, que no tenemos facilidad para adaptarnos
al cambio y, sobre todo, que no sabemos cómo hay que madurar. No es lo mismo
asumir algo con previa concienciación (macerado en la impecable barrica de
roble) que encontrarte una avalancha en la fría montaña sin comerlo ni beberlo
así de repente. El tiempo, ese enemigo implacable, se encarga de echarnos un
cable muy de vez en cuando; la experiencia acumulada ayuda a superar traumas y
los efectos devastadores de algunas tormentas, pero no te enseña a procesar
fácilmente los cambios ni a envejecer con dignidad.
Una de las mentiras más habituales sobre la amistad es la
que excluye al grupo del resto del mundo. Reconocí ésa como nuestra máxima
debilidad casi desde el principio, pero la energía era demasiado poderosa; la
fuerza que se originaba en el interior nos aislaba de la sociedad y ayudaba a
formar futuros degenerados y lazos
eternos, pero también creaba un lenguaje y un folclore que sólo nosotros
podíamos descifrar, puesto que el resto de la gente era idiota. Buscamos un par
de referentes claros, cogimos un poco de aquí y algo de allá, refinamos
nuestros caracteres y al carajo, objetivo conseguido. Habíamos creado un puto
clan.
De todo aquello hoy no queda mucho. Todos tenemos un plan, y
aquél perteneció, en parte, a una época más temprana. E importante,
probablemente la que más; según el proceso, hoy somos como una especie de
matrimonio polígamo que celebra sus bodas de porcelana entre el recelo y las
experiencias compartidas, fórmula que nos permite mirar hacia adelante con
orgullo y responsabilidad pase lo que pase.
Fuera de la banda, que son con los que comparto mi puesta a
punto, existen algunos seres imprescindibles que no pienso menospreciar nunca.
Uno de ellos consiguió que dejara de escucharme el día que me lo echó en cara y
empezase a mirar a mi alrededor. Como buen talibán nacido, sin su ayuda no
hubiese sido posible percatarse del sentido negativo del sectarismo latente;
dentro de ese espectro, quizá un poco más amplio, confidentes pasados y algún
que otro barceloní pululan por mi
círculo de vez en cuando. Si por mi fuera, no tendría inconveniente en que
siguieran aquí al lado toda la vida, pues la mayoría me tele-transportan al
origen de la persona que ha ido mutando hasta el momento de escribir estas
líneas.
Es un error pensar lo poco que nos queda sólo en pareja o con familia según cada uno. No por dejadez amanece más pronto, ni tampoco se cuentan los segundos mejor con escasez de miras. No nos queda mucho, y podría llegar a ser bastante inútil admirar y atender con premura, ciertamente, pero ni tan siquiera el ermitaño desea el retiro a tiempo completo porque es insustancial al género humano. ¿Qué diablos haríamos en la artificialidad de la soledad? Hay que dejar atrás rencores y malas influencias para reflexionar un momento y no perder ni un instante en lamentos y balas perdidas. Tú sabes quién está y quién seguirá ahí llegada la hora.
Es un error pensar lo poco que nos queda sólo en pareja o con familia según cada uno. No por dejadez amanece más pronto, ni tampoco se cuentan los segundos mejor con escasez de miras. No nos queda mucho, y podría llegar a ser bastante inútil admirar y atender con premura, ciertamente, pero ni tan siquiera el ermitaño desea el retiro a tiempo completo porque es insustancial al género humano. ¿Qué diablos haríamos en la artificialidad de la soledad? Hay que dejar atrás rencores y malas influencias para reflexionar un momento y no perder ni un instante en lamentos y balas perdidas. Tú sabes quién está y quién seguirá ahí llegada la hora.
La amistad es la razón desprotegida por el ocio. Los amigos
se cuecen en las entrañas. Aprendo de ellos como espero que ellos lo hagan de
mi pero sin esperarlo absurdamente a cambio. Pueden ser sustitutivos de
familiares o incluso de órganos o músculos del cuerpo humano. Tener un amigo
significa confiar, algo no compatible
con la muchedumbre ni con los mil ‘conocidos’ que te vas encontrando. Puede que
un amigo no porte tu misma sangre (ritos aparte), pero sí que puede decirte quién
eres y hacia dónde vas.
yo soy un amigo virtual, ergo mi pregunta es....de verdad te gusta burbury? o como se llame,
ResponderEliminaresto no puede hacabar asi..
Un amigo no solo te puede decir quien eres, a donde vas, sino que también te acompaña en el camino, para de vez en cuando recordarte otra vez; quien eres y a donde vas...
ResponderEliminarPor cierto quien eres?
Fdo: Raul.
Te entiendo, creo. Mi pasado es muy diferente al tuyo. Solo confio enteramente en la família y en mi mujer. Cuando era muy joven estuve en un círculo que mitifiqué, pero no duró lo suficiente como para hacer unos lazos tan fuertes como los tuyos. Nunca te bañas en el mismo río. Todo cambia. Quizá esta noche no seas el mismo de ahora. Y visto desde el extremo, nacemos solos y morimos solos. Pero somos seres sociales. Intento buscar el equilibrio entre los dos puntos. A veces he confiado en gente que acababa de conocer y a la inversa. Creo que es bueno que hayas vivido tan buenas experiencias con tu clan, que hayais crecido , evolucionado, criticado, reido... hecho un mundo propio. Eso ahora no está perdido. Lo teneis grabado. Es vuestra identidad. Tomatelo con calma, disfruta de los cambios. Tambien es bueno que quieras reunirlos, pero no sufras por eso. Creo que sería bueno para ti no aferrarte tanto en el pasado. Sigues siendo el que eras, pero evolucionado, y lo que nos queda! Es muy fácil hablar desde fuera, lo sé. Yo quizá he tenido carencias en el sentido contrario, y tampoco es bueno. Equilibrio. El vecino de al lado.
ResponderEliminarAclaracion: el vecino de al lado, el xavi, vaya
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