miércoles, 20 de julio de 2011

O QUÉ...

Las comparaciones son odiosas, muy odiosas. Pero yo no soy muy ducho en esa mierda, nunca lo he sido.
Tras cierto tiempo insistiendo en un tema muy farragoso, un compañero de trabajo volvió a embestir anoche con la misma mierda, esa en la que no soy muy ducho:
_... Pues empieza el día 15 de septiembre, en serio. Dice que ya está harto del trabajo de aquí abajo, que no lo soporta más. ¿No te han dicho nada?
_Pues no, pero me extraña. Me lo hubiera dicho, o me hubiese enterado ya.
Empiezo a perder la paciencia, intento ser amable, llevarme bien con el populacho siempre, pero el hijoputa no deja de fastidiarme y parece haber pillado carrerilla y no querer parar. Se ríe como una alimaña, diríase que disfruta. Me da puto asco, siento puto asco.
_Pues como no te den la plaza a ti se te va a acabar el chollo, porque, seamos honestos, si no, ¿acaso estarías trabajando? O qué.
Suena el teléfono. No puedo dejar que suene mucho rato, pero me arde todo. Me ha calentado tanto y llevo tanto tiempo aguantando que debería saltarle a la puta yugular sin dudarlo. ¿O qué cojones? Un resorte conocido me impulsa a descolgar, al tiempo que el fulano desaparece dando un portazo rápido, evitando la fulgurante reacción que se había estado cociendo en mis entrañas. No puedo evitar pensar que me ha pillado con la guardia baja y que soy un grandísimo pardillo, pero eso es siempre a posteriori.
Esta noche ha vuelto a mi garita, hace poco rato. Se ha puesto a leer el periódico con un aire despreocupado muy repelente. Yo estaba presto y dispuesto, con la guadaña afilada. Qué demonios, soy conocido por no dar cuartelillo al apuntador, pensaba esta mañana. ¿Qué tendría que perder? ¿Una conversación absurda menos en el trabajo? Su labor no se relaciona directamente con la mía. Qué ganas le tenía… pero necesitaba un motivo, una frase fuera de lugar al menos. Cualquier excusa para propinarle un hachazo mortal; como si intuyera algo, si es que los memos como él son capaces de hacerlo, ha relajado su postura y hasta me ha pedido permiso para llevarse el jodido diario.
_¿Tienes mucho curro, eh? Le espeto yo en el mismo tono sarcástico que suele usar él.
_Bah, como aquellos no se sacan la faena de encima yo paso, ya me llamarán.
Como si él tuviese el poder de asegurarme el trabajo, de otorgarme la plaza. No voy a escribir que todo el mundo, aquí, piensa que es gilipollas y que le falta un hervor. Ni que ganarme un enemigo con tan poca conexión con el resto de la gente, aquí, no me perjudica en absoluto. Sin embargo y tras muchas pruebas, idas, venidas y otros contactos con el pueblo llano (aquellos que no forman parte de mi círculo, se entiende), no puedo evitar pensar en un fracaso o despiste manifiesto que me aleja del rebaño y el camino que intento seguir. Y, sinceramente, no me apetece nada volver sobre mis pasos.
Pero claro, me pregunto cosas, muchas cosas: ¿cómo un puto desgraciado se atreve a soltar semejante frase hiriente como si nada? La de seamos honestos, si no, ¿acaso estarías trabajando? O qué (undécima línea). ¿Con qué confianza -o lo que sea que le dé alas a este puto tarao- suelta esa mierda? ¿En algún momento es consciente de lo que está diciendo? ¿Lo hace con mala leche o algún tipo de maldad tragicómica, o sólo es a modo de pasatiempos tipo qué fresco que hace para el mes que estamos, no? ¿Y qué cojones sabe ese tío sobre mi vida para opinar así libremente? O qué cojones...
Intromisión es un término muy suave para definir la situación, pero me gusta esa palabra. Laura trataba de calmarme de vuelta en el coche (vols dir que no en fas un gra massa?), pero yo sólo pensaba en cortarle la cabeza a ese cabrón. No es que ya no entienda cómo alguien puede inmiscuirse así sin más, no es sólo eso. Simplemente, no puedo dejar marchar a alguien así, sin más. No hay impunidad posible. Ella lo sabe y rectifica, y yo también lo sé. Su mierda de vida tampoco es de recibo y sería un objetivo demasiado fácil a la vez que poco honorable (como recurso), mientras yo quedo al descubierto con mis vergüenzas al aire y todo lo que una vez fue aspiración queda convertido en posible broncoaspiración.
La verdad es que el episodio de anoche supeditó el resto de mis relaciones desde hora bien temprana. Me sentí inseguro y oprimido, cosa que provocó numerosas fricciones de difícil resolución. Algunas tan livianas como las referentes a mi nuevo peinado o despeinado, según quien mire. Al final, pero, ese fulano no pretendía comparar nada después de todo, ni mucho menos ser ducho en algo tan complicado para una mente tan pobre. Pero yo no soy un capullo y todo tiene un límite, no necesito que nadie me recuerde que yo sí los tengo (límites),
¡¿o qué cojones?!

2 comentarios:

  1. compañeros de trabajo...pequeñas hordas infernales!!wallace

    ResponderEliminar
  2. ¡Esa chica Braveheart! Pozí, Vane, tan cerca a veces y la mayoría a quilómetros de distancia... En fin.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar

No seas indiferente.