Las comisuras de mis labios se agrietan si aprieto fuerte los dientes mientras miro por la ventana como nieva; fuera, el frío recuerda que son treinta las veces que estuve aquí arriba esperando enrolarme en un drakkar sin remero, buscando un remedio para la tos sorbito a sorbito, calada a calada.
Y el humo del vaho de mi halo será testigo de mis horas postreras en este mundo con este dígito, justo cuando deje de preguntarme cuántos años quedarán después,