viernes, 3 de marzo de 2017

APAGÓN


Le preguntaba a mi esposa, antes de subir a acostarme, sobre si la gente estaba muy loca o era yo. Le digo: esa está muy loca o soy yo? Y me dice, sin dudar, está muy loca. Pero luego lo entronca con mis nulas capacidades sociales y todo se nubla. Lo que cuentas es ser sociable, sentencia. Y claro, yo ahí no puedo decir nada.
Eso me ha dado que pensar y luego me ha costado mucho dormirme. Y he pensado -ya que no es algo nuevo-, al carajo: apagón social. Empezaré con el móvil, borrando todas las aplicaciones. Dejando de publicar. Me he preguntado: ¿por qué publico cosas en mis redes sociales? ¿Por qué retuiteo mierdas? Si tengo algo que decir, fotos que colgar, ¿por qué no hacerlo solo en mi blog, el lugar que me define desde hace más de una década? Si es que tengo algo que decir.
No es que el programa de Salvados sobre el tema me hiciera pensar más de la cuenta, no. Hace tiempo que le doy vueltas, yo diría que desde que me paso las tardes en el parque con mi hijo mayor. El puto móvil me resulta agotador y necesito quitarme.
Mokadelic, Gomorra. Saviano. Mi ensoñación se debe en parte gracias a ellos. Llevo una maldita semana con la colonna sonora sonando sin parar, p'arriba y p'abajo. Y después de la habitación de juegos, los marrones de turno en el trabajo y el poco tiempo productivo, me he vuelto a ver en perspectiva -como una poción para la autoestima; en esa reflexión, como la necesidad de emborracharme, hallo cierta cuestión cíclica que acaba explotándome cuando la acumulación de mierda se hace insoportable. Ahí vivo estos días, si te digo la verdad. Debo superar el apagón y cierto estrés para empezar a abrir el cascarón primaveral que se nos viene encima.
No necesito saber lo que se cuece a cada instante, ni actualizar las putas redes. ¿Por qué sentimos esa imperiosa necesidad de mostrarnos? ¿Por qué nos atrae tanto la vida digital, de chismes y agachar la cabeza enganchados a ellos?
La vida de verdad no está online, la vida de verdad es otra.

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