sábado, 31 de enero de 2015

ELOGIO (DE LA ENVIDIA)

Hoy que cumplo años siento envidia, y proclamo abiertamente mi desazón.
Envidio el poder que tienes, que con un chasquido de tus dedos todo repele.
Todo el mundo respeta la displicencia que tu faz no se apresura a eliminar tras el primer contacto visual; qué lástima que a mi no me salga así, y me utilicen como a un alfil.
Tus privilegios son el motor que da alas al trabajador que se consume y acaba penalizado. Tu palabra cunde en misa lo que JC recibió por nuestros pecados, que no fue poco.
Dios, cómo te envidio. Envidio la facilidad con que sentencias atributos temporales desde tu sillón (siendo cuarenta y una jornadas poco menos que un oasis de esplendor), compañero de John Doe. La incapacidad de contradecirte y tu capacidad de reacción. Tu gestión de la presión (sin parangón).
Ojalá fuera como tú. Y abrir la puerta hasta que me apetezca, y hacer tres de trescientas sin levantar la mirada. Todos saben que luego devuelves hasta el último centavo de lo que coges prestado. 
Ay, quién fuera tú. Que haces del complot un arte y emponzoñas a quién se ponga delante sin más dilación pero sin resquemor. Que disfrazas tus carencias por beneficio de un bien común, de un bien mayor. Que descuidas el rencor por construir algo mejor, algo sin el sopor del corazón arrinconador.
Joder, y tu alegría... tu resplandor ilumina al mismo sol. Tu algarabía legendaria es, al igual que tu tesón. Irradias la misma bondad que un dinosaurio de esos de los buenos con el cuello largo, no un velociraptor asesino-cabrón. Como un elefante que se reúne con los suyos para morir en esas largas y eternas travesías por el bosque, así de entrañable te veo yo.
Tus amigos se cuentan por decenas y tus enemigos desconocen ese término para asociarlo contigo. Tu lucha será recordada y, tu secretaria -para tu deleite-, nunca fue el colmo de la paciencia ni de la educación. Es imposible que nadie te desee mal, cosa que tiene un mérito atronador.
Ay de mi, que hoy cumplo treinta y cinco años queriendo ser otra persona, queriendo ser tú.
Te envidio tanto, tantísimo, que no sé cómo voy a poder disfrutarlo.
Dios... ojalá fuera como tú.

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