viernes, 25 de marzo de 2011

DOS POEMAS

Mark Romanek era un nombre que me trasladaba al mundo del videoclip sin necesidad de pensar mucho ni esperar a que me confirmaran la buena nueva.

Siendo no muy tarde, sentía como el frío se filtraba por los viejos engranajes de mi coche alemán, empañando la luna delantera y descartando chaquetas. Puse la Cope pero en El Partido de las 12 sólo hablaban del Mundial de F1, a punto de caramelo, y de un par de telones más.
Camino a casa y habiendo acordado previamente con mi amigo una visita de cortesía, pensaba en las horas tempraneras que debería bordear para poder llegar a tiempo. Al poco de darse el mediodía, volví a mi máquina y me dispuse a enfilar la carretera hacia Manresa. No tenía sueño pero tampoco había pasado una gran noche, ya que parece que últimamente vuelvo a viajar por lugares recónditos en los que maldigo a propios y a extraños.
Al llegar a la Clínica, mi amigo Cesc (aka Pakâo) resumía en su afable gesto todos los enigmas del gran misterio, tan expectante como encogido: no había duda, hoy iba a ser el gran día.
Estuvimos en correas un par de horas, antes del bocadillo y mucho antes del desenlace, en las cuales comprobamos cómo estaríamos dispuestos a asumir un compromiso tan exagerado sin riesgos de ningún tipo, pero con restos de una tensión más bien alta; mientras le aliviaba el sudor de la frente a Marta con una toallita húmeda hecha cinta, no se le ocurrió más que decir que si tuviese un boli no dudaría en pintarle el símbolo de Karate Kid. Yo permanecía sentado en un vetusto sillón marrón -gracias a la diligencia de la Tere, su madre-, presto a reírme sin pausa pero sin dejar de agravar el gesto, sobre todo teniendo en cuenta lo que nos ocupaba y lo que nos había traído hasta ese arcaico lugar.
Me despedí con un sincero ademán emplazándoles hasta media tarde, hora prevista para el doble parto. No puedo negar que estaba deseando llegar a casa. Me sentía cansado, tenía sueño y la cabeza no paraba de hervirme. Pensaba: joder, uno de los nuestros va a ser padre hoy. Y de gemelos, nada menos. Con las bromas de mi amigo me había olvidado de algunas cosas básicas que te ofrece la vida, a lo largo de la existencia. No podía dejar de darle vueltas al asunto. Al hecho de saber o creer como demonios te ves capacitado para aceptar una empresa así, mientras me retumbaban las bien aprendidas palabras de la Tere, credo familiar (llegados a ese punto): si te paras a pensar, nunca es buen momento. Es una cuestión de pura madurez.
Por la tarde no había manera de contactar con el Pakâo. Era una buena sueñal. Ya pensando en el partido de la Roja preparando la cena tras un siestón de órdago, Laura me insistía en saber qué diablos había pasado, si había parido ya o qué. Con los nervios mal almacenados, llamé al Gnöit, miembro destacado de la Alacena y mi confesor particular, que me dio la buena nueva: Biel había nacido a las 18,08 y Cesc a las 18,10. Todo había ido bien y la mami estaba estupendamente. Lo celebramos brindando y con el posterior récord de los 46 goles de David Villa.
El padre estaba loco de contento; una llamada tras el primer gol de Plasil confirmaba lo anticipado por el Gnöit y nos permitía darles la enhorabuena de primera mano. No cabía en sí, me dijo: eh, és lo més gran que et pot passar. Fes-me cas, con una emoción difícil de contener. Un análisis rápido del partido también ocupó su hueco, como no. Nosotros ya estábamos en el sofá, zapeando y esperando los goles del Guaje. Atentos al WhatsApp, orgullosos al ver a los gemelos por primera vez y antes de ser rescatados por los embrujos del doctor sueño, patrón filibustero, hilo conductor del primer año de toda una eternidad por recorrer.
Se cierra el telón. Pienso en dos poemas y en esa agradable dualidad que da el equilibrio que necesita este mundo, fuera del 25 de marzo, histórico día en que uno de mis amigos dio a la luz a la primera descendencia de la Alacena.

Este escrito va dedicado a vosotros, papis (Marta i Cesc), y a la memoria de los dos churumbeles, Biel i Cesc. Larga vida.
Cent'anni!

martes, 15 de marzo de 2011

EDAD PARA EMBAUCAR


Cuando uno llega a ciertas edades, es lícito empezar a pensar en ganarse el pan embaucando a pequeños y a mayores.
Mientras oigo la lluvia caer un día más, me acuerdo de todos aquellos que viven bajo unas condiciones difíciles de entender -por los que las propugnan con un Armagedón en ciernes- y de aquello de 'no ho vaig sapiguer fer millor'. 
Sentados detrás de todos, en un bar de siempre, me olvido del partido y me las ingenio para atribuir extraños dones a los presentes. Por una vez y sin que sirva de precedente, nosotros somos los más jóvenes del lugar, pero no me atrevo a pedirle la mostaza al anciano del sombrero. Hace mala cara, puede que por la prohibición de fumar. Seguro que mataría por encenderse un purito.
El deporte como ente integrador social, el fútbol como droga del pueblo, pero ellos ni siquiera se miran. Sólo están pendientes de las nuevas gracias del filósofo, como lo bautizó Zlatan, y de las genialidades de Lio. Son plenamente conscientes de que el juego de toque puede llegar a ser de lo más desesperante (sobre todo si no se chuta desde fuera del área), pero ya están más que acostumbrados.
Esta jodida lluvia exaspera por igual, escribo desde mi refugio. Me espera otro día aquí sentado, con la manta de lino blanco por encima, fumando un cigarrillo tras otro. Ajeno a las prohibiciones del mundo exterior; Japón, pero, no ha dejado impasible a nadie. Con tanta agua es imposible no pensar en ello: las imágenes de la Gran Ola, en este mundo global del siglo XXI, son de lo más aterrador que he contemplado en vida. Justo vimos 2012 en plan divertimento esta semana pasada, y la de Clint la anterior: no lo podía creer.
Oía frases en el trabajo, frases como 'Dios, mira qué fuerza que arrastra, se lo lleva todo por delante', o 'cuánta mierda que lleva, ¿no?', mientras repasaba los mismos efectos devastadores del desastre de 2004. Es el primer vídeo que te sale si pones 'tsunami' en el buscador de YouTube, puede que haya bajado unos puestos en relevancia. Junto con otro posible Chernóbil y la suma de varias catástrofes vividas, dan ganas de pensar en una especie de motín por parte de la madre Gaia. Íker y colaboradores simplificaban así, para los más pequeños, el mundo actual {que las redes sociales se encargarán de ir contando}.
Pero los niños pequeños y los nonatos no saben nada de sueños con agua y sensación de ahogo de por medio. Ni de mi especial relación con Hokusai, tan cultivada en los últimos años. Al menos no conscientemente. Lo sufría yo al despertarme hoy Laura, al llegar del trabajo, pero todavía no sé qué diablos hacía en San Francisco.
Nosotros, benditos chiquillos inocentes, no esperamos alcanzar la mayoría de edad hasta que dejen de confundir nuestros miedos más íntimos. No queremos asumir la responsabilidad de tener que dar la cara por el resto de traidores que nos acechan, cual artistas de relumbrón,  hermanos y padres de la gran tragedia que es poder llegar a entender las condiciones que, en realidad y lejos de los focos, nos proponen {los muy cabrones}.


P. S. : No sé si habría sitio para los 10,000 en mi arca, pero gracias por haberos subido al barco en algún momento de estos tres últimos años.

miércoles, 2 de marzo de 2011

IR Y HABER VUELTO

Son muchas las ocasiones en las que acabo regresando a casa, puesto que no hace tanto sufría el desvarío de andar siempre esperando a que sucediese algo que me hiciera volver a ponerme en marcha y, volver, lo que significa volver en sí, es lo único que realmente valía la pena. O mantener esa esperanza intacta al menos.
En una extraña dicotomía, sentía que debía seguir moviéndome, sobre todo para luego menospreciar la vida que había llevado hasta ese punto {sin tener en cuenta todos los momentos que pasaría en soledad}, incluyendo la vida de los otros (mis otros más cercanos).
Irse... ¿para qué? ¿Para aprender un idioma nuevo? ¿Para relacionarte con gente de otros países? Para estar lejos de todo rincón conocido y estar constantemente en guardia.
La verdad es que lo pasé muy mal durante la beca. No conectaba con nadie y vivía coaccionado por la estrechez de miras y una falta de escrúpulos que sonrojaba. Es de justicia reconocer que mi mayor crisis de angustia la pasé en esa época, en mi habitación de la Via Logudoro número ocho. Tuve que hacer llamar a mi amigo Arthur para que me llevara al médico, ya que me estaba muriendo. En perspectiva, tiene gracia que me acompañara precisamente Arthur, estudiante de Medicina; la cuestión, pero, es que no tenía ni la más remota idea del desamparo que padecía hasta ese momento. Lo curioso del tema es que no puedo recordar con exactitud la fecha, me cuesta situarlo en el tiempo. Con certeza, toda esa mierda me la comí antes de Navidades, antes de regresar a casa por Fiestas. Fue un invierno muy suave aquel de 2006.
Lei ha paura di morire? A lo que yo respondí con inusitada ingenuidad: Solamente quando vado a letto. Era una verdad como un templo: me ahogaba hasta sentir los pulmones aplastados. Me daba un miedo terrible acostarme por la noche y no poder escapar a la pesadilla de quedarme sin aire que me mantenía en velo. Era como en las películas de Fred Krueger, en las que si te duermes o pegas una simple cabezadita... patata. Estás listo. Fue el año que dejé de consumir sustancias psicoactivas. De forma continuada, quiero decir.
Con esto no desenmascaro ningún antiguo refugio u otros anhelos de vida. Tampoco pretendo vivir dando vueltas a esta puta habitación, desde luego. Sólo digo que desear una vida desconocida es para los poetas, puesto que vivirla puede ser un auténtico infierno. ¿Qué coño hacía yo pensando en coger mis bártulos para largarme? ¿Hacia dónde? ¿Con qué dinero? Hay que mirar con perspectiva, ya sea hacia atrás como hacia delante. Hoy en día, es ese deseo un acto meramente simbólico que desempolvaré cada cierto tiempo, no pienso negarlo. Sé que es patético tener saudade, en realidad, sólo de mi mismo. Justo cuando me liberé de mi mierda hallé el hogar en el lugar donde se encontraba Laura, lejos de la literatura tradicional.
Era una cuestión de compañía, propiamente; tengo amigos, he hecho amigos, pero nunca he dejado de sentirme solo. Como un incomprendido aderezado con ciertos actos de locura transitoria. La soledad, individuo ampliamente tratado en este blog, es un elemento en constante mutación. Hasta que no encuentras a la persona que va a combatir esa mierda, a tu lado, no te das cuenta de lo que es en realidad. De lo jodida que puede llegar a ser. También es algo cultural, espiritual. Nace del fuego interior y se proyecta hacia el infinito.
Me sentaba hoy, a mediodía y con un sol que huele a primavera, en mi coche nuevo de segunda mano. Con el motor encendido y un extraño nervio que me impulsaba a poner la marcha atrás y a emprender camino hacia los pueblos de alrededor. Pensaba en comprar el pan en Puig-Reig, vino en Artés y mierdas por el estilo. Al final he apagado el motor y me he ido a correr por la campiña, entre las vacas y los primeros insectos de temporada. Así llegaba al pasado, fueron buenos tiempos, para qué dudarlo. Aprendí mucho, me di unos cabezazos de la hostia y hasta llegué a conocer un nuevo idioma desde que salí a los veintitrés. Mallorca, Barcelona, Cagliari y sus respectivos y amplios corredores, pero eso se acabó. Yo ya no me voy a largar a ningún otro puto sitio y estoy contento de regresar a mi pasado siempre con una sonrisa, extrayendo lo positivo y anecdotizando lo negativo.
Aplacar y saber orientar ese fuego, ora calmo, es mi principal tarea (y dar con la tecla y dejar de repetirme hasta saciar). Volver, sí. Pero volver hacia los momentos en los que me ardía aquella necesidad imperante de saber y de querer estar un paso por delante para sacarle provecho desde aquí, desde este palomar. Porque éste es punto de partida (para dos) y casillero final, lugar al que volver y no querer partir solo. Si es que alguna vez fue verdad que anduve fuera, habré vivido lo suficiente para poder celebrar esta {no por fragmentada menos ansiada} paz de espíritu, esta extraña dicotomía que desemboca en el volver y en el deseo controladamente satisfecho, mi verdadero hogar junto a mi amada.