lunes, 6 de octubre de 2008

CULPABLE

Era una mañana fría de principios de octubre.
Hacía sol, pero era un sol inútil, yermo; diríase que procuraba calentar -como hasta hace bien poco hacía- casi inocentemente, si llegara a ser consciente. El verano se había perdido entre las noches del tiempo y era apenas el recuerdo de una vida mejor, y, como tal, a mejor vida había pasado.
Estábamos cerca de un lugar repleto de gente. Al acercarnos, tediosamente, distinguimos grupos de personas fuera, en la calle. Íban elegantemente vestidos, pero de negro riguroso. Cuchicheaban en un tono algo triste y más bien desinteresado. Algunos llevaban gafas de sol. Al percatarse de nuestra presencia, muchos de ellos se acercaron tímidamente a hablarnos; en ese instante, mis dos acompañantes se bifurcaron, ladeándose lentamente entre aquellos ríos de gente...


Noto que estoy, pero presencio la escena con cierta magnificencia ajena, como si la cosa no fuera conmigo. Observo cruelmente todos los detalles, hasta toparme con un edificio en el que podría desembocar toda acción. No hay niños jugueteando por ningún lado ni ruidos de ningún tipo. Yo también voy vestido de negro, pero eso no es nada raro. Hay muchas mujeres, más que hombres. Oigo el silbido del viento, que como una cuchilla de acero helada atraviesa mi cuerpo endeble, alertándome del repique de unas campanas. Miro hacia arriba y encuentro horrorizado -por inesperado- una cruz cristiana gigante en lo alto del edificio. Es una iglesia, diría que románica por su arco, en la fachada de la cual se aprecia un discreto rosetón.
Como respondiendo a una señal, la multitud empieza a entrar, torpemente y sin prisa aparente. Me descubro del amparo de mis Ray-Ban, miro el reloj, son las doce del mediodía. Mis dos acompañantes aparecen en mi campo visual, se dirigen hacia mí. Prácticamente están todos dentro ya.
- Es la hora, vamos.
Entramos los últimos. Todos nos miran, y esta vez me siento realmente observado. Llevo las gafas en la mano. Parece que nos han reservado un sitio delante. Hay un gran ataúd de madera en vez de un altar. El altar... ¿dónde está?
Hay un Pantocrátor presidiendo la sala. Se me cruza un pensamiento por San Climent de Taüll. Aparece un cura o párroco entre el más estricto silencio. Nos levantamos todos de golpe y se rompe el ambiente por el traqueteo de los bancos de madera. El hombrecillo de la túnica blanca empieza a aleccionar a los feligreses. Resulta desalentador. Me giro hacia atrás y veo bostezos en algunos presentes. Se ponen rápidamente las manos en la cara al descubrirme, tapándose. Estoy aterrizando. "Porque no pueden ponerse las gafas de sol", pienso.
Acaba el sermón o lo que sea. Mis dos acompañantes me instan a moverme. Nos acercamos al féretro. Nos ponemos en fila.
Uno a uno, todos pasan por el sepulcro y lo tocan en aparente actitud deferente, algunos incluso lo besan. Hay algunas lágrimas, no sé cuáles son de cocodrilo. Empiezo a ponerme nervioso de verdad.
El siguiente paso es saludarnos. Algunos no saben que decir,
otros nos dan el pésame en esta especie de Iglesia velada tan extraña:
"Era una mujer maravillosa", "fue una luchadora nata", "siempre os puso por delante, para ella no había nada más", etc.
(...)
Joder.
Somos la familia de alguien que se acaba de morir...
Los nervios se agolpan en la boca de mi estómago y oigo un ligero pitido en mis oídos que amenaza con ir en aumento.

No sé cuanto tiempo pasó, pero fue una maldita eternidad. Ni siquiera sé como logré mantenerme en pie.

Nos quedamos solos. Están todos fuera, cuchicheando, os oigo. "Pobres muchachos". "Menos mal que ya son grandes". Me llega un ligero aroma a tabaco. Miro a mis dos acompañantes, que de repente se han convertido en mis hermanos. Lloran amargamente. Me tambaleo hasta la jodida caja de madera, estoy a punto de caerme al suelo. Los oídos me van a estallar y me invade un mareo que me acerca a un peligroso estado de pre-síncope.
"Les quería más que nada en el mundo".

Me avalanzo sobre el ataúd, se me nubla la vista.
Me desmayo intentando ver algo,
perdiéndome entre una imagen que me dio la vida

y un último sentimiento brutal de culpabilidad...

3 comentarios:

  1. Gracias por tus comments, me hace ilusión ver que estás ahí. Y al que se pasea por aquí, gracias también. Hoy en día es tan difícil encontrar cercanías... estamos en crisis!
    Mola ver que te puedes hacer partícipe, o verte reflejado/a.

    A ver. Un par de cosillas. Septiembre=bloqueo. Mes que indica cambio, ruptura, inicio, final, ecc. El tiempo cambia, vuelve el frío. El Ser débil se resiente; a mediados de mes me bloqueé, y mi proyecto de una especie de Trilogía del Deseo se fue al garete, así que decidí dejarlo tal cual (se puede decir "bilogía"?). No creo que sirva decir que tengo menos tiempo libre, almenos no mientras siga trabajando en este puto tugurio nocturno, que es donde suelo escribir. En verdad no recordé la naturaleza del tercer tipo de deseo, ya que me sobrevinieron en una noche de éxtasis y no tenía papel ni boli a mano. La memoria ya no es justa; acabé por aceptar mi dispersidad y esperar al siguiente tren. Éste ha tardado en llegar, pero aquí está. Culpable. Un título agresivo. No titulé en septiembre por primera vez, no se me presentó nada digno. Me gustaba como quedaba el inicio de los dos textos. Octubre es el mes de la asimilación. Prácticamente no te queda más remedio que darle la bienvenida al puto frío, y a las nuevas novedades, valga la rebundancia. El panorama 2008-2009 ya está servido, las dinámicas en marcha. Buscar un espacio propio de identidad me cuesta lo mío; no leo una mierda desde verano, y tengo en silencio mi último libro desde mediados de agosto, aun me espera en la página 33.
    Sigo con la fiction del "yo". He tirado mucho del pasado, un poco de la imaginación y más bien poco del presente. ¿Quién no ha soñado que se moría su madre? Muchos lo han pensado, según me consta. Yo soy uno de ellos. Partiendo de la base de un entierro confuso, traumático y aparecido en forma de pesadilla más de una vez, en una determinada época, y en un determinado lugar aun más confuso. ¿Quién no ha tenido algún tipo de sentimiento de culpabilidad hacia su madre? Ellas nos lo han dado todo, y nosotros les gruñimos a la más mínima...
    Por si me pierdo, decirte que mi idea -otra noche de éxtasis, tan escasas desde el final del calor- para este mes son 4 escritos, uno por semana y titulados con una única palabra, que pretenderá ser indicativa -para mi el título es fundamental y rebusco entre las palabras que me sé como un loco hasta que me topo con el galimatías necesario- del proceso de cambio y aceptación que al frío polar nos ha de llevar (almenos a los Manrusianos seguro). Espero que el hecho de que quede constancia no limite mi pensiero, amenaza constante y peterpanesca habitual en mi vida. No me quejo, al César lo que es del César, y si mi desdoblamiento bloggero no me traiciona, por aquí seguiremos...
    Gracias por la paciencia y por tu contribución!
    Enzo Perugia, vicario sardo.

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  2. Me alivia leer este comentario. Cuando leí este último relato...me estremeci, la verdad, no sabia si era ficción, si relatavas una experiencia real, estuve a punto de preguntartelo, pero cuando tenia el mensaje escrito en el último momento lo borré y decidí esperar, menos mal.
    Es cierto que muchas veces uno sueña con ese momento, y con los que vienen despues, pero cuando leí tu relato..dios, desgraciadamente me ha tocado vivir eso (pero con mi padre) y mientras lo leia, de verdad, q lo has descrito realmente como yo lo vivi, de lo que se parece, hasta asusta!.

    Me ha llamado la atencio tu comentario de que las madres lo dan todo por uno y nosotros solo somos desagradecidos con ellas. Llevo dias dando vueltas ha este tema,por experiencias que he vivido estos dias de vacaciones con mi madre, y tienes toda la razón, ella se desviven por nosotros y nosotros en ocasiones somos tremendamente injustos.

    Me alegro de que estes empezando a pasar ese bache del que hablas, y que vuelvas a escribir, creo q todos tus seguidores estaremos cada semana pendientes del escrito semanal.
    Un saludo, y nos vemos en ese tugurio nocturno al que mencionas.

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  3. "redundancia", me dice la virgen Maria. Es una de esas cosas que das por hechas, hasta que llega alguien y te raja la vida de arriba abajo. Aún recuerdo el día que descubrí que "gómito" era vómito en realidad (Nwaku's rules), justo a tiempo para potar...

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