domingo, 7 de septiembre de 2008

Aquella mañana se despertó más temprano de lo habitual,
como inducido por un resorte invisible y desconocido. Se encaminó medio dormido hacia la ducha y sin dar los buenos días, como era costumbre en él. Al abrir los ojos, ante el espejo, notó un dolor de cabeza agudo, intenso, producto de una noche probablemente demasiado larga. "Ibuprofeno. Primer cajón", se dijo mentalmente. Pero no halló nada; de hecho, encontró algo que semejaba unas tijeras, aunque no parecían cortar demasiado. Mientras se quitaba las legañas -con la desidia de sus torpes movimientos almohaderos- decidió no darle más importancia y volver a la cama.
Acertó a vislumbrarla entre la penumbra; yacía en el lado de la ventana,
diríase que dormía plácidamente. Se sentía excitado y empezó a besarle el cuello lentamente; tenía un sabor extraño, seco y ligeramente perfumado.
Ya estaba completamente despierto, mientras que ella empezaba a contornearse como un gatito al ser acariciado. Separó sus bragas con delicadeza, rozando su sexo, lo que le provocó cierta expresión de disgusto_que escenificó dándole la espalda.
Pese al desaire, insistió hasta penetrarla, suavemente, sin protección y por detrás. Respondió con una serie de pequeños suspiros entrecortados, cosa que le estimuló sobremanera. Aumentó el ritmo hasta convertirlo en implacables acometidas; ella gemía a viva voz ya, como poseída en pleno sueño; no era muy usual. Tras 10 minutos frenéticos salióse de dentro suya y, cogiéndole del pelo, le giró la cabeza violentamente mientras acababa,
eyaculándole por toda la cara y dejando al descubierto un exhausto rostro que no acertaba a reconocer...

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