Cuando tengo un desencuentro olvido que el humano es un ser social.
A su manera, pero social. Eso implica establecer algunas alianzas y ciertos silencios que suelen darme fastidio más de lo que yo quisiera; es decir, puedo pasar, puedo plantarme hoy y decir: son cuarenta y cuatro, sabes. Pero luego me cuesta gestionar esa desidia molesta que irradian algunas personas que necesitan capa, espada y yelmo para tener que levantarse cada día. Y sacar todo ese arsenal a relucir, por supuesto.
Aquello de "at the end of the day..." debería ser lo único que importa. Los tejemanejes que se cuecen entre bambalinas no dicen nada de mí, son ajenos a mi ser (social). E incluso dándolo todo, yendo al cien por cien -como no lo concibo de otra manera-, soy consciente del riesgo.
Pero con una mirada amable, la mayor parte de las veces, bastaría para salir a flote. Para arreglarte la semana. Vuelvo a recurrir a Tony Soprano, que se preguntaría sobre los tipos serios y callados de antaño.
Yo quisiera ser Gary Cooper, pero hay épocas en las que creo realmente que no encajo. Una amiga me dijo hace poco "ets tot futur", y me encantó, ¿pero qué pasa si el presente se me escabulle entre los dedos y me sigue costando disfrutarlo?
Me da fastidio, porque el reloj no para de correr y entro en esa dinámica en la que todo es molesto, insignificante y deshonroso.
Y, si bien ya son 44", me gustaría seguir cantando (como en el vídeo de más arriba en el tributo a HDS de hace unos días), aquello de "aún nos quedan cosas por decir".
Y todo por hacer.