FELIZ ANIVERSARIO, AMOR DE MI VIDA
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jueves, 26 de marzo de 2015
martes, 24 de marzo de 2015
LOS RETRETES DE LA IRA
Cuando me miro tras la ventana de otro en esas nuevas cámaras que nada ocultan me disgusto profundamente y se acentúa en mi esa sensación de disminución física que tanto me atormenta.
Cuando me miro hay vergüenza, pienso, hostia, pero qué mal.
A veces me pregunto que vio en mi. Estaba destinado a acabar solo y apareció de repente entre la mediocridad de una vida burguesa. Odiaba el desorden, usaba en exceso un perfume de los caros. Irradiaba feminidad. Llevaba unos tacones demasiado altos para su envergadura, los lucía con orgullo.
A veces solo un par de respuestas que no encajan, un día feo en el trabajo, y todo se vuelve cuesta arriba. No sabes por qué, si será la puta primavera, el fin del frío con lo bien que llevo mi chaquetón, una mala semana sin más. Todo se ve envuelto por una aura oscura y tendenciosa, con lo que la salida rápida y natural se convierte también en la más eficaz.
La ira. Estar enojado constantemente como modo de vida, no solo tras un mal trago. He tratado de ser consecuente con los años, bajar el nivel de irritación. El problema es que fui una estrella precoz, un chico popular; el verano pasado tuvimos una boda de la prima de L. en E. B., cerca de mi territorio. Allí, tras un primer análisis no muy exhaustivo, distinguí una presencia familiar que asociaba a ese pasado 'triunfal' que comentaba. Era una chica, conocida de vista, puede que amiga de alguna a la que rozamos o vilipendiamos, qué sé yo. El caso es que tras un par de copas y problemas para mantener la compostura, se oyó un comentario sobre mi salido de su boca. Dijo mi apellido, exclamó, es bastante gilipollas, todo un 'sobrao'.
A veces solo un par de respuestas que no encajan, un día feo en el trabajo, y todo se vuelve cuesta arriba. No sabes por qué, si será la puta primavera, el fin del frío con lo bien que llevo mi chaquetón, una mala semana sin más. Todo se ve envuelto por una aura oscura y tendenciosa, con lo que la salida rápida y natural se convierte también en la más eficaz.
La ira. Estar enojado constantemente como modo de vida, no solo tras un mal trago. He tratado de ser consecuente con los años, bajar el nivel de irritación. El problema es que fui una estrella precoz, un chico popular; el verano pasado tuvimos una boda de la prima de L. en E. B., cerca de mi territorio. Allí, tras un primer análisis no muy exhaustivo, distinguí una presencia familiar que asociaba a ese pasado 'triunfal' que comentaba. Era una chica, conocida de vista, puede que amiga de alguna a la que rozamos o vilipendiamos, qué sé yo. El caso es que tras un par de copas y problemas para mantener la compostura, se oyó un comentario sobre mi salido de su boca. Dijo mi apellido, exclamó, es bastante gilipollas, todo un 'sobrao'.
Desde luego, para L. es como si le hubiera ocultado parte de mi, y no pude si no dejar escapar una carcajada y mirarle con expresión 'fue hace veinte años, reina, era un crío', por no decir que el testigo no era para nada fiable y que, qué cojones, no venía a cuento dar explicaciones sobre semejente chorrada.
No tuve que esforzarme demasiado pero me molestó la escena, como si nunca entendiera por qué la gente es incapaz de comportarse con normalidad o, simplemente, como se espera de alguien educado.
La gente nos conoce. Mi hice un nombre justo antes de tener que seguir demostrando mi valía constantemente aunque todavía quedaran reválidas. La presión que me autoinfrinjo es tan dañina que algunos han llegado a creer que se trataba de otra persona, como si en vez de ser yo fuera alguien nuevo, como si existieran dos de mi. Entonces lucharía con la identidad y sonreiría al recordar los heterónimos del gran Fernando Pessoa, adalid de los problemas interiorizados y las esponjas de almacén.
Siempre he pensado que el mejor psicólogo es aquel que puede beberse.
Cuando paro un momento, me miro y observo las gotas caer al lavarme la cara con agua helada, se acentúa en mi esa sensación de estar por encima del bien y del mal; dudo de la medicina occidental y hasta me permito entrar a discutir las bondades del karma y el camino del samurái. Reconociendo estar al borde del abismo, psicológicamente estoy tan perdido que ojalá pudiera abrirme y dejar de pensar en chorradas como no me gusta su aspecto o si no eres castellano parlante mejor lo dejamos; al poner trabas a mi salud mental, lo único que estoy transmitiendo es pocas ganas de salir de este trago que ni siquiera me afecta a mi directamente.
Odio ver esta mierda, odio mirarme en los retretes de medio mundo y no ver nada más que puta ira estallando a cada paso, esquina tras esquina.
Siempre he pensado que el mejor psicólogo es aquel que puede beberse.
Cuando paro un momento, me miro y observo las gotas caer al lavarme la cara con agua helada, se acentúa en mi esa sensación de estar por encima del bien y del mal; dudo de la medicina occidental y hasta me permito entrar a discutir las bondades del karma y el camino del samurái. Reconociendo estar al borde del abismo, psicológicamente estoy tan perdido que ojalá pudiera abrirme y dejar de pensar en chorradas como no me gusta su aspecto o si no eres castellano parlante mejor lo dejamos; al poner trabas a mi salud mental, lo único que estoy transmitiendo es pocas ganas de salir de este trago que ni siquiera me afecta a mi directamente.
Odio ver esta mierda, odio mirarme en los retretes de medio mundo y no ver nada más que puta ira estallando a cada paso, esquina tras esquina.
viernes, 6 de marzo de 2015
MI CANTANTESSA
Carmen Consoli es mi cantantessa.
La descubrí buscando música para mi exilio italiano en 2006, año en que publicó Eva contro Eva. Su voz y sus melodías eran claramente diferentes al pastel italiano típico según la Pausini o lo folclórico de la Carrà y, en un año de decepciones tras las esperas de Tool y Deftones, Carmen encajó en mi mundo a la perfección.
Antes de nada debo reconocer algo: las buenas voces femeninas, a ser posible con pocos instrumentos (léase, guitarra o piano), me ponen. Me llegan a los adentros como pocas cosas. Por eso tengo en un altar a la Pérez Cruz también.
Mi relación con la Consoli empezó con buen pie, pues. Escuché ese disco hasta la saciedad y luego conseguí los otros; Confusa e Felice, Mediamente Isterica, Stato di Necessità y L'Eccezione. El primero no lo tengo y al que vino después en 2009 (Elettra), apenas le presté atención.
La sensación de cercanía para con ella era debido a una mezcla de su folkpoprockero con su aire de señorita frágil y muñeca de porcelana. Evidentemente, el eco mediático que me llega aquí no es ni un cuarto del que hay en el Belpaese pese a la globalización y la cercanía de las redes sociales; pienso en el festival de San Remo, en el sentido de que hay años que me llegan muchas cosas y otros en los que apenas me entero aunque intente seguirlo de alguna manera. Me refiero a que aquí pongo la radio o la tele y te amorran las novedades del panorama musical español. No tengo una vida social virtual tan activa como para saber lo que se cuece en Italia a cada instante porque me gusta tocar de pies en el suelo y es algo que suelo reservar para cuando visitamos el país transalpino y nos empapamos del momento en el lugar (y Radio Italia no es fiable porque aburre con sus clásicos). Vamos, que no es lo mismo que estar allí.
Carmen es siciliana, de Trapani. Recuerdo cuando estuve en Palermo haber mantenido una conversación en un café con un nativo sobre ella, sobre como cultivaba una imagen de diva sexualmente ambigua. Según él, era una estrategia puramente comercial. Yo le replicaba que era lo que se llevaba (en España se había aprobado recientemente el matrimonio homosexual) y que no me parecía mal si su objetivo era ampliar su público, respondiendo a criterios artísticos. Al final de todo, una cantautora o grupo puede dedicarse a sacar un disco cada 2 años siguiendo una línea recta sin salirse del patrón; la catanesa en ese sentido es más una artista, ya que cada nuevo trabajo refleja unas ideas o estados de ánimo, englobándolos en un bien mayor: un bloque temático único, muy al estilo del rock progresivo de los 70.
Yo lo veo así y así entiendo también el proceso de creación artística. La vida son ciclos, etapas que se van quemando irremediablemente.
Diría que la cantantessa mezcla estilos, música popular con rock, pero que sobretodo es esa cotidianidad lo que la hace diferente, lo que le define. Como decía antes, la imagen que yo me he creado de ella puede estar alterada o sujeta a arbitrariedades, lo asumo. Y, justo ahora que presenta su octavo disco, L'Abitudine di Tornare, vuelvo a ella entregándome a su dulce voz, escrutando cada uno de sus movimientos cuando, por ejemplo, acude a la redacción de La Repubblica en Florencia y las veintipico personas que la reciben (periodistas, supongo) la observan igual de atentos que yo.
Carmen ha sido recientemente madre y eso se nota. La maternidad te cambia y parece que la canción Questa Piccola Magia es la que homenajea ese vaivén vital aunque todo el disco tenga ese aroma. Los años pasan y sus cuarenta son como mis 35 y mi pequeño príncipe: la llegada de la jodida madurez. Cuando la veo llegar con sus pantalones entallados de pinzas, sus taconazos y su camiseta de marinera con el pelo recogido no puedo más que sentir un puto escalofrío que me revuelve las entrañas mientras pienso, 'mierda, sé de alguien que está pasando por un momento similar, fijísimo'. Y es esa identificación, esa asimilación, lo que te da cuerda y anima y hace el camino más llevadero (el comprobar que no andas solo). Puede que definiera el arte o la creación artística externa así. La interna tiene que ver más con el vómito o con el boxeo.
No es que los discos sean muy diferentes entre ellos pero, si tuviera que elegir uno, sería el directo de L'Amfiteatro e la Bambina Impertinente, un greatest hits grabado en Taormina en 2001. Puedo sentir la magia de esa noche, me traspasa cada vez que lo escucho.
Carmen Consoli, mi cantantessa... nueve años después (versión 2015).
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