Antes de irme a vivir a Italia -después del verano de 2006- hice una búsqueda musical para meterme en el papel y empezar a ejercitar el oído y, entre otros que luego fueron importantes como Negramaro, me topé con un disco de Jarabedepalo titulado Grandi Successi?, así, con el interrogante.
Pensé... ¿se están riendo de ellos? Era un Grandes Éxitos versionado pero con una duda ahí en medio que no sabía si venía del grupo (¿titulado por ellos con o sin ironía?) o de la edición italiana con o sin (mala) intención. Nunca lo comprobé y el tiempo no ayudó a mejorar la imagen de grupo-llamarada-repetitivo-muerto-sin ideas que resta en el imaginario popular, si bien acabé llegando a pensar que al bueno de Pau Donés, su líder, le importaba más bien poco todo lo que se dijera sobre él o su banda tras no poder repetir, con los años, el éxito fulgurante y atronador de La Flaca (inundando de esta manera el verano del 97 y parte de 1998).La Roja, en cambio, no es como una llamarada. No es flor de un día. Su éxito se alarga desde 2008 y ha sido incontestable e inspirador. Su fútbol, basado en el tiki-taka o el toque, ha pasado por encima del físico con absoluta convicción, dejando en evidencia que lo estético puede superar a lo práctico y que los títulos y el prestigio no vienen garantizados por el uso de tácticas ultra defensivas ni por jugadores poco dotados técnicamente.
Los logros de la Selección Española de Fútbol han pasado a formar parte de la historia tras conseguir dos Eurocopas seguidas (2008-20012) y el Mundial de 2010. Nunca nadie había logrado semejante hazaña, convirtiendo así al equipo en leyenda viva y registro para los anales y nuestros anhelantes sueños desde la infancia más ingenua hasta el codazo de Tassotti y el consiguiente despertar, catorce años después, tras el penalti de Cesc Fábregas ante l'Azzurra y la maldición de cuartos hecha añicos.
Suena a despedida y un tanto ceremonioso pero no pretendo escurrir el bulto. No has leído una introducción tan pomposa para nada; no intentaré defender un modelo que ha funcionado claramente y que, en apariencia y según proponen algunos, podría estar tocando a su fin. En cuanto a la lista de 23, la no presencia de Callejón y Llorente, por las variantes que ofrecían, me parecían los únicos contratiempos, junto con algún puñal de banda sin Navas lesionado, ya que la carrera de Villa y Torres estaban bajo mínimos. No obstante, la plantilla es tan amplia como estupenda es la generación de futbolistas que la precede y la que la continuará (a nivel nacional con una cantera de talentos inagotable). La verdadera cuestión, lo que está en duda, es el cómo. Los jugones, que han marcado una época y nos han hecho grandes, están ahora en duda; debe ser más fácil ponerlo todo en manos de terroneros, auténticos soldados universales dispuestos a todo (libros de estilo de Mourinho y Scolari, para entendernos). La ausencia de movilidad, presión y, qué cojones, el correr, quiere sentenciar el juego combinativo que deviene de la acumulación de centrocampistas en la parcela ancha del campo, enterrando así a una de las mejores rachas de la historia y mostrando una nula y extraña capacidad de reacción ante los nuevos retos.
¿Hay falta de hambre, de ganas de conseguir más títulos y fama? ¿Puede un deportista profesional bajar el nivel debido a la falta de interés o a la costumbre? ¿Por qué los centrocampistas no corren ni pelean? ¿Es tema ciclotímico? Decíamos, sobre del Bosque, que a él no le pasaría lo mismo que al Barça (desgaste y nula capacidad de reacción en lo previsible), que sabría cómo mitigar los daños de un sistema oxidado y previsible (valga la redundancia). Que el doble pivote sería lo que el muro para el Castillo Negro: una barrera infranqueable. Que los jugadores del Madrid y del Atleti darían solidez al débil triángulo Busquets-Xavi-Iniesta. Que un Sergio Ramos en plenitud sería imposible de desbordar. Pero no.
Hablo de fútbol. Estamos en 2014 y se está disputando el Mundial de Brasil, el del despilfarro y las desigualdades, el de Neymar y el balón Brazuca. Han empezado los segundos partidos de la fase de grupos y apenas han habido sorpresas excepto la del segundo día: España cayó goleada y humillada por Holanda 1 a 5, dejando una imagen pésima y una sospecha puesta mucho más que en solfa. De ahí y del Barça de los últimos dos años vienen estas líneas mientras planea un se veía venir en el ambiente; Mourinho se cargó a Casillas psicológicamente y Xavi ya no está para grandes batallas y ya tenemos todos los ingredientes en la marmita. ¿Se acabó, pues?
Hoy, la Roja, se juega su camino ante otra roja, la rocosa chilena. Ganar dos Mundiales seguidos sería mucho más que épico y, no se me caen los anillos mientras lo escribo, así pensé que pasaría, todavía ahora lo pienso.
No es una cuestión de falta de confianza en los jugadores. Tampoco me pregunto si, en verdad, hay que pegársela de veras para reaccionar y regenerar el equipo desde las bases. Si el seleccionador ha perdido esa chispa que le hacía ver las cosas antes de que pasaran. Ni sobre una muerte digna. Estamos hablando de crédito, el que tiene nuestro combinado. De confianza.
Sería absurdo no pensar que podemos ganar a Chile y luego a Australia y luego plantarnos en octavos de final. Ya habrá tiempo para caerse y perder ante la local Brasil o cualquier otro europeo fuerte como Alemania o Italia o la Argentina de Messi y luego levantarse de nuevo tras pasar por el riguroso túnel.
Ya habrá tiempo para hacer balance de esta gloriosa época.
Tiempo para reconocer la derrota.
Tiempo para batir al campeón.
Sería absurdo no pensar que podemos ganar a Chile y luego a Australia y luego plantarnos en octavos de final. Ya habrá tiempo para caerse y perder ante la local Brasil o cualquier otro europeo fuerte como Alemania o Italia o la Argentina de Messi y luego levantarse de nuevo tras pasar por el riguroso túnel.
Ya habrá tiempo para hacer balance de esta gloriosa época.
Tiempo para reconocer la derrota.
Tiempo para batir al campeón.