sábado, 28 de enero de 2017

EL CUARTO

APERTURA XVII
Recuerdo toda la parafernalia, las dudas, el verano en Pompeya. Las clases preparto, las prisas por tenerlo todo a punto, lo bien que le sentó el embarazo.

La final de la Eurocopa en la Costa Amalfitana, y que casi tuvimos que irnos por patas tras el 0-4.
Mis últimos pitis (oficiales y regulares). La gordita pululando, la reacción de mi suegro.

Recuerdo que no había manera. A mi compañero de tantas noches Z. empujando la camilla, el llegar a la habitación en esa eterna madrugada.

Mi príncipe. Lo recuerdo todo muy bien, 
y hoy es el cuarto año de aquello ya.

sábado, 31 de diciembre de 2016

EL TORREÓN

Desde el torreón pude distinguir con claridad aquella dulce figura que parecía bailar con el orgulloso sol del mediodía.

Y vi la pureza reflejada en sus ojos -los ojos de la única criatura que ha permanecido a mi lado hasta ahora, brillando en la inocente sonrisa que le siguió después; una sonrisa que deformó su fino rostro transformándolo en una mueca de amor único e indivisible, una mueca de imperfecciones orgullosamente ocultas a otros ojos.

Como destinatario de tales confidencias, un abrupto estremecimiento recorrió mi cuerpo, preludio inequívoco de un oscuro silencio que, fotograma a fotograma, trasformó mi pensiero* hasta transportarlo -ya mutado- hacia la excesiva conciencia de estar vivo.

Lo siguiente que recuerdo es un miedo paralizador y la sensación de pérdida envolviéndolo todo con su asqueroso manto. Lo había perdido todo y, sin embargo, podía ver el futuro con absoluta precisión: un futuro con ella y, como no, desde el antiguo palomar.

*pensamiento

martes, 27 de diciembre de 2016

CLAUSURA XVI (DOBLETE)


Un año más, un año menos.
2016 será recordado por el nacimiento de mi segundo vástago. Nuestro proyecto vital, en marcha y a toda mecha.
Las ranuras de la mente y el declive del máximo ser querido pusieron el contrapunto amargo a la sensación de plenitud de semejante proyecto. La lucha a ese nivel, junto con la sublevación del sueño y sus incoherentes estadios, está siendo la mayor sfida (desafío) de estos tiempos.
Íbamos a ser cinco, pero la gordita se nos quedó en el camino. Son el contrapunto negativo, ambos, a un año de celebración.
Culturalmente no sé qué decir. Año de pocos sobresaltos. Como fue año olímpico y, en consonancia con los tiempos actuales de modorra tecnológica, destaco el vídeo del espadachín francés al que se le cayó el teléfono móvil en plena confrontación. Para mear y no echar gota.
Deseos: mucha salud. Todo lo demás es insignificante y puede irse al carajo. 
¡FELIZ 2017!




domingo, 18 de diciembre de 2016

ACTIVAR FONDO CON FORMA

Venía en el coche a trabajar escuchando mi lista de música delicatessen, no la que me hizo Dani para la boda, no, si no la mía, en modo aleatorio, y las tres primeras canciones, Los colores de una sombra, de LOL, Hoy por ayer, de Piratas, y Londra brucia, de Negramaro, me han devuelto otra vez a una época que ha quedado grabada a fuego en mi.

Antes la música era muy importante en mi vida, pero parece que, en ese sentido, algo se detuvo en 2006. Coincide con el último disco de Tool, el siguiente deseado de Deftones tras la magia del White Pony -que resultó ser un truño y el desvío de mi foco de atención-, y el Amputechture de The Mars Volta, el grupo que sustituyó esas carencias hasta bien entrada la treintena.
Todavía sigo esperando el disco de Tool. De hecho, es como una especie de búsqueda interior, como la del Grial. 

Aprovecho para recomendar aquí Enigmas de nuestra historia, una serie de documentales de Discovery Max dirigidos por el magnífico periodista del misterio Lorenzo Fernández Bueno. Rigor, datos y ganas de preguntarse porqueses.

Siempre me he guiado, de alguna manera, por los símbolos. Y es curioso porque, cuando trato de activar mi posible fondo de escritor, es como si hubiera dejado de lado todas aquellas cosas que un día me identificaron. Restan aquí al lado, latentes, esperando a ser accionadas de nuevo. Esos resortes van desde la música, que transporta recuerdos, hasta vivencias de todo tipo, incluso las malas. De hecho, las malas son las que más he valorado porque tradicionalmente me han dicho quién quiero ser y en qué clase de persona me he querido convertir, aunque esto ha ocurrido casi siempre a posteriori, cuando el mal anidaba.

Intento superar aquello de que una vida plena seca la tinta. En cierto sentido, es como si pretendiera profesionalizar algo con lo que antaño, joven y sin las ataduras típicas del dolce far niente, me salía brotando de la nada.
Supongo que es una cuestión de edad. Ya no estoy sujeto a los cánones de la permeabilidad; no quiero decir, con ello, que haya eliminado el elemento sorpresa en mi vida, ni mucho menos. Es más bien que, a medida que me hago más viejo, le doy menos importancia a las cosas y soy menos impresionable mientras sigo luchando contra el talibán que llevo dentro. He tratado este tema con anterioridad en esta bitácora, y es porque me preocupa haber perdido esa capacidad de retener nuevos referentes culturales, aunque menos que antaño. Ahora es solo una mera cuestión estilística, de orientación futura.

Dejé la ciudad hace mucho. Llevo cinco años alejado del bullicio y las tentaciones que conlleva y no lo echo de menos. Disfruto cuando me desmarco y no me importa trampear mi tiempo en familia rebuscando mis filias entre los escombros de los llantos de mi bebé y las peleas amorosas con mi salvaje primogénito. Debe de ser un tema de autoestima -como mi calva-, como si percibiera con claridad que esa batalla no necesitara ser ganada ormai ('ya').

¿Quién hubiera dicho que yo tendría hijos? Y dos, para más inri. Siempre me visualicé como un lobo solitario, una especie de eremita antisocial, psicopático perdido. Todo el mundo sabe que llevaba ese camino, y a fe que lo cultivé durante algún tiempo. Nunca he querido ser parte del rebaño ni he escondido esa parte mía, quizá algo oculta hoy en día, como decía. Pero siempre acaba volviendo, la puta oscuridad, sieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeempre. 
Mi amigo Xavi dice que no se puede extirpar. Que no vale la pena luchar. Que hay que construir a partir de eso. No puedo estar más de acuerdo. 

Es como si la viera en mis sueños, premonitoriamente, persiguiendo una idea de justicia que nada tiene que ver con la auténtica poesía. Como la tormenta que no ceja en su empeño y amenaza a los agotados marineros de una desvencijada embarcación, con los arrecifes y la agitación del adorable silencio cerca, en un encuentro casual sospechosamente programado de antemano y destinado al más terrible de los finales: la muerte por congelación.

lunes, 10 de octubre de 2016

EL SISTEMA (SEGÚN LAS SERIES DE TV): DE BLACK MIRROR A MR. ROBOT (PASANDO POR STRANGER THINGS Y THE NIGHT OF)

Aquí viene una entrada sobre TV shows, ahora que parece que he recuperado cierto ritmo y vuelvo a disfrutarlas.
Escribiendo el título me doy cuenta de que hay una temática común y algunas ramificaciones que se derivan de la misma y que se pueden relacionar; para empezar, mi serie favorita de este año es o ha sido The Night Of, y os diré por qué: porque me encanta la estética HBO y me recuerda a The Wire (con ese pequeño homenaje a Los Soprano que no voy a desvelar aquí).
Vale, lo he reducido a una lógica demasiado simple, voy a tratar de explicarme:
The Night Of está hecha con mimo, como casi todo producto HBO, y tiene un elemento de denuncia importante que no me desagrada; su factura atrapa, con su densa fotografía gris ceniza y la sensación de que la trama importante subyace al envoltorio, cosa que vas descubriendo progresivamente. El protagonista, y he aquí otro punto en común con las otras sereis de las que quiero hablar, representa a una minoría racial en la cuna del mundo contemporáneo (USA), el otro brazo en el que se sustenta la trama (¡son sus ojos y sus silencios y su evolución radical!), Riz Ahmed. Luego está John Turturro que, aunque con una visión algo estereotipada sobre la abogacía, es todo carisma. Y Omar Little, desde luego, como prueba viviente de que el sistema está podridísimo. En resumen: me gusta por el cómo sobre todo, por ese slow down tan agradecido.

Mr. Robot. Es la serie que estoy viendo en este momento. Es la prueba evidente de que no hace falta hacer nada nuevo para gustar, sorprender o hasta sentirse identificado si cabe; El Club de la Lucha, Anonymous, Snowden, Orwell y el Big Brother si retrocedemos, V de Vendetta, Matrix... las referencias son interminables, pero no por ello resulta menos válida. El protagonista también tiene su historia étnica, pero al igual que Ahmed, Rami Malek destaca por su expresividad para acabar regalándonos un papelón como pirata informático marginado y revolucionario. En cuanto al contenido... pues que está muy bien hacer pensar a la gente, que funcione o esté desprovisto de sustancia o fondo real ya será otra cosa...
No, en serio, reflexionando un poco sobre la pérdida de la privacidad, en el cómo hay una fina línea cada vez más tenue entre la esfera pública y la privada; en cómo la tecnología rige nuestros pasos, unos pasos en los que la inmediatez lo es todo; en el control que ejercen sobre nosotros las autoridades y otros poderes fácticos con chismes que nos venden en nuestra puta cara como ávidos consumistas obsesionados con el éxito social y económico y en no envejecer que somos; en la exhaltación de unos valores carentes de toda ética y, qué cojones, de algo de moral también... pues, en ese caso, si sirve para remover alguna conciencia... pues genial.

Siguiendo esta línea, aunque un tanto irregular en su resultado final, englobo a Black Mirror, la serie que, por antonomasia, avisa sobre algunos de los peligros mencionados antes. Bajo la fórmula de capítulos independientes entre ellos (tres en las dos temporadas que han hecho hasta la compra de Netflix)*, trata casos extremos aunque escandalosamente probables -en un futuro no muy lejano. La primera temporada ya tiene algunos años, y he de decir que no sé cómo no llegué antes a una serie así; el primer episodio, el del Premier y el cerdo, es muy llamativo pero exgerado en su desenlace, como si quisiera llamar la atención sobre lo que estaría por llegar. No voy a desgranarlos todos, solo diré que mis favoritos, los que realmente mi hanno colpito, como se dice en italiano, son: Tu Historia Completa (también de 2011), Ahora Mismo Vuelvo (2013) y, en menor medida, el 15 Millones de Méritos (2011) o cómo ser absorbido -cómo desear esa comodidad de la que hablaba en mi anterior post de John Banville- por un sistema que en un principio quisiste hacer saltar por los aires, devolviendo así mis pensieros a esas ramificaciones comunes de las que he ido hablando: revolución, apenas, sí, pero desde el sofá (no penséis en la situación política española, por favor) y arañando solo la superficie, no nos vayamos a romper en mil pedazos (y hay que seguir viviendo del cuento).
Al menos los protagonistas de estas series no son convencionales, las tramas tienen un poso que debería, como mínimo, hacerte reflexionar; su factura es impecable -qué buena televisión se hace ahora, eh- y, en última instancia, son entertainments puros, que es de lo que se trata al fin y al cabo.


Acabo, al hilo de esto último, con Stranger Things, los niños que han revolucionado el cotarro; un bonito ejercicio melancólico -parece que los ochenta fueron la leche-, una gran actriz recuperada para la causa (Winona) y abundantes dosis de misterios y conspiranoias para deleite de mis entrañas (¡esa música!).
Ahora sí: si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie. Hablar sobre otra sociedad, sobre la posibilidad de que otro mundo esté en boga, uno justo y sin desigualdades basado en el respeto, la educación y con un adecuado uso de los chismes tecnológicos, me provoca una sonrisa de oreja a oreja al pensar en el carácter de los sicilianos y en esa frase de El Gatopardo (adaptada a la política sobre todo), y al hecho de que nos ofrezcan estos temas en bandeja de plata como signo de la seguridad y el confort que desde el poder tienen aquellos que sin ningún reparo ni pudor nos muestran cómo podrían ser las cosas en realidad (ya que son perfectamente conscientes de nuestra incapacidad para dar un paso al frente).

* ¡olvidaba el especial de Navidad de Black Mirror, que todavía no he visto!

sábado, 8 de octubre de 2016

TRASTORNOS



Los fines de semana que trabajo tengo la sensación de que el tiempo se me escapa de las manos como el viento abrasador del Sáhara, que en julio agita las cabelleras del vecindario con una promesa de calor tan efímero como el rato que acabo pasando en la calle.

La noche, que trae tan pérfidos presagios como los nubarrones que avanzan por poniente estos días, tiene elementos superficiales como los arañazos de una herida apenas audible. ¿Qué hice yo, con la noche, ahora que volví a toparme con ella?

Y entonces me cruzo con John Banville y no sé qué hacer ni cómo seguir intentando escribir cuando mi esposa ha vuelto a trabajar y a mi se me acumulan los achaques;

Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una afirmación inagotable, la voluntad embistiendo con su cabeza roma contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de, sí, lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por no decir escandaloso. Antes me veía como una especie de bucanero, enfrentándome a todo el que se me ponía a tiro con un alfanje entre los dientes, pero ahora me veo obligado a reconocer que me engañaba. Esconderme, protegerme, guarecerme, eso es lo único que realmente he querido siempre, amadrigarme en un lugar de calor uterino y quedarme allí encogido, oculto de la indiferente mirada del sol y de la severa erosión del aire. Por eso el pasado supone para mi un refugio, allí donde voy de buena gana, me froto las manos y me sacudo el frío presente y el frío futuro. Y, no obstante, ¿cuál es la verdadera existencia del pasado? Después de todo, no es más que lo que fue el presente una vez el presente ya ha pasado, no más que eso. Pero vaya.

Espero que estos trastornos del sueño sean pasajeros o voy a acabar mal.