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jueves, 30 de enero de 2025

ENERO: LA ANTICIPACIÓN (LOS AÑOS BUENOS)

APERTURA ANNO DOMINI XXV

 Voy a acabar con una reverencia en batín, aviso.

En la serie, Óscar dice («supone») que vive entre la anticipación y el mal fiarse «para protegerse», o algo así. Figura que, si no cedes espacio, no sufres. Y así te ahorras el mal trago porque, ¿quién quiere aprender a base de hostias?

Teorías sobre el origen de la vida y lo que debería ser la existencia las hay a patadas, si es que estamos aquí para aprender, ¿o para qué nos caemos, Bruce?

En verdad, cuesta mucho superar los contratiempos, muchos de ellos convertidos en traumas con los años. A este respecto, la ex de Óscar dice (en la misma serie): «Yo paso de la gente traumada, eh. No salgo con nadie que no vaya a terapia», y se queda tan ancha. O algo así. Recientemente, incluso Deadpool hizo mención a la manera de enfrentarnos a los desafíos del vivir: «(…) La generación Z, con sus traumas mal gestionados, qué pesados. ¿Por qué no los convertís en cáncer o hacéis de tripas corazón como hacemos el resto?», o algo parecido.

los años buenos


En resumen, hay que lanzarse, no podemos vivir en la anticipación. Pensar en cómo van a ser las cosas antes de que sucedan sólo puede ser bueno para los bolsillos de los terapeutas, en ningún otro caso. Una serie irregular, atrevida en su idea original, con espacio para el espectador —se agradece que, de tanto en cuanto, no nos traten de tontos, para variar—, y que tiene en su título lo mejor: LOS AÑOS BUENOS*. (Laura diría que la BSO, por supuesto).

En otra lectura, son los años en que te conviertes en adulto de verdad; años en que la muerte te rodea —el padre de Ana—, en los que orientas tu camino profesional —Ana pasa de una discográfica a tener su propio negocio de comida—, en los que investigas y experimentas; años en los que tienes relaciones sentimentales que te marcan, en los que la enfermedad ronda —el mejor amigo de Óscar, Guille—, etc. Son los acontecimientos de vida, como me gusta llamarlos, o preguntaros en esto: ¿cuántas cosas dirías que te han marcado de por vida?

Suele ser aquello relacionado con el amor, la enfermedad y la muerte. El futuro, con su eterna promesa incumplida —cómo tener la certeza si la misma palabra conlleva una incomodidad abrumadora y un modus vivendi que implícitamente lleva tatuado «descontento» en la frente—, pertenece a otra categoría, no se rige por las mismas leyes. Si anticipamos los riesgos, las consecuencias, de absolutamente todas nuestras acciones, corremos el riesgo de convertirnos en infelices perennes o en lo que en otros círculos se suele tildar comúnmente como «amargados» (o mal follados, con lo mal que suena). Con todo, son acontecimientos que se pueden contar con los dedos de una mano.

Si perdemos la capacidad de sorprendernos, aunque sea en entornos «controlados», perdemos lo que, a mi juicio, conlleva toda esta mierda que nos ocupa estos días. 

La Anticipación

Es muy difícil vivir sin tratar de controlarlo todo en un mundo en el que todo está medido al milímetro: relojes que te avisan si sedentarizas en exceso, las kilocalorías o experiencias a la carta («personalizadas», dicen sobre nuestros datos en estos barrios digitales), por citar algunos ejemplos.

No obstante, el tiempo grita estabilidad, según mi versión light de lo que significa envejecer. Desconfiar, en esas lides, entra dentro de todas las quinielas. Como los dolores de espalda y el sueño interrumpido.

    Hay otro momento en la serie en que, cuando Óscar recoge al nano de Valencia, en que este le suelta: ¿qué ha pasado?, al preguntarle por su edad. Y Óscar responde: pues ha pasado… ¡Lo que tenía que pasar! Que la sociedad machaca al minutero no hay Dios que lo discuta, pero tampoco es nada nuevo; ahora mismo, mientras escribo la vigilia de mi cumpleaños, solo oigo el tic tac del reloj de pared y mañana estrenan La Sustancia en streaming. 

Si intentas mostrar que la edad es sólo un número, prepárate para ocupar tu casilla entre los escombros del desaire, el ghosting y la burla pública que supone una mirada atenta a lo diferente (deseosa de carnaza, evidentemente).

El amor, la muerte y la enfermedad. ¿Quién no ha buscado en Google un diagnóstico basado en un problema de salud «x»? Taquicardia=infarto de miocardio. Y la juventud. Sobre todo para un adulto que se anticipa constantemente y vive en una rendija con la ilusión y el ansia de un pirata que sólo quiere seguir saqueando pese a tener una patente de corso.

Y termino con una reverencia en batín y me quedo tan ancho.


* No es broma, buscando una foto para colgar, he visto que el título de la serie es LOS AÑOS NUEVOS... I was wrong! Cómo es la testa...





martes, 31 de enero de 2023

BREVÍSIMA VISIÓN JERARQUICOCATÁRTICA SOBRE LA IGNOMINIA DESENTERRADA


APERTURA, ANNO DOMINI XIX 


... es el 31, no el 30.

Aparte de eso, algo recurrente y que antes no me molestaba y ahora cada vez más, c'è sole comunque, de todas formas hay sol.

Yo no iría por ahí preguntándolo. Sorry, ¿es el 30 o el 31? Es que nunca me acuerdo... ¿No es mejor no decir nada? Dejarlo pasar como tantas cosas que transcurren ante nuestros ojos sin intervenir ni decir ni pío porque preferimos no involucrarnos... Sí, eso sí mola. La indiferencia total y absoluta. Que se jodan todos. Si fueras mi smígol seguro que no dudarías.

No obstante, no me tengo por un infame (en el sentido más mediterráneo del término): he decidido no ser indiferente. Cada año que pasa pulo aspectos de mi carácter en busca de una mejoría que me permita estar y sentirme en consonancia con el cosmos, y es que no quiero ser de los que pasen de puntillas por la existencia (algo que creo querer demostrar de sobras en estos posts, tantos años después). Y he descubierto una nueva manera de intervenir y sentirme útil al respecto: guiando a la chavalería (o inténtandolo, más bien).

En alguna parte de mi ser había una extraña reticencia enterrada bajo un peso atávico que me impedía tomar ese paso natural en mi educación, en mi existencia. Pero eso se acabó con el nuevo año y con la oportunidad que esta vez sí se me presentó. No dudé. Había llegado la hora.

Siempre he llegado tarde a los sitios, pero cada vez más estoy seguro de que las cosas pasan cuando tienen que pasar. Menuda montaña de mierda para un neoestoico como yo, lo sé. De lo que puedo controlar, empiezo a saber cuándo descartar lo que puedo permitir que ocupe un espacio precioso en cuanto a tiempo y en cuanto a recursos y a elegir mejor lo que no.

Aparte de eso y de algunas estupideces que me siguen molestando y que no hay más cojones que tolerar como las conversaciones de ascensor y un Google Worspace desorbitadamente diabólico, no tengo jefe físico al que rendir cuentas por primera vez en mi vida y me siento jodidamente ultramotivado.

C'è sole, sí señor. Un sol que empieza a coger fuerza.

jueves, 31 de enero de 2019

CRÍTICA DESMESURADA Y VORAZ DE LA VIDA, LA MUERTE Y OTROS ENTREMESES


Varón caucásico, sin antecedentes. Paro cardíaco en el día de su sexagésimo segundo cumpleaños, cuatro días después de jubilarse.
(...)

¿Cuántas veces se repite semejante axioma? O semejante putada, más bien.
Luego vienen las típicas frases auto complacientes, que casi duelen más que la propia muerte (el hecho propio de desaparecer de la faz de la tierra): un día estás, y otro de repente pum. Y luego preocupándonos, malgastando tiempo con mierdas del día a día, con el dinero, que si no llegamos a fin de mes y tal. Y las guerras, el cambio climático y la conservación de la fauna; las disputas políticas, el mal humor. Y todo esto para qué. Si podrías pillar un cáncer o desaparecer en este mismo instante.

Qué cojones… ¿y si hubiera algo más, otro mundo donde volver a empezar? Cuesta creer en nuestra civilización ultra tecnificada, ¿verdad? Pero… ¿y si solo fuera la mecha para tener carta blanca y hacer de nuestra experiencia terrenal un carpe diem encendido y ardiente?
Con todos los chismes que tenemos a nuestro alcance, no sé cuántos de nosotros pensamos en la muerte como algo posible sin dejar una bala en la recámara, no quemando todos los cartuchos.

Mi hijo de seis años lleva varios días preguntándome por eso. Papi, ¿qué pasa cuándo nos morimos? El primer día le dije: hijo, cuando nos morimos... ehem... pues nuestro cuerpo físico desaparece y, según algunas culturas...
Me visualicé a mi mismo explicándole los diferentes estadios (Bardos) del deceso según el Budismo, algo que siempre me ha interesado, pero acabé la frase con un … se dice que nos reencarnamos en otro ser vivo esperando darle carpetazo al asunto sin sospechar que asomarían nuevas preguntas, algo obvio por otro lado; Papi, ¿qué significa reencarnarse?, a lo que yo respondería con un lacónico: volver a nacer.
Y ahí se acabaría la conversación del primer día. En su mente de seis años, Luca simplemente torcería el gesto para soltar una sonora carcajada (jo no vull tornar a la panxa de la mamay salir corriendo luego por las habitaciones de la casa.

A medida que nos vamos acercando a los cuarenta, pues, surgen nuevos desafíos a los que hacer frente. Las separaciones, por ejemplo. O los problemas de pareja. No conozco a ningún amigo que no haya pasado — o esté pasando— por alguna de las dos etapas mencionadas. El miedo a quedarse solo, al cambio radical que supondría con niños de por medio, la afectación emocional derivada de semejante trance… el volver a empezar. Como padres jóvenes, puede que algún cónyuge sienta la imperiosa necesidad de saltar del nido, de probar nuevas experiencias. Si la vida se nos escurre, ¿por qué sufrir con las veleidades del día a día? Si no duermo porque mi hijo tose toda la noche, porque me paso las mañanas corriendo con el agua al cuello; que si grito para que los peques me hagan caso, que luego no me comen; que además he de limpiar la casa y no tengo tiempo para mi y cuando llega la noche y ya no puedo más, el bebé se mea en la cama y llora desconsoladamente hasta las cuatro de la mañana con ese sonido infernal que te taladra el cerebellum y se te mete dentro del ánimo y la paciencia hasta dejarla hecha añicos, y luego mi pareja me pide mambo y yo lo único que quiero es dormir y descansar y, qué coño, puestos a elegir, desaparecer, fundirme con la nada.

Mejor llegar a un acuerdo y repartir responsabilidades quince días al mes. Visto así, ¿no os parece hasta lógico que haya separaciones por doquier? ¿Que lo que ayer era imposible hoy sea posible? Yo no estoy aquí para sufrir. Como vivimos en un perpetuo estadio de inmadurez*, donde las decisiones tomadas nunca son irreversibles, tenemos carta blanca para no ser consecuentes y volver a tomar nuevos rumbos que afecten a terceros y a cuartos sin remedio. Y lo mejor es que no pasará nada, porque está bien visto vivir el momento, el carpe diem que comentaba al principio. No tengo peros que manifestar al respecto porque, como humanos que somos, el libre albedrío va ligado a nuestra naturaleza salvaje. Lo que no me gusta, y no quiero ser agorero con esto, es la pérdida del interés en el legado que pretendemos. La clase de persona que queremos ser. Y aquí enlazo con la visión oriental sobre la muerte, ese “desmayo” previo al encuentro con la Gran Luz de la Conciencia. El Renacimiento final va ligado a la propia capacidad para escalar estadios y liberar nuestro ser auténtico. Si has sido un puto cabrón en tu forma de vida terrena lo tendrás mucho más difícil, que es casi lo mismo que decir si no te portas bien irás al infierno. Es en esta mescolanza de tradiciones donde se repiten las mismas ideas una y otra vez, desde el antiguo Egipto hasta la India pasando por nuestro judaísmo, del que somos deudores, cosa que nos lleva a pensar en que hay una raíz sospechosamente plausible y veraz en todo ello.

Ojalá viviéramos en un perpetuo estado de enamoramiento. Quizá es esto lo que buscamos cuando nos separamos o cuando buscamos una aventura. Como dice la publicidad de una conocida agencia de contactos: ponga a una/un amante en su vida, ¡verá como luego en casa está más relajado/a! Todo es tan confuso y relativo que, al final, solo nos queda abalanzarnos sobre la barra libre porque todo tiene cabida en el cajón desastre que somos. Y a tirar p'alante, caiga quien caiga.

Dicho esto, cada uno es libre de hacer lo que quiera, incluso de publicarlo en la red (faltaría más). Pero a mi no me encontraréis ahí, al menos no así (porque meto la cabeza debajo la madriguera y, en caso de hecatombe, no salgo hasta que me sangren los dedos de tanto escribir). No pretendo defender el modelo de familia tradicional porque soy muy consciente de la sociedad líquida en la que vivimos no solo no puede decirte quién eres si no que además no tiene nada que hacer a la hora de crearse cada uno una identidad. Y esto, hoy en día, es un gran avance. 

Lo que pasa después de la muerte, nadie lo sabe. Hay indicios, como decía, sospechas según bagajes. Lo que sí sabemos es lo que hay que hacer con la vida, y es intentar dar ejemplo con nuestros actos. Y luego puede que quede algo en el más allá.
Lejos quedan ya los tiempos en que aspiraba a dejar huella por mi yo. Ahora solo pienso en querer a mi esposa hasta el último aliento y en intentar desarrollar a las dos personitas a mi cargo lo mejor que pueda. Enseñarles a ser respetuosos, a hacerse valer por ellos mismos, y a ser consecuentes con sus actos sin discriminar ni dejar de escuchar a nadie. 
Quiero que sean felices, libres, y, sobre todo, que no se pongan barreras ni fronteras.

Quiero ser una buena persona sin que eso signifique ser dócil. Quiero ser capaz de afrontar con entereza las piedras que me encuentre en el camino, los retos que se me presenten. Quiero aprender a llorar a mis seres queridos; quiero aprender a aceptar el dolor como forma de vida, y también quiero lidiar con todo aquello que me resulte difícil e inevitable, aceptando la derrota con dignidad.
Y quiero querer a mi sobrina.

Y, si tengo que morir, quiero morir sabiendo que ha habido vida.
¿Cuántas veces se repite semejante axioma?


*Como casi millennials, somos hijos del avance tecnológico desmesurado y hemos crecido con todos los medios a nuestro alcance. No pretendo juzgar el grado de maduración de nadie.





martes, 30 de enero de 2018

RESQUICIOS (DE LA NUEVA ERA)

Tú solo dame la mano, que yo te la apretujo fuerte. Pienso romperte los putos huesos si hace falta.
¿Cuándo cojones piensas irte? Porque yo no quiero que te vayas.

Yo no soy el culpable. No es mi jodida culpa, pero sé a quién acudir. Le haré una visita de esas TRASCENDENTE. Una que no olvidará. Como en El Padrino. (Nadie se va a ir de rositas aquí).

Nos vamos de viaje. Ella vendrá con nosotros. Lo hacemos por ella. Y surgirá una nueva edad, a falta de un par de sobrinos para completar el círculo. Mis hijos crecen y, con ellos, nuestra esperanza.

Yo solo quería que me diera la mano y me mirara una última vez, ya que, cuando llegue el circo, a mi no me encontrarán. De la hipocresía como estilo de vida, decían. Todos saben que soy un puto rencoroso y que es mejor darme de comer aparte.

Vuelve pronto, oh, mi musa querida. Me insuflaste la vida y yo, con mi camisa hecha jirones, jamás te rendí pleitesía, no vaig gosar. Hasta ahora.

Tu solo dame la mano, que yo me encargo del resto. Este es nuestro turno. Entramos en una Nueva Era.

miércoles, 15 de marzo de 2017

TRAPPIST-1


Si hay vida más allá de nuestras fronteras, si de verdad hay vida y quieren relacionarse con nosotros o seguir en su anhelada oscuridad, sin conocernos, pues olé, de veras, ole y olé y bravo bravissimo. Lo de aquí abajo ya no es primordial, estaros tranquilos.
Es primavera total, ¿qué más da? Qué importa si hace un año que A. cruzara al otro lado y justo me encuentro a la viuda, la pobre, al minuto de poner pie en suelo manresano. Y me dice que lo que no quiere es que nadie se olvide de él, y nosotros vamos con prisas y me tengo que despedir cuando ella no puede ni acabar la puta frase siquiera.
Sinceramente, no sé por qué coño buscamos vida ahí fuera. A veces es mejor no saber, incluso para algo tan aparentemente trascendental como la maldita peculiaridad cósmica. No nos engañemos, es mejor que no encontremos nada, por nuestro bien.
Los hijos de nuestros hijos, aunque no se relacionen entre ellos,  tendrán que lidiar con los pasos que estamos dando al respecto.
Me pregunto si no sería mejor cuidar nuestro planeta, pero luego está el crecimiento de la población a un ritmo completamente insostenible y me obligo a pensar en otra cosa. Pura ciencia ficción.
Así que de momento está Trappist-1, la flor de la primavera. Como Mat en su primer aniversario: todo esperanza.

sábado, 28 de enero de 2017

EL CUARTO

APERTURA XVII
Recuerdo toda la parafernalia, las dudas, el verano en Pompeya. Las clases preparto, las prisas por tenerlo todo a punto, lo bien que le sentó el embarazo.

La final de la Eurocopa en la Costa Amalfitana, y que casi tuvimos que irnos por patas tras el 0-4.
Mis últimos pitis (oficiales y regulares). La gordita pululando, la reacción de mi suegro.

Recuerdo que no había manera. A mi compañero de tantas noches Z. empujando la camilla, el llegar a la habitación en esa eterna madrugada.

Mi príncipe. Lo recuerdo todo muy bien, 
y hoy es el cuarto año de aquello ya.

domingo, 31 de enero de 2016

VUELVO A CUMPLIR

Considerar nuestra mayor angustia como un incidente sin importancia, no sólo en la vida del universo, sino en la de nuestra misma alma, es el principio de la sabiduría. Considerar esto en la misma mitad de esa angustia es la sabiduría entera. En el momento en que sufrimos parece que el dolor humano es infinito. Pero ni el dolor humano es infinito, pues nada humano hay que sea infinito, ni nuestro dolor vale más que el ser un dolor que sentimos nosotros.
Estoy vivo y tengo buena salud. Mi mujer y mis hijos tienen buena salud. Doy gracias por ello, y por amarles y que ellos me amen a mi como si no hubiera un mañana.
Quería recordar esta cita de Fernando Pessoa en este día que ya no es tan especial para mi -puesto que hay otro cumple que copa toda mi atención- como tributo a la mutación pasada del verdadero ser que subyace al tipo de treinta y seis años que teclea esta mierda en este mismo instante.
La filosofía siempre fue la misma (como en Tool y el resto de referentes culturales), ya que siempre supimos que la lucha era jodidamente irreal, algo tan abstracto como las divagaciones dedicadas al tiempo ocioso pertinente sobre el que edificamos nuestro modus vivendi.
Nunca existí.
Hoy doy gracias por ello.
(Sobre esto mío ya encontraré la manera de trampearlo).



sábado, 31 de enero de 2015

ELOGIO (DE LA ENVIDIA)

Hoy que cumplo años siento envidia, y proclamo abiertamente mi desazón.
Envidio el poder que tienes, que con un chasquido de tus dedos todo repele.
Todo el mundo respeta la displicencia que tu faz no se apresura a eliminar tras el primer contacto visual; qué lástima que a mi no me salga así, y me utilicen como a un alfil.
Tus privilegios son el motor que da alas al trabajador que se consume y acaba penalizado. Tu palabra cunde en misa lo que JC recibió por nuestros pecados, que no fue poco.
Dios, cómo te envidio. Envidio la facilidad con que sentencias atributos temporales desde tu sillón (siendo cuarenta y una jornadas poco menos que un oasis de esplendor), compañero de John Doe. La incapacidad de contradecirte y tu capacidad de reacción. Tu gestión de la presión (sin parangón).
Ojalá fuera como tú. Y abrir la puerta hasta que me apetezca, y hacer tres de trescientas sin levantar la mirada. Todos saben que luego devuelves hasta el último centavo de lo que coges prestado. 
Ay, quién fuera tú. Que haces del complot un arte y emponzoñas a quién se ponga delante sin más dilación pero sin resquemor. Que disfrazas tus carencias por beneficio de un bien común, de un bien mayor. Que descuidas el rencor por construir algo mejor, algo sin el sopor del corazón arrinconador.
Joder, y tu alegría... tu resplandor ilumina al mismo sol. Tu algarabía legendaria es, al igual que tu tesón. Irradias la misma bondad que un dinosaurio de esos de los buenos con el cuello largo, no un velociraptor asesino-cabrón. Como un elefante que se reúne con los suyos para morir en esas largas y eternas travesías por el bosque, así de entrañable te veo yo.
Tus amigos se cuentan por decenas y tus enemigos desconocen ese término para asociarlo contigo. Tu lucha será recordada y, tu secretaria -para tu deleite-, nunca fue el colmo de la paciencia ni de la educación. Es imposible que nadie te desee mal, cosa que tiene un mérito atronador.
Ay de mi, que hoy cumplo treinta y cinco años queriendo ser otra persona, queriendo ser tú.
Te envidio tanto, tantísimo, que no sé cómo voy a poder disfrutarlo.
Dios... ojalá fuera como tú.

miércoles, 28 de enero de 2015

EL EMBELESE DE LA CABELLERA DORADA


Últimamente, cuando miro a mi hijo mientras la acaricio la cabellera dorada en la cama contemplando así la perfección de la obra de Dios para mi deleite -con la falta de horas y otros remiendos pendientes-, tomo conciencia del momento y la vigilia me traslada al futuro más lejano para palidecer por el vértigo de una herencia maldita no deseada. Y me pregunto... ¿qué culpa tendrá él, de mis pecados e inseguridades? Esto dura un instante apenas, como para no defraudar a mi yo de siempre, ya que a los dos minutos solo observo y disfruto alejando las turbulencias.

Respira muy rápido, joder. ¡Va a un ritmo de 150 pulsaciones mínimo! La emoción del día a día lo hace inagotable ahora que todo es nuevo y no entiende que se le obligue a dormir a una hora que conmigo casi siempre supera los límites de lo deseable para un bimbo.

Por aquí le llamarían rubio, eso seguro. La semana pasada, en Olot, la dependienta/propietaria que nos atendió exclamó: d'on els ha tret, aquests rínxols daurats? (¿De dónde los ha sacado, estos rizos dorados?). No es verdad, que yo de pequeño fuera rubio. Era cosa del conductor de autobuses aquél, que hasta hace poco me lo encontraba por la calle y que siempre me chillaba ¡rubioooo! por cualquier rincón de la ciudad.

Mi orgullo de padre es ilimitado, sobre todo estos días, que parece que le quiera más y más y solo pueda y deba superarme en todo. Le doy unos quinientos besos diarios y ya no siento aquella molestia punzante cuando su ritmo era demasiado terco para mí. Ya no busco modelar una figura de polvo y cenizas a mi imagen y semejanza.

Luego pensaba en el lejano oeste, allá por el desierto de Mojave. A. me envió unas fotos de una vida que podría haber compartido e hizo que deseara ardientemente estar allí en lugar de convertirme en el payaso triste que citaba Tony Soprano, tomando peyote y descubriendo que aquél tipo desgarbado era yo mismo en realidad y que, aquella, era una vida que yo reivindicaría. Repetirlo no me iba a ayudar demasiado, pero tampoco me afeaba tras una conversación reciente con mi amigo gallego D., il capitano.

Cumplir dos años. Cómo olvidar la noche de domingo de entonces. Y la verborrea insaciable y constante. Últimamente gozo con el cielo y sus astros, además. No sé por qué lo relaciono con la perfección. Me he pedido un telescopio para mi cumple o para reyes o para el caga tió o para cuando sea. Siento una necesidad imperiosa de aprender el espacio, me siento irremediablemente atraído hacia la puta bóveda celestial. Y nos abrazamos. Son dos cosas que van ligadas. Y le acaricio su cabellera dorada con su remolino/coronilla lastimosamente heredada. Cómo me hubiese gustado poner una cámara oculta este lunes en la guardería para ver cómo se convertía en el centro de atención.

Y le cuento el cuento del cocodril, ya que me lo pide aunque sea demasiado pronto para escuchar batallitas improvisadas, y l'avi Dani y el Capitán Trueno siempre aparecen de la mano desde que se encontraron en lo alto de la cumbre de una montaña tan alta como el cielo y los planetas del extrarradio solar. Y pienso: voy a desenterrar mi libro de mitología. Y sigo pensando: Dios es hermoso, joder.

Y luego vuelvo a mirarle embelesado, borracho perdido.

jueves, 31 de enero de 2013

lunes, 6 de febrero de 2012

CUMPLÍ 32

El martes cumplí 32 años.

No fue la casualidad la que me alejó del foco y la tensión, ni tampoco la desesperación.

Un resorte natural de última hora, como dos niños agasajados en el sofá de improviso, un destello en el salón.

Cacareamos canciones que nos distinguen, no tomamos nada a cambio. Esta vez no fue necesario. Qué hay del humo, me preguntaron. El justo y el necesario, respondí, no lo voy a negar, no hace falta que se santigüen.

El día era gris, el frío de los gulags estaba al caer. Oímos la burbuja poco antes de caer, una razia, algo rápido, todo sin pensar en la hora de comer. Y el brindis… ¡ay, el brindis! El sol caía y no quería merendar, sacrílego impío, pero tampoco nos importunó.
¿Qué íbamos a hacer?

Estuvimos en Florencia dando una vuelta, no fue un rumor de babor ni estribor, ni del este o el salvaje oeste nos llegó la confirmación del mástil; mi vida entera lejos de tener sentido hasta entonces, pensé, esto es lo que enumera una existencia breve y cruel. Al día siguiente teníamos un vuelo a New Jersey.

Y luego...  oleadas de pasión y desenfreno, comida para perros, del destino hacia el faro que da nombre al rumbo entre dos mares, vida mía...
todo junto a ti, nada siempre contigo. ¿Qué más se puede pedir?

El martes cumplí 32 años. ¿Quieres preguntarme cómo pasé el día?


domingo, 31 de enero de 2010

GRIETAS EN LAS COMISURAS DE MIS LABIOS





Las comisuras de mis labios se agrietan si aprieto fuerte los dientes mientras miro por la ventana como nieva; fuera, el frío recuerda que son treinta las veces que estuve aquí arriba esperando enrolarme en un drakkar sin remero, buscando un remedio para la tos sorbito a sorbito, calada a calada.

Y el humo del vaho de mi halo será testigo de mis horas postreras en este mundo con este dígito, justo cuando deje de preguntarme cuántos años quedarán después,
justo cuando exhale mi último aliento.



30SLO

lunes, 4 de febrero de 2008

TEMPORALES TRAS MUNCH Y VIGELAND

OSLO EN 28


No es tarea fácil admitir que los 30 están tan cerca ya.
El hecho de viajar, en este caso, adquirió un cariz desbloqueador importante: se trataba de torpedear una circunstancia como esa. Cumplir años lejos -lo más al norte que pueda visitar jamás- era una gran medicina para esta maldita enfermedad incurable; sabiendo que la vida será una sucesión de años similares, basada en el contacto que puedas llegar a desarrollar con otros seres humanos -la eterna dicha, que no por eterna menos dolorosamente real- como único acicate o novedad, o los sitios que puedas ver, mezclarme entre los fiordos en estas fechas ha sido una experiencia única.
He estado en Oslo también para ver acabar el invierno, para finiquitarlo. Días después, y con ese espíritu un tanto lejano, hoy vuelvo a sentir el frío de mis manos congeladas al querer hacer una jodida foto.

miércoles, 31 de enero de 2007

PEQUEÑO

Me tocaría morir este año. Entre la vida y yo hay un cristal tenue. Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla.
He llegado a los 27 lo suficientemente cuerdo como para reírme de toda esta mierda de Pessoa y darme cuenta de lo efímero y falso que es todo. Pero no por ello voy a renunciar a mi parte del pastel. Ahora le voy a sacar todo el jugo que antaño se me negó, está claro que sabía lo que se decía y pocas veces el reflejo es tan claro como amargo. Rompo una lanza en favor del gran poeta portugués, por descubrirnos el mundo real en todo su esplendor, en el día de la maldición.
¿Quién tiene cojones a escuchar, o a abrir los ojos?