Una larga noche en vela da para mucho pero no es nada si la nada significa nada (esas manos me hablan) tengo y a nada me puedo agarrar.
En una larga noche como esta en la que ya no queda nada de que hablar, es fácil mirar atrás y no ver nada, nada que se pueda remediar.
Nada de lo pensado tiene solución si la noche precede un suave amanecer sin nubes ni nada que me opere más allá; confirmado, ¡no me queda nada!
Me dices que nada de lo vivido fue real aunque no me conozcas. Nado más lejos de la realidad a través del vacío de esta noche oscura, y me digo: no tengo nada que objetar.
Ya no hay nada que perder en este nuevo año y el casillero a cero hace que todos desconfíen, el individuo que sobrevuele las tinieblas no tiene ninguna posibilidad: yo hubiese matado monstruos por tíºº, escuché nada más salir... ¡no me hagas reír!
Una larga noche en vela da para demasiado, no hagas caso, sentencia la almohada de aquí al lado. Qué sabrá ella de la nada, si recibe a sus invitados con una sonrisa y no interrumpe lo cotidiano, sigo pensando.
Nada. No puedo quitarme esta maldita palabra de encima, ha sido una noche muy larga.
Después de un fastidioso paseo por las sombras, dejo en mi cama el disfraz que no huele ni sabe a nada y me levanto; puede que lo lleve conmigo hoy y mañana domingo, nada llamativo espero.
Nada de nada. ¡Debería estar contento por fin!
La Nada.
ºº canción del disco Cuentos chinos para niños del Japón, de Love of Lesbian, lo que no recuerdo el título ni tengo ganas de buscarla...
para la artista anteriormente conocida como Amélie Esta semana te habrás acordado de mí cuando volviste el lunes del trabajo y tuviste que poner una lavadora para el maldito cojín pintado (y ensuciado de mala manera) con los restos del carnaval.
Esta semana te habrás acordado de mí cuando hayas oído a Paulie decir "ahí estamos" en cualquiera de las posibles situaciones que hubiesen requerido ánimo u osadía, o por simple deleite ante lo conseguido (que por nimio, gentilicio obliga).
Esta semana te habrás acordado de mí cuando, probablemente ayer, te diste cuenta de que tenías una toalla sucia de más (de las tres que tienes), por cierto y puede que con una media sonrisa, porque bonita sí que es sí, pero lo que es secar, no seca una mierda.
Esta semana te habrás acordado de mí cuando te sobrevino un sentimiento de culpabilidad al no haberme venido a buscar ni despedirme como según tú o los otros creen que merezco (pese a mis pocos peros y ya que había venido a verte).
Esta semana te habrás acordado de mí seguramente el martes cuando descubriste un platito de paella en el horno al querer hacerte una pizza (lo único comestible que tenías en la nevera).
Esta semana te habrás acordado de mí al navegar por internet buscando reacciones a palabras como reconciliación tras los Goya y Almodóvar.
Esta semana te habrás acordado de mí aunque sin mí al hablar por teléfono y ver que, en realidad, es como si estuviera ahí, y que en esa cotidianedad reside el elixir de un amable porvenir.
Esta semana te habrás acordado de mí cuando te pares a pensar en las ciento setenta y pico fotos que nos hicimos para ver quién es más Narciso y que te tengo que enviar; después de tres años entre todo lo perenne, uno de los cuales inexplicablemente sobrevivido a base de tomatitos con aceite de oliva, orégano y mozzarella por encima, sigo sintiendo el rubor de un vínculo superior.
Esta semana te habrás acordado de mí al mirar la hora una y otra vez en tu celular con la Madonna de Munch (se pronuncia como "k"), esperando el cese del reloj mientras sigues ahí parada y con la brújula estropeada pasando frío, escuchando los coches pasar por tu avenida y preguntándote por el amor, cavilando sobre lo poco útil que resulta el tiempo vivido y el menos sutil que queda por vivir.Dime, ¿acaso no te has acordado de mí esta semana un poquito más de lo normal?
Recuerdo que la última vez que cogí un vuelo, hará ya 6 meses, me dije: recuerda el momento en el que tengas que volver a coger un avión. Ese momento ya ha llegado, y es ahora.
Me sudan tanto las manos que podría llenar un vaso entero de agua salada o pintarle a alguien la cara entera si el sudor no fuese incoloro. El despegue es el peor momento: cierras los ojos, apoyas tu agarrotado brazo izquierdo en el asiento delantero haciendo presión y con el derecho hasta te santiguas y todo (eso sí, discretamente). Prueba superada, ya nos podemos desabrochar los cinturones. Mientras pienso en take off como fucking phrasal verb, me da por mirar por la ventana y directamente hacia el ala derecha. Parece de mentira, como hecha de plástico, tipo juguete. Estoy contando los tornillos. Espero que no se rompa en mil pedazos. Una pequeña turbulencia, dejo de escribir, noto con temor cómo la adrenalina me quiere poseer. Me vuelven a sudar las manos. No debería beber vino antes de subirme a un puto avión, me nubla los sentidos multiplicándolos por mil. Distorsión, reacción. El puto Morini me pone de los nervios, ¿qué clase de enfermedad te postra en una silla de ruedas con 40 años? * En Noruega está nevando, espero que el aterrizaje no resulte problemático. Espero que el mal tiempo no tumbe al avión. Espero que hayan encendido el botón del pararrayos. No me he llevado casi nada de lo mío, pero en caso de desastre y si tuviese que buscar un trozo de algo para agarrarme en pleno Mar del Norte, creo que no dejaría mi mochila tirada (aunque se mojase todo). En la maleta sólo llevo ropa, sólo tendría que volver a rehacer mi vestuario, puedo vivir con eso. Por si no vuelvo y mientras pienso en cómo salvarme, que sepas que siempre intenté superar los obstáculos que me iba encontrando, piano piano, y que disfruté los buenos momentos. De los malos, aprendí a crecer con ellos a mi alrededor, no me quedó más remedio. Ya casi ni me acuerdo de que cumplía 30 años, pero sí de que mi 'obra' giró entorno a tres claros ejes: el desamor, la soledad y la muerte, si es que no fue invención mía. Siempre me creí único. Que mi nombre perdure por los tiempos de los tiempos, que toda esta mierda hubiese servido para algo quisiera, si no es mucho pedir. Arrivederci. P. S. : título a propuesta de Maria, 7.02.10 ('todo escrito tiene que tener título').
Las comisuras de mis labios se agrietan si aprieto fuerte los dientes mientras miro por la ventana como nieva; fuera, el frío recuerda que son treinta las veces que estuve aquí arriba esperando enrolarme en un drakkar sin remero, buscando un remedio para la tos sorbito a sorbito, calada a calada.
Y el humo del vaho de mi halo será testigo de mis horas postreras en este mundo con este dígito, justo cuando deje de preguntarme cuántos años quedarán después,
Retomo el recorrido por mi vida y milagros con el segundo capítulo de la serie Cara Manresa, con más ahínco ahora si cabe, que me acerco inexorablemente a la treintena y tanto nos reímos este sábado pasado.
Ser de La Font o no ser de La Font, esa es una bella cuestión. La Font dels Capellans es el nombre del barrio en el que he pasado mi infancia y la adolescencia, por lo que debería ser mi barrio, pero tengo varios sentimientos encontrados al respecto y ciertas dudas que me dispongo a relatar (junto con alguna que otra historieta). Yo nací en la Sagrada Familia, como explicaba en el primer capítulo, que es el barrio adyacente a La Font; de hecho, está pegado, y el antiguo colegio Anselmo Cabanes hace de elemento unificador o integrador entre ambos. A ese cole fui a parvulitos, que ahora se debe llamar algo como P3 o P4, he perdido la cuenta. El cole se mantiene casi igual que hace 25 años y apenas ha cambiado en todo este tiempo. Una de las cosas que siempre me he preguntado es por qué nunca han puesto putas redes en las canastas (demasiado altas) y en las porterías de la pista más grande (hay otra más pequeña en un rincón donde no hacen falta), malditas ratas: no puedo recordar la de veces que tuve que cruzar la carretera en busca de la pelota por culpa de esa mierda. El camino que va de un barrio a otro pasa por cruzar el cole simplemente. El Mercat de la Sagrada Família es otro elemento integrador entre los dos barrios y mítico de cojones; cómo olvidar al carnicero, a Eminemo de la ONCE, al puto rancio del Quiosco Pequeño o a la chica del Foto David. Los que todavía siguen ahí se deben preguntar más de una vez quién diablos es ese tío que se pasea con aire distraído y les sonríe ampliamente. Otros te saludan con una media sonrisa, conscientes de que ya llevamos unos cuantos años dando por culo, pero la cosa nunca ha sobrepasado la pura cordialidad de barrio. Luego está el puto rancio del Quiosco Pequeño, que ya podría empezar a estirarse un poco o a mostrar algo de amabilidad (que no pleitesía), con la de mierdas que le hemos comprado (incluyendo Don Balones mil) a lo largo de estos años... Antes de llegar a La Font en sí, una ojeada y un párrafo aparte para el Mossèn Ramon (y no Josep como digo en el vídeo), el cura del puro, un hombre bueno que dignificaba, iba a escribir, a los de su profesión... En todo caso, un buen representante de Dios, ciertamente. Yo siempre bajaba a La Font con mi hermano mayor Quim a jugar a fútbol. La pista, que sólo ha cambiado en esas extrañas portezuelas de madera de más (se ve que en los últimos años juegan a hockey), por no hablar de la destrucción del parque a costa de los horribles vestuarios, es para mí La Pista (con todas la letras): puede que uno de los lugares que más he pisado en mi vida. Recuerdo, para ser breve, los deplazamientos de balón con la Etrusco; el día en que conocí al Gnöit, los rapeos vocales con el Tognâo, al Nil, al mejor amigo de mi hermano, Ton, al perro del Ruli, etc. Una sombra: el 21 de febrero de 1992, el día en el que me cayó una de las porterías en la cabeza. Como se dice en estos casos, casi la palmo, y dicen que me salvé por unos pocos centímetros (el boño que me quedó en el cogote lo atestigua). Aquí queda. La Font estaba formada en su mayoría por inmigrantes del sur del país, es decir, por gentes andaluzas y extremeñas sobre todo, y nosotros, sus hijos charnegos. Y escribo estaba porque la cosa ha cambiado y mucho: como en tantos otros sitios, la inmigración extracomunitaria ha causado mella, y no quisiera escribir para mal ni para bien, sólo dejar constancia. Supongo que podría englobarlo en un fenómeno más amplio: el fin de la inocencia. De todas maneras, un fuerte sentimiento de pertenencia de grupo latía entre bambalinas; respecto a la rivalidad entre barrios, "ser de La Font" podía otorgarte un plus de fiereza importante. Todavía hoy, entre mis amigos, suele escaparse un "venga, no me jodas, que soy de La Font", en posibles situaciones comprometidas. Al principio no me consideraban parte de "eso", aunque quizá mi propia naturaleza desarraigada (o mejor, descreída) imposibilitaba tal empresa. Me refiero especialmente a un megaconflicto que tuvimos de pequeños con los chungos del barrio (mi hermano y yo), por culpa de un partidillo. No recuerdo bien por qué, pero yo me calenté con un chaval, y cada vez que tocaba el balón, le hacía ir por el suelo (pero con mucha mala sangre). Nos acabaron rodeando como a dos perros, pero la cosa no pasó a mayores. A medida que fue pasando el tiempo y tras bajar a la pista un millón de veces, podría haber llegado a sentirme parte de eso tranquilamente, pero hoy en día me sigue sonando a arrebato juvenil; yo lo veo más como una especie de pasado glorioso al que regresar de vez en cuando para no olvidar jamás el punto de partida. Actualmente me saludo con la gran mayoría de la gente del barrio sin problemas, y con muchos mantengo breves conversaciones incluso. Nos une cierto pasado e historias parecidas, y suele ser de lo más agradable y relajado, terminada ya la difícil época del paso de la adolescencia al mundo adulto, y con el brutal cambio social tras el nuevo milenio. Evidentemente, subrallo con orgullo a tres de mis amistades imperecederas, nacidas en esos ambientes. Quizá por eso o por la necesidad de pertenecer a algo o por darle un puto sentido a algo o porque simplemente he pasado de todo en este puto barrio, si me preguntan hoy en día (tras una breve explicación-introducción) suelo decir que soy de La Font, y he de reconocer que no me importa llenarme la boca con ello.
Iba yo en un puto utilitario gris (como el tiempo) haciendo las veces de copiloto y conducía mi madre. Sentada detrás respiraba inquieta C. C. y yo estaba horrorizado debido a una carretera llena de curvas de lo más peligrosa. C. C. molestaba como cuando alguien camina por la calle detrás tuya demasiado cerca. Antes de morir en un previsible accidente como predijo la ouija aquella vez, le ordené a mi madre que cambiara de asiento pero en marcha, sin parar el coche. No lo conseguí y mientras nos tambaleábamos la zozobra aumentó considerablemente, hasta que un sonido brusco y seco me despertó de repente. Al poner los pies en el frío suelo (demasiadas alfombras ultrajadas), me invadió un malestar intenso y una presión exagerada en las sienes, aunque pensándolo un poco, no creo que aquello llegara ni siquiera al rango de pesadilla... Llevaba un tiempo durmiendo del tirón y sin tener la sensación de cargar con mucho peso, y además solía salir airoso la mayor parte de las veces en que tenía la sensación de cargar con uno o de toparme ante un posible dilema. Me dicen que vuelvo a chillar por las noches, pero tampoco puedo estar seguro de si es malo o bueno, ya que casi nunca recuerdo lo que sueño; unos pocos fotogramas no bastan para aclarar conceptos, aunque sí para advertir sobre la idea que subyace al tema en cuestión (miedos) y pasar a defcon 2 tras el primer párrafo de este escrito. Justamente, no por ir sobre seguro o pasito a pasito tienes el éxito al alcance de la mano por que sí. Me he repetido a mí mismo estos días una y otra vez, 'no estoy aquí para sufrir', y he buscado cómplices en mi entorno más cercano para llevar a cabo el crimen con total impunidad; ese entorno que, llegado el caso y con toda certeza, jamás me traicionaría. Es curioso como necesitamos que alguien juegue los papeles de ángel y demonio según convenga y para decirnos lo que ya sabemos. Siempre ando quejándome. Cuando alguien me pregunta algo directamente, respondo siempre con pesadas evasivas y sin escuchar al interlocutor. Antes pensaba que era por timidez o por simple miedo a conocer a alguien (ya ves tú), pero ahora sé que ya es parte de mí: yo soy así. Quejarme es, para mí, una manera de provocar pena, asco o las dos cosas juntas, y de desarmar al que tengo delante en un santiamén. Antes utilizaba las palabras más raras que me sabía del diccionario, pero ahora ya ni eso; como no leo, no me queda más recurso que el lloriqueo puro y duro, y así acabo rápido con cualquier conato de conversación. De esta manera, este tipo de actuaciones acaban por cansar a todo profano que se acerque a mi espacio vital. Algunos iniciados ya saben a qué atenerse y celebran por todo lo alto el haberme conocido, cosa que me sigue extrañando y jodiendo por igual porque significa identificar un rasgo claramente negativo conmigo, como si fuera una característica inherente a mi. Lo escribo con cierto pudor y luchando por expulsar casi a diario este cansancio o vencimiento que me gobierna desde que el mundo es mundo, y que me avergüenza desde que la insultante belleza ruboriza al ser más avezado. Nunca ha sido otra cosa que no fuera el simple hecho de tomar decisiones (sería absurdo ahora renegar de mis congéneres), mezclado con un áspero cóctel servido desde la azotea, de la que saldría el indudable barómetro que resulta del tiempo pasado en cama: cuando tengo el sueño raro o me paso más de una noche en vela, es que algo no va bien. Entonces se abre otra puerta y así hasta el infinito. Si pagara a una terapeuta adelantaría mucho, pero prefiero donar ese presupuesto al gimnasio de mi barrio y ya tuve una experiencia... pongamos, fallida, con gente de esa calaña. Normalmente espero una semana para estar seguro, en particular por aquello de trabajar de noche y tal, pero sigo sin entender por qué nunca es suficiente o por qué lo sigo pensando siquiera (sobre todo después de navidades) una vez deja de sorprender y ya no hay vuelta atrás. 'La derrota no es una opción', decía la canción, pero el engaño no engaña a nadie y menos a mí mismo, que soy el que lo sufre; tan pagado de mí mismo y derrotado de antemano como si hubiese vencido alguna vez a los nuevos derroteros que aparentaba traer el nuevo año, y eso ya cansa. Feliz cumpleaños, Giulio.
OTRO AÑO EN IMÁGENES
Un año más, dejo aquí mi particular resumen de este año saliente a través de fotos, la mayor parte de las cuales están tomadas por mí y sin repetir las que ya adornaron escritos anteriores; vendrán acompañadas de una breve explicación a modo de recordatorio y espejo de un 2009 que me sería difícil de calificar, pero que ya se nos escapa de las manos sin remedio. Dos vídeos ponen la cirereta en el pastel igual que el mundialito de clubs para el Barça, en un año de leyenda para todos los culés e histórico en el mundo del fútbol.
ENERO
Enero ha sido un mes de salir por la noche, con una tajada tras otra. Tengo un millón de fotos de fiesta, y he escogido ésta porque salen mis dos amigos más antiguos y mejores, con mi cara intentando lo imposible. Cumplí 29 años entre copas de vino y lavadoras en la cama. FEBRERO
Febrero ha seguido la misma tónica del mes anterior: mucha noche y no recuerdo mucho más, la verdad... así que te dejo otra foto de festival y prou. En marzo fuimos a ver a mi amigo Balbo a Torredembarra, lugar mágico y que siempre nos transmite un vacío sentimental importante. Junio es siempre el mes donde se vislumbran las vacaciones, y a finales ya estábamos en Calvi, Córcega. Descubrimos que sus ciudadanos también pelean por la partida de nacimiento de Colón... JULIO El mes que más adoro. Casi siempre indica vacaciones total, y aquí dejo un par de fotos que lo atestiguan: una de Corti, capital histórica del independentismo corso y patria de Pepe Botella, y la otra de Dubrovnik, una maravilla amurallada. AGOSTO Agosto suele ser un mes de mierda, porque indica el regreso al lavoro pese a que aún es verano, y créeme cuando te digo que ésta es la única foto que hice en todo el mes, en una noche de luna llena como ésta. SEPTIEMBRE Septiembre ya fue un poquito más agradable. Aún no te aprietan las obligaciones y el clima es suave y agradecido. He elegido la boda del Txema en este mes porque lo pasamos muy bien (con mi hermano mayor y sus amigos) y ha sido la primera boda a la que he aceptado ir casi sin dudarlo (no tengo por costumbre ir a bodas). OCTUBRE Octubre es el mes de reenganche con la realidad, y este año también ha sido el mes de mi nuevo piso manrusiano y una última escapada a Escocia, de la que te dejo el castillo de Robert The Bruce. NOVIEMBRE Noviembre es el puto mes que más odio. Significa la llegada del frío y obligaciones mil. Esta foto es del camino que he hecho tropecientas veces para ir a la puta EOI, cosa que creo que no haré muchas veces más a lo largo de mi vida.
DICIEMBRE
Frío y mucho trabajo, poca vida social vs. la lucha por no decaer ni enfermar. La foto es de una buena nevada del pasado 21, y es mi colegui Beppe el que deambula por el belvedere de Santa Clara. -------------------------------------------------------------------
En cuanto a vídeos, de todo lo que tengo -que es mucho-, me quedo con éste de la gasolinera en el coche del Ace, justo antes de salir hacia Toulon, desde dónde cogimos un barco para Córcega (en busca de Astérix y Napoleón).
Y para mí, el vídeo del año a nivel de lo que pasa en el mundo, es la agresión a Don Silvio. No sabría si reír o llorar...
Esta otra versión del suceso me parece la más divertida de todas.
No me atrevería a ponerle la etiqueta de "disco del año" a nadie, pero si tuviese que resaltar uno, éste sería el "Lungs" de Florence + The Machine, aunque la canción que subtitula a este escrito no es la que más me gusta.
Poco más que añadir.
Un año más, un año menos.
Felices fiestas y próspero 2010.
¿Algún nuevo propósito? ABRIL
En abril me escapé un día a la capital del Reyno, un destino que tenía pendiente con una rosa que nunca enterré y un estadio que tenía que ver. MAYO De mayo no tengo ni una puta foto decente ni me pasó nada especial, así que homenajeo aquí al glorioso Barça de este año. JUNIO