jueves, 30 de enero de 2025

ENERO: LA ANTICIPACIÓN (LOS AÑOS BUENOS)

APERTURA ANNO DOMINI XXV

 Voy a acabar con una reverencia en batín, aviso.

En la serie, Óscar dice («supone») que vive entre la anticipación y el mal fiarse «para protegerse», o algo así. Figura que, si no cedes espacio, no sufres. Y así te ahorras el mal trago porque, ¿quién quiere aprender a base de hostias?

Teorías sobre el origen de la vida y lo que debería ser la existencia las hay a patadas, si es que estamos aquí para aprender, ¿o para qué nos caemos, Bruce?

En verdad, cuesta mucho superar los contratiempos, muchos de ellos convertidos en traumas con los años. A este respecto, la ex de Óscar dice (en la misma serie): «Yo paso de la gente traumada, eh. No salgo con nadie que no vaya a terapia», y se queda tan ancha. O algo así. Recientemente, incluso Deadpool hizo mención a la manera de enfrentarnos a los desafíos del vivir: «(…) La generación Z, con sus traumas mal gestionados, qué pesados. ¿Por qué no los convertís en cáncer o hacéis de tripas corazón como hacemos el resto?», o algo parecido.

los años buenos


En resumen, hay que lanzarse, no podemos vivir en la anticipación. Pensar en cómo van a ser las cosas antes de que sucedan sólo puede ser bueno para los bolsillos de los terapeutas, en ningún otro caso. Una serie irregular, atrevida en su idea original, con espacio para el espectador —se agradece que, de tanto en cuanto, no nos traten de tontos, para variar—, y que tiene en su título lo mejor: LOS AÑOS BUENOS*. (Laura diría que la BSO, por supuesto).

En otra lectura, son los años en que te conviertes en adulto de verdad; años en que la muerte te rodea —el padre de Ana—, en los que orientas tu camino profesional —Ana pasa de una discográfica a tener su propio negocio de comida—, en los que investigas y experimentas; años en los que tienes relaciones sentimentales que te marcan, en los que la enfermedad ronda —el mejor amigo de Óscar, Guille—, etc. Son los acontecimientos de vida, como me gusta llamarlos, o preguntaros en esto: ¿cuántas cosas dirías que te han marcado de por vida?

Suele ser aquello relacionado con el amor, la enfermedad y la muerte. El futuro, con su eterna promesa incumplida —cómo tener la certeza si la misma palabra conlleva una incomodidad abrumadora y un modus vivendi que implícitamente lleva tatuado «descontento» en la frente—, pertenece a otra categoría, no se rige por las mismas leyes. Si anticipamos los riesgos, las consecuencias, de absolutamente todas nuestras acciones, corremos el riesgo de convertirnos en infelices perennes o en lo que en otros círculos se suele tildar comúnmente como «amargados» (o mal follados, con lo mal que suena). Con todo, son acontecimientos que se pueden contar con los dedos de una mano.

Si perdemos la capacidad de sorprendernos, aunque sea en entornos «controlados», perdemos lo que, a mi juicio, conlleva toda esta mierda que nos ocupa estos días. 

La Anticipación

Es muy difícil vivir sin tratar de controlarlo todo en un mundo en el que todo está medido al milímetro: relojes que te avisan si sedentarizas en exceso, las kilocalorías o experiencias a la carta («personalizadas», dicen sobre nuestros datos en estos barrios digitales), por citar algunos ejemplos.

No obstante, el tiempo grita estabilidad, según mi versión light de lo que significa envejecer. Desconfiar, en esas lides, entra dentro de todas las quinielas. Como los dolores de espalda y el sueño interrumpido.

    Hay otro momento en la serie en que, cuando Óscar recoge al nano de Valencia, en que este le suelta: ¿qué ha pasado?, al preguntarle por su edad. Y Óscar responde: pues ha pasado… ¡Lo que tenía que pasar! Que la sociedad machaca al minutero no hay Dios que lo discuta, pero tampoco es nada nuevo; ahora mismo, mientras escribo la vigilia de mi cumpleaños, solo oigo el tic tac del reloj de pared y mañana estrenan La Sustancia en streaming. 

Si intentas mostrar que la edad es sólo un número, prepárate para ocupar tu casilla entre los escombros del desaire, el ghosting y la burla pública que supone una mirada atenta a lo diferente (deseosa de carnaza, evidentemente).

El amor, la muerte y la enfermedad. ¿Quién no ha buscado en Google un diagnóstico basado en un problema de salud «x»? Taquicardia=infarto de miocardio. Y la juventud. Sobre todo para un adulto que se anticipa constantemente y vive en una rendija con la ilusión y el ansia de un pirata que sólo quiere seguir saqueando pese a tener una patente de corso.

Y termino con una reverencia en batín y me quedo tan ancho.


* No es broma, buscando una foto para colgar, he visto que el título de la serie es LOS AÑOS NUEVOS... I was wrong! Cómo es la testa...





martes, 31 de diciembre de 2024

DIFUMINANDO SATURNALES

    CLAUSURA XXIV 


    Siempre he imaginado las Saturnales, la fiesta romana del solsticio de invierno y el maravilloso Sol Invicto —sobre el cual pasé de puntillas—, como un festival de carne y fluidos varios, muy probablemente porque rima con bacanales, o quizás porque cuando vi la serie «Roma», de HBO —hoy MAX—, pude por fin ponerle frames a lo que mi cabeza era incapaz de hacer por sí sola. 

Es más propio, en esta época, sentir una difuminada niebla que nada tiene que ver con el humo de antaño, sino con la pérdida borrosa y poco clara de una alegría desbordante que no es que nunca me caracterizara del todo —ni mucho menos—, pero que, en su momento, se me prometió y arrebató con la misma decisión. 

Los blancos no la saben meter (2024)

Todavía resuenan entre bambalinas aquellas hermosas palabras: «por eso nunca te saco», pronunciadas jocosamente y en tono festivo. Sin embargo, no es una elección mía, esta pérdida de lustre. A veces creo que doy un paso al lado para no molestar. Otras veces, no obstante, no entiendo cómo sigo cayendo en los mismos agujeros una y otra vez. Pero qué te voy a contar, fiel seguidora de esta bitácora, que no hayas leído una y mil veces antes, ya; quizás que cada vez tengo más frío, o que lo que vienen siendo buenamente las fiestas, no van mucho más allá de lo que son los ciclos agrícolas y del sueño y descanso.

Hoy veo que hay algo de generacional: la culpa de todo es de los padres, más hermosas palabras, dichas en el mismo ambiente. Yo no callé del todo, ¿pero qué podía decir? Escuchaba una canción que me diluía, una que me había pasado desapercibida hasta entonces y que te he dejado colgada al principio de este escrito.

Quizá llegue un día en que un hombre viejo y sabio, con su larga barba blanca, tenga a bien instruirme en esto que llamamos vida. Y vuelvan las Saturnales sin Vichy ni Aquarius ni sueño pendiente y con todo el maldito esplendor del Sol Invicto y las energías renovadas.


ADDIO, 2024. ¡ATRÁS TE QUEDAS!

the end of the road

martes, 24 de diciembre de 2024

DISTRITO DISTRUTTO

 

La Casa Batlló

    No seré yo el que diga aquello de
qué rápido ha llegado la Navidad, ¿no?, porque me resulta cansino y agotador y, además, aunque me despierte con ganas de poner la cantarella de los niños de san Ildefonso de fondo cada 22 de diciembre, no suele tocarme nada —como dice mi amigo Ace, pues, hay que asumir que moriremos pobres.

Lo curioso es que estuvimos en Logroño, este verano. ¿Pero cuánta gente de este bendito país nuestro pudo estar, estuvo, pasó por entre sus llanuras y no pensó siquiera en detenerse a comprar un maldito décimo en la famosa calle Laurel? 

Para nosotros, parar un momento en el páramo de la nueva ciudad deportiva del Logroñés, histórico club de fútbol tradicionalmente ligado al Tato Abadía, fue más que suficiente. De hecho, no hicimos ni una foto, ahora que estaba buscando en el carrete alguna para colgar aquí.

Justo antes de estos días tan bonitos, de los niños en casa todo el día, del frío más inmisericorde, de los posibles constipados, me volvió a tocar destino en una comarca nueva, en un distrito de otra época: Terrassa. No seré yo el que diga aquello de ya no sé si se trataba de mí y mi destrucción o es que necesitaba con urgencia volver al ruedo, pero al segundo día ya estaba de excursión y, todavía no sé cómo, acabé solo en una sala inmersiva de esas que están tan de moda, a resguardo de las inclemencias externas como la lluvia y el viento loquísimo que se dio en la ciudad condal el 12 de diciembre.

En pleno solsticio de invierno, casi es hora de hacer balance. Que los días sean más largos y el Sol Invicto renazca con toda su energía, poco a poco, es como una alegoría de un mundo que promete llegar para jolgorio de la humanidad con las curvas de Carlos Sainz:
horquilla tras horquilla. El preteenagerismo, doctrina que se nos viene encima con el mismo vigor que las saturnales y toda esta mierda ancestral, 

hace que el huerto que reclama su cota de protagonismo y atención, entre de lleno y por derecho propio en un dosmil veinticinco en el que los coches todavía no van a volar, pero en una tierra que sí hay que cuidar.

Ay, mi socio JC. Tú solo eres una pequeña parte de lo que celebramos a partir de hoy. En este distrito bendito, alejo mi yo distrutto para darle la bienvenida a la nueva temporada, a lo pagano y lo profano, al mar y a la suerte.



(Efectivamente, todo está ya más que escrito)

¡FELIZ NAVIDAD! 



miércoles, 27 de noviembre de 2024

EL TEMPLO DEL MILLÓN DE AÑOS

ed è subito sera


Una sucesión de días feos, absurdos y muy parecidos entre ellos. En eso vive mientras construye su templo de los mil millones de años, hasta que se presente súbitamente la sera y no haya nada más que pelar. 

Dieciséis días. De cincuenta y dos (lectivos). Un 30% del total hasta ahora. Si os paráis a pensar, cuando tiene la casa más que limpia y empieza a gritarle a los niños y solo piensa en comer y en otros placeres, es ahí, donde es consciente de que no consigue disfrutar ni fluir (habiendo pasado Halloween y con la Navidad a la vuelta de la esquina, me insiste).

¿Acaso falta escribirle a alguien, enviar algún mensaje? ¿Queda algo pendiente? No lo sabe, y además me lo suele preguntar a mí, como si yo manejara los hilos. 

No olvida cosas, es el dolor de cabeza que le martillea las sienes, me dice. Y las sombras, cazadoras ellas, que no cejan en su empeño: es en los sueños, en tres sueños distintos cada noche, que se presentan bajo diversas formas, intereses y paraguas; de hecho, se levanta para ir al baño solo para cambiar de sueño, como en los recreativos cuando se te acaba la moneda y tienes que ir corriendo a buscar a tu madre para que te dé otra. Me cuenta uno que tiene tela:

"Desde la ventana de la cocina veíamos el incendio arriba, en el cerro. Por un momento parecía Calabria o los habituales focos de fuego sicilianos, pero resulta que estaba en la cocina de mi tía del pueblo, cerca de Monzón. Ella iba con un trapo de aquí para allá mientras yo le mostraba mi preocupación; le quitaba hierro al asunto (como los sicilianos y calabreses), cocinaba sus famosos macarrones gratinados, pero yo veía que tenía que hacer algo. La cocina era blanca, los marcos de las ventanas y puertas eran blancos, había un ambiente como bucólico o de bosque. En un momento, sé que tengo que subir montaña arriba, y lo hago. Con gran pesar, por cierto, como si me jugara algo importante. Vuelvo hecho una mierda, tiznado como un rey de Oriente caucásico. Y mi rictus ha cambiado, como si me hubiese desgastado mil yendo a ayudar lassù, aunque nadie mostrase que la situación fuera un desastre de proporciones bíblicas, que es como yo lo sentía. Fuera, la vida transcurría con normalidad".

Maldita autoexigencia. Y es que no quiere perder el progreso, para lo que alterna dos días sin beber alcohol con dos días haciendo algo parecido a lo que vendría ser el puto yoga. Y es que en dos meses cumple cuarenta y cinco años, con todo por decidir aún. Y me pregunta: ¿desde cuándo uno se acostumbra a vivir en el alambre? ¿Es posible que llegue algún día en el que todo fluya y no tenga que de/mostrar nada? Yo sonrío.

Cómo pesa su santuario. No estar ocupado como debería es como una puta losa en una sucesión de días feos, absurdos y fríos (hasta los cincuenta, mínimo). 

En eso vive mientras observa —desde la lejanía los otros templos construidos a su alrededor.
Ellos sí que saben, em diu.



martes, 24 de septiembre de 2024

LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN, 5

La MODA DE CORRER, II

Escribía hace dos años sobre las bondades de los neurotransmisores y el correr, disciplina que luchaba por mantener su lugar y estatus entre el CrossFit, la Calistenia y demás modernas y abyectas «modalidades deportivas», por llamarlas de alguna manera.

Hace mucho más, concretamente hace doce años, hice un primer intento de hablar sobre el tema a cuenta del libro de Murakami («De qué hablo cuando hablo de correr», 2007) y Raymond Carver —este último cabecera mío de entonces— cuando me mudé a la campiña bergadana y empecé a correr por el bosque en plan Forrest. 

Poco ha llovido desde entonces. Alamedas enteras han desaparecido para dar lugar a más pastos de conreo. La naturaleza se contrae. Y yo sigo en el paro.

martes, 17 de septiembre de 2024

LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN, 4

 Conociendo un poco mis puntos débiles, creo que en ningún momento pretendí algo que no fuera, en un sentido práctico, raggiungibile (alcanzable). Sin embargo, esta mierda a la que he acabado dedicándome al final, consigue superarme una y mil veces (y eso que ya va a hacer 2 años).

No entiendo los mecanismos básicos. Es como con las cosas de casa; por poner un ejemplo y como dijo mi amigo Xavi ante mi falta de destreza: el bricolaje es la muerte del hogar. 

Porque, ¿qué cojones hago yo puliendo puertas, barnizando ventanas y peleándome con la de la tienda de pinturas porque ella no es capaz de entender en mi mirada que soy un negao y que todo su mundo de tacos para lijar, brochas, pinceles y jodida peste química se puede ir a tomar por el culo?

Cuando le dije: "lo mío son los libros", me encogí de hombros y me miró con cara de "y a mí qué, capullo". Sabía que iba a ser como una travesía por el desierto, pero cuando uno tiende a buscar lo fácil y raggiungibile, como decía antes, suele decir y hacer gilipolleces; no tengo una mente tan abierta aunque, ahora que lo pienso, lo mío solían ser los libros, no es que lo sean; hoy en día, lo que queda de mis sesos se tambalea y da tumbos mientras mi ente físico no se desmorona antes de que me nominen ni facilidad para las manualidades también, faltaría más; al fin y al cabo, ¿qué harías tú, si los días pasan y la mente vuela por territorios inhóspitos? ¿No lo intentarías, al menos?

Boh, qué desahogo reconocer lo inútil que soy. Como amo de casa en genérico, incluso, paso la terna por poco. Pero según a quién le preguntes. Si me apuras, como amigo, he sentido una confusión latente que me ha hecho replantearme cosas del estilo, ¿he sido un capullo?, tal y como me preguntaba en mi último post. Y como docente... todo que aprender.

En general, pues, no estoy seguro de estar a la altura ni de conocer exactamente mis puntos débiles, que es lo mismo que decir que no tengo ni puta idea sobre cómo organizarme adecuadamente y aprovechar el tiempo (con lo proclive que soy yo a procrastinar); sigo queriendo ir a la playa aunque el tiempo haya cambiado y estemos en esos días en los que no sabes si tirar p'abajo o p'arriba, estoy perdiendo dinero y dentro de poco empezaré a autocompadecerme, si no lo estoy haciendo ya con estas líneas del cazzo.

Y es que esta mierda consigue superarme por momentos. 

lunes, 26 de agosto de 2024

LA CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN, 3

 

Chianalea (Scilla)

📣 Un poco de vidilla, ya sabes. Unos puestecitos por aquí, un poco de paseo... ¡un algo! 😅

Reconozco que, ya desde el segundo día, pensaba como ella (sobre todo cuando tienes que conducir por las carreteras ya especificadas aquí anteriormente). Y es que catorce años y medio con mi esposa dan para mucho.

Escribía:
(...) El paso era ancho y caudaloso como el Ebro, río que he visitado este verano en dos ocasiones. Con todo, no sé si para un experto nadador en aguas abiertas como aquel catalán seria fácil cruzarlo; en nuestra esquina, por cierto, nada que temer, con la guardiana al acecho desde los tiempos de Odiseo. Sicilia, vista con claridad y esmero, parece el último reducto de una civilización casi extinta, con sus edificios altos y cables y contenedores esparcidos sin orden ni control. En ese lado, el mar está inquieto: hay líneas de flotación a banda y banda y un trasiego de naves que harían salivar a Caribdis, la bestia etérea (...).

Es como si el omnipresente padre Pío, que bien se merece unas buenas líneas, me susurrase que la sombra no me había invadido, sino que, simplemente, me había suplantado; ergo, seguramente en la discusión entre los diferentes miembros, me habrían señalado para en algún momento descartarme y, con ese malestar que me origina, gritar a los cuatro vientos aquello tan manido de: "A ese hay que dejarle ir. Que se joda".

La sombra nunca se va. Solo muta.

De las cosas que me había perdido los últimos años y después de tantos tumbos, solo una me quitaba el sueño; para el común de los mortales, buscaría la manera de darle menos vueltas, visto el sufrimiento imperante en el planeta y la incertidumbre para con un futuro que, de todas maneras, no va a cambiar.

Yo lo había elegido, aunque lo hiciera como el culo. Casi acababa:

(...) La parte baja del pueblo, Chianalea, me recuerda a algunos lugares en los que he estado antes... ¡y qué bien me siento entre estas callejas tan nuestras! Hay una señora con bata leyendo el periódico de espaldas al mar. Me pregunto qué clase de persona será, qué preocupaciones ensombrecerán su ánimo. Hay pequeños arcos redondos que conectan los edificios de los pescadores con la bahía. La Venecis del Sur, la llaman. Un hombre con barriga prominente y la piel tatuada y tostada por el sol, limpia y pule su embarcación con absoluta dedicación. Creo vislumbrar el nombre, "Alice". Me viene la mujer de Morata, capitán del campeón de Europa de hace unos días, y las "linguine all'astice". Me pongo como reto repetir ese manjar durante estos días de asueto por aquí abajo (...).