domingo, 5 de junio de 2016
EL ANILLO Y LA NOSTALGIA
Aquello que veo a mi viejo amigo Míkel en la tele mientras disfruto de la paz de la casa dormida -excepto por los ronquidos de la gordita Chloe- y recuerdo aquel verano interminable de 2006, aquel gran verano del cambio...
Ese año fue mi segunda huída hacia adelante. Necesitaba el dinero para empezar con buen pie un erasmus que, a principios de año, solo tenía claro que quería que fuera en Italia, en una ciudad tranquila y a ser posible costera.
Volví a Mallorca, pues, a lo conocido; tres años después, el hotel Luna Park ya no era un vergel novedoso de chicas y oportunidades infinitas. Los compañeros de trabajo también habían cambiado y acabé internacionalizando mis contactos hasta puntos insospechados. Así a bote pronto, recuerdo al Samurái y a Sicario, apodos ambos, y a Miguel, nativo. Samurái era sudamericano y Sicario portugués; Miguel era un trozo de pan y me dio lástima perder el contacto con él en su momento.
Luego estaba Míkel, un vasco de Bera, Gipúzcoa, un busca vidas entrañable. Hasta Cagliari me siguió, el tío, buscando su camino y su lugar en el mundo.
2006 fue un gran año, muy caluroso. Diez años hace ya, joder. Mundial de Alemania. Recuerdo que nos bañanamos el 30 de octubre en Villasimius. Íbamos Míkel, David, Arthur y yo en aquella tartana naranja que tardó una hora y media hasta la playa desde la Piazza Matteotti. Luego tengo innumerables recuerdos en la casa de via Logudoro y con Isalen y Julia y aquel giro por la península y las escapadas e incluso alguna borrachera; visto en perspectiva, fue una gran experiencia en un momento en el que necesitaba encauzar mi carrera y olvidarme de relaciones tóxicas.
Todavía no he visto a Isalen. Se ha venido a vivir a Barcelona y trabaja en la Casa del Libro de Paseo de Gracia. También he pensado en ella después del documental del Catalunya Singapore donde vi a Míkel, aunque nuestro contacto es casi semanal. Es sobre una vida pasada, fotogramas de una manera de hacer que siempre creí que perpetuaría como mi pazzo amigo; sin embargo, cierta estabilidad me llegó cuando tuvo que llegarme. Y a fe que la abracé con entusiasmo.
A mi amigo Arthur, todavía en la Guayana Francesa, le noté una lígera decepción al escribirle por lo de mi primer hijo. Aquello significaba terminar con un modo de vida, liquidar una época gloriosa de nuestras vidas en que lo único que importaba era lo que sucedía en el momento concreto; lo que pasa en Logudoro se queda en Logudoro. Chirico Devoto, los viajes, la playa... retazos de una primera edad adulta sin responsabilidades ni penalidades de ningún tipo, excepto las que cada uno arrastrase por su propio bagaje.
Perdí la inocencia al quedarme sin un chavo. Tuve un gran fin de fiesta en Roma pero perderme el regreso de Héroes en otoño de 2007 a causa de mi vuelta al mundo laboral fue la constatación de que mi liga era otra y que, si quería optar al anillo de campeón, tendría que arrastrarme por el puto lodo sin remedio, aunque es aquello que veo a mi amigo Míkel por la tele brindando a 13.000 kilómetros de distancia y me viene una nostalgia tan bonita que no sé yo...
domingo, 22 de mayo de 2016
ARRIVEDERCI, MITO*
Cuando los viejos referentes caen y uno intenta aferrarse a lo que sea con desespero mientras el otro pierde la fe en el futuro.**
¿Dónde están los mitos? ¿Dónde están nuestros referentes, nuestro guía y amparo?¿Tan difícil es hacer buena música aunque sea sin innovar porque ya esté todo visto y hecho?
¿Ha muerto la cultura o somos nosotros los que estamos tiesos y no soportamos la idea de hacernos mayores ya que, al hacernos viejos, perdemos la ilusión por las cosas?
De todas formas he de decir que yo no soy tan cenizo como mi amigo Ace, supongo que debido a la paternidad. Lo que sí que el efecto de esa magia que otrora duraba semanas ahora apenas alcanza, y eso jode porque crees que nada podrá volver a arrancarte un efecto como el del deseo y las reacciones químicas que éste produce en tu cabeza -como la adrenalina- estallando en tu cuerpo de manera descontrolada y febril.
* Título inspirado por el disco de Luciano Ligabue, Arriverci, mostro! (2010), después de leer esto suyo:
"Ognuno di noi ha i propri mostri, i propri fantasmi. Li si possono chiamare ossessioni, paure, condizionamenti, senso di inadeguatezza, aspettative e chissà in quali altri modi ancora. Sappiamo, però, che sono vivi e sono il filtro attraverso cui chiunque matura la propria, personale visione del mondo".
sábado, 7 de mayo de 2016
DESCONECTANDO
A veces, cuando cierro los ojos y me dejo ir, tengo la sensación extraña de querer no pertenecer a este mundo e imaginarme cómo sería la vida sin mi.

Reconozco que me puede el sueño y que la conexión que he establecido con mi hijo mayor, mi luz, es tan fuerte como el amor lactante y desesperadamente psicótico de una madre.
Mi hijo pequeño ya sonríe y yo me veo conduciendo de noche por la ciudad desierta con la banda sonora de Drive a todo trapo; no hay nada original en pensar en la soledad que otros llevan como una pesada losa y a mi me eleva hacia lugares en los que estuve y que invariablemente forman parte de mi ser.
Siento una desconexión hipnótica irreverente que hace que, a veces, quiera ser ese puto caracol que tiene la paciencia suficiente como para llegar a buen puerto. Y me arrastro por la campiña buscando cierta decencia para mi condena, ésta que se desarrolla en la dualidad del mundo que envejece y se desgasta con las palabras que trato de utilizar mientras ubico a cada militar en su lugar.
domingo, 24 de abril de 2016
EL ATAÚD
Ayer fui a Terrassa a la entrega de los premios del VII certamen de relatos cortos del diario de la misma ciudad.
Me llamaron el lunes desde un número largo y pensé, mierda, alguien me quiere joder. Pero no; eran los del diario que me notificaban que había quedado finalista y querían que confirmara mi asistencia a la ceremonia del 22, día antes de Sant Jordi, en la Nova Jazz Cava.
Qué puedo decir... me puse nervioso de contento. Se presentaron 1403 relatos inéditos, de los cuales 931 en castellano (mi categoría) y 472 en catalán. Seleccionaron 20 finalistas así que, joder, había para fliparse. ¡Para ser la segunda vez que me presentaba a un concurso no está mal!
Llegamos tarde, por lo que no pude beber nada antes. Fue todo muy serio y breve pero al menos lo pasamos bien con mi amigo Ace, que ya tocaba. Y luego hasta nos fuimos a descubrir la ciudad y todo.
Dejo mi relato a continuación:
EL
ATAÚD
El
tanatorio estaba atiborrado de gente. A muchos no los conocía y
además sonreían y hablaban en voz alta como
si estuvieran en un funeral irlandés; había en el ambiente un
jolgorio generalizado difícil de entender.
El
lugar era enorme, con un estilo barroco un tanto recargado y flores
por doquier. Pese a que no había ningún símbolo religioso, pensé
que no sería mala idea darme una vuelta y observar de cerca el
panorama antes de proseguir mi camino.
Mis
amigos acudieron al entierro con poco tiempo de antelación. Con
ellos no iba la cosa, sabían de mi generosidad. Mi mujer, que lucía
un velo negro y un sencillo tocado de plumas, lloraba sin consuelo y
se tambaleaba agarrada al ataúd, que aparecía cubierto con una
bandera local dejando el suficiente espacio como para verme bien
arregladito -con aspecto cerúleo, eso sí. Me sentí aliviado.
Al
otro lado, en la entrada, los de la funeraria repartían
recordatorios con aire distraído y trajes de tonos claros. A poca
distancia, mis hermanos les observaban con desdén, atentos a
cualquier posible maniobra mientras mis dos socios, dos tipos con los
que hacía barbacoas y salía en bicicleta los domingos, discutían
sobre cómo recoger los pedazos de la exitosa multinacional que, con
mi fallecimiento, había dejado de ser un triunvirato; apartados, en
el fondo de la sala, urdían su complot sin esconder una evidente
agitación que haría palidecer al mismísimo César.
Dentro
de la algarabía general, una figura aislada destacaba sobre las
demás por su discreción. Todos querían su parte del pastel menos
él, que permanecía impertérrito, ajeno a la inquietud de los
conjurados. Me deslicé con cuidado por si percibía mi presencia;
desanimado, decidí acabar con mi excursión poco después. Era la
única persona a la que siempre temí, la única a la que dejé fuera
del testamento pese a darme la vida primero y quitármela de
improviso después.
martes, 19 de abril de 2016
ENEMIGO ESPACIAL HUSMEANDO
El otro día fue el cumpleaños de mi madre.
Lleva veintitantos días alejada del mundo, a resguardo de pérfidas influencias y una realidad obsoleta; yo ya vuelvo a estar como si nada si no fuera por lo agotadas que me resultan las noches.
Hay tres factores que me han hecho pensar, volver atrás: la película Enemy, la canción de Bowie Space Oddity y las cajas y recuerdos que quedaron en el piso de mi madre.
No suelo regresar al pasado para regodearme. Me gusta volver porque intento encajar las piezas del puzzle que soy; a través de cartas, escritos u objetos de todo tipo, mi personalidad se ha ido formando a lo largo de los años con absoluta sensación de continuidad, como si adquiriera conciencia de necesitar toda esa mierda inútil para más adelante. Lo jodido es que, tantos años después -tanto Diógenes adquirido, pregúntenle a mi mujer-, no tengo respuestas para explicar quién soy; sin embargo, la buena noticia es la claridad con la que vislumbro los acontecimientos de mi pasado. Me he reído con la mierda que sufrí entonces hasta el punto de preguntarme ¿en serio? ¿Eso hice? ¿De veras fui tan gilipollas? y cosas por el estilo. Luego hay cartas que esperan pacientemente ser releídas, misivas que sonrojarían hoy a más de uno... Es mi vida, y me gusta verla a través de la mierda que conservo.
Decía que la peli Enemy me dio que pensar también. Está claro que el director de Prisioneros tiene algo que decir. Y Jake Gyllenhaal, un actor brutal que si no fuera por su constante cara de osito sería uno de los grandes. La jodida araña y los recovecos de la mente...
Aunque me dejó una sensación agridulce, me pilló desprevenido y me impactó; en términos artísticos, tiene todo lo que le puedo pedir a un film: una dirección brillante (con una fotografía sepia muy atrevida), una historia original e interpretaciones geniales.
El tercer factor que quería destacar, así en este desorden como si reinara el caos este que no anda tan lejos, es la canción de Bowie, pero lo es más Bowie si cabe en general: nunca he explorado su universo, y tenía el disco Space Oddity muerto de risa apartado en alguna esquina. El hecho es que el videoclip de Blackstar, título de su último disco también, junto con el de Lazarus, me tocaron la fibra en su momento; al estar repletos de referencias ocultistas y cierto oscurantismo, era cuestión de tiempo que, aunque ajeno al fenómeno universal del artista, me interesara puntualmente por el genio neoyorquino recientemente fallecido. Y lo hago poco a poco porque, después de todo, reconozco que su música me resulta difícil de digerir. No obstante, la absoluta veneración que mi amigo Albert le profesa -se casó en Las Vegas con su célebre rayo maquillado o lo que sea eso rojo y su peluca-, ayudó a que, en un mix de temazos para las travesías que nos pegamos en coche, no dudara en incluir el tema homónimo del disco que comentaba al principio. Y la sorpresa es que, sin comerlo ni beberlo, ¡mi hijo va y la canta y se sabe la puta letra! Y me la acabo aprendiendo también y resulta que el tío es un náufrago espacial y que podría relacionarse el rollo con su último disco pero no sé si con toda su discografía o su arte en general, y a mi que me hace un tilín que no sé yo...
En esas circunstancias pienso estos días. Todavía me quedan cajas por abrir. Estoy centrado en los #playoffs. Y mi madre estará bien porque amar es querer sentirse vulnerable, si no fuera porque estoy tan agotado que la jodida primavera y todo su circo -después de la nieve de Ensija y sus buitres al acecho- podría irse tranquilamente al carajo mientras intento no caerme.
Aunque me dejó una sensación agridulce, me pilló desprevenido y me impactó; en términos artísticos, tiene todo lo que le puedo pedir a un film: una dirección brillante (con una fotografía sepia muy atrevida), una historia original e interpretaciones geniales.
El tercer factor que quería destacar, así en este desorden como si reinara el caos este que no anda tan lejos, es la canción de Bowie, pero lo es más Bowie si cabe en general: nunca he explorado su universo, y tenía el disco Space Oddity muerto de risa apartado en alguna esquina. El hecho es que el videoclip de Blackstar, título de su último disco también, junto con el de Lazarus, me tocaron la fibra en su momento; al estar repletos de referencias ocultistas y cierto oscurantismo, era cuestión de tiempo que, aunque ajeno al fenómeno universal del artista, me interesara puntualmente por el genio neoyorquino recientemente fallecido. Y lo hago poco a poco porque, después de todo, reconozco que su música me resulta difícil de digerir. No obstante, la absoluta veneración que mi amigo Albert le profesa -se casó en Las Vegas con su célebre rayo maquillado o lo que sea eso rojo y su peluca-, ayudó a que, en un mix de temazos para las travesías que nos pegamos en coche, no dudara en incluir el tema homónimo del disco que comentaba al principio. Y la sorpresa es que, sin comerlo ni beberlo, ¡mi hijo va y la canta y se sabe la puta letra! Y me la acabo aprendiendo también y resulta que el tío es un náufrago espacial y que podría relacionarse el rollo con su último disco pero no sé si con toda su discografía o su arte en general, y a mi que me hace un tilín que no sé yo...
En esas circunstancias pienso estos días. Todavía me quedan cajas por abrir. Estoy centrado en los #playoffs. Y mi madre estará bien porque amar es querer sentirse vulnerable, si no fuera porque estoy tan agotado que la jodida primavera y todo su circo -después de la nieve de Ensija y sus buitres al acecho- podría irse tranquilamente al carajo mientras intento no caerme.
lunes, 11 de abril de 2016
25 DÍAS DESPUÉS

Mi compañera de viaje, a la que debo lealtad y por la que siento auténtica devoción, se está tirando de los pelos en alguna esquina de la casa. Y es porque sabe que esto empieza de verdad.
Hoy fuimos de boda por si acaso, y es gracioso porque me viene el tiburón robot mordedor, con toda su terminología no sé de dónde sacada, y me pregunta la juez si siento algún tipo de coacción; a la hora de tomar la decisión tan importante, se entiende, pero yo no pude no soltar una carcajada aturdida mientras miraba de reojo esos viejos archivos y trataba de no pensar en primeras ediciones de William Shakespeare.
Siento un amor profundo. Los residentes, pobres ellos, pocos incentivos tienen para tirar p'alante con cada día nuevo que se les plante. Son como ese tiburón, que solo se mueve por los desplantes de mi hijo, resortes como los muelles de las colchonetas de las ferias. No tienen un objetivo, solo tienen que ESTAR. Ser y estar, como la jodida gran miseria del ser humano y su puta conciencia...
Veinticinco días después, y ya estoy harto aunque en principio todo esté donde tiene que estar. Lo de SER ya no está en mis manos -que no son las de Curry-, y si la primavera empieza a afectar a la peña pues allá ellos.
Hoy fuimos de boda por si acaso, y es gracioso porque me viene el tiburón robot mordedor, con toda su terminología no sé de dónde sacada, y me pregunta la juez si siento algún tipo de coacción; a la hora de tomar la decisión tan importante, se entiende, pero yo no pude no soltar una carcajada aturdida mientras miraba de reojo esos viejos archivos y trataba de no pensar en primeras ediciones de William Shakespeare.
Siento un amor profundo. Los residentes, pobres ellos, pocos incentivos tienen para tirar p'alante con cada día nuevo que se les plante. Son como ese tiburón, que solo se mueve por los desplantes de mi hijo, resortes como los muelles de las colchonetas de las ferias. No tienen un objetivo, solo tienen que ESTAR. Ser y estar, como la jodida gran miseria del ser humano y su puta conciencia...
Veinticinco días después, y ya estoy harto aunque en principio todo esté donde tiene que estar. Lo de SER ya no está en mis manos -que no son las de Curry-, y si la primavera empieza a afectar a la peña pues allá ellos.
domingo, 3 de abril de 2016
UNA HORA TARDE
Esta semana he ido una hora tarde a todos lados. El cambio horario me ha sentado fatal, con una sensación de que voy mal y no remonto ni aunque quiera. No había pensado en ello hasta que Xavi lo soltó ayer volviendo del restaurante, en esa carreterucha tan especial de los Rasos, tras una comida de lo más pantagruélica. Disfruté del día junto a mi amigo, su pareja y mis hermanos y luego el clásico lo estropeó todo.
Estoy leyendo a Raymond Carver, ese punto en que puedo ser productivo y pasar de el ataúd -un microrrelato basado en la muerte de mi compañero A. y la peli Enter the void que publicaré en su momento- a otras cotas; en mi última semana de permiso, siento que la libertad y la presión de querer ser algo y un buen padre al mismo tiempo pueden ser compatibles.
Esta semana ingresamos en la casa de campo los restos del olvido y, joder, no necesito tantas emociones. No voy a negar que es duro y que hay desencuentros que debilitan, incluso si no sé cambiar la puta hora del coche una semana después y voy una hora tarde a todos lados -con influencias e influjos de miei bimbi.
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