jueves, 17 de octubre de 2013

LO INEXORABLE


La humanidad está inexorablemente destinada a emigrar al espacio, que es de donde procede.
Me hago viejo inexorablemente y no soy ni una mota de polvo en el océano cósmico.
Mi hijo crece y crece y no hay nada que yo pueda hacer para impedirlo. Es, así mismo, inexorable.

¿Estaré aquí el tiempo suficiente para orientarlo bien? ¿Lograré tener éxito?
Mi pequeño rubiales, ahora que te levantas y me recibes de pie con una sonrisa desde los barrotes de tu cuna, mi amor.

No quiero morir o, en su defecto -ya que es inexorable pese a Punset-, ¿podrían extirparme la conciencia? ¿El pensar?

Te preguntarás por qué vuelvo a estos temas otra vez. Estoy leyendo a Hawking, el de la silla. Mientras paralelamente busco información para escribir una entrada decente sobre la cuestión catalana, no puedo dejar de situarme en esta nada tan poco atractiva. No hay consuelo para nuestra reproducción en cuanto a especie... Es que es tan exiguo... El paso por la vida terrenal... Cuesta asimilarlo.

Sé que cuando me acerque a la muerte volveré a recuperar mis clásicos sobre religión oriental. Buscaré respuestas que ahora no me preocupan demasiado, ya que es evidente que lo inexorable nos persigue y delimita por igual. Querré ir más allá pero antes he de preocuparme por la educación de mi hijo de casi nueve meses y la puta reencarnación podrá siempre esperar en ese invernáculo desconocido.

Esa canción olvidada para poner el punto y final a la segunda mejor serie de la historia de la TV. Si no leí mal, aumentaron sus escuchas un 9.000 % en en una conocida plataforma de streaming, una que paga muy mal. Esa canción para hacer de lo inexorable una apoteosis digna de los mejores fuegos de artificio del mundo. Esa, que hace que no disfrutes Gravity en el cine un martes de VOSE en la sala abandonada al no congeniar con la historia personal del personaje de Sandra Bullock pese a que todo encajaba en mi actual momento espacial; quizá si la hubiera visto en 3D pensaría que el mensaje, con ese momento fetal y el silencio y la epifanía de verte fuera de tu planeta, me habría calado más que no el de profesor con cáncer terminal convertido en capo de un imperio de la droga. Pero no. El auge y caída de un ser humano me importa más (por resumir el cambio radical de un hombre al que sólo aspira a que le respeten).

El cine sigue estando inexorablemente lejos, si bien mi lista de films va bajando poco a poco. ¿Significa eso que ya no tengo nada que decir? ¿Mis preocupaciones sólo versan entre los primeros pasos de mi primogénito y los divertimento de los shows de TV? GTA V aparte, desde luego.

Me pregunto cuándo tendré un horario laboral normal. Con no estar pendiente del teléfono me conformo, si bien el conformismo me ha condenado a una vida que no estoy seguro de haber programado de antemano; todavía hay gente que me dice: 'tío, con tus aptitudes, qué sigues haciendo aquí?', como si mi currículo bastase para ser un jodido don Giovanni de las artes y las ciencias y Wall Street estuviera a mis pies al alzar un dedo. Yo les hablo de la crisis y me quedo tan ancho, pese a la mierda y el tráfico de influencias latente que sigue estando tan en boga.

Es como con el puto tabaco. Las bodas de este año me han matado. No fumo en casa ni tengo las mínimas ganas, pero es llegar al curro y pensar en decaer. Esta es otra batalla pendiente que debo superar. A la Bullock le podría caer otro Oscar: también tendría que tomarme un poco más en serio a la puta Miss agente especial. Sé que estoy destinado a hacer historia.

Van a pasar cosas al respecto. Es tan inexorable como que los políticos hagan política y los ciudadanos la suframos. Como que mi niño se arrastre como un gusano y no haya bolets si no llueve de una puta vez.

Inexorable, hasta donde yo sé, como la muerte.

Inexorable como la caída, cuanto más subas, tan dura y despiadada ella.

Inexorable como el primer santoral de mi hijo, a celebrar mañana sin ninguna filia.

¿Cómo voy a dejar de pensar en lo inexorable?

lunes, 7 de octubre de 2013

HUELLAS

Mi amigo G. me decía el otro día, al vernos tras mucho-demasiado, '¿qué pasa, es que ya no tienes nada que decir y ahora sólo haces listas y mierdas así?', a lo que yo le respondí afirmativamente y sin palabra alguna.

La verdad es que me quedé mudo, como cuando alguien te señala con sorna ese horrible grano que te ha salido en la frente (sí, todavía pasa). Y ayer bajamos al barrio a dar una vuelta con nuestros hijos, a seguir el rastro.

Fue imposible no recordar viejas batallas. He vuelto una infinidad de veces pero pocas con ellos, G. y T., los dos tipos con los que pasé tantos años. Años de aprendizaje forzoso y ciertas penurias, años inolvidables. Nos encontramos a D. C., no era de los nuestros. Diría que era un año mayor entonces y que iba con un grupo patibulario, con sus carismáticos apodos y todo. Dijo: 'quién nos ha visto y quién nos ve, ¿eh?', y era verdad.

Paseamos. Me puse a hablar (hasta llegar a etapas más recientes). Dije: 'mi mejor época fue la del piso. Las palabras fluían y tenían sentido' (compartíamos un piso-local). 'Conectamos', decía G., 'a un nivel espiritual', seguía T. Dudé en asociarlo con las drogas y el alcohol (qué menos). Echaba de menos aquellos ratos y pude notar como G. suspiraba y miraba a un lado y otro buscando sus propios recuerdos ante la nueva realidad a capear. 

La jornada transcurrió sin mayores incidentes y T., en su cavilación constante, seguía entre muros. Uno no alcanza a entender cómo diablos sigue admirando a los mismos tíos. Hubo una época que me tildaron de 'payés', de pueblerino. Yo siempre traté de no separar mi ascendencia con las nuevas ciudades que me acogían, pocas y grandes urbes ellas, ya que creía que el sentido de pertenencia a un grupo humano me hacía más fuerte (señalando la 'X' en el mapa). Pronto me di cuenta de nuestra capacidad de adaptación, con T. como guía y punta de lanza, si bien tradicionalmente y en todos los demás ambientes, los que cortaban el bacalao éramos Yo y mi verborrea hilarante.

Confianza. Hoy no sólo es una vaga ilusión en mi memoria. Hay un legado que perpetuar. Un legajo de nuestra historia ante nosotros. Estemos donde estemos, aguante o no el físico, no queda nadie que pueda arrebatarnos esta sensación imperecedera y auténtica.  Era el barrio, fue el piso, siguen siendo T. y G. Una mirada, una palabra. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

LA ESTACIÓN

La estación cambiante provoca miedo al caminante.

La estación del murmullo, siempre que se sea dueño del propio silencio: qué desidia al acostarse (y qué dolor).

Llega el frío, bueno, quiere llegar. No estoy preparado para seguir anticipándome mientras mi gobierno quiera apoderarse de lo intangible. Yo me apeo en la siguiente parada y recorro el paseo marítimo como antaño.

No había nadie. Ni agobios ni sofocos. El barco acababa de zarpar y, con el, todos los turistas hambrientos de paellas cocinadas a toda prisa y diques mal expuestos en alta mar. Así da gusto, carajo.

Quería hacer nuevas listas, nuevos aportes. Escuchar nueva música. Encajonar la ropa de verano. Me llamaron para trabajar. Tenía entre ceja y ceja The Place Beyond The Pines y en menor medida Cloud Atlas de las hermanas Wachowski. En otra época me hubiera encantado aunque las tres historias no encajaran tan bien. Y casi me cargo al Gosling, que estoy cerca de no soportar su cerúlea cara.

Fue el 23 de septiembre. Tuve que correr hacia el tren. Hubo cuórum. Estábamos los mismos que en Sicilia. Los mismos que nos colamos en los templos y descubrimos otro planeta en aquel volcán. Te voy a extrañar, amigo. Nuestras charlas. Uno nunca sabe que pasa con 15 años de antemano.


No soy melancólico. Hice una foto en el apeadero. Eran las 2:40 de la madrugada. Y miraba... a mi hijo. A mi pequeño príncipe. ¿Fueron diez minutos? ¿Quince? ¿Llegó con la tercera hora? Nos lo pasamos en grande incluso con otros quebraderos de cabeza latentes.

La estación reinante. Sólo para darle un sentido, en serio. Echaba tanto de menos al mar... qué dolor. Reviso los libros que me han acompañado este año y encuentro un sorprendente patrón. ¡Y resulta que estoy con Sciascia en una edición del 80, año de mi nacimiento! El mar tiene el color del vino, cómo solía doler.

La estación puede cambiar, yo seguiré aquí. Entre murmullos.

Dueño de mi propio silencio.

lunes, 9 de septiembre de 2013

LISTAS (III): DIEZ LUGARES PARA EL RECUERDO

Una noche menos, una lista más. E iban ocho -¡semana trágica!- por fin (después del ridículo de Madrid 2020 y la gran cadena de la Via Catalana).

Esta vez me adentro en aquellos lugares mágicos que me dejaron huella -aun a sabiendas de que queda mucho por descubrir- aprovechando, de paso, los ajustes que un recorrido sentimental por los recovecos de la memoria provocan gracias a la perspectiva y el alcázar construidos.

Alegría, tristeza, miedo. Muchas veces lo asociamos a sitios concretos o a nuestro tiempo libre. Las vacaciones. ¿Quién no recuerda una playa paradisíaca? ¿Quién no las afronta con la mayor de las ilusiones? No obstante, a veces puedes toparte con algo que te impresione sobre manera de repente (cosa que tiene gran mérito), como por casualidad.

El deseo, objeto de estudio -por incomprensión y desconocimiento- tempranero en este blog, una sensación escurridiza que con los años ha tendido ha evaporarse, juega aquí un papel fundamental; junto a la capacidad de emocionar -o su probabilidad- existe el efecto de la compañía -no la solitudine- como acicate para destruir o crear una imagen distorsionada que posiblemente te acompañe el resto de tus días.

AVISO: De todos es sabido que siento cierta predilección por el país transalpino de Leonardo, así que no te sorprendas si hay espaguetis de más en el bufé. 

Por orden inverso, de menor a mayor:

10.- LA ALHAMBRA (Granada, España). Una fortaleza que parece sacada de un cuento de hadas. Preciosa, culmen del arte andalusí y del antiguo reino nazarí. Te tele transporta fácilmente. Poesía. Llegué a la ciudad por sorpresa y me fui encantado. Sus tapas y comida también nos encandilaron.

9.- PLAÇA SANT FELIP NERI DE BARCELONA (España). Un rincón de poder. Un espacio en que las paredes de piedra parecen susurrarte al oído. Bombas insurrectas, en nuestra guerra civil, dejaron marcada la iglesia para siempre, y con ella sus muertos y una sensación de extraño sosiego flotando en el aire (por no hablar de que fue un cementerio en época medieval). Visita obligada cada vez que bajo a la city. Refugio.

8.- LA CIUDAD AMURALLADA DE DUBROVNIK (Croacia). De moda otra vez gracias a Game of Thrones, mi recuerdo de la antigua Ragusa gira más en cómo la descubrí volviendo de Zadar y Split en coche: tuve que apearme del mismo súbitamente, anonadado ante tanta belleza; aquella maravilla medieval, la perla del Adriático, hizo que me planteara agenciarme una cota de mallas y todo. Emocionante.

7.- BASTIONE DE SAINT-REMY Y CAGLIARI (Cerdeña, Italia). El bastión en sí, reminiscencia tardía del dominio francés, no es gran cosa. Su ubicación privilegiada, en lo alto de mi ciudad de adopción en 2006-2007, le otorga un cariz de dominio y bienestar propio de las azoteas de los grandes edificios. Cagliari significa paseos y su barrio de Marina y el Zio Franco y el Castello e il Poetto también. Melancolía.

6.- BURG ELTZ. Flanqueado por el río Elzbach, afluente del Mosel, este castillo cercano a Koblenz (Renania-Palatinado, Alemania) fue como una revelación para mi. Frío, niebla y varias referencias mentales desde Sleepy Hollow a Gladiator. Fantasmagórico (ver vídeo de la nada surge el burg), gótico.

5.- SCALA DEI TURCHI. Otro descubrimiento que cambió nuestro humor al otearlo. Está en Realmonte, al sur de Agrigento (Sicilia, Italia). Su pared de tiza blanca le da un toque exótico a este enclave maravilloso, único. Playa especial, espacio de paz y desembarcos ensoñados.

4.- PIAZZA DELL'ANFITEATRO DE LUCCA Y LA TOSCANA (Italia). Otro lugar con una magia y fuerza propias. Construida sobre los restos del teatro del siglo II d.c., su forma ovalada la caracteriza y distingue sobre manera. Llegué borracho y creo que por eso magnifico la influencia que ha tenido su descubrimiento en mi. Sobre la Toscana, que tanto adoro, Firenze y su Duomo destacan, así como sus pueblos renacentistas encaramados en colinas recorridas por carreteras secundarias.

3.- PANTEÓN DE AGRIPPA Y ROMA (Italia). El edificio histórico que más me ha impresionado junto al Colosseo. La ciudad en sí es un jodido museo entero. En cuanto al Pantheon, recuerdo tomarme un refresco sentado en los bares de enfrente mirándolo fijamente. Recuerdo que pude abstraerme por completo y disfrutar de la belleza del templo en todo su esplendor, sintiéndome cercano a Augusto e interiorizando el Imperio como tuvo que ser algún día.


2.- VIGELANDSPARKEN (PARQUE DE VIGELAND, Oslo-Noruega). El parque público más bonito que he visto jamás. Rodeado por estatuas que muestran a la raza humana en todas sus vertientes, está coronado por un monolito hecho de cuerpos entrelazados que hacen pensar en dólmenes y estructuras del tipo prehistórico. Oslo es Vigeland y Munch, pleitesía eterna. Evocador.


1.- MACHU PICCHU Y LAS LÍNEAS DE NAZCA (Perú). La montaña vieja. Grandes secretos incaicos oculta. Pese a verla mil veces en fotos o la TV, el placer que se siente al adentrarse en ella es indescriptible. Y desde lo alto del Huayna ni te cuento. Número uno de este ránquing de calle. Conquistadores, Pizarro. Alucinante.
En cuanto a las líneas, simplemente espectacular. Hay algo atávico e indescifrable en ellas que me paraliza. Mi vuelo más raro (en avioneta) y peligroso. Misterio puro.

Me dejo muchos lugares y reconozco que ha sido harto difícil crear una lista tan personal y definirla aislando lugares y rincones. ¿Cómo podría olvidarme de Córcega y de Corti (Pepe Botella's house) y de Calvi? O de las islas en general. Cerdeña, mi isla, o Mallorca (Valldemossa y la súper playa de Es Trenc), mi primer refugio. Ya hablé sobre la insularidad en algún post, sobre cómo identifico ese aspecto en mi.


Soy injusto. Lisboa me encantó. Los barrios del Chiado y Alfama, con la sombra grandilocuente de Fernando Pessoa.


Poco he cruzado el charco. Sicilia merecería un aparte. Vulcano y sus humeantes volcanes y su aire decadente. El otro planeta que es el Etna... y me dejo todo lo romano (Agrigento). Palermo y su mercado de la Vuccirìa en ebullición, como Nápoles y su quartiere spagnolo. Ischia, ya citada. Pompeya... ¿conoces algún lugar más aterrador? 


Soy un enamorado del Mezzogiorno italiano. No puedo negarlo. Me arden las posaderas sólo de pensar en mi próximo viaje hacia mi amado sur.


¿Y qué me dices de pasear borracho de noche por Siena o Venecia? ¿Esconderse por los muros de Carcassonne*


Brujas, centro Europa y la Costa Brava (Cadaqués, Calella de Palafrugell y las calas del Parc Natural del Cap de Creus, mucho más cercano) y el interior (ancha es Castilla) y norte de España con Santiago y San Sebastián... Son tantos los lugares inolvidables e imperecederos que siento lástima por todo aquello que no podré visitar, así como por todos aquellos momentos vividos que jamás nadie me podrá arrebatar.


Una lista más. Ésta, la más personal. ¿Qué opinas? ¿Harías tu una con tus lugares mágicos?


* (diciembre 2007)


sábado, 7 de septiembre de 2013

LISTAS (II): TV, ACTORES MEMORABLES (REPARTO)

En mi sexta noche seguida encargo una nueva lista, esta un tanto particular.

Actores de series de televisión, las del nuevo milenio con el cambio promovido por Los Soprano, que me han dejado colpito (impresionado); a cuento de la tendencia que abandona el cine por esta nueva televisión (¡calidad!), y un poco abrumado por la cantidad de shows que sigo anualmente, no he podido obviar algunas actuaciones memorables que pretendo destacar en esta entrada (no siempre en roles protagonistas). 

HBO, mecenas y precursora (necesito reengancharme a A Dos Metros Bajo Tierra urgentemente).

Por orden, tras mucho pensarlo:

1.- Tony Sirico como Paulie Gualtieri en Los Soprano. Insuperable. Ese gesto con la mano, tan característico suyo. La leyenda dice que la única condición que le puso a David Chase (creador) para participar en la serie fue que su personaje no se convirtiera en un pentito (rata). A saber por qué.

2.- Ian McShane como Al Swaerengen en Deadwood. Muy impresionado por el porte y la capacidad de intimidación que muestra en esta pequeña joya del Far West más bizarro. Carisma es poco.

3.- Michel K. Williams como Omar Little en The Wire. Gángster que va por libre en la selva de Baltimore. Y encima gay. Papelón.

4.- Kim Coates como Tiggy y Tommy Flanagan como Chibs en Sons of Anarchy. Dos secundarios de lujo del séptimo arte metidos en roles de apoyo en una serie que, Shakespeare mediante, es la nineta dels meus ulls. Personalidad a raudales.

5.- Jeremy Piven como Ari Gold en Entourage (El Séquito). El agente súper desquiciado de la súper estrella atontada y con pocas luces. Lo borda. Ocupa toda la pantalla el solito. Abrumador.

6.- Michael Emerson como Ben Linus en Lost. Es pensar en su cara y sentir cierto repelús. Misterio y un físico peculiar para alargar el argumento de la serie más adictiva de la nueva era (un engaña bobos, vamos).

7.- Peter Dinklage como Tyrion Lannister en Game of Thrones. El puto amo de la serie. Equilibrista en los márgenes y malabares del poder como método de supervivencia pese a su desventaja física (enanismo) y el rechazo general. Ironía e ingenio on y, recuerda: un Lannister siempre paga sus deudas. Maravilloso.

8.- John Slattery como Roger Sterling en Mad Men. De vuelta de todo, uno de esos papeles caídos del cielo para el lucimiento de un actor que parece encajar perfectamente en la atmósfera (alcohólica) de la época. Carisma.


9.-  Bob Odenkirk como Saul Goodman en Breaking Bad. LA SERIE, con mayúsculas. Fina, cocida a fuego lento. El abogado del profesor chiflado, otro superviviente desmarchado. Un Ari Gold criminalizado (Better call Saul). Memorable.

10.- Mads Mikkelsen como Hannibal Lecter en Hannibal. Decir que este danés de rostro agrio y facciones gélidas como la puta Escandinavia le da una nueva vuelta de tuerca al personaje del archiconocido doctor psicópata/monstruo/caníbal sería menospreciarlo. Por favor. Simplemente brutal.

Hay muchos más. Personajes como el Lafayette (Nelsan Ellis) de True Blood, el Charlie Runkle (Evan Handler) de Californication, el Tito Pulo (Ray Stevenson) de Roma, el 'Bubbles' (Andre Royo) de The Wire o el Stevie 'corqui' (Steve Little) de De Culo y Cuesta Abajo, se han quedado fuera de este ránquing pero no por ello serán fácilmente olvidables ni dejan de ser menos impresionantes.

¿Qué opinas?

¿A quién me dejo?

Me quedan dos noches...

¿Alguna petición?

Decir que HBO no es la única productora que ha hecho (y hace) televisión de calidad. AMC, FX o NBC, entre otras, contribuyen también a ocupar un lugar privilegiado en la industria del entertainment, tan necesitada de nuevos aires y de una renovación intelectual que ha puesto en peligro el vetusto reinado del cine (y el negocio de Hollywood de rebote).

viernes, 6 de septiembre de 2013

LISTAS (I): DIEZ DISCOS IMPRESCINDIBLES

Ya sé que todavía falta mucho para acabar el año y que no suelo prodigarme en hacer listas como mis amigos A. y X.
Son las noches, que son muchas en cantidad laboral, las que me hacen levitar y evadirme con los pensamientos más dispares.
Viniendo en coche últimamente me motivo sobre manera. Y pensaba... qué cojones. Voy a recopilar los discos que más influencia han tenido en mi vida. He ido retrocediendo desde mi adolescencia, cuando mi hermano escuchaba El Último de la Fila, hasta mis principios con Héroes del Silencio y el momento en que mi viejo amigo R., en el camping, me descubrió una cinta de cassette con El Espíritu del Vino grabado. Y de ahí al siglo XXI.
El resultado es una selección de diez discos que han marcado mi existencia y que, cuando los escucho hoy, siguen teniendo un significado y no pasan de moda ni pierden relevancia.
La música es una compañera de viaje fiel y mutante que no pertenece a ninguna persona en concreto (no define ni caracteriza a nadie) y se alza majestuosa sobre las ruinas de las relaciones perecederas que, como el tiempo, sólo manifiestan la naturaleza volátil de nuestra especie.

1.- Héroes del Silencio -- El Espíritu del Vino (1993). Punto de inflexión en la adolescencia, este disco marcó mi devenir como persona al abrir de par en par las puertas del conocimiento y la consciencia. Máxima influencia.

2.- Tool -- Lateralus (2001). Pongo este disco en segundo lugar pese a ser más tardía su influencia (pero no por ello menos importante). Lo englobo en la época en que compartíamos piso con mis amigos de la Alacena en Manresa, una etapa bañada por el alcohol y los excesos (primeros veinte). Su tuviera que elegir un disco-disco, uno completo y redondo, me quedo con este.

3.- Standstill -- Homónimo (2004). Este disco es 'Barcelona'. Ya vivíamos en la ciudad condal y con este grupo nos sentíamos de lo más identificados. Mi fratello T. siempre decía -y dice- que la conexión que nos une es debida a que podríamos ser nosotros (literalmente). Son como nosotros, y piensan y evolucionan como tal.

4.- Deftones -- White Pony (2000). El nuevo milenio. Recuerdo el momento del cambio con el efecto 2.000 y no sé qué más mierdas apocalípticas típicas oportunistas. Ordeno por importancia, y a este disco, que trata los mismos años que el Lateralus de Tool, le dimos muchas vueltas en el piso de la calle Urgell. Definido por Chino Moreno (cantante) como 'disco-porro'. Lo confirmo.

5.- Piratas -- Fin (De la Primera Parte, 1999). Recopilatorio de esta banda de Vigo tras su 'Manual para los Fieles'. Llenaron el traumático vacío tras la separación de Héroes del Silencio con soltura. En letra hispánica, breve referente del cambio de milenio y los retos de la edad adulta (como decía en mi último post).

6.- The Mars Volta -- De-Loused in the Comatorium (2003). Más de la época del piso. Musicalmente indescifrables y virtuosos. Rock progresivamente delirante en mi cabeza de hombre exiliado y viajero indomable. La primera vez que los oí pensé que su cantante era una fémina (era 'Inertiatic ESP' con su intro de 'Son et Lumiere'). Torrente energético.

7.- A Perfect Circle -- Mer de Noms (2000). Otro de mis primeros veinte (años), época de descubrimiento y ampliación de horizontes. Siempre pensamos que eran unos Tool 'accesibles', menos oscuros. La voz de Maynard James Keenan -el mismo frontman, de hecho- inundando los placeres de la existencia (espiritual y terrenal).

8.- Radiohead -- OK Computer (1997). Uno de los discos que más he escuchado (con bastante posterioridad a su lanzamiento). Sobre todo lo enmarco en los 23 y mi huída hacia adelante, psiquiatras y psicólogos mediante. Horta, mi amigo V. y el duro enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la realidad (estudios poco reconfortantes, dinero escaso).

9.- Negramaro -- Mentre Tutto Scorre (2005). Italia. El Belpaese. Nuevos caminos. Los descubrí investigando para organizar mi exilio de 2006, mi segundo blackout. Sus letras, entre brillantemente cutres y evocadoras, suelen trasladarme a mi ideal literario-existencial-vital oxigenado. Alegría.

10.- System of a Down -- Toxicity (2001). Este décimo disco podría orbitar entre la potencia de Chop Suey (la seis) llegando a Amsterdam (qué recuerdo) y la posibilidad de nuevos enfoques como el Mezzanine de Massive Attack o el Vespertine de Björk, así como el más de lo mismo del Songs for the Deaf de Queens of the Stone Age o el adolescente Cryptic Writings de Megadeth o el Dark Side of the Moon de Pink Floyd o el primero de Led Zeppelin o alguno de Metallica y de Muse (el Origin of Symmetry)...
Me refiero a que podría variar, lo dejo abierto.

¿Qué opinas? ¿No crees que hay cierto agujero desde la preadolescencia hasta los veinte?
Como todos, reconozco que en ocasiones me dejé llevar por la música del momento y por la tendencia más heavy de mis amigos, pero yo siempre seguí mi propia evolución. Tras el descubrimiento de HDS, que cambiaría mi vida, tuve claro el camino a seguir. Muchas veces me tildaron de 'raro' y otras tantas me tacharon de outsider, una imagen que cultivé con esmero, si bien nunca me importunó demasiado y no tuve dificultad para salirme por la tangente.

Hoy, a las puertas de 2014, la música ya no es el elemento cultural que antaño nos unía y hacía crecer y evolucionar al mismo tiempo pero no ha perdido ni un ápice su poder; la etapa de absorción de conocimientos se detuvo bruscamente y esperó pacientemente nuevos frentes, entre los cuales la música, como los libros, pasó a ocupar un lugar secundario, más cerca de la frontera mitológico-legendaria que de la rabiosa actualidad, que pasa por hacerse viejos y criar a nuestros hijos mientras convertimos las miradas en melancolía pasajera.

lunes, 2 de septiembre de 2013

PÚSTULAS EPISTOLARES

Era como si me despidiera del verano.
Estábamos casi todos. Había algo grande en aquello, algo que podríamos llegar a convertir en hábito; los niños, inocentes ellos, correteaban a lo loco como pollos sin cabeza, ajenos a los desafíos de la edad adulta. La montaña, una ladera improductiva de la provincia de L., ofrecía un aspecto desolador y deprimente con sus enormes y pelados bloques de piedra caliza en lo alto. Las nubes -para mi gusto demasiado frecuentes para ser verano todavía- dejaban escapar un aire que, en según que horas, podía llegar a cortarte la cara como un cuchillo bien afilado e impreciso al mismo tiempo.
Lo importante era la ceremonia. Todo el folclore que acompaña la estancia en un reducto semejante, lejos de todo: creo recordar que comimos sobre las seis de la tarde tras empezar la barbacoa antes de las dos del mediodía. Había vino. Había humo. Y sonrisas, aunque no de todos. Cada uno asumía su papel, cuando no había que perseguir a sus respectivos retoños, si bien alguna actitud taciturna daba que pensar y desmitificaba las bondades de la vida de sacrificios y penalidades que supone tener y crear una familia de la nada. No había que precipitarse, no estaba todo perdido.
Era imposible descartar las huellas de dinosaurios de Fumanya y pasar hacia las décadas, quizá siglos, en que aquella falda imponente debió permanecer intacta. Llegué a plantearme mi papel en la historia y la cuestión del legado (aparentemente resuelta). Recordé un par de nombres e intenté retroceder un poco más para tener una visión de conjunto aceptable. Me agregaron en un grupo de esos en que varios pueden inundarte el teléfono de mensajes, y no era la primera vez. No sentí la necesidad de explicar el desapego. Al mirar hacia adelante, vi un par de familias rotas y las eternas inquietudes terrenales martilleando sin parar. Mi diario, el diario de mi primogénito, ¿y si le importaba un carajo? ¿Entendería mi letra? ¿Tenía sentido perder el tiempo en algo tan obsoleto? Por qué... ¿quién cojones iba a leer libros en 2030? En un problema de madurez y olor a tristeza, Luca no tardaría en conocer los placeres bípedos (lo inexorable no perdona).
Las palabras. Antaño podía dominarlas. Ahora son como pústulas en mi piel bronceada y caduca, como las cartas que solía enviar; a veces, cuando evito mirarme en el espejo por las noches, rescato la teoría del manual del buen padre y me digo a mi mismo que sé que puedo hacerlo como el que más (¡cuando ya estoy haciéndolo!). Sé como no tengo que ser para ejercer de lo que la ley y el nacimiento no obliga pero luego soy incapaz de desenmascarar lo obvio mientras, recorriendo aquellos desérticos parajes, miraba al suelo y echaba en falta los instantes que perdimos sin remedio, como una relación epistolar desgastada (despidiéndome secretamente del verano). 
Llega un día en el que ya no distingues a tu interlocutor y las dudas, sin un referente claro, vuelven sádicamente a asomarse. Aquello era el fin y pronto la sagrada y párvula inocencia vendría puesta a prueba con más exigencia y menos decoro contemplativo.
El viejo hábito de la melancolía volvía.
La montaña se despedía.