martes, 25 de mayo de 2010

NO PARPADEES


No parpadees, que te apuñalan.
Creí haber aclarado suficientemente el panorama, pero por lo visto parece que no hay manera.
Odio que lo parezca, pero yo no soy aquél disgraziato cuyo nombre casi ni recordamos.
¿Aprovechado? No me jodas, o mejor aún, no me hagas reír.
¿Qué pasa con el binomio maravilla? ¿Es que tengo que desenfundar mi espada otra vez? Porque no les va a gustar, sabes. ¿De verdad crees que no me he dado cuenta? Me ofendes. Y lo que es peor, ofendes a mi inteligencia.
Si yo digo que el cielo es negro, pues es negro. Ni azul, ni blanco: oscuro total. Tampoco hay nubes con la forma de Son Goku. El cielo es negro como el carbón, por más sol que haga y nos ubique en verano estos días. Negro como mi otro amigo, ese que tiene carta blanca total.
No parpadees, que te arraso a tí y al suelo que pises.
No quiero enfadarme, pero no puedo sacarles la verdad sin hacerlo. Es su modus vivendi, la confrontación directa de los cojones, y ya cansa. No quiero vivir siempre pendiente de una guadaña.
¿Es así como debe evolucionar el trato? ¿Tanto marca una pareja? Si el color de heno vuelve a mirarme así, juro que le salto a la puta yugular a alguien. Y no discuto la amistad en sí eh, que conste.
Hoy me he despertado mal, me duele la azotea, y me siento como un jodido torbellino de una potencia devastadora atroz, así que espero que no me llame nadie, porque no pienso contestar.
Porque si lo hago, antes de que parpadees te extermino a tí y a toda tu raza.
Aviso.

domingo, 23 de mayo de 2010

DORMIR ACOMPAÑADO

No había bebido ni gota de alcohol y el día había sido de lo más extenuante. Tras una copiosa cena, quinientos cigarrillos y un chupito como digestivo, se acercaba la hora de acostarse: empezaba la odisea.
En estos casos, la mente no se relaja y pide ayudas que el cuerpo no debería aceptar (aunque no haya más remedio). Literatura aparte, tampoco es por falta de querencia ni nada parecido, y ni siquiera es debido a una obligación (excepto la laboral) o por forzar una situación que ninguno quisiera. Estás a gusto, empezando a vivir, creando algo guay, entonces... ¿por qué cuesta tanto dormir con otra persona al lado?
Mi amigo Ventura dice que sólo desde la Revolución Industrial dormimos acompañados. Que el hacinamiento del trabajo desenfrenado tuvo la culpa, que lo ha leído en un estudio reciente. Demasiados pocos años pues.
Cualquier gesto, ruido imperceptible, pedo o respiración cambiante, entra directamente (sin filtrar) por la jodida cocotera. Estás más pendiente de eso que de dormirte, y no sabes por qué, pero no puedes cambiarlo. Y podría ser un problema, créeme, incluso si con la otra persona lo hablas todo, o como mínimo crees hacerlo.
Reconozco que tradicionalmente me ha costado dormir en casa ajena. No al nivel de cagar en un cagadero que no fuera el mío, pero casi. Tampoco soy la voz más autorizada en estos temas, ya que a ese nivel, la experiencia no ha sido mi fuerte ni mi verdadera lid.
Es difícil traspasar la frontera de la confianza desde el subsuelo. Desde lo más bajo de nuestra condición humana. Y aceptar esas pequeñas mierdas que te dan puntos para subir de categoría y acercarte a la escala más alta. No hablo de sexo ni de amor, no dudes de que estos dos elementos comen aparte, aunque puede que sobre el amor no esté tan seguro. Es, simplemente, que no estoy acostumbrado.
¿Volvemos al Tiempo y a la necesidad de costumbre, pues? No hace mucho, alguien también me dijo yo nunca encontré mi lugar en esa cama, textualmente. No me gusta la idea, a mi no me va a pasar. En una cosa de dos como esta, vuelven las teorías del Right in Two que antaño tanto discutimos: ¿la vida está hecha para vivirla con otra persona? ¿Qué pasa con la individualidad, pero no la mal entendida o vilipendiada por el término soledad? Suena limitado, pero sólo creo en lo que ven mis estrábicos ojos y en los espacios que voy dejando a un lado y otro de la cama.
Estos días, esas ayudas de las que hablaba un poco más arriba, han sido vías de escape bastante patéticas, pero necesarias. Al menos uno de los dos tenía que relajarse. Pero no voy a volver a recurrir a ellas siempre. Paso.
¿Podría ser un problema? Podría, ciertamente, pero el podría este podrío, es condicional, lo que significa que puede condicionar, pero no ser tan decisivo como Diego Milito anoche. Creo que la culpa de todo la tienen la Revolución Industrial de los cojones y el puto Henry Ford, como decía mi colega. Pero en este fantástico principio, empiezo a tirarme pedos y a pensar que todo es pasajero, como este amanecer desde mis gafas de sol nuevas en la tumbona de su terraza, tan tempranero como bonito y deseable es seguir a la expectativa y disfrutar con ello.

martes, 18 de mayo de 2010

PRISAS


Estos días tengo la sensación de que el Tiempo no tiene tanta prisa como de costumbre.
Una de las cosas que más ocupa a ese Tiempo casi congelado, para otorgarle méritos al hecho alterable y concretando, tiene nombre y apellidos; en cierto modo, es un violento sinvivir, tanto que hasta ha podido llegar a embaucar al mismísimo Juez Supremo (uno que nunca se casa con nadie).
Haber podido llegar a identificar tan excepcional elemento ha traído consigo cierta desazón difícil de controlar. El nervio y los desajustes aparecen cuando pienso en el calendario como tal, y, sobre todo, en lo precisamante maleable y volátil (otro matrimonio inviable). Sí, porque a estas alturas no voy a pensar que soy el ombligo del mundo, desde luego que no. No obstante, para sufragar los gastos ocasionados por el desasosiego habitual y la desconfianza, mi autoestima no ha parado de hacerse preguntas (a un ritmo de casi mil por segundo), y eso que dicen que las prisas no son buenas consejeras.
Si la ansiedad volviera, creo que tendría que pelear duro con este otro parásito que recorre mis venas y gobierna como regente. No es que campe a sus anchas impunemente, pero sí que ha invadido la joya de la corona en una razia a traición, y no piensa en largarse de la misma manera (igual de rápido).
Por poco olvido que no estaba solo; estas segundas placas de pus dan buena fe de mi mala suerte y reabren viejas sospechas, pero no creo que juegue en mi contra (otro elemento que ocupa mi Tiempo), al menos no más allá de las inevitables prisas por permanecer y dejar de soñar despierto.

martes, 11 de mayo de 2010

UN SEGUNDO ATRÁS

Me hallaba yo haciendo footing por la campiña bergadana -en el interior de Catalunya-, esquivando vacas y otros animales inespecíficos que andaban al acecho entre los arbustos y otros tipos de follaje, pensando en mis cosas y disfrutando de uno de mis momentos de libertad inusual. Pero notaba que mis piernas no respondían y que no llegaría muy lejos; me sentía cargado y no entendía el por qué, así que me detuve un instante para hacer una foto que inmortalizase el paisaje que aparecía ante mí, a ver si sacaba algo en claro y de paso relajaba la mente un rato. Siempre es más bonito el que dejas tras de tí, pensaría, pero qué le vamos a hacer, no siempre debería ser así.
Resoplando como un especimen abatido en espera del golpe de gracia, me senté en un pequeño saliente coronado por una singular roca que resultó ser perfectamente adaptable a mis posaderas. Logré calmar mi respiración acelerada con más apuro que pena, y me prometí a mi mismo que, pese a desconocer las cuatro reglas básicas de lo que comúnmente viene tratado como inusual, aprendería a volver por el mismo sendero con fuerzas renovadas y voluntad para encontrar la orientación adecuada, no podía ser tan difícil.

jueves, 22 de abril de 2010

INVERTIR TENDENCIAS TENDENCIOSAS



Son tantas las veces que la desfachatez de un nombre ha importunado y tentado al ánimo que, tras condecorar al perverso azar con la placa dorada, el hecho de poder invertir tendencias se postula con/como una bonita hazaña a tener muy en cuenta.
La capacidad de maniobra, limitada por agentes externos más de lo apetecible y supeditada a cierta salud mental como veíamos*, ve aquí empañado el inmenso poder que poseyó otrora; pese a todo y eligiendo o no (vete tú a saber), la inclinación que esta variable asume no dista mucho de su punto más perpendicular. Digamos que, una vez conquistado el trofeo en buena lid y después de abrir los brazos*, surgen nuevas y apasionantes piezas a codiciar.
Salir victorioso de un combate, en una guerra tan larga y de tanto desgaste como esta, proporciona el aire o el margen necesarios para dejar de obedecer a los primeros miedos. Ahora, una emoción tan abandonada como olvidada inunda palabras y horas a compartir, y se mezcla con la razonable duda sobre la posibilidad de perder algo por el camino. Ojalá fuese algo de peso (soltar lastre), pero me temo que eso no es posible hoy día, y el desafío que resulta le supera con creces: lo verdaderamente complicado empieza ahora.
La sinceridad, celebérrima amiga del perdedor, se convierte en un instrumento fundamental para avanzar o destacar. Como arma de doble filo, ese mismo término puede llegar a provocar un vértigo de la hostia, ya que nunca nadie es franco al cien por cien. Desde el principio de los tiempos hasta el propio desarrollo de la trama en cuestión, existen un millón de sandeces que lo pueden mandar todo al carajo, y esa in/certidumbre es difícilmente regulable: es complicado pensar en confiar en alguien que no sea de tu entorno más cercano. Quizá el tiempo ayude, o puede que éste sólo destape fisuras, cómo saberlo... ¿Se encargará la costumbre, pues? O la mala costumbre, o la poca costumbre. ¿Tal vez la espera de un acontecimiento fatal que provoque más putas pesadillas de mierda? Dicen que el hábito hace al monje, pero... ¿y si éste nunca lo fue por pura vocación? Aunque la mona se vista de seda, mona se queda (y así hasta liquidar el refranero de los cojones).
Hay que coger el momento, como diría mi álter ego favorito. O aprovechar el momento, como plasmó Horacio (lo he buscado en la Wikipedia). Pero... ¿quién puede hacerlo con los ojos cerrados? Será por temor a la caída (de lo dura que solía ser), pero en algún momento hay que soltar amarras e intentar invertir tendencias. En los anales mora la moraleja para invertir en el respeto hacia el otro y hacia tí mismo como principio al que agarrarse (ya en alta mar); en días de vino y rosas como los que vivimos, no me atrevería a visualizar otro panorama, incluso con un bagaje de tal calibre (no va a hacer falta aferrarse al camino mediante un disfrazºº).
Ser cauto no debería impedir vivir ojo avizor y no voy a perder ni un segundo en escuchar a aquellas malditas voces que me siguen atormentando. ¿Por qué no podemos pensar que todo puede salir rodado? Debería constar un susurro enmudecido o un lamento padecido, sólo eso y nada más. Lo que vaya a pasar no se puede controlar, vuelvo a insistir y si es que alguna vez he llegado a controlar algo. ¿Por qué iba a perder otro segundo más en eso? Aunque la velocidad adquirida sea distinta o, digamos, no igual, puedo asegurar que la comprensión sustituye cualquier desequilibrio, y que la empatía de mis manos frías jamás deja de tener fe, amiga mía, puedes creerme (pese a que siga haciendo frío por las noches).
Hubo un tiempo en que las páginas quemaban las yemas de mis dedos y el humo que anegaba la habitación, con el zurrón repleto de milongas, corría raudo y veloz dispuesto a contaminar a propios y extraños. ¿Qué se siente al volver a tener un referente? Sólo confío en que la poca audacia del silencio no lo engorre todo (es aún pronto para marginar a las palabras) y en relajar esos instantes extracorpóreos, porque después de la placa dorada ya sólo queda el paraíso. Un paraíso invertido, bullicioso y algo tendencioso también, pero para nada ingrato ni pesado, de veras lo pienso (si es que eso encaja en alguna puta definición de paraíso).

ºº idea sobre In the Flesh?, la canción de Pink Floyd (The Wall, 1979) que encabeza el texto.

domingo, 4 de abril de 2010

ELEGIR ESTAR PREDISPUESTO

¿Se trata de eso, de pasar a estar predispuesto así sin más, o después de 'x' vivencias, o es sólo por el hecho de aparecer en el lugar adecuado y en el momento justo?
Estar predispuesto... ¿cómo se decide eso? ¿Cuándo eliminas toda tu mierda y te abres a nuevas posibilidades?

Que cómo se hace, si es que se trata de eliminar mierda y es posible hacerlo. Que cómo uno puede llegar a estar seguro sobre estos asuntos. ¿Es necesario un proceso de duelo? ¿Por cuáles niveles de subconsciencia estamos buceando? ¿O es algo completamente consciente? ¿Las chicas maduran antes que los chicos?

Es curioso observar algunas pautas de comportamiento respecto al complicado y maravilloso mundo de las relaciones humanas y sus tonterías varias. La aparición de un determinado ser puede darle portazo a muchas cosas, de eso no hay duda, pero es necesario que pesen amargos posos; teniendo en cuenta el amor como movimiento embriagador devastador, no es descabellado pensar que, aunque sólo pueda mostrarse tres o cuatro veces a lo largo de una vida subjetiva, nos constriña a seguir deseando estar encerrados en banda y provoque cierta confusión al principio (una vez haya decidido 'exhibirse' de nuevo).

La soledad se convierte en un elemento importante en esa ecuación, el miedo será el colofón final a este escrito. ¿Puede el anhelo de compañía ser tan intenso como para hacernos nublar la razón? De acuerdo, sé que la razón no pinta nada en estos temas, pero... ¿acaso es tan jodido estar solo? Yo ya no sé si la sociedad actual, en esta desenfrenada era tecnológica y global, beneficia o perjudica al individuo, pero sí puedo asegurar que el recogimiento interior es casi tan necesario como un buen amigo a nuestro lado, o como el comer si prefieres. No ya como modo de vida o para buscar el imposible de la objetividad, si no más bien para pausar los desatinos de la aceleración cronológica a la que indiscutiblemente estamos sometidos: estilos de vida que conllevan estrés, una mala alimentación, decisiones erróneas que llevan al arrepentimiento... pero, al fin y al cabo y tras mil variables más, no es nada que asuste demasiado a nuestro propio reloj vital (al menos no debería serlo).

Uno tiene que pararse un momento y plantarse y dar un puñetazo encima de la mesa y decir: hasta aquí hemos llegado. No en plan Morgan-Mandela 'soy el amo de mi propio destino', no. Sería un 'vamos a ver, vamos a ver... ¿qué cojones está pasando? ¿Qué puedo hacer al respecto? ¿Es así como quiero vivir? ¿Qué clase de persona soy? ¿Qué clase de persona quiero ser?', y actuar en consecuencia. Tres décadas bastan (por si falla la educación) para abrir los ojos y empezar a dejarse de hostias. Como dice el refrán, la experiencia es un grado. Hay que comenzar a ser prácticos. Esto no tendría que trasladarnos a la sensación de que se nos está pasando el arroz, amigo mío, no va por ahí: este río desemboca directamente en el mar de la capacidad de elección (consensuada con la gente apropiada en su máxima expresión) que, al final de todo y para diferenciarnos del resto de especies del planeta, tiene que estar por encima de toda esa mierda. Al menos respecto a tu propia mierda, que aunque normalmente implique a dos o más entes en una situación irrenunciable o de fuerza mayor, debe ser suficiente para llevarte hacia la puerta de entrada: tú haz tu trabajo y lo demás ya no será cosa tuya, pero ten por seguro que de esta manera no podrás reprocharte nada nunca (daños colaterales aparte).

A partir de ahí y tras conceder un par de días a la confusión y un desayuno que deje en evidencia lo que tú ya sabías pero te negabas a afrontar, ya podremos abrir los brazos y darle la bienvenida a los nuevos retos -Dios mediante y sin esperar nada a cambio-, incluídos los más temidos (dentro del extenso catálogo de los excesos): la soledad y la falta de cariño, respeto y atención*, el miedo a no permanecer y la vacuidad de la vida, los déficits de autoestima y el hecho de confiar en sí y como arte sobre todo, y, como guinda, el descreimiento o la búsqueda de la sinceridad desinteresada y el amor incondicional inicial de la chica de los mil besos.


*El Resplandor, del disco triple de Standstill Adelante Bonaparte, una fábula circular (EP II: B. pasa de querer comerse el mundo a esconderse en una pequeña parcela), marzo de 2010. No obstante, Ayer soñé contigo (EP III: El corazón de B. despierta) y el tercer EP del disco en general, reflejan mejor mis intenciones y este momento.

domingo, 28 de marzo de 2010

MARZO REVERDECE




Una voz tenue y casi susurrada ya le había advertido sobre lo que pasaría, pero él decidió no hacerle caso alguno. Además era invierno total aún, y sus manos seguían sufriéndolo de mala manera. Justo antes del cambio horario, la tragedia se mascaba: no habría vuelta atrás.
Tiraría por la borda veinte años de matrimonio por una sensación que ni siquiera sabía hacia dónde iba, pero ya era demasiado tarde. Buddy, it's too late, repetía su amigo Johnny.
Se miraba constantemente su dedo anular y jugueteaba con el anillo, como si fuera a quitárselo de una vez para siempre. No hay que pensar tanto, deja que todo fluya. ¿Pero quién diablos fue el que dijo eso?
Prefería pensar en lo del pelo para quitarle importancia a un hecho que, se decía a sí mismo, le pasaba a mucha gente. No era especial, simplemente, estas cosas pasan. Ni Johhny ni Elijah ni Harper ni Eloy ni Teddy le servían, y no había más capacidad para el autoengaño ni para saber a ciencia cierta sí lo que había hecho estaría bien, si sería lo correcto. Ya no importaba, ya no le importaba nada un carajo. Se había vendido todo el pescado tras un fin de semana de buceo interior intenso. Había que hacerlo aunque la soledad llamara de nuevo a sus puertas.
Esa situación de bucles y extraños silbidos le había colocado en una tesitura de espera que no recordaba haber pasado nunca. O quizás sí, pero mucho tiempo atrás. Pasó una mañana espléndida con las gafas de sol, el cuero negro y la espada al cinto. Paseando, disfrutando de las sonrisas y el sabor de los zumos de naranja. El arrebato duró muchísimas horas y no estaba muy seguro sobre cuándo irse a casa.
Al día siguiente, al despedirse de su esposa, sintió un alivio esperanzador que trasladaba el dolor a un mundo mejor y abría la veda; discutió con la gracilidad y las ideas claras de la incertidumbre, pero acabó diciéndose a sí mismo que no era necesario, que ya recuperaría su swing llegado el momento. Ahora no dependía de él y viviría por encima de eso,
que de lo que se despedía ayer no era sólo del mes de marzo, la buena suerte y el frío, si no más bien de su fina y larga caballera, pardiez.


Todo empezó el día en que decidió cortarse el pelo.