jueves, 18 de marzo de 2010

A CONDICIÓN HUMANA

De pequeños solíamos imaginar cómo sería el futuro.
También de pequeños nos preguntábamos cómo seríamos en el año 2.000, a los 20 años, o si los coches volarían como en las pelis; para entonces, ¿habrían llegado los extraterrestres?
Yo de mayor quiero ser un caballero cruzado, decía la inocencia propia de mi niñez. Un juego con mucho jugo en el que siempre andábamos mirando hacia arriba y hacia adelante, ideando mundos que un día sin colegio no podía eludir, despertando cerebros que no podían ni sospechar lo que estaba por venir. Era todo tan sencillo que no podía durar demasiado.
Transcurrido todo este tiempo, mientras el Hombre busca maneras de separar su existencia humana del mundo animal y de la Tierra (como diría Hannah Arendt) sin ayuda de El Capitán Trueno, las cosas por el barrio se han ido deteriorando. Por añadidura a semejante condición y en consonancia con la luna, varios estados se han ido sucediendo a toda prisa, sin previo aviso, convirtiéndose en procesos que han originado -y originan, en este continuo que no cesa- conflictos de todo tipo.
A estas alturas en las que solemos repetir que ya no tenemos edad para tonterías como hijos de una experiencia todavía por calcular, nos enfrentamos hoy a todo aquello que ya no sabemos valorar y que tantos sudores está provocando; el abandono al prójimo y la persecución al individuo sellan esta especie de cruel cruzada que amenaza con el exterminio, y eso que los coches todavía no vuelan.
¿Por qué dañarías a lo que más quieres? Es demasiado tarde para replantearse vínculos y no es menester, y si algunos modus vivendi se quejaran o chirriasen por el derecho a la prima notte mal andaríamos, mon amie, así que olvídalo, no va a pasar.
¿Por qué complicarse la vida? De los nuevos retos no me despido, prometo volver (no sin antes avisar): ya no somos unos críos, pero tampoco somos tan mayores. Si reducir los sueños a poco más que escombros significase tirar piedras contra tu propio tejado, aquellos ínfimos niveles de subconsciencia bien se guardarían de enfrentarse a tumba abierta ante enemigo de semejante calado (por agradecido).
¿Qué puedo lamentar, pues, sobre ese nexo? Si los miembros de tu familia no superan los dedos de una mano y además éstos juegan en otras ligas, ese término se convierte en algo poco más que sagrado. Nuestra propia naturaleza, que nos hace poseedores (que no acreedores, ¿o era al revés?) de un poder descomunal que intento desentrañar aquí, no será capaz de interponerse ni de joder la cosecha.
¿Y qué hay de ellas? Desgraciadamente no conozco ningún remedio casero que haga callar ese runrún, así que te pagaré con indiferencia, maldito barquero. Torres más altas han caído, pero no voy a ser yo el que niegue cierta dicha que rechazaba como solista habitual; para el resto, un saludo, y que la ingenuidad reprimida y la acción desorbitada no contamine lo poco que nos queda,
que para ser el futuro ya es mucho.

miércoles, 3 de marzo de 2010

UN MISTERIO TRAS OTRO



*
Era noche cerrada y no había ni una alma en la calle.
Me hallaba yo en una extraña plaza circular investigando la muerte de J. R., preguntando a diestro y siniestro en las diferentes bocacalles iluminadas con un verde tan tenue como triste, sobre todo a los líderes respectivos de la zona en cuestión; éstos gastaban unas pintas de mucho cuidado, en las que el cuero y el negro predominaban por encima de cualquier otro detalle.
La muerte de mi antiguo amigo J. R. había tenido lugar en el Bar T., curiosamente el único antro que había en dicha plaza. Ésta era tipo la Piazza del Amfiteatro de Lucca, en la Toscana, y mis pesquisas e interpelaciones con los diferentes cabecillas y personajes del lugar tenían lugar en los túneles de entrada, en esas bocacalles que decía antes. Uno de ellos, en un momento dado, me espetó en la cara que al volver de la Copa del Mundo, a mi amigo se le giró la olla de repente y acabó por perder la cabeza.
Por lo que se desprende de sus palabras, parece que la fatalidad hizo el resto, y yo decidí dar por concluida mi investigación y zanjar el asunto.
Ni siquiera recordaba su cara o aquellas pequeñas cosas que le hacían especial, y mi padre aparecía demasiado joven como para darle credibilidad a todo aquello. Al despertarme, volvía a arderme la cabeza y su rostro había sido borrado de la foto. Deseaba no haber estado allí, hubiera preferido que fuese un mal sueño, agotando así la posibilidad que un café y un cigarrillo pueden ofrecer de buena mañana.
En tres días -contados con los dedos de sus frías e inertes manos- había exprimido todas las naranjas que me quedaban y ahora ya no sabía que más hacer; la paciencia no es un don, pensaba, y hacia la múltiple personalidad de aquello que se conoce y lo esperable me encaminaba.
No era si no la viva imagen de ella, de modo que, momentáneamente, de sus palmas ya no tan frígidas manaba un dócil sendero a seguir, teniendo en cuenta lo difícil que es completar una vida virtual y depender de ella (que resulta más complicado aún).
Siempre he escapado a eso. No obstante, de las cosas que ni tan siquiera yo había llegado a procesar (por obra y arte de la sustancia tóxica más brutal y los efectos del alcohol barato), constaba un archivo repleto de imágenes, gestos y palabras pronunciadas. Todo bien documentado pese a la fragilidad del instante, y no sé hasta qué punto depende del carácter en cuestión o de aquella maldita y múltiple personalidad que antes mentaba y que ella podría llegar a detestar.
La importancia de toda esta historia me traslada directamente a mi estadio actual, ese en el que uno ya no sabe qué hacer ni qué decir y que te aleja claramente una vez más y por desgracia, de una vida familiar ejemplar.
Mi padre, los gritos ahogados en medio de la noche, Lucca, las gafas encima de una cama que no pude tocar ni oler y apenas morder... y mi amigo muerto. No he tenido cojones de chequear mi teléfono celular. Bajaré el nivel de decibelios y que el miedo no haga cundir el pánico, todo lo demás escapa ya a mi control, querida metro setenta.

para Cristilupis, la creadora de sueños

*Lucca, febrero 2007

"Adelante Bonaparte" (I)


viernes, 26 de febrero de 2010

{...} en realidad no era debido a la extrema timidez ni a nada que comportara vergüenza en sí. Había pensado muchas veces en ello, pero las pocas ocasiones que coincidieron juntos no daban mucho más provecho y ya quisiera él sentir esa anhelada convergencia... Era una cuestión de feeling, como diría Guardiola: simplemente no cuajaban. Eso le colocaba en una tesitura muy desagradable, sobre todo para cuando se agotara el único punto en común que tenían entre sí. Si el río está seco y no llueve, no hay manera humana de seguir conversando; los temas se agotan rápidamente, casi tanto como pretendían agolparse en un primer momento, y los gestos adquieren formas grotescas que deforman tu faz despiadadamente (en un segundo momento). Luego hay señales que es imposible obviar y que marcan todo devenir, por no hablar de las más bien escasas habilidades sociales que le caracterizaban.
No obstante, él no había perdido la ilusión por encontrarla, ya fuera antes o después, y en ese desmesurado optimismo se topaba con su talón de Aquiles particular. No podía remediar el hecho de visualizarse con ella, pobre diablo, y no había día que pasara en que no lamentase la vida que estaba llevando. Eso, desde luego, era olido de inmediato y alzaba una infranqueable barrera entre la desconcertada chica y el miserable desesperado, y así hasta que llegara el alcohol que regase su patente exasperación y el jardín del fin de semana y sus bondades {...}

sábado, 20 de febrero de 2010

NADA

Una larga noche en vela da para mucho pero no es nada si la nada significa nada (esas manos me hablan) tengo y a nada me puedo agarrar.


En una larga noche como esta en la que ya no queda nada de que hablar, es fácil mirar atrás y no ver nada, nada que se pueda remediar.

Nada de lo pensado tiene solución si la noche precede un suave amanecer sin nubes ni nada que me opere más allá; confirmado, ¡no me queda nada!

Me dices que nada de lo vivido fue real aunque no me conozcas. Nado más lejos de la realidad a través del vacío de esta noche oscura, y me digo: no tengo nada que objetar.

Ya no hay nada que perder en este nuevo año y el casillero a cero hace que todos desconfíen, el individuo que sobrevuele las tinieblas no tiene ninguna posibilidad: yo hubiese matado monstruos por tíºº, escuché nada más salir... ¡no me hagas reír!

Una larga noche en vela da para demasiado, no hagas caso, sentencia la almohada de aquí al lado. Qué sabrá ella de la nada, si recibe a sus invitados con una sonrisa y no interrumpe lo cotidiano, sigo pensando.

Nada. No puedo quitarme esta maldita palabra de encima, ha sido una noche muy larga.

Después de un fastidioso paseo por las sombras, dejo en mi cama el disfraz que no huele ni sabe a nada y me levanto; puede que lo lleve conmigo hoy y mañana domingo, nada llamativo espero.

Nada de nada. ¡Debería estar contento por fin!


La Nada.
ºº canción del disco Cuentos chinos para niños del Japón, de Love of Lesbian, lo que no recuerdo el título ni tengo ganas de buscarla...

jueves, 18 de febrero de 2010

ESTA SEMANA TE HABRÁS ACORDADO DE MÍ (UN POQUITO MÁS DE LO NORMAL)


para la artista anteriormente conocida como Amélie

Esta semana te habrás acordado de mí cuando volviste el lunes del trabajo y tuviste que poner una lavadora para el maldito cojín pintado (y ensuciado de mala manera) con los restos del carnaval.

Esta semana te habrás acordado de mí cuando hayas oído a Paulie decir "ahí estamos" en cualquiera de las posibles situaciones que hubiesen requerido ánimo u osadía, o por simple deleite ante lo conseguido (que por nimio, gentilicio obliga).

Esta semana te habrás acordado de mí cuando, probablemente ayer, te diste cuenta de que tenías una toalla sucia de más (de las tres que tienes), por cierto y puede que con una media sonrisa, porque bonita sí que es sí, pero lo que es secar, no seca una mierda.

Esta semana te habrás acordado de mí cuando te sobrevino un sentimiento de culpabilidad al no haberme venido a buscar ni despedirme como según tú o los otros creen que merezco (pese a mis pocos peros y ya que había venido a verte).

Esta semana te habrás acordado de mí seguramente el martes cuando descubriste un platito de paella en el horno al querer hacerte una pizza (lo único comestible que tenías en la nevera).

Esta semana te habrás acordado de mí al navegar por internet buscando reacciones a palabras como reconciliación tras los Goya y Almodóvar.

Esta semana te habrás acordado de mí aunque sin mí al hablar por teléfono y ver que, en realidad, es como si estuviera ahí, y que en esa cotidianedad reside el elixir de un amable porvenir.

Esta semana te habrás acordado de mí cuando te pares a pensar en las ciento setenta y pico fotos que nos hicimos para ver quién es más Narciso y que te tengo que enviar; después de tres años entre todo lo perenne, uno de los cuales inexplicablemente sobrevivido a base de tomatitos con aceite de oliva, orégano y mozzarella por encima, sigo sintiendo el rubor de un vínculo superior.

Esta semana te habrás acordado de mí al mirar la hora una y otra vez en tu celular con la Madonna de Munch (se pronuncia como "k"), esperando el cese del reloj mientras sigues ahí parada y con la brújula estropeada pasando frío, escuchando los coches pasar por tu avenida y preguntándote por el amor, cavilando sobre lo poco útil que resulta el tiempo vivido y el menos sutil que queda por vivir.
Dime, ¿acaso no te has acordado de mí esta semana un poquito más de lo normal?

jueves, 4 de febrero de 2010

THE TAKING OFF

*

Recuerdo que la última vez que cogí un vuelo, hará ya 6 meses, me dije: recuerda el momento en el que tengas que volver a coger un avión. Ese momento ya ha llegado, y es ahora.

Me sudan tanto las manos que podría llenar un vaso entero de agua salada o pintarle a alguien la cara entera si el sudor no fuese incoloro. El despegue es el peor momento: cierras los ojos, apoyas tu agarrotado brazo izquierdo en el asiento delantero haciendo presión y con el derecho hasta te santiguas y todo (eso sí, discretamente). Prueba superada, ya nos podemos desabrochar los cinturones. Mientras pienso en take off como fucking phrasal verb, me da por mirar por la ventana y directamente hacia el ala derecha. Parece de mentira, como hecha de plástico, tipo juguete. Estoy contando los tornillos. Espero que no se rompa en mil pedazos. Una pequeña turbulencia, dejo de escribir, noto con temor cómo la adrenalina me quiere poseer. Me vuelven a sudar las manos.

No debería beber vino antes de subirme a un puto avión, me nubla los sentidos multiplicándolos por mil. Distorsión, reacción. El puto Morini me pone de los nervios, ¿qué clase de enfermedad te postra en una silla de ruedas con 40 años? *
En Noruega está nevando, espero que el aterrizaje no resulte problemático. Espero que el mal tiempo no tumbe al avión. Espero que hayan encendido el botón del pararrayos.

No me he llevado casi nada de lo mío, pero en caso de desastre y si tuviese que buscar un trozo de algo para agarrarme en pleno Mar del Norte, creo que no dejaría mi mochila tirada (aunque se mojase todo). En la maleta sólo llevo ropa, sólo tendría que volver a rehacer mi vestuario, puedo vivir con eso.
Por si no vuelvo y mientras pienso en cómo salvarme, que sepas que siempre intenté superar los obstáculos que me iba encontrando, piano piano, y que disfruté los buenos momentos. De los malos, aprendí a crecer con ellos a mi alrededor, no me quedó más remedio.
Ya casi ni me acuerdo de que cumplía 30 años, pero sí de que mi 'obra' giró entorno a tres claros ejes: el desamor, la soledad y la muerte, si es que no fue invención mía.

Siempre me creí único.
Que mi nombre perdure por los tiempos de los tiempos, que toda esta mierda hubiese servido para algo quisiera, si no es mucho pedir.
Arrivederci.
P. S. : título a propuesta de Maria, 7.02.10 ('todo escrito tiene que tener título').

domingo, 31 de enero de 2010

GRIETAS EN LAS COMISURAS DE MIS LABIOS





Las comisuras de mis labios se agrietan si aprieto fuerte los dientes mientras miro por la ventana como nieva; fuera, el frío recuerda que son treinta las veces que estuve aquí arriba esperando enrolarme en un drakkar sin remero, buscando un remedio para la tos sorbito a sorbito, calada a calada.

Y el humo del vaho de mi halo será testigo de mis horas postreras en este mundo con este dígito, justo cuando deje de preguntarme cuántos años quedarán después,
justo cuando exhale mi último aliento.



30SLO