martes, 31 de octubre de 2023

LIMITAR EL ALCANCE

A veces, pero solo cuando trato de limitar el alcance para no caer de rodillas, vuelve aquello de "siempre es menos de lo que parece".

Con todo, no es suficiente para vivir desahogado porque no llego, no soy capaz de tener el control; el estado de constante sensación de poco desahogo suele imponerse y ya me han dicho que me acostumbre a ello, pues es algo que, por lo visto, no va a cambiar. Al menos no en los próximos años.

Es un vete haciéndote a la idea, fra, molesto para la joya, feo, porque cuesta hacerse a la idea de que tiene que ser así, de que hay que vivir así.


Así que, simplemente, trataré de limitar el alcance. Para no morir en la orilla. Para que no me maten y no me quede en el intento las pocas veces que consiga que no me pillen.

sábado, 30 de septiembre de 2023

ESA SENSACIÓN

Llevo días con esa sensación en la boca del estómago. Como si, después de unos días en barbecho, en el banquillo, todo estuviera detenido. Como congelado.

Una gran y dolorosa tormenta soltando agua a borbotones como hilos de hierro. Y truenos. Que la naturaleza se exprese y explaye con absoluta libertad. Qué bien nos vendría. A mí el primero.

Es una calma extraña esta, impropia del veranillo de san Miguel. Quizá sea eso, el tiempo atmosférico, ingobernable y brutal, que alarga esta especie de agonía que me quiere devorar. En eso soy como un pájaro antes de una catástrofe: mi cuerpo anda al acecho. Sabe que algo se está cociendo. ¿Nervios? O quizá solo sea que me he topado de bruces con la realidad.

Vuelven los viejos sueños de antes a mis nuevas noches de ahora. Hay una extraña mezcolanza de elementos en mi cerebelo que denota una actividad frenética en el pobre desgraciado; para que vuelva a surgir la molesta pregunta de siempre: ¿qué he hecho con él todos estos años?, necesitaría acabar el año en mi ciudad de nacimiento, descubrir que puedo viajar a lomos del animal más indómito del puto planeta.

Esa sensación, que ya no me obliga a estar las noches en vela ni a estar constantemente en guardia, coincide con una desolación propia de los edificios derruidos por la guerra; el mestiere, el trabajo, adquiere una nueva dimensión en el espacio urbano. Es latente, palpable, como una escalada que parece no tener fin y lo convierte en ficción en las fiestas de alto copete.

Unos y otros aprovechan la ocasión para arrimar el ascua a su sardina y se guían por intereses y oscuras intenciones que nada tiene que ver con lo que realmente importa. Pero allá ellos. Otros caminan con aires de grandeza jugando a aquello tan peligroso de nosotros y ellos

Es una sensación de abandono que tiene demasiado que ver con la vida adulta, por lo que no me queda más remedio que jugar. ¿Me ayudan a ayudar?

Incluso si esa extraña sensación me provoca malestar y deja el descubierto mis limitaciones y finalmente descubren que soy un fraude y que más bien sirvo para poco, o alguien se piensa que le quiero pisar el terreno, su espacio vital o las ganas que le queden de vivir.

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¿Cuándo cojones va a cambiar la estación?


martes, 15 de agosto de 2023

LOS GIRASOLES ATLÁNTICOS (VERANO III)

Cuando la pequeña vikinga quiso venir a que la sostuviera, en un mar bravo rodeado de algas y surferos voladores, la típica escena inocente de telefilm de las cuatro de la tarde se tornó en una peli de terror en plan Deep Impact

Yo la sostenía, ella sonreía, yo la hacía volar, ella soltaba carcajadas cortas y muy sonoras, en fin. Lo que suele hacerse para divertirse y establecer lazos con un crío en la playa.

Y eso que estábamos muy cerca de la orilla. Pero le di la espalda a la mar y perdí la noción de la mar misma, no sé si me explico. La cuestión es que me sobresalté al percibir el peligro como los pájaros que huyen antes de un desastre natural: era una gran ola marrón que avanzaba hacia nosotros y amenazaba con engullirnos. Hacia la niña de cinco años y hacia mí, sí.

Todavía no sé cómo ni cuándo ni por qué se creó de la nada, semejante bestia salúrea; es cierto que, como he dicho, la mar estaba movida. Que el Atlántico es un océano raro de cojones (tan acostumbrado al Mediterráneo, al Tirreno o al Adriático...), también; que el tema de las mareas, con la pleamar, la bajamar, etc., es un puto lío: sin duda. Cómo odio no acordarme del libro de Antonio Tocornal en que lo explicaba, aquí que no tengo cobertura. 

Total, que instintivamente cubrí a L. como si fuera un gran fardo preciado (solo pensaba en protegerla), pero enseguida entendí que no habría más remedio que hundirse. El tema era salvarla, y que el impacto hacia su personita fuera el mínimo posible.

Todo eso me pasó por la cabeza en milésimas de segundo. Eso y que, además de pagar la comida, venir desde su urbanización privada desde Marbella a casi una hora y media en coche, hacerles ir a la playa para que la vieran, no iba a dejar que la niña QUE NO CONOCÍA AÚN (tanto era el tiempo sin vernos, pues) se me fuera a ahogar ahora después de los últimos seis meses y como un gran drama vital de proporciones épicas... NO WAY. De ninguna manera. ¡Océanos a mí!

sábado, 5 de agosto de 2023

EL TERCIO DEL ACCITANO (VERANO II)

El antiguo rumor que hizo correr don Geraldo desde Yegen, en la profunda Alpujarra granadina, nos hizo querer descubrir por nosotros mismos qué de cierto había en aquello mientras paseábamos por sus empinadas calles.

Y decía: "... por aquí los senderos son más escarpados y están flanqueados por olivos de gran envergadura. Se vuelven abruptos rápidamente. Al dejar las acequias (...), bordeadas por lirios púrpuras y azules vincapervincas, se penetra en una región donde los violentos peñascos rojos se precipitan sobre las hondonadas (...)"

No es difícil entender por qué la resistencia morisca contra la monarquía, a mediados del XVI, se hizo fuerte aquí arriba. 

Al volver por Válor, el pueblo del efímero caudillo Abén Humeya, nos paramos en el Mesón de Ceci a degustar unas viandas típicas antes de volver curva arriba, curva abajo, a nuestro reducto del Marquesado del Zenete, con el hipnótico castillo de la Calahorra pendiente de todo, majestuoso equilibrio en un desequilibrio añejo, harto fotografiado y visitado por una obsesión que me tiene loco desde hace años.


Rodeado de almendros, las casas blancas de planta baja y las fuentes que lo circundan le reconcilian con su pasado arabesco y hacen que el reloj no quiera avanzar demasiado deprisa. Es Aldeire, son las raíces.

Paso las horas hojeando un libro de Lorca muy chulo, una edición ilustrada de Lumen que compró mi suegra, y haciendo algún que otro garabato en mi libreta. No hay mucho más que hacer, en el pueblo. Al menos no hasta las ocho de la tarde; el silencio solo viene roto por los aullidos de algún matulo (zorro) despistado y las ráfagas irregulares de viento que agitan con su cálido tacto las hojas de las frondosas parras y sus frutos tan verdes como toda la falda de esta bendita sierra.

Al norte, en lo alto de una colina pelada y repleta de pizarra, sobresale un Cristo redentor rehecho con los cuatro duros de la Junta de Andalucía, insuficiente a juzgar por su aire eccehomesco en algunos detalles. Justo al lado, y tras veinte minutos de subida luchando por mantener el oxígeno dentro del pecho (a 1.297 metros de altura), todavía se yergue La Caba, o los restos de lo que otrora fue una fortaleza, con sus aljibes bien visibles y sus trabajos de introspección y excavación a medias.

Y luego están los castaños de la Rosandrá, el paseo que bordea el río Benéjar, anchos como torres y que no invitan a querer abrazarlos: su contemplación ya es de por sí gran empresa. 

Es entre los chorizos y morcillas de Los blanquitos, los roscos y los churros de Guadix que transcurren los días, pues, con los niños felices y Laura como en casa, con su bata alpujarreña paquí y pallá, contenta de estar con los suyos. 

Para cuando me aprendí lo de las tapas, partíamos hacia la provincia de Cádiz por la A92, una autovía que nada tiene que envidiar a las de doble carril sicilianas con sus baches, subidas y bajadas y conducciones abigarradas; sobre las tapas, quizá haga falta una aclaración. La gente de aquí pregunta "qué tenéis", y ya se entiende que se refieren a ello. Pides un tercio (una mediana en Catalunya), después otro, una tercera ronda... y ya has cenado, prácticamente "a la carta" (evidentemente, dependes de lo que cocinen ese día en concreto). Suben un pelín el precio de las bebidas y ya está, ni lo notas, pero si tú no dices nada ellos hacen la suya, no sé si me entiendes. 

Tienes que ser uno más, vivir entre ellos. Ser "ellos".

Como Gerald Brenan en "Al sur de Granada" (1957). Como un aldeireño, un calahorreño o un accitano más.

Chus os quiere

martes, 11 de julio de 2023

ORLANDO FURIOSO (VERANO I)


A once de julio, desde los últimos trece años, estaba todo más que hecho.

Se abría el telón y aparecían dos trufas peleándose, no sé si puedes hacerte una idea visual sobre el tema. 
Y luego el furioso de turno que trataba de volcar toda su ira acumulada hacia la debilidad disponible a esas alturas de verano, caduco sin remedio, siempre dispuesto a dejar su güella de una manera tan indeleble como agotadora.
Quizá nos quedaban un par de chapus en Vilanova, o puede que alguna escapada a la Costa Brava. Pero no mucho más, te lo garantizo. El verano solía estar más que muerto a estas alturas.

miércoles, 31 de mayo de 2023

EL DESENCAJE LEVANTINO


 Dicen que, una vez muerta Isabel, al viejo aragonés no se le levantaba.

Yo no estaba en los niveles de Fernando, pero es cierto que hacía mucho que no me afeitaba ya.

Si es que eso significa algo más allá del desencaje y de que, poco después de las tres de la mañana, tuve que retirarme discretamente a mis aposentos paseando entre la soledad de la noche levantina 

y los desechos de una noche demasiado joven para mí.




viernes, 14 de abril de 2023

CONTRA LAMPEDUSA Y LOS AMBAGES DE UNA VIDA DE TABLERO FÁCIL


¿He hablado ya aquí, en este viejo diario, sobre lo difícil que es intentar llevar una vita facile?

Define "vita facile", me diríais. Creo, y es muy duro darse cuenta de eso, joder, que todo depende del otro.

Y es que, cuando toca relacionarse, cuesta tanto hacerlo sin el peso que arrastramos, sin el bagaje que acumulamos, que somos incapaces de hacerlo con naturalidad. Es como si fuera imposible no hacerlo sin nuestras pretensiones, sin nuestra idea de vida o lo que esperamos de ella.

En una partida de ajedrez existe el enroque, que es un movimiento defensivo. Una diría: he llegado a una edad en que todo me resbala. No es cierto: siempre tratamos de relacionarnos en base a lo que somos. Hay muy poca gente que es capaz de estar y vivir por encima de esta ley no escrita, fuera del tablero; esa gente es la que flota por encima de nuestras cabezas (deslizándose por la existencia), más allá del bien y del mal. Libre de prejuicios y expectativas, como los abuelos que caminan con las manos detrás de la espalda o los locos que juegan sin estrategia alguna.

Y yo quiero estar cerca de esa gente, respirar el aire que respiran. Salirme del tablero de juego. ¿Es importante pensar que los asuntos de verdad, los que cuentan, no son los que nos ponen en bandeja de plata? ¿Los que arrastra la corriente? También importan, oiríamos. Todo importa. Pero es difícil hablar libremente, sin ambages. Nadie pone un pie si ve que al poner el otro después hay un puto precipio delante.

La seguridad en los tiempos del "no tengas miedo al cambio", en los tiempos de este desarrollo exacerbado y molesto de la psicología más intervencionista, provoca un cruce de cables antológico en nuestras cabezas: cambia, pero no cambies. Te doy las herramientas, pero no están a tu alcance (un Lampedusa de toda la vida, vamos): hoy en día, "la seguridad" no deja de ser un término militar de trinchera anclado en un papel digno de Oscar.

No sé qué es la vida "fácil". Los seres humanos tendemos a complicárnosla. Hoy trabajo a 38 minutos en coche de casa y domani chi lo sa, quién cojones sabe qué.

Cuando la sencillez no sea posible en este mundo de paso, pues, la indiferencia deberá tomar las riendas y seguir sin mirar atrás; por suerte, mi cabeza y yo vamos de la mano esta vez. Como los abuelos que caminan con las manos detrás de la espalda o esos benditos y necesarios locos que juegan a otro deporte.

Tramontos al trote cochinero again