sábado, 31 de mayo de 2025

MAYO: LEONES RELUCTANTES (LA QUINTA MARCHA)


Si pudiera ser como un león sólo una vez, sin tener que malvivir entre derrelictos reluctantes tan altisonantes como pendencieros, estaría un poco más relajado. Si más no, no con la amarga sensación de que todo le molesta; y disfrutaría de los momentos de paz y efervescencia como las llamaradas de una estrella tan lejana y necesaria que bullen y salen a relucir de vez en cuando.


Y que esperan a ser recogidas para aprovechar toda su energía siguiendo el plan de Dyson (¡no la escoba, el físico!). Pero le faltan herramientas y el calor aprieta de lo lindo. Se pregunta cuánto tiempo tardaremos en olvidar todo lo que ha llovido, y cuáles son los límites y los capitales de que disponemos. Como el nuevo pope y la adaptación a su “new job”, la gavina que se posaba una y otra vez en ese tejado cochambroso que tanto le recuerda al pueblo de su padre.


Mayo ha sido mes bisagra, promesa de delirios de luz que obligan a tener que sacar la cabeza del caparazón, aunque uno prefiera seguir hibernando. Y es que, con todo, la amistad fraguada durante tantas noches de humo y palabras lanzadas a los cuatro vientos como torpedos poseídos por el espíritu de la desdicha, les dio como para surcar parte de los siete mares; respetando su espacio vital, sus necesidades alargadas desde la sombra de aquellos pinares de Santa Maria Navarrese y cediendo a la liturgia

-hecha jirones, desde luego-, hubo mucho bueno en el reencuentro: la ternura. Y es que no hay nada como aceptar que cierta realidad sirva como para mantenerse a flote.


Después de las concesiones que percibió como propias, el que se tenía por viajero indomable cerraba otro capítulo, en este caso el quinto, de su nueva andadura por las aulas catalanas. Terrassa cerraba el breve círculo de adultos que empezó en Hospitalet, lejos de casa, pero todavía le quedaba más de un mes de curso por rellenar. Esta maldita precariedad laboral, mal tatuada, empezaba a molestarle y a hacerle saber sin ningún tipo de rubor que la culpa era siempre suya, por llegar demasiado tarde a todas partes. Solía bromear conque incluso sería capaz de llegar tarde a su propio funeral, pero luego recordaba que esa era una frase película.


Como un farsante. Los premios eran de otro. Del que hablaban no era de él. Su yo reluctaba a gritos entre las cuatro paredes de su casa, no en Instagram. No podía ni llevar manga corta. Si pudiera ser un león sólo una vez... Por suerte el verano estaba a la vuelta de la esquina con sus vientos atorbellinados y sus pelucas en riesgo.



VENTO D'ESTATE

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