viernes, 6 de septiembre de 2013

LISTAS (I): DIEZ DISCOS IMPRESCINDIBLES

Ya sé que todavía falta mucho para acabar el año y que no suelo prodigarme en hacer listas como mis amigos A. y X.
Son las noches, que son muchas en cantidad laboral, las que me hacen levitar y evadirme con los pensamientos más dispares.
Viniendo en coche últimamente me motivo sobre manera. Y pensaba... qué cojones. Voy a recopilar los discos que más influencia han tenido en mi vida. He ido retrocediendo desde mi adolescencia, cuando mi hermano escuchaba El Último de la Fila, hasta mis principios con Héroes del Silencio y el momento en que mi viejo amigo R., en el camping, me descubrió una cinta de cassette con El Espíritu del Vino grabado. Y de ahí al siglo XXI.
El resultado es una selección de diez discos que han marcado mi existencia y que, cuando los escucho hoy, siguen teniendo un significado y no pasan de moda ni pierden relevancia.
La música es una compañera de viaje fiel y mutante que no pertenece a ninguna persona en concreto (no define ni caracteriza a nadie) y se alza majestuosa sobre las ruinas de las relaciones perecederas que, como el tiempo, sólo manifiestan la naturaleza volátil de nuestra especie.

1.- Héroes del Silencio -- El Espíritu del Vino (1993). Punto de inflexión en la adolescencia, este disco marcó mi devenir como persona al abrir de par en par las puertas del conocimiento y la consciencia. Máxima influencia.

2.- Tool -- Lateralus (2001). Pongo este disco en segundo lugar pese a ser más tardía su influencia (pero no por ello menos importante). Lo englobo en la época en que compartíamos piso con mis amigos de la Alacena en Manresa, una etapa bañada por el alcohol y los excesos (primeros veinte). Su tuviera que elegir un disco-disco, uno completo y redondo, me quedo con este.

3.- Standstill -- Homónimo (2004). Este disco es 'Barcelona'. Ya vivíamos en la ciudad condal y con este grupo nos sentíamos de lo más identificados. Mi fratello T. siempre decía -y dice- que la conexión que nos une es debida a que podríamos ser nosotros (literalmente). Son como nosotros, y piensan y evolucionan como tal.

4.- Deftones -- White Pony (2000). El nuevo milenio. Recuerdo el momento del cambio con el efecto 2.000 y no sé qué más mierdas apocalípticas típicas oportunistas. Ordeno por importancia, y a este disco, que trata los mismos años que el Lateralus de Tool, le dimos muchas vueltas en el piso de la calle Urgell. Definido por Chino Moreno (cantante) como 'disco-porro'. Lo confirmo.

5.- Piratas -- Fin (De la Primera Parte, 1999). Recopilatorio de esta banda de Vigo tras su 'Manual para los Fieles'. Llenaron el traumático vacío tras la separación de Héroes del Silencio con soltura. En letra hispánica, breve referente del cambio de milenio y los retos de la edad adulta (como decía en mi último post).

6.- The Mars Volta -- De-Loused in the Comatorium (2003). Más de la época del piso. Musicalmente indescifrables y virtuosos. Rock progresivamente delirante en mi cabeza de hombre exiliado y viajero indomable. La primera vez que los oí pensé que su cantante era una fémina (era 'Inertiatic ESP' con su intro de 'Son et Lumiere'). Torrente energético.

7.- A Perfect Circle -- Mer de Noms (2000). Otro de mis primeros veinte (años), época de descubrimiento y ampliación de horizontes. Siempre pensamos que eran unos Tool 'accesibles', menos oscuros. La voz de Maynard James Keenan -el mismo frontman, de hecho- inundando los placeres de la existencia (espiritual y terrenal).

8.- Radiohead -- OK Computer (1997). Uno de los discos que más he escuchado (con bastante posterioridad a su lanzamiento). Sobre todo lo enmarco en los 23 y mi huída hacia adelante, psiquiatras y psicólogos mediante. Horta, mi amigo V. y el duro enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la realidad (estudios poco reconfortantes, dinero escaso).

9.- Negramaro -- Mentre Tutto Scorre (2005). Italia. El Belpaese. Nuevos caminos. Los descubrí investigando para organizar mi exilio de 2006, mi segundo blackout. Sus letras, entre brillantemente cutres y evocadoras, suelen trasladarme a mi ideal literario-existencial-vital oxigenado. Alegría.

10.- System of a Down -- Toxicity (2001). Este décimo disco podría orbitar entre la potencia de Chop Suey (la seis) llegando a Amsterdam (qué recuerdo) y la posibilidad de nuevos enfoques como el Mezzanine de Massive Attack o el Vespertine de Björk, así como el más de lo mismo del Songs for the Deaf de Queens of the Stone Age o el adolescente Cryptic Writings de Megadeth o el Dark Side of the Moon de Pink Floyd o el primero de Led Zeppelin o alguno de Metallica y de Muse (el Origin of Symmetry)...
Me refiero a que podría variar, lo dejo abierto.

¿Qué opinas? ¿No crees que hay cierto agujero desde la preadolescencia hasta los veinte?
Como todos, reconozco que en ocasiones me dejé llevar por la música del momento y por la tendencia más heavy de mis amigos, pero yo siempre seguí mi propia evolución. Tras el descubrimiento de HDS, que cambiaría mi vida, tuve claro el camino a seguir. Muchas veces me tildaron de 'raro' y otras tantas me tacharon de outsider, una imagen que cultivé con esmero, si bien nunca me importunó demasiado y no tuve dificultad para salirme por la tangente.

Hoy, a las puertas de 2014, la música ya no es el elemento cultural que antaño nos unía y hacía crecer y evolucionar al mismo tiempo pero no ha perdido ni un ápice su poder; la etapa de absorción de conocimientos se detuvo bruscamente y esperó pacientemente nuevos frentes, entre los cuales la música, como los libros, pasó a ocupar un lugar secundario, más cerca de la frontera mitológico-legendaria que de la rabiosa actualidad, que pasa por hacerse viejos y criar a nuestros hijos mientras convertimos las miradas en melancolía pasajera.

lunes, 2 de septiembre de 2013

PÚSTULAS EPISTOLARES

Era como si me despidiera del verano.
Estábamos casi todos. Había algo grande en aquello, algo que podríamos llegar a convertir en hábito; los niños, inocentes ellos, correteaban a lo loco como pollos sin cabeza, ajenos a los desafíos de la edad adulta. La montaña, una ladera improductiva de la provincia de L., ofrecía un aspecto desolador y deprimente con sus enormes y pelados bloques de piedra caliza en lo alto. Las nubes -para mi gusto demasiado frecuentes para ser verano todavía- dejaban escapar un aire que, en según que horas, podía llegar a cortarte la cara como un cuchillo bien afilado e impreciso al mismo tiempo.
Lo importante era la ceremonia. Todo el folclore que acompaña la estancia en un reducto semejante, lejos de todo: creo recordar que comimos sobre las seis de la tarde tras empezar la barbacoa antes de las dos del mediodía. Había vino. Había humo. Y sonrisas, aunque no de todos. Cada uno asumía su papel, cuando no había que perseguir a sus respectivos retoños, si bien alguna actitud taciturna daba que pensar y desmitificaba las bondades de la vida de sacrificios y penalidades que supone tener y crear una familia de la nada. No había que precipitarse, no estaba todo perdido.
Era imposible descartar las huellas de dinosaurios de Fumanya y pasar hacia las décadas, quizá siglos, en que aquella falda imponente debió permanecer intacta. Llegué a plantearme mi papel en la historia y la cuestión del legado (aparentemente resuelta). Recordé un par de nombres e intenté retroceder un poco más para tener una visión de conjunto aceptable. Me agregaron en un grupo de esos en que varios pueden inundarte el teléfono de mensajes, y no era la primera vez. No sentí la necesidad de explicar el desapego. Al mirar hacia adelante, vi un par de familias rotas y las eternas inquietudes terrenales martilleando sin parar. Mi diario, el diario de mi primogénito, ¿y si le importaba un carajo? ¿Entendería mi letra? ¿Tenía sentido perder el tiempo en algo tan obsoleto? Por qué... ¿quién cojones iba a leer libros en 2030? En un problema de madurez y olor a tristeza, Luca no tardaría en conocer los placeres bípedos (lo inexorable no perdona).
Las palabras. Antaño podía dominarlas. Ahora son como pústulas en mi piel bronceada y caduca, como las cartas que solía enviar; a veces, cuando evito mirarme en el espejo por las noches, rescato la teoría del manual del buen padre y me digo a mi mismo que sé que puedo hacerlo como el que más (¡cuando ya estoy haciéndolo!). Sé como no tengo que ser para ejercer de lo que la ley y el nacimiento no obliga pero luego soy incapaz de desenmascarar lo obvio mientras, recorriendo aquellos desérticos parajes, miraba al suelo y echaba en falta los instantes que perdimos sin remedio, como una relación epistolar desgastada (despidiéndome secretamente del verano). 
Llega un día en el que ya no distingues a tu interlocutor y las dudas, sin un referente claro, vuelven sádicamente a asomarse. Aquello era el fin y pronto la sagrada y párvula inocencia vendría puesta a prueba con más exigencia y menos decoro contemplativo.
El viejo hábito de la melancolía volvía.
La montaña se despedía.

domingo, 18 de agosto de 2013

FALSOS DIOSES A HIPNOTIZAR

Es una historia simple. 
En verano, en plena ola de calor si es posible, escucho siempre Radio Italia. Anima la espera y rescata la cuerda de mis días soleados que ansían sus ofrendas correspondientes anuales.
Luego, como no, estaba la cuestión de las primeras vacaciones con el niño. No sé cuándo decidimos que mis suegros se venían o si fue consensuado o qué cojones. Debió de pertenecer a mi breve época de humo verde, con sus lagunas correspondientes, o a un momento de dejadez infinita e inconsciente (por si los porros no se agotaban y la lucidez fuese puesta en duda). 
La realidad del rosario de relaciones intrafamiliares es igual de extraña aunque no hubiese motivo para alarmarse; a priori, nada hacía sospechar que los dos últimos días me convertirían en un mero espectador, hastiado hasta del mismo hastío. Tal era el motor del anticorporativismo que jamás podré comprender aquello que me trasladó a un mundo hipnótico en el que resoplaba al son de antiguas imágenes y viejos miedos y dioses atávicos, si bien soy consciente de que estoy creando un corporativismo puro sin ningún tipo de referencia anterior.
Me acordé de un día soleado, esplendoroso en su calor matutino, en el que fuimos con Chloe a pasear allá por donde voy a correr, en la campiña bergadana. Hay una masia de turismo rural (el agriturismo vecino al que suelo referirme), una casucha de esas de campo impresionante, y de alquiler suelen celebrar bodas de estas que se llevan ahora que empiezan a las seis de la tarde. Pero era por la mañana, temprano. A las nueve ya pega el sol y curte la piel de los pocos campesinos que me saludan con un ademán ajeno mientras piensan para sus adentros '¡extranjero!'. Había un coche de alta cilindrada en la puerta, fuera un pareja de mediana edad miraba alrededor con desdén y ganas de preguntar a cualquiera. Los reconocí al instante aunque tardé un poco en situarlos. Me había escabullido por una costa lateral en el que mi perrita suele hacer sus cosas, sin cerciorarme de que ya me estaban preguntando algo que parecía urgirles de verdad. Respondí con un exabrupto en plan psicópata, así debí quedar seguramente, como los payeses cuando me miran mal. Agarré a mi Chloe y seguí a lo mío alejándome dando saltos como si pisara brasas, no fuera que algún falso dios me quisiese captar y yo hubiese perdido mis poderes hipnóticos que un día me hicieron famoso.
Eran los padres de un antiguo compañero de colegio con el que tengo un contacto menos que casual. Luego me sentí mal y pensé para mis adentros que esa no era la figura paterna que mi hijo merecía. Y seguí cavilando: ¿cuándo he sido yo un tío familiar? ¿Qué sé yo sobre familias, cuánta familia tengo yo? ¿Debía de ganarme a mis suegros aún?
Tenía que aprender de la nada y rápido.
La vuelta fue dulce y amable y las aguas volvieron a sus cauces. Recordé que había salido ¡cinco! mañanas a correr y que, en una de ellas, hice la foto que subtitula esta entrada. El aroma a mirto y la conciencia mediterránea perenne me sobresaltaron y tuve que pararme un momento. Al cabo de ese par de días encendí el ordenador y la primera canción que sonaba era una de Negramaro que no conocía. El verano aún resoplaba.
È una storia semplice.

lunes, 5 de agosto de 2013

PERCEPCIONES A CARCAJADA LIMPIA



La carcajada. Esa sonrisa extrema y ruidosa que me eleva hacia los cielos del encaje.
Tres grandes momentos distinguí recientemente:

Primero; al ir a trabajar el último lunes de julio -último día del mes para mi también-, tarde y con las prisas para variar. Con el coche a todo trapo, esquivando moscas al ritmo del último de Queens of the Stone Age. Surcando los aires -cayendo la noche- poseído por la adrenalina de la velocidad y sus límites.

Segundo; la serie Hannibal. O mejor, el actor Mads Mikkelsen y su juego de equilibrios, tan refinado como terrorífico en este Lecter superior y renovado. He tenido que controlarme para ver sólo un par de episodios diarios (para disfrutarlo mejor en el tiempo, se entiende).

Tercero; hoy por ayer domingo en la piscina de plástico de nuestra terraza. Me fui al tumbarme, pude percibirlo claramente (un auténtico momento de joya y bienestar). Era un apoteosis fugaz como el nirvana, cercano a la ostra desde la que mi Príncipe pavoneaba el equilibrio.

Esta semana partida de inicio del mes de agosto, con sus tormentas de tarde frenadas y un sofoco abrumador, pensaba en esa risotada como el sonido más maravilloso que había oído jamás. Y eso me creó una ansiedad terrible y amenazadora por si se apagara y el llanto inundara la habitación sin remedio, ya que antes de ese derroche -como en el Big Bang- no había nada, todo era oscuridad.

Todavía no estamos de vacaciones y ya pasamos de los seis meses y una semana. Lo de las 6 de la mañana no se lo tendré en cuenta, así como mi absoluta falta de bronceado. El jodido danés. Qué pulcritud, qué saber estar...
Paseando con Chloe por la campiña se me coló en un agriturismo vecino, tan desobediente y acalorada ella. Estaban preparando la cena según su horario y pocos aspavientos excepto por cuatro banderines daneses estratégicamente situados. Pensé: jodidos daneses. Jodidos noruegos. Jodido Mads Mikkelsen...

La carcajada. Ese canal directo entre la excelencia de la felicidad y el desarraigo del deseo efímero (por suerte pude percibirlo en toda su amplitud).


domingo, 28 de julio de 2013

ALGÚN DÍA TE HABLARÉ DE...


 ... cómo me cuesta levantarme por las mañanas.
Algún día te hablaré de lo que estaba haciendo cuando tú, pequeño adalid de mis alegrías tempraneras, cumpliste seis meses...




Algún día te hablaré del accidente de tren de Santiago (24.07.13), una tragedia atroz que ha conmocionado al mundo en vísperas de la festividad del apóstol (el horror en su máximo esplendor).
Algún día te hablaré de la Alacena y me taparé la cara en su presencia (por vergüenza, se entiende).
Algún día, espero que no muy tarde, te hablaré de este mes de julio que se cierra y sus tormentas encerradas en la garita de la mala salud y la peor educación.
Algún día, y puede que ese día no llegue nunca, acudiré a ti para cobrarme el favor, y ese día tendrás que responder y dar la talla.
Algún día te hablaré de mi amiga Isalén, que hoy precisamente y después de mucho me ha escrito unas líneas. Pincha en su nombre y leerás un relato con ella.
Algún día te hablaré de lo que tanto para mi como para tu madre significa 'Italia' en general, y cómo la echamos de menos sobre manera y planificamos nuestro primer viaje juntos hacia casi seguro el mezzogiorno (pero no este año).
Algún día te hablaré bien de mi amigo K. y de mis viajes por Europa mientras leemos juntos a Julio Verne.
Algún día te hablaré de Sigrid de Thule, el capitán Haddock y el druida Panoramix. Recuerda estos nombres, te los susurraré en sueños.
Algún día te hablaré de cuando viví en Barcelona y de los dos veranos que pasé en Mallorca, así como de las motivaciones y desazones que me empujaron al exilio que estos días comparten dos de mis mejores amigos (A. y V.). Fuga de talentos, hijo mío, la Crisis de 2008 es ya un sistema de vida.
Algún día te hablaré de ello. Y del hospital. Y de la Font, mi barrio. Y del fútbol, pasado que se resiste, y del tenis, futuro que nos asiste. Sabes, viví la gran época del mejor tenista español de la historia.
Algún día te hablaré de tu madre. Te lo contaré todo, incluso sobre la suerte que hemos tenido y el ángel que nos acompaña.
Algún día te hablaré de Toni. Tuvo muchos enemigos que hoy le adulan, y en agosto o septiembre de este año hubiera sido abuelo.
Algún día te hablaré de las drogas.
Algún día te hablaré de mi música. De la música.
Algún día te hablaré de tu abuela Angie.
Algún día te hablare de tu abuelo R.
Algún día te hablaré de tu abuela L., espero que a tiempo (me sonrío);
Algún día te hablaré de política.
Algún día te hablaré de sexo.
Algún día te hablaré de astronomía, astrología y el New Age.
Algún día te hablaré de Cosa Nostra, la mafia de Sicilia. Y de las otras mafias.
Y de 'El Padrino';
de Edward Norton,
'Los Soprano', SOA, BB y la nueva televisión;
el mar,
el vino,
los días soleados,
Chloe,
la cerveza que pensamos en beber siempre con K.,
el mirto,
los árboles,
el deporte en general,
los falsos mitos y el fast food y la globalización y el auge de las redes sociales y el postmodernismo;
Michael Knight, Son Goku y el Pequeño Saltamontes;
Munch,
Fabián Estay, Lionel Andrés Messi, Gianfranco Zola y todos los grandes 'dieces' de la historia;
el olor a albahaca y la canela,
Gengis Kahn,
Alejandro, el Imperio Romano de Occidente, Akhenatón (el hereje) y Aleister Crowley.

Del sentido de la vida.

Fernando Pessoa.

Algún día...

jueves, 11 de julio de 2013

EL VALHALLA


El destierro.
Cuando se confirma, un halo de luz acude a ti con estruendosa claridad y las puertas del Valhalla se abren de par en par; mi mundo se estaba desmoronando, ya no aguantaba más. Los motivos surgen como churros, por doquier: estaba al límite de mi capacidad de aguante, no había por donde cogerme.
Necesito urgentemente un cambio.
¿Te suena familiar?
Súmale un par de fiestas con drogas y desfases horarios y estarás listo; hay que mantenerse dentro de la luz, aunque por cierto lo nuevo de Standstill no me apasione (excepto 'Adiós, Madre, Cuídate' y 'Tocar El Cielo'). Al cargarte de energía negativa, los días no pasan, son eternas condenas a galeras. Torturas poco piadosas que te minan lentamente y destruyen tu capacidad de regeneración en un contexto de supervivencia como el actual, que para algunos es una losa de peor digestión (por ficticia, se entiende). Los cambios siempre vienen bien, pero algún día hay que parar (¿al encontrar tu salón ideal?) y no dinamitar constantemente lo construido como excusa o modus operandi cíclico. Si te vas, que sea porque puedes, no con una mano delante y otra detrás, como suele decirse. Ya tendrás tiempo para volver y decidir si nunca es tarde o si la vida es demasiado breve.
Así solía ser yo; hoy, en mi garita, siento que 'Vikings' colma mis necesidades mientras -como diría Alaska- miro la vida pasar y disfruto del momento. Tengo quebraderos pendientes, nada grave, si bien no dejo de pensar en el drakkar de Oseberg que me deslumbró en Oslo y en las buenas nuevas de este esplendoroso julio. Con mi amigo noruego por la zona, me pregunto de dónde sacaron esa fiereza que les permitió asolar y aterrorizar a media Europa (para luego desaparecer en apenas tres siglos). K., medio vikingo, me fue devuelto como reverberación del camarada del Capitán Trueno, el leal Gunnar, tierna obsesión que nunca me abandonó (incluso quise llamar así a mi hijo). Desde entonces, siempre miro hacia allá arriba con interés y cierta nostalgia, sobre todo con los casos de Breivik y la baja maternal de 9 meses de su compañera, C. No me olvido de Vigeland ni de Munch (la aplicación de TV3 para Apple reza,'no es un sueño, son tus vacaciones', o algo así), al que fui respetuosamente a saludar, ni de esa capacidad guerrera -escondida, hoy- para afrontar los problemas de la vida; el Valhalla es el Paraíso de los vikingos, pero allí no hay ningún vergel ni una felicidad bucólica que se preste a una versión dionisiana del más allá (frívola, digo). El Valhalla es un salón donde los guerreros caídos elegidos por Odín se preparan para la lucha final y el inexorable apocalipsis, el Ragnarök.
Cosas de la paciencia y los descontentos propios de nuestra era: no todos nos conformamos y luego pasa lo que pasa. A. debe de ser un soldado de los dioses, ya que ha decidido no detenerse y probar suerte. No es un destierro, es una huída hacia adelante. Hasta cierto punto, tú haces tu propio destino. De momento vive con el nervio y la adrenalina de la antesala, veremos qué opinan los hijos de Utah; 
por lo pronto, en este jodido calor de julio ahora sí (¿qué hago yo aquí en estas fechas?), los paseos con los cochecitos son de lo más agradable y no hay sombra de lamento en mi corazón cuando se estremece al observar la sonrisa desdentada de mi retoño mientras busco cómo convertirla en carcajada y me deshago entre promesas de un futuro bañado por el amor y las travesuras del príncipe de mi Valhalla -en vida, dentro de la luz- particular.*
* Felicidades, Junior!

viernes, 31 de mayo de 2013

UN BUEN DÍA


Hoy ha sido un buen día.
Conseguí el nuevo de Daft Punk y me sentí bailongo mientras cambiaba a mi niño, temprano. Es un disco muy de Laura. Yo he vuelto a preguntar por el Dentro de la Luz de Standstill, pero nada. Seguía nublado y con amenaza clara de lluvia. Hay que prestar atención a las señales.
Fui a correr ocho quilómetros y casi bajé de los cuarenta y seis minutos, cosa que me hace feliz, y luego me dediqué en cuerpo y alma a limpiar el baño. Parecía que iba colocado debido a la pasión con la que me aplicaba, si bien la dormidera permanecía bajo llave en la espera crepuscular de la jornada. Raúl cumplía treinta y dos años y yo lo consideraba mi amigo.
Como no he trabajado, he seguido con lo mío -como estos días, un tanto vacíos- y mi amada ha hecho bacalao con tomate y huevo y pasas. Estaba tremendo, tremendo. Esto me recuerda a que ayer de madrugada no pude acabar de ver Silver Linings Playbook ('El Lado Bueno de las Cosas'). Bradley Cooper me gusta y no lo noté muy forzado en ese bipolar con concesiones, y hasta encontré a De Niro creíble y todo; he hallado la serie Hannibal que vi anunciada en Londres e intentaremos verla junto con The Following en espera de las mejores nuevas temporadas de nuestras series y mientras el niño se porte y según cómo.
La Patum es estos días y hay que organizarse y ser sociable. 'Excelsior', a saber cuántos matices me he perdido por obviar la versión original... pero en serio, hoy ha sido un muy buen día. He tenido buen feeling, ¡he visto a mi hijo de mayor! Y mi padre ni siquiera molestaba. El único 'pero' era la sospechosa caída de mi hermano en las oposiciones aquellas (aunque se pueda remediar).
A las 16,35 circa el pediatra nos ha dicho 'aquest nen està perfecte' y me ha tranquilizado al instante. Espero hasta ver el preciso segundo en que la enfermera le pincha la vacuna en su piernecita y su carita se retuerce de dolor y estalla en llanto sincero y amargo; me detengo un instante en que todo se para conmigo y recuerdo pensar: 'qué frágiles somos'.
Volví sólo en el coche escuchando a toda mierda Change (In The House Of Flies) de los Deftones, motivándome y cavilando, y luego me imaginé la comida de A. del fin de semana pasado. Recogí a Chloe y paseamos por 'Cal Puntas' con el miedo a que se nos cayera el cielo encima; ella, primavera que aleja -la pobre-, volvió a correr y a disfrutar como antaño, y yo me sentí genial. Miré dos segundos hacia arriba y se me ocurrió: Take Shelter!, y no vi a nadie al menos en una hora mientras hablaba con mi perra y los pucheros de mi retoño.
Ya en casa, esperé con un Martini bianco en la terraza y decidí volver a bajar con Chloe a tomarme una cerveza con mis suegros y parte de la familia. El más que fresco mestral no me había despejado y puede que notaran algo raro pero apenas importó porque, aunque no soy nada productivo y hasta pienso que soy vago, hoy ha sido un buen día y me siento realmente bien. Quería darle gracias a la vida y que me notaran resplandeciente.
Cené cuscús preguntándome porque no renovaban a Abidal y mi hijo y su madre ya dormían a las 23h. Escuché el mensaje de Zio Franco en el buzón de voz: Savier, sono Zio Franco da Cagliari, un bacione grande-grande a te... al... al tuo fenomeno di bambino e alla tua dolce metà. Ciao-ciao!, palideciendo. La película acabó hace escasos minutos y me emocioné con la escena del padre y el hijo al final y hasta la vi en dos idiomas diferentes para comprobar si surgía el mismo efecto. Me instalé en la melancolía y volví a dar gracias y a pensar en la suerte que tengo y en el amor que comparto porque leí los signos y no llueve eternamente y hoy era un jodido buen día de la hostia.