Son muchas las ocasiones en las que acabo regresando a casa, puesto que no hace tanto sufría el desvarío de andar siempre esperando a que sucediese algo que me hiciera volver a ponerme en marcha y, volver, lo que significa volver en sí, es lo único que realmente valía la pena. O mantener esa esperanza intacta al menos.
En una extraña dicotomía, sentía que debía seguir moviéndome, sobre todo para luego menospreciar la vida que había llevado hasta ese punto {sin tener en cuenta todos los momentos que pasaría en soledad}, incluyendo la vida de los otros (mis otros más cercanos).
Irse... ¿para qué? ¿Para aprender un idioma nuevo? ¿Para relacionarte con gente de otros países? Para estar lejos de todo rincón conocido y estar constantemente en guardia.
La verdad es que lo pasé muy mal durante la beca. No conectaba con nadie y vivía coaccionado por la estrechez de miras y una falta de escrúpulos que sonrojaba. Es de justicia reconocer que mi mayor crisis de angustia la pasé en esa época, en mi habitación de la Via Logudoro número ocho. Tuve que hacer llamar a mi amigo Arthur para que me llevara al médico, ya que me estaba muriendo. En perspectiva, tiene gracia que me acompañara precisamente Arthur, estudiante de Medicina; la cuestión, pero, es que no tenía ni la más remota idea del desamparo que padecía hasta ese momento. Lo curioso del tema es que no puedo recordar con exactitud la fecha, me cuesta situarlo en el tiempo. Con certeza, toda esa mierda me la comí antes de Navidades, antes de regresar a casa por Fiestas. Fue un invierno muy suave aquel de 2006.
Lei ha paura di morire? A lo que yo respondí con inusitada ingenuidad: Solamente quando vado a letto. Era una verdad como un templo: me ahogaba hasta sentir los pulmones aplastados. Me daba un miedo terrible acostarme por la noche y no poder escapar a la pesadilla de quedarme sin aire que me mantenía en velo. Era como en las películas de Fred Krueger, en las que si te duermes o pegas una simple cabezadita... patata. Estás listo. Fue el año que dejé de consumir sustancias psicoactivas. De forma continuada, quiero decir.
Con esto no desenmascaro ningún antiguo refugio u otros anhelos de vida. Tampoco pretendo vivir dando vueltas a esta puta habitación, desde luego. Sólo digo que desear una vida desconocida es para los poetas, puesto que vivirla puede ser un auténtico infierno. ¿Qué coño hacía yo pensando en coger mis bártulos para largarme? ¿Hacia dónde? ¿Con qué dinero? Hay que mirar con perspectiva, ya sea hacia atrás como hacia delante. Hoy en día, es ese deseo un acto meramente simbólico que desempolvaré cada cierto tiempo, no pienso negarlo. Sé que es patético tener saudade, en realidad, sólo de mi mismo. Justo cuando me liberé de mi mierda hallé el hogar en el lugar donde se encontraba Laura, lejos de la literatura tradicional.
Era una cuestión de compañía, propiamente; tengo amigos, he hecho amigos, pero nunca he dejado de sentirme solo. Como un incomprendido aderezado con ciertos actos de locura transitoria. La soledad, individuo ampliamente tratado en este blog, es un elemento en constante mutación. Hasta que no encuentras a la persona que va a combatir esa mierda, a tu lado, no te das cuenta de lo que es en realidad. De lo jodida que puede llegar a ser. También es algo cultural, espiritual. Nace del fuego interior y se proyecta hacia el infinito.
Me sentaba hoy, a mediodía y con un sol que huele a primavera, en mi coche nuevo de segunda mano. Con el motor encendido y un extraño nervio que me impulsaba a poner la marcha atrás y a emprender camino hacia los pueblos de alrededor. Pensaba en comprar el pan en Puig-Reig, vino en Artés y mierdas por el estilo. Al final he apagado el motor y me he ido a correr por la campiña, entre las vacas y los primeros insectos de temporada. Así llegaba al pasado, fueron buenos tiempos, para qué dudarlo. Aprendí mucho, me di unos cabezazos de la hostia y hasta llegué a conocer un nuevo idioma desde que salí a los veintitrés. Mallorca, Barcelona, Cagliari y sus respectivos y amplios corredores, pero eso se acabó. Yo ya no me voy a largar a ningún otro puto sitio y estoy contento de regresar a mi pasado siempre con una sonrisa, extrayendo lo positivo y anecdotizando lo negativo.
Aplacar y saber orientar ese fuego, ora calmo, es mi principal tarea (y dar con la tecla y dejar de repetirme hasta saciar). Volver, sí. Pero volver hacia los momentos en los que me ardía aquella necesidad imperante de saber y de querer estar un paso por delante para sacarle provecho desde aquí, desde este palomar. Porque éste es punto de partida (para dos) y casillero final, lugar al que volver y no querer partir solo. Si es que alguna vez fue verdad que anduve fuera, habré vivido lo suficiente para poder celebrar esta {no por fragmentada menos ansiada} paz de espíritu, esta extraña dicotomía que desemboca en el volver y en el deseo controladamente satisfecho, mi verdadero hogar junto a mi amada.
miércoles, 2 de marzo de 2011
viernes, 18 de febrero de 2011
LAS VECES
Yo cuando me meto en la cama pienso: un día más, un día menos. Bueno, ya me entiendes, oigo que grazna, aunque haciéndolo, puede que inconscientemente, capture de lleno gran parte de la esencia de esta inexplicable existencia.
A veces me enfado por cosas estúpidas que luego hacen que me avergüence de mi mismo, no puedo evitarlo.
Otras veces pienso que pierdo el tiempo demasiado fácilmente, y lo pienso sobre todo a posteriori; para no torturarme, acabo decidiendo que ese tiempo es una victoria para el descanso, la cabeza o algún que otro autoengaño. Para cuando no sea así, en estas noches de hastío y aceleración de procesos irrevocables, el astronauta recurrente se encargará de regresar a la Luna bandera en mano.
El pensamiento hace las veces de ángel exterminador y el sueño no amortigua la caída; ayer soñaba con ser el único superviviente de un accidente aéreo, y hoy me he despertado con una noticia descorazonadora: otro conocido caído en desgracia, otra vida sesgada por el infortunio. Incluso he estado a punto de llamar a un antiguo compañero de clase para cerciorarme.
Cada noche tengo que levantarme al menos una vez para orinar, por lo que la ensoñación paladinesca varía más que mi humor diario, pero menos que mi filiación futbolística. Sobre mi vida en pareja, pero, sólo puedo decir cosas buenas, nada que me haga pensar en querer volarme la tapa de los sesos mañana antes de ir a jugar a tenis.
A veces fantaseo con irme. Me digo que estoy fingiendo y me conmino a dejar de hacerlo antes de que alguien salga malparado. Reviso las fotos y mi última aportación a esta bitácora, que data del 27 de enero, pero en realidad no hace ninguna puta falta: una noche de insomnio más leyendo a Vila - Matas y tendré que acabar enfrentándome a esta nostalgia inventada.
He deseado muchas veces que Rubicon no se acabara nunca, descifrar la férrea disciplina de mi amada, mantenerme para siempre en esta nube. Y forzar la resistencia de mi Opel Corsa rojo, renunciar a vivir eternamente concentrado, dejar de jugar a ser normal.
Yo, la mayoría de las veces, cuando me meto en la cama pienso: no le des más vueltas, trata de dormirte.
Bueno, ya me entiendes…
A veces me enfado por cosas estúpidas que luego hacen que me avergüence de mi mismo, no puedo evitarlo.
Otras veces pienso que pierdo el tiempo demasiado fácilmente, y lo pienso sobre todo a posteriori; para no torturarme, acabo decidiendo que ese tiempo es una victoria para el descanso, la cabeza o algún que otro autoengaño. Para cuando no sea así, en estas noches de hastío y aceleración de procesos irrevocables, el astronauta recurrente se encargará de regresar a la Luna bandera en mano.
El pensamiento hace las veces de ángel exterminador y el sueño no amortigua la caída; ayer soñaba con ser el único superviviente de un accidente aéreo, y hoy me he despertado con una noticia descorazonadora: otro conocido caído en desgracia, otra vida sesgada por el infortunio. Incluso he estado a punto de llamar a un antiguo compañero de clase para cerciorarme.
Cada noche tengo que levantarme al menos una vez para orinar, por lo que la ensoñación paladinesca varía más que mi humor diario, pero menos que mi filiación futbolística. Sobre mi vida en pareja, pero, sólo puedo decir cosas buenas, nada que me haga pensar en querer volarme la tapa de los sesos mañana antes de ir a jugar a tenis.
A veces fantaseo con irme. Me digo que estoy fingiendo y me conmino a dejar de hacerlo antes de que alguien salga malparado. Reviso las fotos y mi última aportación a esta bitácora, que data del 27 de enero, pero en realidad no hace ninguna puta falta: una noche de insomnio más leyendo a Vila - Matas y tendré que acabar enfrentándome a esta nostalgia inventada.
He deseado muchas veces que Rubicon no se acabara nunca, descifrar la férrea disciplina de mi amada, mantenerme para siempre en esta nube. Y forzar la resistencia de mi Opel Corsa rojo, renunciar a vivir eternamente concentrado, dejar de jugar a ser normal.
Yo, la mayoría de las veces, cuando me meto en la cama pienso: no le des más vueltas, trata de dormirte.
Bueno, ya me entiendes…
jueves, 27 de enero de 2011
CORONA AVIZOR
A cuatro días de cumplir 31 años y tras cortarme el pelo la semana pasada, ha empezado a asomar por mi desamparada cocorota la coronilla de Zizou.
Esa sensación no debería ser tan tremenda como para hacerte sentir mal. A mi no me sienta mal, pero reconozco que, por mucho que moje el agua, no deja de sorprenderme el hecho de que moje en sí. Quiero decir que siempre jode que la gente saque a relucir tus vergüenzas, tus cosas internas, tu autoestima. Y no es que yo la tenga baja, no. Puedo escribir sin tembleque alguno que me encuentro en el mejor momento de mi vida y seguir hablando de esta mierda sin ningún pudor.
Lo que me revienta, digo, es que la gente interprete algunos procesos vitales como señales de una decadencia que todavía está por llegar (o por demostrar). O como algo horrible; como si hubiese dejado a mi pobre perro cojo encadenado y a merced de los elementos y no le diera de comer durante varios días o semanas incluso.
Oirías un ya te vale. Como si descubrieran algo tuyo muy profundo. Y tú pensarías: ¿acaso soy menos hombre? ¿Qué diablos significa ser hombre? ¿Cuáles son los valores por los que me rijo? Y volvería a enviar a todos y cada uno de ellos a tomar por el culo, aunque reconozco que me dolería. Sobre todo respecto a mi entorno, respecto a la gente a la que me he equiparado siempre.
Estos días pensaba en eso, puede que demasiado. Y hoy tenía ganas de pasearme por la ciudad, parando a todo ser conocido para explicarle la buena nueva, quitándome así esta desagradable desazón más ajena que propia.
En cuatro días cumplo 31 años. Nunca fui ni muy sociable ni demasiado fan de Zizou, pero éste al menos llevaba el 10 y nunca tuvo mucho problema al respecto.
Recuerdo haber tenido las mismas entradas casi desde que pasé a la edad adulta, pero esta situación, tan definida como repelente, le supera de cuajo.
Lo curioso del tema es que nunca me había parado a pensar en estas cosas. No es que no fuera presumido ni cuidara mi aspecto, no. Es que, con el tipo de pelo que tengo, jamás le di importancia a nada en concreto porque tarde o temprano sabía que tendría que aflorar cierta calvicie.
En estos días de frío intenso y posibles alertas por nieve, dos personas diferentes del trabajo han sacado el tema a colación. Hablaban de eso, delante mía, respecto a mi. Meses antes, uno de los míos se alarmó de repente y delante de todos casi del mismo modo (al estilo Nelson de los Simpson).
Al principio te puedes ruborizar, pero hasta cierto punto: lo único que hay que tratar de asumir es algo que tú ya sabes. Sólo te lo recuerdan, lo confirman. De alguna manera, se hace público. Lo hacen público.Esa sensación no debería ser tan tremenda como para hacerte sentir mal. A mi no me sienta mal, pero reconozco que, por mucho que moje el agua, no deja de sorprenderme el hecho de que moje en sí. Quiero decir que siempre jode que la gente saque a relucir tus vergüenzas, tus cosas internas, tu autoestima. Y no es que yo la tenga baja, no. Puedo escribir sin tembleque alguno que me encuentro en el mejor momento de mi vida y seguir hablando de esta mierda sin ningún pudor.
Lo que me revienta, digo, es que la gente interprete algunos procesos vitales como señales de una decadencia que todavía está por llegar (o por demostrar). O como algo horrible; como si hubiese dejado a mi pobre perro cojo encadenado y a merced de los elementos y no le diera de comer durante varios días o semanas incluso.
Oirías un ya te vale. Como si descubrieran algo tuyo muy profundo. Y tú pensarías: ¿acaso soy menos hombre? ¿Qué diablos significa ser hombre? ¿Cuáles son los valores por los que me rijo? Y volvería a enviar a todos y cada uno de ellos a tomar por el culo, aunque reconozco que me dolería. Sobre todo respecto a mi entorno, respecto a la gente a la que me he equiparado siempre.
Estos días pensaba en eso, puede que demasiado. Y hoy tenía ganas de pasearme por la ciudad, parando a todo ser conocido para explicarle la buena nueva, quitándome así esta desagradable desazón más ajena que propia.
En cuatro días cumplo 31 años. Nunca fui ni muy sociable ni demasiado fan de Zizou, pero éste al menos llevaba el 10 y nunca tuvo mucho problema al respecto.
jueves, 20 de enero de 2011
HÁBITOS DE PACIENCIA FINITA
Diecisiete días sin fumar son suficientes, pero todavía no me atrevo a afirmar nada concluyente al respecto.
No, porque tengo ganas de fumar y a veces me escondo. Y no por que sí, lo confieso: mi abstinencia no ha sido del todo rigurosa.
Siempre me ha resultado difícil polemizar con el libro de las pasiones. A ellas, en cuanto decidiera exiliarme, no habría que recurrir. Sin embargo, desconozco esa explosión de sentimientos, como algo interno; más bien lo visualizo como un fogonazo, sobre un debate externo, no muy alejado de las matemáticas y los malos humos.
Poca apatía secular: en los días que llevamos de año nuevo, acato nuevos propósitos como señuelos de una trampa efectiva, por si se alarga una tregua similar {dudaría en rendir pleitesía a tan flamantes astros}. Y mejor si oigo aquello que todavía demacre mi cara un poco más.
No sé una mierda sobre seguros. Y sobre coches mucho menos. Tampoco me sorprende lo del color. Ni lo de la plaza aquella, aunque… ¿quién se atrevería a morir de pie? Antes me lo preguntaba más a menudo.
De una combinación que no rehúya parásitos depende todo; pese a Él y otras fuerzas mayores, preferiré pasar de puntillas por si acaso y ya que mis prioridades cambiaron a tiempo. No es una cuestión personal: dentro de mis posibilidades nado (y reparo).
Me gustaría que dejar de fumar fuese una realidad. ¿Puede que hubiera un tiempo en que fuera una simple herramienta social? Como recordar con memoria fotográfica el día que dejé de comer nueces {estúpidamente, se entiende}, tras la potada del siglo y un pasillo inundado de caparazones cerebréticos. O tantas otras cosas que mutan, a riesgo de aniquilar a posibles monjes aturdidos y paciencias varias: a estas alturas, descubrir a Vila-Matas no es ningún ardid.
El límite lo marca el reloj, no mi abstinencia.
No, porque tengo ganas de fumar y a veces me escondo. Y no por que sí, lo confieso: mi abstinencia no ha sido del todo rigurosa.
Siempre me ha resultado difícil polemizar con el libro de las pasiones. A ellas, en cuanto decidiera exiliarme, no habría que recurrir. Sin embargo, desconozco esa explosión de sentimientos, como algo interno; más bien lo visualizo como un fogonazo, sobre un debate externo, no muy alejado de las matemáticas y los malos humos.
Poca apatía secular: en los días que llevamos de año nuevo, acato nuevos propósitos como señuelos de una trampa efectiva, por si se alarga una tregua similar {dudaría en rendir pleitesía a tan flamantes astros}. Y mejor si oigo aquello que todavía demacre mi cara un poco más.
No sé una mierda sobre seguros. Y sobre coches mucho menos. Tampoco me sorprende lo del color. Ni lo de la plaza aquella, aunque… ¿quién se atrevería a morir de pie? Antes me lo preguntaba más a menudo.
De una combinación que no rehúya parásitos depende todo; pese a Él y otras fuerzas mayores, preferiré pasar de puntillas por si acaso y ya que mis prioridades cambiaron a tiempo. No es una cuestión personal: dentro de mis posibilidades nado (y reparo).
Me gustaría que dejar de fumar fuese una realidad. ¿Puede que hubiera un tiempo en que fuera una simple herramienta social? Como recordar con memoria fotográfica el día que dejé de comer nueces {estúpidamente, se entiende}, tras la potada del siglo y un pasillo inundado de caparazones cerebréticos. O tantas otras cosas que mutan, a riesgo de aniquilar a posibles monjes aturdidos y paciencias varias: a estas alturas, descubrir a Vila-Matas no es ningún ardid.
El límite lo marca el reloj, no mi abstinencia.
viernes, 31 de diciembre de 2010
CLAUSURA 2010
ANTOLOGÍA VISUAL
2010 ha sido un año para no olvidar.
Empiezo así, a saco, la difícil tarea de resumir en un puñado de fotos y vídeos un año entero de mi vida, el de mi trigésimo aniversario.
ENERO
Enero es mi mes. Y este año, además y como decía, he llegado a la simbólica cifra de los 30. Lo hice en tierras vikingas otra vez (como en mis 28), disfrutando de la compañía de mi amigo Kristian y sus secuaces Edvard y Gustav en Oslo, Noruega.
Es un mes de angustioso frío, pero para mi es el mes del final del invierno; psicológicamente después de mi cumpleaños se abre febrero, y es como si la primavera estuviese llamando a esa misma puerta entreabierta.
FEBRERO
En febrero se palpaba el cambio. Recuerdo haber estado muy agobiado y creer que volvía a toparme contra un muro (el de turno), pero me equivocaba; en realidad, estaba llegando a un punto de lo más saneado. Todavía no era muy consciente del todo cuando bajé a Valencia a ver a mi amiga Isalén (antigua Amélie).
Aún hacía frío.
MARZO
El mes de las avalanchas. Atolondramiento (positivo).
Muchas salidas, cenas y buena salud. Con los alacenos a tope, aunque la cosa empezaría a menguar pronto (justo como Standstill y su nuevo disco). Y una nueva y breve historia que tuve que cerrar antes de la llegada de abril debido a la irrupción del huracán Laura (categoría 5).
Ha sido un mes para recordar.
ABRIL
En abril besos mil. Primavera total: conciertos, borracheras como prórroga y de aúpa, excursiones varias (incluido el interior catalán) y risas por doquier.
Primeros pasitos. Alegría
MAYO
Mayo es el mes de la consolidación definitiva. El guaje Villa ficha por el Barça mientras vuelvo a recaer de mis putas anginas. Empiezo a pasar mis días entre Manresa y Gironella, y yo encantado de la vida. También empiezo a plantearme otro tipo de vida, descartando sueños absurdos y centrándome en la construcción de cimientos sólidos.
Terracita aquí y cervecita allí entre medias (bandera orgullosa).
Plenitud.
JUNIO
Junio es el mes del Mundial. Combinando faena y partidos en el piso vía Internet con Beppe, mi compañero de piso y amigo. Ilusionado como un niño y disfrutándolo como nunca (no me lo tomaba así desde el Mundial de EEUU’94). Mi amigo Ace (antiguo Teddy KGB), aunque desdeñe velocidades, bien lo sabe: este año todo se paralizaría hasta llegar a Sudáfrica.
La noche de San Juan (un clásico), en Cal Ribalta, un enclave sagrado.
Por el interior a toda vela, viento en popa. Disfrutando de los pequeños placeres (y de los grandes).
JULIO
Mi puto mes preferido, y además este año de verdad: al undécimo día, España se proclamó Campeona del Mundo de Fútbol por primera vez en su historia. Derrotó a Holanda en la prórroga de la final de Johhanesburgo por 1 a 0. Para los anales.
Vacaciones en mi Cerdeña desconocida: una semana en el paraíso. Cuartos de final alquilando el coche y semis en un camping de Palau, al norte de la isla. Cabezazo de Puyol en nuestra intimidad foránea, entre plato y uñas: qué gran momento… Y una de las mejores cenas que recuerdo haber tomado (Linguine all'astice, tercera foto).
También vino Arthur un fin de semana largo, lo pasamos en grande y escalamos por Montserrat y todo.
Como suelo decir: verano total.
AGOSTO
Encierro laboral. Como de costumbre.
Agosto dice: septiembre se huele, cerdo, ¡espabila!
Sorpresas positivas: visita de Kristian, alguna excursión y buena mesa.
Poco más.
SEPTIEMBRE
En septiembre continuamos con la misma tónica de trabajo y depresión otoñal, con la excepción de la escapada a Madrid para ver a mi amigo Tognâo, recién mudado.
OCTUBRE
En octubre ya estaba muy metido en el pueblo y hubo el cambio de oficina en Urgencias. Ha sido muy sonado, casi tanto como las partidos de tenis con mi suegro.
Primeros fríos… y ya sabes cómo odio esa puta sensación que se te cala por estas lares.
Continuamos con la buena mesa y una figura que languidece y protesta por el poco caso (y yo pagando un puto gimnasio).
Se confirma que los intereses propios pesan mucho, opción vital tan lógica como el curso de un río, que es el morir (como diría aquél).
NOVIEMBRE
Frío total. Con la mochila a cuestas todo el día, intentando no enfermar.
Trabajo. Mucho trabajo.
(Y buena cocina también).
DICIEMBRE
El fin de mis 30 y del inolvidable 2010.
Escapada a Bélgica por el cumpleaños de Laura y para recargar pilas de cara a la dura recta final.
Y lo que es mejor: esperanza. Algo que, obviamente, no se tiene que perder, pero que si (además) existe a ciencia cierta y tiene una base real y palpable,
es totalmente embriagador. Lo mejor de lo mejor.
El vídeo del año sería el del gol de Iniesta en la final, pero no lo cuelgo porque no encuentro uno que me guste. A cambio, os dejo mi breve visión de ese gran acontecimiento. No pude cambiarme el día: si el partido llegaba a la prórroga, iba a perderme el desenlace. Y así fue, y además no tenía batería en el teléfono, pero la sensación de felicidad era tan grande, que, en esa noche, ya nada tendría ningún tipo de sentido ni valor excepto esa sensación (y alguna cosilla más).
En cuanto a música, no soy muy fan de hacer listas como mis amigos Albert y Xavi (más que nada porque el tipo de música que me gusta no suele estar en boga), pero sí que diría que el disco del año es el Adelante, Bonaparte, de Standstill. No colmó todas mis expectativas pero sí que fue muy llamativo y destacado.
Por lo demás, desear mucha salud para todos y una buena entrada de año, que el 2011 seguro que presenta retos verdaderamente apasionantes…
arrivederci!
2010 ha sido un año para no olvidar.
Empiezo así, a saco, la difícil tarea de resumir en un puñado de fotos y vídeos un año entero de mi vida, el de mi trigésimo aniversario.
ENERO
Enero es mi mes. Y este año, además y como decía, he llegado a la simbólica cifra de los 30. Lo hice en tierras vikingas otra vez (como en mis 28), disfrutando de la compañía de mi amigo Kristian y sus secuaces Edvard y Gustav en Oslo, Noruega.
Es un mes de angustioso frío, pero para mi es el mes del final del invierno; psicológicamente después de mi cumpleaños se abre febrero, y es como si la primavera estuviese llamando a esa misma puerta entreabierta.
FEBRERO
En febrero se palpaba el cambio. Recuerdo haber estado muy agobiado y creer que volvía a toparme contra un muro (el de turno), pero me equivocaba; en realidad, estaba llegando a un punto de lo más saneado. Todavía no era muy consciente del todo cuando bajé a Valencia a ver a mi amiga Isalén (antigua Amélie).
Aún hacía frío.
MARZO
El mes de las avalanchas. Atolondramiento (positivo).
Muchas salidas, cenas y buena salud. Con los alacenos a tope, aunque la cosa empezaría a menguar pronto (justo como Standstill y su nuevo disco). Y una nueva y breve historia que tuve que cerrar antes de la llegada de abril debido a la irrupción del huracán Laura (categoría 5).
Ha sido un mes para recordar.
ABRIL
En abril besos mil. Primavera total: conciertos, borracheras como prórroga y de aúpa, excursiones varias (incluido el interior catalán) y risas por doquier.
Primeros pasitos. Alegría
MAYO
Mayo es el mes de la consolidación definitiva. El guaje Villa ficha por el Barça mientras vuelvo a recaer de mis putas anginas. Empiezo a pasar mis días entre Manresa y Gironella, y yo encantado de la vida. También empiezo a plantearme otro tipo de vida, descartando sueños absurdos y centrándome en la construcción de cimientos sólidos.
Terracita aquí y cervecita allí entre medias (bandera orgullosa).
Plenitud.
JUNIO
Junio es el mes del Mundial. Combinando faena y partidos en el piso vía Internet con Beppe, mi compañero de piso y amigo. Ilusionado como un niño y disfrutándolo como nunca (no me lo tomaba así desde el Mundial de EEUU’94). Mi amigo Ace (antiguo Teddy KGB), aunque desdeñe velocidades, bien lo sabe: este año todo se paralizaría hasta llegar a Sudáfrica.
La noche de San Juan (un clásico), en Cal Ribalta, un enclave sagrado.
Por el interior a toda vela, viento en popa. Disfrutando de los pequeños placeres (y de los grandes).
JULIO
Mi puto mes preferido, y además este año de verdad: al undécimo día, España se proclamó Campeona del Mundo de Fútbol por primera vez en su historia. Derrotó a Holanda en la prórroga de la final de Johhanesburgo por 1 a 0. Para los anales.
Vacaciones en mi Cerdeña desconocida: una semana en el paraíso. Cuartos de final alquilando el coche y semis en un camping de Palau, al norte de la isla. Cabezazo de Puyol en nuestra intimidad foránea, entre plato y uñas: qué gran momento… Y una de las mejores cenas que recuerdo haber tomado (Linguine all'astice, tercera foto).
También vino Arthur un fin de semana largo, lo pasamos en grande y escalamos por Montserrat y todo.
Como suelo decir: verano total.
AGOSTO
Encierro laboral. Como de costumbre.
Agosto dice: septiembre se huele, cerdo, ¡espabila!
Sorpresas positivas: visita de Kristian, alguna excursión y buena mesa.
Poco más.
SEPTIEMBRE
En septiembre continuamos con la misma tónica de trabajo y depresión otoñal, con la excepción de la escapada a Madrid para ver a mi amigo Tognâo, recién mudado.
OCTUBRE
En octubre ya estaba muy metido en el pueblo y hubo el cambio de oficina en Urgencias. Ha sido muy sonado, casi tanto como las partidos de tenis con mi suegro.
Primeros fríos… y ya sabes cómo odio esa puta sensación que se te cala por estas lares.
Continuamos con la buena mesa y una figura que languidece y protesta por el poco caso (y yo pagando un puto gimnasio).
Se confirma que los intereses propios pesan mucho, opción vital tan lógica como el curso de un río, que es el morir (como diría aquél).
NOVIEMBRE
Frío total. Con la mochila a cuestas todo el día, intentando no enfermar.
Trabajo. Mucho trabajo.
(Y buena cocina también).
DICIEMBRE
El fin de mis 30 y del inolvidable 2010.
Escapada a Bélgica por el cumpleaños de Laura y para recargar pilas de cara a la dura recta final.
Y lo que es mejor: esperanza. Algo que, obviamente, no se tiene que perder, pero que si (además) existe a ciencia cierta y tiene una base real y palpable,
es totalmente embriagador. Lo mejor de lo mejor.
el equilibrio
En cuanto a música, no soy muy fan de hacer listas como mis amigos Albert y Xavi (más que nada porque el tipo de música que me gusta no suele estar en boga), pero sí que diría que el disco del año es el Adelante, Bonaparte, de Standstill. No colmó todas mis expectativas pero sí que fue muy llamativo y destacado.
Por lo demás, desear mucha salud para todos y una buena entrada de año, que el 2011 seguro que presenta retos verdaderamente apasionantes…
arrivederci!
viernes, 17 de diciembre de 2010
ESTIBADORES
¿Por qué no escribes sobre las injusticias?
Porque no escribo sobre mierdas sociales.
¿Qué eres, crítico de cine?
¿Cómo? ¿En qué cojones te basas para decir eso?
¿Y sobre qué escribes pues?
Sobre el individuo, supongo.
Pues entonces escribe sobre el individuo que está amargado y amarga a todo su entorno.
Ya, es que la gente es muy mala, ¿eh?
Porque no escribo sobre mierdas sociales.
¿Qué eres, crítico de cine?
¿Cómo? ¿En qué cojones te basas para decir eso?
¿Y sobre qué escribes pues?
Sobre el individuo, supongo.
Pues entonces escribe sobre el individuo que está amargado y amarga a todo su entorno.
Ya, es que la gente es muy mala, ¿eh?
{Lo que hay que aguantar}
¿Y por qué se ha vuelto mala, porque ellos también han sufrido injusticias?
¿Y por qué se ha vuelto mala, porque ellos también han sufrido injusticias?
(...)
Y yo que sé tío, la gente siempre ha sido mala, no tienen nada en el cerebro.
¿No quieres decir que todas las personas absorben todo lo negativo fácilmente y lo positivo cuesta más de transmitir?
Supongo que lo fácil es estar siempre cabreado, no sé. Me la suda bastante. Paso de la gente.
Eso no puede ser bueno, eso de pasar de la gente.
Y qué malhablado eres, Javi…
Cargo macutos más pesados que los pedruscos del Fullet Tortuga, pero no consigo volver a filtrar toda la información que hierve a mi alrededor. Si al final llego al punto deseado, por más que pueda verlo desde aquí y sude sangre intentando palparlo, valdrá la pena el sacrificio. Eso es lo que me digo. No hay peor cosa que estar ante una puerta y no poder traspasarla.
La impaciencia es una enemiga implacable que hay que saber aplacar. No hay más remedio (no hay más remedio que ser soez). Pero como no puedo influir en la gente ni en sus designios y no quiero combatir la poca educación, la incultura o la falta absoluta de salud mental que hay, mejor no insisto en cargar con esas cosas también; si se riega lo anhelado con la frecuencia necesaria, una vez conseguido no habrá problemas para encontrar el camino y recorrerlo sin las huestes de Atila (sin necesitarlas).
Adoro esta presión. No me importa que haga frío, y por mi como si cae un puto rayo aquí al lado que corrompa el pensamiento y haga perder el rastro de aquél chico atormentado.
Últimamente pero quizá ya no tan últimamente, cuando me pongo de mala leche {mientras me hago la maleta veinte minutos antes de embarcar corriendo de mala manera}, miro a ambos lados, jugueteo con mi alianza y (me) sonrío.
Y no es porque me esté volviendo loco {ni esté amargado},
no es por eso.
Y yo que sé tío, la gente siempre ha sido mala, no tienen nada en el cerebro.
¿No quieres decir que todas las personas absorben todo lo negativo fácilmente y lo positivo cuesta más de transmitir?
Supongo que lo fácil es estar siempre cabreado, no sé. Me la suda bastante. Paso de la gente.
Eso no puede ser bueno, eso de pasar de la gente.
Y qué malhablado eres, Javi…
Últimamente me pongo de mala leche con mucha facilidad. No es que no soporte a más de uno y no sepa llevarlo, no es por eso. Estoy acostumbrado a lidiar con chusma y a tratar con taraos de todo tipo, pero al reducir gran parte de mi vida social al asqueroso microcosmos laboral, todo se contamina. Incluyéndome a mi mismo. Mis valores, mis capacidades. Las cosas que me caracterizan. Si me hago el desinteresado me crucifican igual, así que me suele salir el tiro por la culata. Debo llevarlo escrito en la cara, cuatro breves golpes después, como todas las cosas que inexorablemente hacen BUM.
Pero no era ese el tema. Quería escribir sobre el sedentarismo nómada. Es decir, sobre el llevar la casa a cuestas constantemente. Y que conste que ya no le hago lavar la ropa sucia a mi madre, esa flor se marchitó. Todo se cuece en un radio de unos 40 kilómetros, no más. Con el depósito seco todavía, pero con la presión muy cercana, zumbándome al oído como el taladro del vecino de buena mañana y el pesado martillo de Thor. Es una de mis últimas fronteras, y yo no quiero ni oír hablar de altos muros o veredas cortadas.Cargo macutos más pesados que los pedruscos del Fullet Tortuga, pero no consigo volver a filtrar toda la información que hierve a mi alrededor. Si al final llego al punto deseado, por más que pueda verlo desde aquí y sude sangre intentando palparlo, valdrá la pena el sacrificio. Eso es lo que me digo. No hay peor cosa que estar ante una puerta y no poder traspasarla.
La impaciencia es una enemiga implacable que hay que saber aplacar. No hay más remedio (no hay más remedio que ser soez). Pero como no puedo influir en la gente ni en sus designios y no quiero combatir la poca educación, la incultura o la falta absoluta de salud mental que hay, mejor no insisto en cargar con esas cosas también; si se riega lo anhelado con la frecuencia necesaria, una vez conseguido no habrá problemas para encontrar el camino y recorrerlo sin las huestes de Atila (sin necesitarlas).
Adoro esta presión. No me importa que haga frío, y por mi como si cae un puto rayo aquí al lado que corrompa el pensamiento y haga perder el rastro de aquél chico atormentado.
Últimamente pero quizá ya no tan últimamente, cuando me pongo de mala leche {mientras me hago la maleta veinte minutos antes de embarcar corriendo de mala manera}, miro a ambos lados, jugueteo con mi alianza y (me) sonrío.
Y no es porque me esté volviendo loco {ni esté amargado},
no es por eso.
domingo, 5 de diciembre de 2010
CUESTIONES DECENALES
Me he llegado a preguntar muchas cosas tradicionalmente, y a medida que se acerca la Navidad y fin de año, todavía más. ¿En qué he cambiado? ¿Cuáles son las cosas que me preocupan ahora? Y un sinfín de mierdas por el estilo.
De los viejos amigos no reniego. Siempre creí que nunca me abandonarían. Hoy me cuestiono cómo, desdeñando tatuajes y cervezas, pero con este puto frío no apetece un carajo. Lo llevo fatal. Salgo de trabajar con -1 o -2 y llego tieso a casa. De las anginas todavía no hay noticias, pero no importa demasiado: en ambos casos estaría jodido.
Casi he acabado la selección de fotos que hago anualmente para la Clausura. Sólo falta diciembre, naturalmente. Supongo que la Navidad será el centro de atención del último mes de este primer decenio, o puede que no. Puede que encuentre consuelo en esta puta silla, como es menester, qué sé yo. Sólo sé que el tiempo pasa volando, y que lucho para que esa jodida obviedad no pese más de lo acostumbrado.
Respiro tranquilo, finalmente. Ha sido un camino pedregoso, pero el trabajo no está acabado. De vez en cuando aparece una oscura esquirla a la que reservo un buen asiento en mis sueños. La muy jodida no me da tregua, aunque esté lejos de convertirse en pesadilla.
Sigo sin encontrar mi verdadera vocación {si es que tiene que ser obligatorio tener alguna}, así que estoy a un paso de convertirme a la religión de esta puta silla. Sólo me falta un ingrediente para completar la receta y echar el ancla en el deseado puerto. Mientras tanto y por si acaso, seguiré esperando en plena armonía. ¿Qué más podría pedir?
Diez años atrás y apenas un par de certezas. Eso sí, de las más trascendentales; es excitante comprobar cómo se exhiben para dirigir el cotarro con absoluta maestría, de tal manera que huiría del país si me llegara a faltar una de ellas. Sobre todo una en concreto. Y adelanto que la otra es un grado de madurez que no discute ni se confronta con el paso del tiempo.
Me he llegado a preguntar muchas cosas tradicionalmente, incluso sobre qué demonios debería tener la gente en la sesera. Pero ahora que se acerca la Navidad y fin de año, finiquitada la década, mucho menos de lo acostumbrado.
Y un sinfín de mierdas por el estilo.
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