Adoro este día. Un año más, ya lo sabes. Lejos de la ciudad.
La gente camina por la calle con una sonrisa y, si trabajo, me pido fiesta siempre.
Los libreros dependen en parte de este día, cosa que en parte me apena, si bien la tendencia es lastimosamente negativa. No sé en otros países, pero aquí no lee ni el tato. Leer está pasado de moda, no está bien visto. Nadie sabe para qué sirve leer hoy, con lo que aburre.
Hay que leer. En los libros está la clave de todo. El verdadero y único viaje posible, como dijo Pérez-Reverte, es a la biblioteca. Lean, por favor.
Verán como nos hace más libres, verán como tendrán más herramientas para contrarrestar la injusticia. Leed... lo digo en serio! Aunque nunca te cruces conmigo, aunque me importe un carajo que nos hundamos todos juntos. Olvidaos de la televisión y el puto móvil, qué cansinos con el puto móvil. Aunque sean el Marca o el Sport, el Pronto o cualquier mierda del New Age... lee, en serio. Nos va la vida en ello.
Adoro este día. No acostumbro a pedir nada, será porque me desespera tanta idiotez y falta de educación y siento miedo y un vértigo de la hostia. Las jodidas calles huelen a pétalos frescos y el sol inunda las paraditas y los rostros de los transeúntes con inusitada calidez primaveral.
Mañana es Sant Jordi y es un Sant Jordi muy especial.
Huelga decir que adoro este día -uno de los pocos que celebro con entusiasmo-, día en el que aparco mi lado más sardónico y deshago el nudo del estómago.
Por desgracia no lo pasaremos en Barcelona -algo que suelo asociar-, así que Albert y Xavi no podrán ver a su sobrino y éste no podrá conocer la ciudad de las mil caras.
Mis preferencias no han cambiado, si bien ya tengo preparada una novela de Javier Sierra para el verano (si es que la playa y los nuevos utensilios dejan algo de espacio y tiempo, que ya tenía ganas de encontrarme él).
Espero que sea un buen día soleado y feliz rodeado de gente que adoro y gente que públicamente compre y lea libros y rosas sin descifrar.
Barcelona podrá esperar un poco más.
Que lo disfrutes con buen humor y alegría. Regala amor.
Si algo he aprendido es que he tenido que enterrarme como una larva para poder sobrevivir. Hacerlo conscientemente ha sido mi gran victoria, y estoy muy orgulloso de ello.
Nunca he tenido desatinos suficientes como para sentirme tan mal al despertar. En realidad, anhelaba las mismas cosas que hacen felices a los demás; una PS3, un coche rojo de poca cilindrada, estar tirado todo el día en el sofá, observar como duerme la mujer que amo, tener un perrito... nada yermo, en fin.
La culpa, en realidad, es de la sonda Kepler. Si sigue descubriendo planetas, ensanchando el universo, los de aquí no vamos a saber cómo movernos. Tenemos una visita pendiente al observatorio de Lleida para acabar de sentirnos pequeños del todo y cerrar el círculo.
Mañana es Sant Jordi. Un día especial, coronado por la simple idea de que un libro de Carl Sagan tiene que decorar las estanterías del estudio. El existencialismo... ¿es un humanismo? Yo no puedo seguir esa línea, la he obviado. No pretendo con ello acallar a mi pasajero históricamente más tenaz, que conste, pero sí vivir un poquito más feliz. Agarro con fuerza el momento y suspiro al recordar al ser que salía a respirar con demasiada poca frecuencia a flote.
Menudo domingo. ¿Qué eran los domingos, sin un pollo a l'ast? Mi madre se olvidó las patatas, pero probablemente las pagó. Cuando pienso en el 9 de abril y en la cima de la Gallina Pelada... corro el riesgo de padecer un infarto. O un ictus. La foto de más abajo atestigua el filo de lo imposible, y centra las miradas en lo cruel que puede llegar a ser la naturaleza. Decían: a lo mejor ese fósil que encuentras en medio de un camino lleva ahí millones de años, y vas tú y te lo llevas. Es algo antinatural. Alteramos el orden cósmico a cada paso, nos desarrollamos demasiado rápido para la poca responsabilidad que manifestamos. En mi caso, en la actual coyuntura, sólo puedo buscar el mejor asiento posible y esperar que no me arrastre.
Sé que hay cientos de miles como yo. Siempre lo he sabido.
Si algo he aprendido es que nada tiene importancia. Todo se puede ir a la mierda o implosionarme en las narices, me la suda. No vivo para que los demás me vean, no pretendo otro tipo de exhibicionismo que el que se solapa en esta jodida bitácora. Créeme, no es baladí, todavía no sé por qué lo hago (y con las pausas, puede que ya haga más de 6 año que publico), pero funciona. Y los que quieran o quiénes sean, que me hagan la campaña de publicidad. Total, hace la hostia que no escribo nada decente... ¡Ay, los riesgos de la felicidad, penitencia para las jornadas nubladas, alegría para la esperanza de los días soleados que están por venir!
Puede que haya muchos como yo, pero ninguno con mi vida. Y a los que la quieran, que se calcen unas buenas botas y se preparen, porque no pienso dar mi brazo a torcer. Así que medusas, pichones y otros insectos de alquiler, lárguense... ¡no me quieran ver enfadado! No me importa ceder terreno si, llegado el caso, tuviese que volver a recuperarlo. Sé que podría. Sé que podría reengancharme sin problemas, al menos no al que escape de las garras del miserable dios del tiempo, un archienemigo más terco que el sistema capitalista que nos postra sin rechistar.
No sé cuántos hubo cómo yo a bordo del Titanic, ¿pero de veras importa? ¿Y en el infinito universo? ¿Acaso soy un existencialista?
Hoy no era un día cualquiera. En esta parte del globo, las calles se han llenado de pétalos que ansiaban ser huéspedes de fosas nasales, al menos un instante. El rojo se ha impuesto por todas partes, junto al sol, que cubre este día cada año de alegría y confirma la llegada de la primavera.
Prácticamente hay en cada esquina tenderetes con libros y/o rosas. Puede que el olor a imprenta y flores bañe melancólicamente mentes de lo más dispares; dicen que ella le regala a él un libro, y él a ella una rosa. Recuerdo haber regalado alguna, pero más bien pocas. En la originalidad, la sorpresa agrada también. Puedes no regalar un libro hoy, si es que tiene que engrosar una estantería polvorienta. O puedes regalarle a ella 300 rosas en un arranque alucinativo amoroso o de locura. Te levantas con ideas cursis en la cabeza que te acompañan toda la jornada, eso sí, llenando el cupo de las que estás dispuesto a profesar al año. Es diferente a San Valentín, por si alguien lo está pensando. Ésta es una fiesta global que encuentra sentido en dos, si se tercia, mientras que aquella es una celebración íntima que se esfuma rápidamente.
Da gusto pasear por estas calles repletas de gente. Sí, es lo que he dicho. Da gusto. Recuerdo haberme sentido más protegido que nunca tal día como hoy, y eso que no suelo recordar días concretos. Recuerdo haberme deslizado entre ríos de gente con una sonrisa dibujada en el rostro. Recuerdo tres rosas en un improvisado florero en la cocina de mi casa; tres hermanos e hijos para una madre. Recuerdo no haber estado aquí hace un año y hacer mi particular ofrenda al patrón y al jodido dragón, allá en ruta por las costas sardas.
Hoy también amenazaba Cristiano Ronaldo, pero eso ya era al final del final, donde nunca se llega a nada y con el cansancio acumulado, sin que empañe este día que siempre recordaré con el mayor de los cariños,
porque hoy no era un día cualquiera.