sábado, 31 de diciembre de 2011

CLAUSURA 2011

ANTOLOGÍA VISUAL

2011 ha sido un año de asentamiento, el primero de repatriamento en la campiña bergadana. En 2011 me he comprado un coche 11 años después de sacarme la patente -conditio sine qua non para el traslado-, y le dimos la bienvenida a Chloe, nuestra pequeña carlina. Cruzamos el charco por primera vez y tuvimos que afrontar un par de infortunios desagradables. Acabamos el año en el mismo lugar en el que empezamos, ya que, después de todo, todavía seguimos aquí...

ENERO
Como siempre digo, enero es mi mes. Cumplí 31 años en la nieve con una buena sorpresa que me preparó Laura. Fue un lunes y estuvimos dos días prácticamente solos, a nuestro aire. Hacía más de 10 años que no esquiaba. Por lo demás, el frío seguía atenazándonos y ya sólo anhelábamos febrero, marzo... y la llegada de la primavera.

FEBRERO
En febrero empezamos a salir por ahí a descubrir la campiña más de cara p'arriba. Aquí intentando seguir el ritmo de mi suegro Daniel, un tío muy avezado en estas lides. Naturaleza en estado puro. Oxígeno.

MARZO
En marzo celebramos nuestro aniversario en el sur de Francia. Disfrutamos de estas maravillosas vistas, aún con frío, y paseamos en plan dolce vita a la française. Sellamos una vida futura, pese al constante canguelo de la mierda de crisis global ésta y otras contrariedades menores.

ABRIL
En abril abrazamos la primavera con ganas y fuerzas renovadas. Seguimos descubriendo esta maravillosa tierra y hasta fuimos a ver a Rafa contra Ferru en el Godó. Sol, ¡alegría!

MAYO
¡En mayo llegó la pequeña Chloe! Un cambio en nuestras vidas, una nueva compañía. La alegría del Palomar y de mis suegros sobre todo... ¡cómo la han recibido! En este mes de buena temperatura seguimos dando tumbos por ahí y también jugamos bastante a tenis con el señor Cots. El Barça conquistó su Cuarta Champions dando un baño al United. Primavera total.

JUNIO
En junio nos ardían los pies. Nos topamos con una exposición muy toolesca y empezamos a pensar en clave playa. Calor, ganas de vacaciones. Paseos y mucha montaña.

JULIO
El que me conoce (y el que me lee) sabe que julio para mi es sagrado. Este año, pero, el tiempo no acompañó. Tuvimos suerte en la semana que estuvimos en la Costa Brava, pero en general parecía el puto mes de agosto. Cierta inestabilidad y descubrimiento de un litoral costero increíblemente bonito.

AGOSTO
Agosto fue julio este año, pero yo ya estaba en plena dinámica de curro total (fíjate en la Chloe ahí espachurrada en la sombra del terrao). Alguna escapada y poco más, empezaba a perder mi colorete habitual de estos tiempos y la alegría típica de la temporada. Toni se fue, y con él parte de mi infancia. Lloros a borbotones y un mal final.

SEPTIEMBRE
En septiembre empezamos a prepararnos para nuestro primer viaje intercontinental. No era cuestión de perder la forma, así que subimos una montaña tras otra...
... hasta que nos topamos con El Astronauta (mi otro yo). Buen tiempo estival hasta que tomamos el aéreo y nos plantamos en Lima. De ahí pasamos a Nazca y sus Líneas míticas, el inicio de un viaje que tardaremos en olvidar.

OCTUBRE
El Macchu Pichu fue la cima de nuestra aventura. Un lugar muy reconocible pero no por ello poco sorprendente. En la foto de arriba, un torbellino de arena en ruta (constantes autobuses de un lugar para otro), sé que la puse en un escrito del viaje pero no he podido evitar volver a colgarla (no es un rayo, aviso). Aventura, mochileo y nuevas costumbres sobre la marcha. Un Nuevo Mundo con todas las letras y todas las novedades que eso conlleva.

NOVIEMBRE
Odio noviembre. Vuelve el puto frío y la faena sin cuartel. Entre la depresión generalizada, escapadas varias y una muy especial a la Fageda d'en Jordà. Después del viaje, la dura realidad. Buenos alimentos en la campiña y relax en el barrio (siempre es menos de lo que parece, aunque no creas que es fácil).

DICIEMBRE
Antes de volver a encerrarme aquí, celebramos los 30 de Laura con la familia en la Rioja, Donosti y alrededores, una tierra acogedora y de buena gastronomía. Disfrutamos con largos paseos y papiñadas espectaculares gracias a gente como el Arguiñano. Disfrute, paréntesis. Purgatorio.

El vídeo del año sería cualquiera del largo viaje que hicimos al Perú, pero me quedo con el advenimiento de la Chloe a nuestras vidas, sobre todo por el cambio permanente que supone tener un perro. Por lo demás, nos pusimos muy contentos al ganar nuestra Cuarta, no cabe duda de que se abrió una nueva veda este año en cuanto a enfrentamientos (Clásicos) contra nuestro gran y Real rival. La amistad con los alacenos se enfrió al seguir cada uno nuestro camino, algo que sigue costándome asimilar pero que es claramente inevitable. Y aceptando mi día a día en mi nuevo país, cosa no muy sencilla pero defendible con una buena base de fondo. Si hablara de la familia... un nuevo temor salió a flote, pero supimos captarlo a tiempo. Un hombre que no está con su familia no puede ser un Hombre, que diría el Don.

En cuanto a música, no llegó el esperado disco de Tool tras cinco años y The Mars Volta parecen tomárselo con calma, así que he tenido que conformarme con grupos menores y algunos solistas de bajo calado. No destacaría nada en concreto.
De cine mejor no escribo, pero no quiero dejar pasar la ocasión de tratar, aunque sea por encima, el tema de las series de TV. La calidad existe desde hace algunos años y está en ese formato, una situación que parece reverter la vieja dinámica que decía que la televisión era sinónimo de fracaso y de marginación. Canales de pago como la HBO o la AMC engrandecen la creación del arte visual con trasfondo (sin llegar necesariamente a lo metafísico), y yo lo he agradecido y lo seguiré agradeciendo muy mucho. Sons of Anarchy, Breaking Bad o Deadwood son tres ejemplos claros.
Sobre lo que pasó en el mundo, la muerte de Steve Jobbs y otras desgracias (santa crisis), no voy a escribir ni media línea.

Nada más, desearte a ti y a los tuyos que tengas una buena entrada de año y lo mejor hasta la venida del fin del mundo maya el 21 de diciembre...
FELIZ 2012,
un año que promete emociones fuertes y alguna sorpresa si no pasa nada raro...
¡no pierdas la esperanza!

domingo, 25 de diciembre de 2011

NOCHEBUENA DE HOY

En la Nochebuena de hoy he descubierto que me han cerrado el twitter.
En la Nochebuena de hoy voy a huir de malos pensamientos y soledades extrañas tan lejanas como absurdas.
Hoy es Nochebuena. Todos cenáis con vuestras familias y lo pasáis en grande. Yo, en cambio, voy a pasar las horas menos muertas trabajando desde la atalaya hacia las sombras.

En la noche de hoy y en estos días sobre todo, me acuerdo de los que están y de los que ya no. Como decía mi amigo, dando las gracias por muchas cosas, compañía y amistad incluidas. Recuerdo y podría decir que el año en curso fue bueno, pero hubo un gran nubarrón negro que en ocasiones inunda de borrascas el cielo todavía. Honrar su memoria quisiera desde aquí.
No es que nunca me abandonase la melancolía. Los que me conocen saben que soy el hombro perfecto al que se pueden arrimar. Sé escuchar, y puede que éste sea una de mis principales virtudes, si es que la activo, ya que suelo pasar gran parte del tiempo desconectado. No es por desgana ni desinterés. Los procesos de selección son inescrutables en mi.
Hoy es Nochebuena y no creáis que está viniendo poca gente, no. Estamos abiertos 24 horas al año, siete días a la semana. Me pregunto por qué me habrán cortado el twitter… ¿será por poner y nombrar a aquel hijo de la grandísima puta? No es la primera vez que me vieron aquí sentado antes de otorgarle un significado a esta fiesta. Volví a oír los villancicos por teléfono mientras hacía una ficha tras otra. Ha sido desalentador.
Hoy es Nochebuena, pero todavía me quedan muchas noches. No sé si tan buenas como la de hoy; justo antes de llegar, me he encontrado 200 € tirados en el suelo. No sabía ni de qué color era semejante billete, pensaba que era del Monopoly. La sorpresa, como imaginas, ha sido mayúscula.
Que hoy sea Nochebuena no me exime de escucharme. Mis horizontes laborales me señalan con un aire hostil muy poco halagüeño. Clausurar un año de asentamiento siempre es difícil, igual que sentirla a veces un poco lejos. Es extraño y curioso tal vez, me pregunto si es la naturaleza femenina o soy yo -el de siempre, y las dudas me invaden al momento de acostarme. Mientras estoy de pie o sentado aquí, delante de esta mierda de ordenador, trato de no decaer y mantenerme despierto como sea. Qué remedio, me dicen.
En la Nochebuena de hoy me han vuelto a decir que me corte el pelo. ¿Es que no puedo llevar greñas con coronilla? ¡Conozco a más de un sinvergüenza que no duda en hacerlo! Es porque no voy mucho al gimnasio. Lo noto. Me lo noto. Pero hasta enero no saldré de esta dinámica. Es mi coco, debo dejar de escucharlo tan asiduamente. Mi archienemigo vital.
Esta noche ha sido Nochebuena. He logrado huir de los malos pensamientos y las soledades extrañas pese a que me han chapado el twitter. Nunca me he considerado un pionero, pero tendría que abonarme a la HBO, joder. Y ya puestos, que se joda el puto tuitero que me ha bloqueado, me ha preocupado tanto que creo que no voy a poder dormir hoy...

Al Swearengen os desea Feliz Navidad.
Y que os vaya bien (putas y juego los siete días de la semana a cualquier hora).

domingo, 18 de diciembre de 2011

ARDE VERGÜENZA

Me arde la vergüenza.
No sé que tengo dentro que no basta. ¿Tan triste es?
Once de catorce un año más. ¿Aguantaré? Si esto es sólo el principio, ¿cómo se gestionan los próximos treinta años?
Las horas muertas de la noche no evitan el trauma del pasajero alcohólico de apellido ruso. Puede que haya un día en el que deje de verlo todo tan oscuro como el alma que me tortura en los días malos.
- Niño, ¿te estás dejando el pelo largo?
- No, ya sé que tengo que cortármelo.
¿Acaso se ríen de mi? ¿Por qué no me dejan vivir en paz?
Una buena kurda es lo que necesito. Una de esas que me tira p'atrás y me hace acabar en algún lugar desconocido. Tanta disciplencia irrita, lo sé.
Entre tanto, ¿qué hay de los viejos tiempos? ¿Por qué busco epidemias como si estuviera en Deadwood?
Estoy en un punto muerto muy asqueroso. Los votos descienden vertiginosamente por el precipicio de la amargura.
Lo tendré en cuenta.
Me arde la vergüenza.

sábado, 17 de diciembre de 2011

PALCO DE CERA


El hedor de la sala de espera era tan insoportable que apenas podía mantenerse en pie, por lo que decidió sentarse.
Olía a viejo muerto -pese a que nunca había visto uno-, sabía que esa profundidad no podía venir de ningún otro lado. Luego se acordó de Arthur -amigo de su padre-, marqués de un recóndito territorio normando, que ejerció su profesión con esmero durante años en la antigua colonia francesa de Guadalupe, algo bastante exótico.
Una pareja teutona de hippies, ajena al bullicio de las quejas, a las leyes de la física más elemental y las buenas maneras, se preparaba para cenar un estupendo queso azul de mierda. Mientras ella dejaba el suelo perdido de migas de pan, un anciano de tez oscura y cara agria se apresuraba por su espalda presto a recriminarle tan infame actitud. Luca le miró de inmediato haciendo un gesto negativo y el viejo cambió de idea.
El asfixiante calor de la isla, que convertía los campos de cultivo de arroz tailandeses en un vergel terrenal, desgreñaba y suscitaba una sucia sensación pegajosa muy persistente. De repente, un exagerado pedo resonó como un trueno en mitad de la tormenta, empeorando si cabe la insalubridad del lugar e incomodando aún más al personal. Un extraño personaje de apariencia poco cabal caminaba a destiempo, era en él todo hediondez; desde los pies a la cabeza, pasando por sus vestiduras altas presididas por vómitos u otros detritos poco claros, ofrecía un aspecto tan lamentable que Luca no podía dejar de mirarlo. Un único pedo no podía oler tan mal ni ser tan definitivo, tenía que haber algo más en aquél barbudo insondable.
Como la ventilación escaseaba, la voluntad debía permanecer inquebrantable, casi tanto como el recuerdo de una vida anterior felicísima. La lejanía de sus amados padres era un handicap que asumía con la naturalidad propia de su bisoñez. Su padre, un tipo apuesto nacido en la península ibérica, había recorrido todos aquellos lugares antes que él. Su mujer le había abandonado poco antes de nacer, por lo que no le quedó más remedio que huir tras los pasos de su propio yo. Luca repartía su tiempo entre ambos con la maleta siempre a punto. Ahora, perdido entre los recovecos insulares de aquella maldita ciudad sin ley, esperaba con ansia el reencuentro con sus primos no carnales. Serían como unas vacaciones, pero antes tenía que esperar turno como todos.
Se miraba nerviosamente la tarjeta que le colgaba del pecho. Visitor, con la 'v' más grande que las otras letras. Había seguido su propio camino. Pese al encarcelamiento de su padre en un país sin tratado de extradición años atrás, finalizó la licenciatura con honores y fue el mejor de su promoción. En la academia no disfrutó tanto pero siguió engrandeciendo su currículo. Cuando su país de adopción lo reclamó para combatir al crimen organizado se convirtió en un ser casi tan solitario como su padre. Su madre desaprobaba semejante estilo de vida, pero sus métodos eran infalibles y se había ganado el respeto de todos desde las calles de su añorada Palermo.
Un guardia de mirada lúgubre se acercó a él lentamente. Sabía quién era y le llamó por su nombre en susurros para que los demás no se percataran. Luca le siguió sin pensárselo, movido por un resorte de disciplina militar aprendida. Una sala anexa acogía a dos hombres en situación dispar: un traje naranja sentaba al preso y otro verde oliva mantenía firme al soldado local. Había perdido la fe demasiado pronto, pensaba para sus adentros. Les dejaron solos. Padre e hijo frente a frente, años después.
Olía a viejo muerto. Llévame contigo, oyó que le dijo. Luca no pudo seguir sentado, por lo que decidió levantarse. Luego se acordó de lo felices que habían sido y salió por la puerta hacia el exterior. Se fumó un cigarrillo empapado en sudor debido a la fuerte humedad de la isla, pero tenía que haber algo más en todo aquello. Cuando volvió a entrar al calabozo, su padre ya no estaba y, en su lugar, unos grilletes como los que usaban los guerrilleros de las montañas libias sonreían al capataz de lo fugaz. Desde la sala de espera a la salida ya no olía tan raro y nadie le dijo nada cuando abandonó definitivamente el lugar.
Serían como unas vacaciones, se dijo, mientras abría la puerta del coche y la pareja de teutones le saludaban con un ademán tan tosco como exótico resultó ser todo al final.


viernes, 2 de diciembre de 2011

UNA LOTERÍA

El martes pasado soñó que le había tocado la lotería europea. Se despertó aturdido el miércoles.
No desayunó copiosamente porque tenía pensado ir al gimnasio, pero antes tenía que pasarse por el colmado para comprar leche y algunos enseres que necesitaba para la casa. Había pasado muy mala noche.
Parecía un día normal. Seguía con poco trabajo y demasiado tiempo libre. Su perrita lo agradecía en forma de lametones constantes, no se cansaba. Todavía era temprano pero la resaca era considerable.
No vio a nadie conocido, la calle principal del pueblo aún estaba desperezándose. En el ventanal de la administración número 32 había un un gran cartel naranja fluorescente que anunciaba la buena nueva. 'Sellado aquí'. A bombo y platillo. ¿Qué ganaba el administrador con ello? ¿Popularidad? ¿Una parte del botín? ¿Atraer nuevos jugadores con un fin oscuro y tendencioso?
Pasó de largo repeliendo estos pensamientos y otros más fantasiosos, como cuando trataba de esquivar al borracho del pueblo cambiándose de acera. No lo hacía por no escucharle ni por aguantar sus improperios, si no más bien por una cuestión de pulcritud almidonada autoinfligida, su escudo protector infalible; con él pretendía engañar a la gente y hacer creer que seguía manteniendo su estatus de lobo solitario impoluto.
Se había dejado encendida la televisión. ¿Se habría topado con aquél tipo la noche anterior? Es extraño, no es una persona que suela levantarse con la caja tonta. La apagó de inmediato. Olvidó que quería consultar la previsión del tiempo. Se duchó a regañadientes, ya que semejante cosa significaba que la mañana comenzaba a esfumarse. Sentía una gran pereza al pensar en máquinas, pesas y cintas de correr. Odiaba sentirse como una cobaya de laboratorio sólo para poder dormir un poco mejor por la noche e ir más veces de vientre.
Una vez en la sala, todos comentaban lo del premio. 'Ha tocado en el pueblo'. '¿Se sabe quién ha sido?'. Las peluquerías estaban a rebosar, en el mercado no se hablaba de otra cosa.
Estaba exhausto después de 45 minutos de ejercicio cardiovascular. Maldijo los primeros quince minutos porque se había olvidado el iPod y no encontraba el ritmo. Sudaba como un cerdo. Se fue corriendo hacia el vestuario, recogió sus pertenencias y salió a toda leche de allí, no sin antes escuchar de fondo un '... ese tiene la vida solucionada...'. Volvió a meterse en la ducha, su fiel compañera no salió a recibirle. La casa estaba fría pese a que el invierno se estaba haciendo de rogar. Se untó bien el cuerpo con aquél body milk que tanto le gusta, uno con extracto de papaya y algas. El agua corría por su erguida cara y buscaba la manera para que le tapara los oídos; de una forma intermitente pero muy agradable, disfrutaba de una sensación de libertad alejada del murmullo constante, bañada por el elixir más sagrado y característico de nuestro planeta.
Eran casi las dos pero parecían las tres. El sol no estaba muy alto y no tenía mucha hambre. Comió sin ganas y se quedó dormido en el sofá antes de fumarse el cigarrillo habitual. Encendió la televisión, y al momento advirtió la silueta del edificio que identifica a su localidad natal. Hablaban de la lotería europea. Saltó del sofá como un resorte. Comprobó su boleto en el móvil, por si acaso, pero nadie le había llamado. No encontraba su cartera ni el resguardo. Se quedó petrificado. Tenía un pálpito. ¿Había soñado que le tocaba la lotería europea? Llamaron a la puerta. Era el borracho del pueblo. Sería imposible esquivarlo. 'Qué quieres'. 'He encontrado tu cartera en la calle'. '¿Mi cartera?' Bajó las escaleras a toda prisa y allí estaban los dos: el borracho y la cartera, ambos sostenidos por un asqueroso brazo.
La pequeña Chloe empezó a ladrar de inmediato. Los dos hombres discutían. Le conminó a quedarse con el metálico y a olvidarse del asunto. 'Subamos, te invito a una copa'. Ambos se miraban con el rabillo del ojo. La resaca había desaparecido por completo, sustituída por un nerviosismo generalizado y una falta de oxígeno preocupante. El borrachuzo trataba de chantajearle mientras él sólo pensaba en recuperar su boleto a toda costa. No quedaba alcohol en el mueble-bar. Ambos se quedaron atónitos al descubrirlo, el borracho sobre todo. No decidió darle más cancha al estupor generalizado y se abalanzó sobre el repugnante personaje con un grito de guerra, cual animal enjaulado. Al caer -el borracho no llegó ni siquiera a zafarse-, entendió que su oponente se había golpeado la cabeza con el bordillo de la maciza mesa de roble del comedor. Murió en el acto, pero de eso no se percató hasta la quincuagésima cuchillada.
Con la ropa ensangrentada y un vigor renovado a la par que triunfante, le arrancó la cartera de su mano pegajosa e inerte. Sacó el boleto de la lotería europea, pero los números diferían sustancialmente de los que tenía en la cabeza.
Parecía un día normal, la noche anterior incluso había soñado que le tocaba la lotería.
Tenía demasiado tiempo libre.


miércoles, 30 de noviembre de 2011

HORIZONTES 2: LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS (46.171)

En esta segunda parte de la ambiciosa serie de escritos que miran al futuro y que titulo ‘Horizontes’, me dispongo a relatar la referente al trabajo y a la idea laboral que debería tener a estas alturas.
¿Cuál es mi profesión? ¿Qué coño he estado haciendo hasta ahora? Dos preguntas que me persiguen desde que alcancé la mayoría de edad; partiendo de una apreciación errónea nacen la confusión y los delirios magnánimos, partes desperdigadas de un todo inexorablemente imperturbable como el avión que se ve forzado a realizar un aterrizaje de emergencia.
Nunca supe realmente lo que había que hacer. No nací con el libro de instrucciones actualizado; la versión más antigua y delicada, dentro del entorno adecuado, hubiese podido bastar para los niveles de rectitud demandados, pero el riesgo de formar a futuros psicópatas no entraba en los planes de nadie, así que tuve que improvisar. Todavía lamento las consecuencias de aquella elección.
Me convertí en un fantasma. Perdí la ilusión. Me mudé más de una vez, pero la ciudad no estaba hecha para mí. Sentía el tormento del espíritu machacándome una y otra vez -buscando refugio en una falsa espiritualidad, explorando sórdidos submundos- mientras veía a la gente pasar y chocar y no llegar a nada. Desplacé el centro gravitatorio elemental hacia un ensimismamiento ignoto que resultó ser excesivo para mis capacidades, cosa que nunca he acabado de superar y que me carcome día tras día (todavía).
Lo de fichar e ir cada día al trabajo, a dos meses de cumplir 32 años, me sigue pareciendo una quimera. Debiera encontrar cierta estabilidad persiguiendo lo único que me separaba de la gente, mi escalón perdido particular. Pero la negación, seguida de una constante catarsis, jamás se convertía en afirmación positiva; empeñado en vivir de noche, al consagrar mis actos a un objetivo de mayor calado, topé con el infranqueable muro del desasosiego. Probablemente no sea una cuestión de lógica pura a estas alturas, pero nada parece ir en dirección opuesta, al menos no de momento. Si fuera un problema de esperanza, ya habría bajado la persiana.
La verdad es que no me veo dirigiendo el tráfico. Lo he intentado, pero sigo sin estar preparado. Es una realidad que he ido alargando año tras año, como si pretendiera huir de mi destino, del camino que esbocé erráticamente hace más de diez años. Sigo cabalgando entre la duda y el deseo irrefrenable mientras busco consuelo en el ocaso y, cuando todos duermen, salgo a la caza y captura de un nuevo sino, luchando por no permanecer anclado en la idea de una vida mejor que, en realidad, ya he logrado alcanzar.
Es inevitable ver planear a la incertidumbre con frecuencia. La línea que separa las decisiones buenas de las malas es tan delgada que apenas puede distinguirse; la inseguridad que provoca el no saber, justo cuando todos juegan a no perderse, pudo ser combatida antaño. Hoy sólo responde a intereses que se me escapan, como una retahíla que retumba por las mañanas y hace que me levante con muy mala leche.
No sé cuál es mi profesión ni si seguiré mucho tiempo aquí, pero el reloj no marca las horas de despegue ni funciona en consonancia con el cambio de estación. El mundo que conocemos se rige inevitablemente por los patrones del dinero y un consumismo abigarrado. ¿Debería aspirar a una plaza? ¿Es posible que lo que me esté alimentando pueda originar una desgracia? Ya lo dijo mi padre en aquella época: ‘Eres un vago, que te levantas a las 10 de la mañana porque antes no puedes’. No he podido rebatirle nunca, sometido de por vida a los propósitos de una crueldad largamente inmerecida. Supongo que no estoy lejos de la oveja descarriada, ya que sigo esperando no sé muy bien qué.
Como suelo llegar tarde, quizás sólo sea cuestión de días, o puede que de meses.
Pura improvisación.

martes, 15 de noviembre de 2011

HORIZONTES: DE AMIGOS Y MENTIRAS (1ª PARTE)


No soy capaz de vislumbrar nada más allá de hoy pese a que me organice el tiempo por semanas ya desde hace mucho, sobre todo gracias a mi agenda moleskine anual. Sin embargo, lo que principalmente pretendo en esta serie de escritos que titulo 'Horizontes', es plantear mi visión sobre el futuro más inmediato con el más lejano en perspectiva.
En este primer bloque, debería abordar el tema de la amistad y los viejos mitos con simpleza introspectiva –producto de una tendencia claramente definida- pero se me antoja imposible, como igual de complicado sería restarle importancia a temas que se ven abocados a terrenos pantanosos (tras una larga caminata por arenas movedizas).
Laura es la que mejor podría ilustrar esta situación que me dispongo a relatar. Ella asiste desde fuera, y extraña la absoluta clarividencia con la que trata tan espinoso tema: sin distancia apenas –la objetividad no es patrón bajo mi techo- pero con la ingenuidad de la que se sabe nueva en estas lides, es capaz de sentenciar en una sola frase años enteros dedicados a la cuestión. En una conversación casual con sus amigos, le oí decir la palabra ‘secta’ al referirse a nosotros como grupo, y lo hizo sin ningún pudor. Como espectador puro, y tras el encuentro del Día de los Muertos en el hostal del campo, llegué a no pocas conclusiones harto dolorosas que desmitificarían todo lo vivido.
No tenemos recuerdos nuevos. Nos unen los viejos, los encargados de, curiosamente, recordarnos a nosotros mismos como entes particulares dentro de un todo. Teníamos un piso, uno que prácticamente usábamos como local social. Cada uno tiene su propia idea sobre lo que pasó allí a lo largo de los años, yo tengo la mía. Para mi fue un punto y aparte en lo que respecta a la comprensión del mundo tal y como lo contemplamos hoy. Destacaría el humo de la herramienta y puede que la gran explosión de 2003. Tengo fotogramas clarísimos de lo que pasó aquél día, el día que acabé explotando.
Ellos nunca se han ido, siempre han estado ahí. Pero ahora la cosa es diferente. Con los gemelos, otro en camino y cuarenta kilómetros de distancia, la cosa se complica. Hay menos ganas de hacer lo que solíamos y el cuerpo ya no acompaña. Cuesta más dar el brazo a torcer: las prioridades han cambiado. ¿Cómo sobrellevar eso? Es ley de vida, oigo, pero aquél nexo que rozaba lo psicopático, junto con la distancia -o lejanía, según se mire-, rechaza cualquier excusa barata para ampararse directamente en los cánones de una mediocridad acomodada. Si no nos vemos es porque no queremos.
¿Cómo acostumbrarse? Conllevaría aceptar de buen grado que el tiempo nos vence irremediablemente, que no tenemos facilidad para adaptarnos al cambio y, sobre todo, que no sabemos cómo hay que madurar. No es lo mismo asumir algo con previa concienciación (macerado en la impecable barrica de roble) que encontrarte una avalancha en la fría montaña sin comerlo ni beberlo así de repente. El tiempo, ese enemigo implacable, se encarga de echarnos un cable muy de vez en cuando; la experiencia acumulada ayuda a superar traumas y los efectos devastadores de algunas tormentas, pero no te enseña a procesar fácilmente los cambios ni a envejecer con dignidad.
Una de las mentiras más habituales sobre la amistad es la que excluye al grupo del resto del mundo. Reconocí ésa como nuestra máxima debilidad casi desde el principio, pero la energía era demasiado poderosa; la fuerza que se originaba en el interior nos aislaba de la sociedad y ayudaba a formar  futuros degenerados y lazos eternos, pero también creaba un lenguaje y un folclore que sólo nosotros podíamos descifrar, puesto que el resto de la gente era idiota. Buscamos un par de referentes claros, cogimos un poco de aquí y algo de allá, refinamos nuestros caracteres y al carajo, objetivo conseguido. Habíamos creado un puto clan.
De todo aquello hoy no queda mucho. Todos tenemos un plan, y aquél perteneció, en parte, a una época más temprana. E importante, probablemente la que más; según el proceso, hoy somos como una especie de matrimonio polígamo que celebra sus bodas de porcelana entre el recelo y las experiencias compartidas, fórmula que nos permite mirar hacia adelante con orgullo y responsabilidad pase lo que pase.
Fuera de la banda, que son con los que comparto mi puesta a punto, existen algunos seres imprescindibles que no pienso menospreciar nunca. Uno de ellos consiguió que dejara de escucharme el día que me lo echó en cara y empezase a mirar a mi alrededor. Como buen talibán nacido, sin su ayuda no hubiese sido posible percatarse del sentido negativo del sectarismo latente; dentro de ese espectro, quizá un poco más amplio, confidentes pasados y algún que otro barceloní pululan por mi círculo de vez en cuando. Si por mi fuera, no tendría inconveniente en que siguieran aquí al lado toda la vida, pues la mayoría me tele-transportan al origen de la persona que ha ido mutando hasta el momento de escribir estas líneas.
Es un error pensar lo poco que nos queda sólo en pareja o con familia según cada uno. No por dejadez amanece más pronto, ni tampoco se cuentan los segundos mejor con escasez de miras. No nos queda mucho, y podría llegar a ser bastante inútil admirar y atender con premura, ciertamente, pero ni tan siquiera el ermitaño desea el retiro a tiempo completo porque es insustancial al género humano. ¿Qué diablos haríamos en la artificialidad de la soledad? Hay que dejar atrás rencores y malas influencias para reflexionar un momento y no perder ni un instante en lamentos y balas perdidas. Tú sabes quién está y quién seguirá ahí llegada la hora.
La amistad es la razón desprotegida por el ocio. Los amigos se cuecen en las entrañas. Aprendo de ellos como espero que ellos lo hagan de mi pero sin esperarlo absurdamente a cambio. Pueden ser sustitutivos de familiares o incluso de órganos o músculos del cuerpo humano. Tener un amigo significa confiar, algo no compatible con la muchedumbre ni con los mil ‘conocidos’ que te vas encontrando. Puede que un amigo no porte tu misma sangre (ritos aparte), pero sí que puede decirte quién eres y hacia dónde vas.
Y eso no se puede perder jamás, aunque no sea capaz de vislumbrar nada más allá de esta lluviosa noche de otoño.