viernes, 24 de septiembre de 2010

TURISTAS ACCIDENTALES


¿Dónde estaba Wally?
He perdido la quintaesencia del sacrificio y el miedo al delirio, pero eso no me convierte en un ser convencional.
Fui un turista de la soledad apelmazado al que le inocularon un peligroso virus, y he tardado treinta años en encontrar el antídoto. Treinta que nunca son muchos, si la dicha es buena.
Me veía paseando entre las multitudes de la capital de turno evitando el roce y el aliento ajenos analizando cada paso, cada mirada y cada segundo transcurrido con mi Casio F-91W ese feo -recuperado por el 'fashionvictimismo' actual-, renegando del dichoso teléfono {de la misma manera que el que reniega hoy del facebook y de las múltiples posibilidades que ofrece el mundo virtual} y del agradable placer de la compañía humana.
Sin embargo, mi cámara de fotos siempre estaba en estado de espera y no gozaba de una auténtica libertad de movimientos, por lo que la naturaleza cíclica de las cosas jugaba a rebelarse a través del citado germen.
No es que no quisiera ser convencional, ya que en realidad ansiaba todos estos placeres que parecían escabullírseme siempre, y yo, como decía, lo achacaba a los defectos de la Gran Obra. Pero todo depende de cómo se lea el guión, de cómo se interprete el hecho de buscar la Piedra Filosofal.
No juzgando los caprichos del destino y por más que buscase y viajase, he llegado a concretar la visita sin antecedentes de interés, de modo que la pérdida, en este viaje, ha resultado ser de lo más banal (ya que no era real). En cuanto se me reveló la verdad, supe que era eso lo que daba y daría sentido a mi existencia. Había hallado el enclave exacto: todo lo demás se explicaría a partir de ese punto {incluyendo ese pasado que cito y las recetas mal entendidas y peor ejecutadas}. De la concepción del Tiempo es difícil librarse, así que tampoco vale la pena incidir en lo de la treintena, pero sí en querer continuar cerca de ciertos postulados herméticos tras la espectacular eclosión que tuvo lugar hace casi seis meses.
Volveré a hacer turismo y a visitar todos aquellos lugares que circunden nuestro mundo, pero esta vez no estaré solo y no será demasiado difícil reconocerme en ellos.

lunes, 30 de agosto de 2010

PSICOPATOLOGÍA

Tengo unas ganas enormes de matar a alguien.




Matar a algún hijo de puta, a uno de esos cabrones que te putean cuando tú no puedes responder. Jodidas ratas.


Me quedan casi tres horas. Estoy tan cansado de esperar a que pase algo que creo que me va a estallar la puta cabeza.


Qué ganas tengo de matar a alguien. Todo me molesta. Todos me molestan. ¿Quién me alivia esta psicopatología hecha brote?


Se las saben todas. Haz que me lleven a casa, me dice el hijo de la gran puta. Que te jodan, gilipollas de mierda, pienso. Miro alevosamente y con el máximo desdén posible. Puto parias. Suelto tres o cuatro palabras clave en voz alta, para que quede bien claro. Pero la razón escapa a aquél que sólo busca trampear por sistema. Te he pillado, pedazo de mierda. Reconozco tu mascarada a kilómetros de distancia, pero tú insistes igual. No te importa lo más mínimo. Patético. ¿A eso lo llamas ‘necesidad’?


Qué ganas tengo de matar a alguien. Tú y yo funcionamos diferente. Mi mujer dice que, a veces, le entran unas ganas locas de apuntar con una pistola a alguien. A alguien que se lo merezca, naturalmente. Apuntar y disparar, debo precisar. Arrancar la vida de cuajo. Jugar a ser Dios.


Qué hijo de puta. Te las das de listo y eres un puto tirado. Joder, si por mi fuera te rajaba el cuello de oreja a oreja. Puta mierda. La gente es estúpida. Como diría Casillas, yo lo flipo. Dan ganas de agarrarte por el pescuezo y sacarte toda tu estupidez a hostias.


La incultura engendra violencia, pero la violencia cultivada es mucho peor. Siempre que la razón escape al intelecto. Lamentablemente ocurre en demasiadas ocasiones, en demasiados grupos de gente. Lo más inteligente no es quedarse parado, Mahatma. A tomar por el culo. Aquellos putos cabrones que demuestren semejante desfachatez deberán rendir cuentas. Alguien tiene que abrirles los ojos. Juez y verdugo. Jodida chusma de mierda. ¿De qué tú eres mejor que yo? No me hagas reír, caraculo, que te reviento la cabeza. Tu demostración pública no funciona para conmigo. Estás haciendo el ridículo. Mírame a la cara. ¿A que te resulta incómodo?


Estás pintao.


Ya me queda poco.


Pero me muero de ganas de matar a alguien, joder.


sábado, 28 de agosto de 2010

HORAS DEL DESIERTO

Las horas están contadas.
El verano muere matando en lo alto de una duna dibujada a cuatro manos con el teclado habitual.
Sólo dos días para finiquitar aquellas largas travesías por el desierto en las que no tuve más remedio que quedar a merced de los elementos, aunque de pequeño aprendiera que un saludo cordial no tiene porque trasladarme a un oasis. Instalado en el vergel del elíseo {en los extramuros}, nunca he mirado directamente a los ojos, y espero que siga así.
La fuente de la que brotó aquél generoso licor permanece inalterada. Alta graduación en una añada sin precedentes. No es un espejismo. Puro fuego abrasador en un terreno yermo en apariencia.
La Naturaleza es eterna debido a que carece de conciencia de sí misma. Ella no necesita mucho para entenderlo todo y saber de lo que hablo. Parece que camina un pasito por delante de toda la comitiva; es una suerte no tener que asaltar el convoy para impresionarla ni liberar a los esclavos, ya que se desenvuelve maravillosamente bien en cualquier terreno {por abrupto o impío que sea}. La suerte está echada: nunca hubo noticias de un enclave similar.
Pese a la falta de honra, espero no abusar de las mismas atenciones que exige un éxodo a campo abierto o un destierro involuntario: sentido común, disciplina y mucho celo. Un precio nada desorbitado teniendo en cuenta los atenuantes, mientras cuento los segundos que paso esperando a que llegue la lotería de los viernes.
Pero las horas están contadas.
Y ya sólo me quedan dos días en el extrarradio del Tao.

jueves, 19 de agosto de 2010

domingo, 15 de agosto de 2010

DEMASIADAS NOCHES (DE MOMENTO, ONCE DE CATORCE)

La noche es para dormir. O, si se tercia, para emborracharse.

A estas alturas, me hago cruces con la misma inercia con la que tecleo una visita, respondo a la siguiente llamada o intento solucionar cualquier problema de mierda (a cada cual más estúpido e inoportuno).

He perdido la cuenta, no puedo pensar con claridad. Cuando lo hago, un río de billetes verdes inunda mi sistema límbico. Sólo sé que ya llevo demasiado tiempo aquí.

Y ya no me quedan más muecas en mi disfraz.


sábado, 7 de agosto de 2010

NUEVO ORDEN MUNDIAL

Hay procesos que, una vez iniciados, no se pueden detener. Un acontecimiento concreto será el encargado de acelerar o marcar el cambio delimitándolo, como en el caso del asesinato del archiduque de Austria en Sarajevo.
Así es como se escribe y como se ha escrito siempre, pero... ¿cómo puedes llegar a tener consciencia de que estás metido de lleno en uno?
En un momento único y diferenciado. Y antes del hecho concreto, antes de que se encienda la luz de alarma. Por una vez estaría bien poder tomar decisiones a sabiendas de lo que hay, me dijeron ingenuamente.
A veces es como oír una palabra concreta -puede que dicha por una voz cercana-, que resuena como un eco extraño, lejano, como si fuera imposible descifrar el código que se le supone: Pan es 'alimento' a la vez que el nombre del antiguo Dios griego de los payeses, pero si la escuchas detenidamente, esta palabra no significa un carajo. Alguno pensará que eso tiene un nombre: accidente vascular cerebral transitorio. Vuelvo a nadar más lejos de la realidad; es como si llevara allí toda la eternidad y no tuviese que significar un carajo, ya que no hay nada que no acabe cayendo por su propio peso y el que es malo, en el infierno acaba. Ningún término médico puede explicar eso.
A estas alturas, debería ser capaz de volver a darle otra media vuelta de tuerca para poder compartirlo todo, absolutamente todo. Y pese a que lleve tanto tiempo aquí fuera, en la puerta, tanto que ya ni siquiera recuerde cuál era el jodido detonante.
La cuestión es que he llegado a un punto en el que necesito que haya cierto retorno. O posibilidad de retorno mejor. Me duele pensar que, desde hace algún tiempo y en adelante, sea incapaz de abrir un puto libro. Estoy perdiendo vocabulario. Memoria. Recursos. No puedo ni cantarle al oído aquella melodía tan sobada. ¿Son cosas que quedaron atrás? Yo lo vengo achacando a la pérdida de la capacidad de concentración y me pregunto por ello, pero ya no me quedan asuntos por resolver ni me asusta ninguna Gran Guerra, por lo que sé que lo tengo claramente coloreado.
No quiero volver a ser la persona que era entonces. Además, eso es imposible y ni siquiera lo pretendo. Si miras atrás es porque no te gusta lo de hoy o porque estás cagado de miedo, chaval. La verdad es que no veo más allá ni escucho esa pesada voz, y lo que tradicionalmente me ha parecido simple, hoy me resulta mucho más atractivo y adecuado. Después de todo, quizá no sea capaz de hacer dos cosas a la vez. Será que estamos asistiendo ante un Nuevo Orden Mundial, pero ya que pasaba por aquí parafraseando a Lampedusa, algo tendré que cambiar para que todo siga igual (de bonito). No necesito acicate alguno para darme cuenta de que estoy viviendo una época dorada {porque es así como me hace sentir ella}, comprobando día tras día que es así como hay que vivir, y que no hay huecos permeables a los que les cueste poco sentirse reemplazables.
Mantener ese estatus junto al caudal del mismo río como un butrón en mi memoria, pasa a ser un asunto de prioridad total y absoluta, ya que no puedo ni quiero asaltar el bajel que recién atracó en Nueva España.

viernes, 23 de julio de 2010

AMADA DEPENDENCIA (BIEN ENTENDIDA)

Hoy me he levantado con el nombre de Walter Riso en mi cabeza, sobre todo en aquél libro suyo, Amar o Depender. También he soñado con Thomas Müller, pero eso ya es otro tema que tiene que ver más con el calciomercato que otra cosa.
Nunca llegué a leerlo, pero sí que me quedé con la idea de los vampiros emocionales, una raza peligrosa de cojones. Seguramente no iba de eso, pero tampoco voy a averiguarlo. La cuestión es que todos y cada uno de nosotros sabe perfectamente a qué tipo de gente hemos podido estar expuestos en algún momento de nuestras vidas.
Siempre he pensado que esa gente tiene que recibir su merecido o, como mínimo, sonrojarles, hacerles ver qué clase de personas son (Justicia de la Conciencia). Porque si no, pensarán que no les cuesta nada salirse con la suya y volverán a matar impunemente, aprovechándose cruelmente de la debilidad del prójimo. Y eso, amigo mío, no se puede consentir. Alguien tiene que pararles los pies.
En pareja o en una relación amorosa, sentirse dependiente (que vas a destiempo) y comprobar que la otra persona, la persona que tú amas, se aprovecha de ello. Alguien dirá: 'será que no te quería del mismo modo'. 'Siempre puedes elegir', dirá otro. Pero es un tema de frecuencias y niveles de intensidad. Incluso puede que tú hayas sido uno de esos vampiros también. Porque cada persona que te encuentras en la vida está marcada por un momento emocional y un contexto. Y al inrevés. No se puede explicar la obra de Lorca sin entender la época que le tocó vivir. Entonces... ¿qué diablos pasa con la idea romántica del amor? Amor incondicional total. ¿Se puede llegar a ese punto?
No creo en la suerte. En la suerte de encontrarte a alguien en el momento adecuado y en el lugar exacto. Hay que persistir o saber abandonar el barco a tiempo. ¿Cómo se consigue eso? Con el tiempo, quitándole hierro a todo, incluso a tí mismo. Sobre todo a tí mismo. No esperando a que aparezca ningún redentor.
Respecto a las situaciones de poder, hay que saber gestionarlas. Si no te interesa, lárgate antes de que el diablo sepa que estás disponible. Para que eso no ocurra, un principio puro es la base de todo buen puerto. La sinceridad. La confianza. Valores difíciles de compartir por el miedo a quedar al descubierto y con el culo al aire. Prolongar esas sensaciones, junto con cierta vulnerabilidad que se les supone, parece casi imposible. Yo lo estoy logrando.
Pese a todo, a veces me pregunto cuál es la frontera entre amar o depender. ¿Qué diablos significa amar? ¿Hay algún manual para eso? Un día te despiertas al mediodía y descubres que tu primer pensamiento es ella. La llamas. Y así día tras día, sumando momentos, sumando tiempo. No ha habido ni un solo día en que no la hayas encontrado o sentido de alguna manera, y, de ahí, inevitablemente te vas al desastre. Sientes miedo. Miedo a la soledad, al desamparo, a caer otra vez al maldito pozo oscuro de siempre. No puedes obviarlo porque forma parte de tí, aunque tampoco te impide disfrutar el momento en todo su esplendor, cosa que te corroe sobremanera.
No creí que esa idea, la del amor romántico, estuviese hecha para mí, la verdad es que no. Sigo, otras muchas veces, esperando mantenerme fiel conmigo mismo y no errar el camino. Incluso ni se discute el trecho recorrido, ni el que queda por recorrer.
Estamos a finales de julio y ya estoy bastante bronceado, aunque tenga mi ordenador en el taller todavía. Hay mucho en juego, pero por primera vez, no me importa reconocer que aquella pesadilla era muy real: la vida está hecha para vivirla con otra persona, y, depender amando y ser correspondido, un lujo güeno al que someterse sin pensar en qué cojones vas a perder.