Te has pasado los casi treinta y dos años de tu existencia peleando por tu identidad y me pregunto, dime por favor, que qué diablos debes ver ahora, que yo me vi reflejado en tu terquedad.
Eras prisionero de una condición alienante sin que tuviera que ver contigo mientras yo me preguntaba, una y otra vez, que qué carajo estarías viendo, que nosotros nos estábamos yendo.
Ocultado entre las sombras de una represión tan silenciosa como letal el ninguneo de tus cercanos fue, de repente -en serio-, dime qué demonios has visto durante estos últimos años. Hazme partícipe de tus nuevos ojos sin venda, o de tus viejos anhelos en mi ceguera tan cargada de arrepentimiento como impedida y, de paso, saluda a tu insularidad cautiva.
Vuelve, dime quién eres. Y qué diablos ves.
lunes, 21 de julio de 2014
sábado, 19 de julio de 2014
CANÇÓ EN ITALIÀ PER A QUE LA CANTI LA SÍLVIA PÉREZ CRUZ AQUESTA NIT A SANT FELIU DE GUÍXOLS
Mentre apurem les últimes hores de sol i platja de les primeres vacances, les Pitiüses queden tan lluny com la humanitat vulnerable de la pel.lícula "Her" i l'últim reducte de la veu propera i capaç de la Sílvia Pérez Cruz, per a la qual he escrit una cançó en italià (ja que, si no m'erro, no en té cap en aquest idioma), pensada amb aquells instruments de corda del sud; *
IO SOGNO
Io sogno in un mare di speranza
Io sogno in un mondo pieno di sorrisi
In un paese senza nessuna distanza
dove il cielo non ci lasci senza latitanza;
Io sogno con i miei mentre gioccano, vicini
Io sogno, a volte, con quel vecchietto
simbolo della purezza delle crisi, zio mio, cammini;
Io sognavo ed il bimbo mi guardava
con gli occhi liberi di colpa, con troppo rispetto.
Io sogno in un mare di pipistrelli
Io sogno in un mondo di colore
Non molto lontano dagli aneli
(di quelli)
dove il cielo e l'anima fossero mille ore.
*Inacabat (perdoneu lo cursi i allò incomprensible i la falta de recursos aquí a la platja no eivissenca).
sábado, 5 de julio de 2014
CONFLICTO INTELECTUAL
El problema de mi reinserción social es que entra en conflicto con una firme voluntad de recuperar, al mismo tiempo, parte de mi vida espiritual e intelectual.
He probado en verme mirándome en muchas bodas. Acontecimientos, en su mayoría, acumulados en los últimos cinco años, como tantas otras cosas que tardé demasiado en hacer (conducir, comprarme unos zapatos, ser adulto); y en esas celebraciones ajenas a mi estropicio, en todas ellas, encontraba un motivo para insuflar aire al personaje que con tanto mimo creé al repetir curso en el instituto hace ya tantos años.
El Mundial de fútbol nos dejó sin aliento pronto, a la segunda de hecho, y en el descanso del día aciago de Chile me llamó mi amigo noruego K. para preguntarme que qué pasaba; míster Potato no ha sabido verlo, le dije, no lo entiendo. Tienes que creer, me dijo en su español de las noches alcoholizadas, como nuestra filosofía, you know.
Esta última referencia me dio que pensar tras el más dura será la caída de rigor; teníamos una frase que era como nuestro emblema, versaba sobre cómo afrontar la vida y, resumiendo para no alargarlo, hacia hincapié en la futilidad de lo prohibido. La sensación era muy positiva y, pese a la contundente eliminación tempranera, me sobrevino un soplo de energía luminosa y concluyente al percibir la playa cerca.
Holidays, bitch. Las medidas que había adoptado no me habían alejado de X. y A., como solía pensar -aquel barco zarpó en buena hora-, era solo que seguía siendo incapaz de valorar lo suficiente las decisiones que tomé en su momento. Como dice Saviano en su CeroCeroCero, 'una elección siempre trasciende el cálculo, extrae fuerza e inevitabilidad de su zona ciega. No sabes nunca hasta qué punto lo pagas. No sabes cómo serás capaz de mantenerla, día tras día. No entiendes realmente lo que estás haciendo, lo que ya has hecho.' Qué sabrían las Pitiusas...
Lo peor fue tener que hacer el DNI de mi hijo. Tuve que ir, en el primer round, a las ocho de la mañana. La cola daba la vuelta a la calle, si bien no fue suficiente: al llegar a la puerta, un policía hipervitaminado e hipercafeinado ejercía su papel de pésimo relaciones públicas con absoluta crueldad y menosprecio. Puede que piense que, sea como fuere, su puesto ha de ser ingrato y, como tal, asume su rol de villano de la función con tanta naturalidad que haga que uno no se crea con derecho a réplica ni mucho menos: 'Aquí hay gente que se espera desde la 1, no podemos diferenciar', le digo, 'nos hemos quedado cuatro sin número, no podría hacer una excepción?' 'Aquí tratamos a todos de igual', de manual: 'Si fuera así no haría falta diferenciar respecto a los que han llegado a la una, no?' 'Oiga yo le he hablado de usted, así que haga el favor...', y se contoneaba buscando a quién más repeler mientras yo pensaba 'pero si yo no te he tuteado' como un tonto.
Me fui a casa con un cabreo monumental y con el rabo entre las piernas. L. incluso pensó que le había dicho de todo al tipo, cuando no convenía si iba a volver a la mañana siguiente; el segundo round fue distinto, ya que decidí llegar a la puta cola a las putas 7. Dos horas de espera con un frío impropio de julio y mucho Saviano entre legañas. Amistad surgida entre los asistentes, sufridores todos de un sistema extraño y diferenciador, aglutinador de extranjeros, nacionales, fumadores, gente con un cuestionable sentido de la higiene; buscadores de deneís y pasaportes y permisos y papeles y alguna mierda burocrática ininteligible supuesta más.
Acabé el trámite a las doce del mediodía y todavía tuve que aguantar frases de fondo como 'cuánta educación falta hoy en día ', y que el sbirro me reconociera 'veo que ya tiene usted número, vino ayer verdad?' o 'no le he dicho nada antes pero en el pasillo no pueden jugar los niños' y, yo, sufriendo las gotas de sudor frío cayendo por mi frente, amparándome en la pequeña Malak mientras me contaba su vida y el cómo se había abierto la cabeza en las sillas de espera cuando era pequeña -tiene 6 años i mig- en un catalán-casi-castellano-medio árabe de lo más gracioso e ingenuo, tratando de localizar visualmente a sus padres y escuchando de esquinillas, deseando largarme de aquel puto lugar y empezar mis vacaciones de una vez aunque el conflicto auténtico estuviera servido. Necesitaba un beach club para resarcirme.*
*Escrito desde el teléfono en unas condiciones inadecuadas.
miércoles, 18 de junio de 2014
MUNDIAL 2014: GRANDI SUCCESSI (BATIR AL CAMPEÓN)
Antes de irme a vivir a Italia -después del verano de 2006- hice una búsqueda musical para meterme en el papel y empezar a ejercitar el oído y, entre otros que luego fueron importantes como Negramaro, me topé con un disco de Jarabedepalo titulado Grandi Successi?, así, con el interrogante.
Pensé... ¿se están riendo de ellos? Era un Grandes Éxitos versionado pero con una duda ahí en medio que no sabía si venía del grupo (¿titulado por ellos con o sin ironía?) o de la edición italiana con o sin (mala) intención. Nunca lo comprobé y el tiempo no ayudó a mejorar la imagen de grupo-llamarada-repetitivo-muerto-sin ideas que resta en el imaginario popular, si bien acabé llegando a pensar que al bueno de Pau Donés, su líder, le importaba más bien poco todo lo que se dijera sobre él o su banda tras no poder repetir, con los años, el éxito fulgurante y atronador de La Flaca (inundando de esta manera el verano del 97 y parte de 1998).La Roja, en cambio, no es como una llamarada. No es flor de un día. Su éxito se alarga desde 2008 y ha sido incontestable e inspirador. Su fútbol, basado en el tiki-taka o el toque, ha pasado por encima del físico con absoluta convicción, dejando en evidencia que lo estético puede superar a lo práctico y que los títulos y el prestigio no vienen garantizados por el uso de tácticas ultra defensivas ni por jugadores poco dotados técnicamente.
Los logros de la Selección Española de Fútbol han pasado a formar parte de la historia tras conseguir dos Eurocopas seguidas (2008-20012) y el Mundial de 2010. Nunca nadie había logrado semejante hazaña, convirtiendo así al equipo en leyenda viva y registro para los anales y nuestros anhelantes sueños desde la infancia más ingenua hasta el codazo de Tassotti y el consiguiente despertar, catorce años después, tras el penalti de Cesc Fábregas ante l'Azzurra y la maldición de cuartos hecha añicos.
Suena a despedida y un tanto ceremonioso pero no pretendo escurrir el bulto. No has leído una introducción tan pomposa para nada; no intentaré defender un modelo que ha funcionado claramente y que, en apariencia y según proponen algunos, podría estar tocando a su fin. En cuanto a la lista de 23, la no presencia de Callejón y Llorente, por las variantes que ofrecían, me parecían los únicos contratiempos, junto con algún puñal de banda sin Navas lesionado, ya que la carrera de Villa y Torres estaban bajo mínimos. No obstante, la plantilla es tan amplia como estupenda es la generación de futbolistas que la precede y la que la continuará (a nivel nacional con una cantera de talentos inagotable). La verdadera cuestión, lo que está en duda, es el cómo. Los jugones, que han marcado una época y nos han hecho grandes, están ahora en duda; debe ser más fácil ponerlo todo en manos de terroneros, auténticos soldados universales dispuestos a todo (libros de estilo de Mourinho y Scolari, para entendernos). La ausencia de movilidad, presión y, qué cojones, el correr, quiere sentenciar el juego combinativo que deviene de la acumulación de centrocampistas en la parcela ancha del campo, enterrando así a una de las mejores rachas de la historia y mostrando una nula y extraña capacidad de reacción ante los nuevos retos.
¿Hay falta de hambre, de ganas de conseguir más títulos y fama? ¿Puede un deportista profesional bajar el nivel debido a la falta de interés o a la costumbre? ¿Por qué los centrocampistas no corren ni pelean? ¿Es tema ciclotímico? Decíamos, sobre del Bosque, que a él no le pasaría lo mismo que al Barça (desgaste y nula capacidad de reacción en lo previsible), que sabría cómo mitigar los daños de un sistema oxidado y previsible (valga la redundancia). Que el doble pivote sería lo que el muro para el Castillo Negro: una barrera infranqueable. Que los jugadores del Madrid y del Atleti darían solidez al débil triángulo Busquets-Xavi-Iniesta. Que un Sergio Ramos en plenitud sería imposible de desbordar. Pero no.
Hablo de fútbol. Estamos en 2014 y se está disputando el Mundial de Brasil, el del despilfarro y las desigualdades, el de Neymar y el balón Brazuca. Han empezado los segundos partidos de la fase de grupos y apenas han habido sorpresas excepto la del segundo día: España cayó goleada y humillada por Holanda 1 a 5, dejando una imagen pésima y una sospecha puesta mucho más que en solfa. De ahí y del Barça de los últimos dos años vienen estas líneas mientras planea un se veía venir en el ambiente; Mourinho se cargó a Casillas psicológicamente y Xavi ya no está para grandes batallas y ya tenemos todos los ingredientes en la marmita. ¿Se acabó, pues?
Hoy, la Roja, se juega su camino ante otra roja, la rocosa chilena. Ganar dos Mundiales seguidos sería mucho más que épico y, no se me caen los anillos mientras lo escribo, así pensé que pasaría, todavía ahora lo pienso.
No es una cuestión de falta de confianza en los jugadores. Tampoco me pregunto si, en verdad, hay que pegársela de veras para reaccionar y regenerar el equipo desde las bases. Si el seleccionador ha perdido esa chispa que le hacía ver las cosas antes de que pasaran. Ni sobre una muerte digna. Estamos hablando de crédito, el que tiene nuestro combinado. De confianza.
Sería absurdo no pensar que podemos ganar a Chile y luego a Australia y luego plantarnos en octavos de final. Ya habrá tiempo para caerse y perder ante la local Brasil o cualquier otro europeo fuerte como Alemania o Italia o la Argentina de Messi y luego levantarse de nuevo tras pasar por el riguroso túnel.
Ya habrá tiempo para hacer balance de esta gloriosa época.
Tiempo para reconocer la derrota.
Tiempo para batir al campeón.
Sería absurdo no pensar que podemos ganar a Chile y luego a Australia y luego plantarnos en octavos de final. Ya habrá tiempo para caerse y perder ante la local Brasil o cualquier otro europeo fuerte como Alemania o Italia o la Argentina de Messi y luego levantarse de nuevo tras pasar por el riguroso túnel.
Ya habrá tiempo para hacer balance de esta gloriosa época.
Tiempo para reconocer la derrota.
Tiempo para batir al campeón.
viernes, 16 de mayo de 2014
TATUARSE ENVEJECER
No quería envejecer.
Tenía un miedo atroz a la enfermedad, esa que ahora le rondaba y antaño lo extrañó.
Solía pensar que todo cambio era beneficioso, que la dormidera acechando no podía ser buena compañera, pero El Caminante, errante en su joven naturaleza, no entendía todavía los resortes de una vida erguida y desaprovechada.
Cuando se topó de frente con aquella maravillosa mesa, entre la maleza y la salvaje promesa de un futuro sin prisas, le sobrevino un ataque que haría temblar a los mismísimos demonios de Leonardo.
A su sombra yacían los escombros de un pasado al que pretendía homenajear como réprobo de la memoria de corto alcance, artista de una eterna languidez utilizada como escudo de marras.
¿Qué había cambiado? Las compañías que lo circundaban, entre otros asuntos y no tanto los laborales. Los tatuajes.
Echaba mucho de menos a los amigos de verdad, a los de siempre. Es como si crecer y madurar y envejecer y procrear lo apartara inconscientemente de ellos, como la rama seccionada del árbol yermo símbolo de una tierra que se debate entre el hoy y el ayer.
No quería envejecer, se decía, 'solo tengo treinta y cuatro'. Y un lumbago y unos dolores que jamás había experimentado. También ha estado en lugares inhóspitos y ansiaba viajar a los Estados Unidos de América a por Albert * y a la Guayana Francesa con il marchese y sus bosques milenarios, achaques, todos ellos, que nunca parecían querer desaparecer.
Se había adelantado a la crisis de los cuarenta.
Era más de playa, de sol aprovechado. Echaba de menos el sur. Y el ser joven.
Notaba que estaba envejeciendo, y lo odiaba. Y a los anillos de los árboles altos y fuertes y a Malick que les jodan.
*ESCRITO DEDICADO A ALBERT EN SU TRIGÉSIMOPRIMER ANIVERSARIO.
Tenía un miedo atroz a la enfermedad, esa que ahora le rondaba y antaño lo extrañó.
Solía pensar que todo cambio era beneficioso, que la dormidera acechando no podía ser buena compañera, pero El Caminante, errante en su joven naturaleza, no entendía todavía los resortes de una vida erguida y desaprovechada.
Cuando se topó de frente con aquella maravillosa mesa, entre la maleza y la salvaje promesa de un futuro sin prisas, le sobrevino un ataque que haría temblar a los mismísimos demonios de Leonardo.
A su sombra yacían los escombros de un pasado al que pretendía homenajear como réprobo de la memoria de corto alcance, artista de una eterna languidez utilizada como escudo de marras.
¿Qué había cambiado? Las compañías que lo circundaban, entre otros asuntos y no tanto los laborales. Los tatuajes.
Echaba mucho de menos a los amigos de verdad, a los de siempre. Es como si crecer y madurar y envejecer y procrear lo apartara inconscientemente de ellos, como la rama seccionada del árbol yermo símbolo de una tierra que se debate entre el hoy y el ayer.
No quería envejecer, se decía, 'solo tengo treinta y cuatro'. Y un lumbago y unos dolores que jamás había experimentado. También ha estado en lugares inhóspitos y ansiaba viajar a los Estados Unidos de América a por Albert * y a la Guayana Francesa con il marchese y sus bosques milenarios, achaques, todos ellos, que nunca parecían querer desaparecer.
Se había adelantado a la crisis de los cuarenta.
Era más de playa, de sol aprovechado. Echaba de menos el sur. Y el ser joven.
Notaba que estaba envejeciendo, y lo odiaba. Y a los anillos de los árboles altos y fuertes y a Malick que les jodan.
*ESCRITO DEDICADO A ALBERT EN SU TRIGÉSIMOPRIMER ANIVERSARIO.
viernes, 25 de abril de 2014
miércoles, 19 de marzo de 2014
DÉCADA FNAC
En marzo de 2004, hace la friolera de diez años, entré a trabajar en la librería de la FNAC del Triangle en la Plaça Catalunya de Barcelona. Y podría ser ayer, pero no.
Fueron necesarias dos entrevistas. Por aquella época yo malvivía en un destartalado piso de Horta con un trabajo parcial de mierda y estaba enfadado con el mundo, así que solo podía mejorar: era para mi un lujo, pues. Me había cortado el pelo y acababa de cumplir 24 años. La chica del momento era una punky de cuidado, a la que preñaron poco después; desapareció entre las multitudes de la gran urbe.
En la segunda entrevista, Olga, una de las jefas (VQ en su terminología, nivel 2), me preguntó por el premio Nobel de literatura. No supe qué responder. Creo que me eligieron porque dije que El Padrino era mi libro favorito, una tontería visto a día de hoy. Debieron pensar: este tío es perfecto para Ciencias Humanas. Y allí me encasquetaron, con los freaks.
El primer día me dieron una vuelta por la librería, presentándome. Recuerdo varias imágenes, puede que exageradas o tergiversadas con los años: en el panel central, en medio del charco nada más subir las escaleras mecánicas, Xavi y Jordi C. hablando distraídamente y mirándome de reojo. Pensé: vaya dos chulas de gimnasio (con el tiempo dos con los que más me hice). La gracia de Laura M. y Jose, en Libro de Bolsillo. Y a Albert agachado, con sus gafas escondiéndose, en Idiomas. Éste me ignoró por completo con una cara de asco como de 'I don't give a shit'. Mantengo viva esa imagen. No sé si nunca se lo he dicho.
Una vez te dejan solo en tu sección, tienes unos momentos en los que no puedes más que perderte tras bajar el pie a tierra. Recuerdo esa sensación. Dios, pensé, ¿hay como muchos libros, no? La inmensidad me va a tener muy ocupado.
Fueron necesarias dos entrevistas. Por aquella época yo malvivía en un destartalado piso de Horta con un trabajo parcial de mierda y estaba enfadado con el mundo, así que solo podía mejorar: era para mi un lujo, pues. Me había cortado el pelo y acababa de cumplir 24 años. La chica del momento era una punky de cuidado, a la que preñaron poco después; desapareció entre las multitudes de la gran urbe.
En la segunda entrevista, Olga, una de las jefas (VQ en su terminología, nivel 2), me preguntó por el premio Nobel de literatura. No supe qué responder. Creo que me eligieron porque dije que El Padrino era mi libro favorito, una tontería visto a día de hoy. Debieron pensar: este tío es perfecto para Ciencias Humanas. Y allí me encasquetaron, con los freaks.
El primer día me dieron una vuelta por la librería, presentándome. Recuerdo varias imágenes, puede que exageradas o tergiversadas con los años: en el panel central, en medio del charco nada más subir las escaleras mecánicas, Xavi y Jordi C. hablando distraídamente y mirándome de reojo. Pensé: vaya dos chulas de gimnasio (con el tiempo dos con los que más me hice). La gracia de Laura M. y Jose, en Libro de Bolsillo. Y a Albert agachado, con sus gafas escondiéndose, en Idiomas. Éste me ignoró por completo con una cara de asco como de 'I don't give a shit'. Mantengo viva esa imagen. No sé si nunca se lo he dicho.
Una vez te dejan solo en tu sección, tienes unos momentos en los que no puedes más que perderte tras bajar el pie a tierra. Recuerdo esa sensación. Dios, pensé, ¿hay como muchos libros, no? La inmensidad me va a tener muy ocupado.
Luego fueron dos años y dos meses, tiempo que pasé con bastantes penurias económicas (hablamos de un sueldo que no llegaba a los 800€) y currando como un chino en el ferrocarril colocando libros a granel.
Los principios fueron duros y me costó lo mío adaptarme, ya que yo siempre solía volver los fines de semana a Manresa o salía con mis amigos que me venían a ver a la city. Quiero decir que establecí una serie de relaciones al más alto nivel y fuera de mi núcleo habitual pese a ya no ser un chiquillo: creamos vínculos que todavía hoy perduran, marcando así irremediablemente mi vida.
Es curioso cómo seleccionas qué recordar. O puede que no lo selecciones y ocurra sin más. Había un grupo humano excepcional, si miro atrás. Pienso en Vicky, mi VQ1, estaba en Venezuela cuando entré, un sol. Su ex vivía con ella y estaba en un momento vital bastante extraño. Iván, de El Masnou, todo un pintas. Àlvar, el primero que me vino de cara. Luego llegaron el Albert Repo (aún escrito así en mi agenda telefónica), el trajes, un tío encantador; Elena, que con una bomba de humo desapareció, J. Cuadrado desde Elche; mi compi Cris, una intelectual en toda regla y con la que llegué a congeniar mucho (aun tengo libros suyos, desde aquí aprovecho para decirle que se ponga en contacto conmigo). Y Ester, y Fran. Y Sonia, que también se escondía detrás de sus gafas en Infantil. Todo un punto y aparte.
Los principios fueron duros y me costó lo mío adaptarme, ya que yo siempre solía volver los fines de semana a Manresa o salía con mis amigos que me venían a ver a la city. Quiero decir que establecí una serie de relaciones al más alto nivel y fuera de mi núcleo habitual pese a ya no ser un chiquillo: creamos vínculos que todavía hoy perduran, marcando así irremediablemente mi vida.
Es curioso cómo seleccionas qué recordar. O puede que no lo selecciones y ocurra sin más. Había un grupo humano excepcional, si miro atrás. Pienso en Vicky, mi VQ1, estaba en Venezuela cuando entré, un sol. Su ex vivía con ella y estaba en un momento vital bastante extraño. Iván, de El Masnou, todo un pintas. Àlvar, el primero que me vino de cara. Luego llegaron el Albert Repo (aún escrito así en mi agenda telefónica), el trajes, un tío encantador; Elena, que con una bomba de humo desapareció, J. Cuadrado desde Elche; mi compi Cris, una intelectual en toda regla y con la que llegué a congeniar mucho (aun tengo libros suyos, desde aquí aprovecho para decirle que se ponga en contacto conmigo). Y Ester, y Fran. Y Sonia, que también se escondía detrás de sus gafas en Infantil. Todo un punto y aparte.
En cuanto a la faena en sí, un auténtico truño. Había que apuntar la hora a la que desayunar en el punto de información, en un papel. Tenía el stock en Clásica, justo al lado. Los inventarios, no recuerdo cada cuánto, divertidos los primeros. Idealicé lo guay que era trabajar allí lo justo hasta darme cuenta, puede que al año, de que era la misma mierda que había conocido hasta entonces o incluso peor. Era imposible mantener un piso en la Barcelona del auge inmobiliario con un curro que te explotaba y que, tras pasar el subidón inicial, sólo podía ir a peor tras alguna desconexión dolorosa y una separación entre los estudios superiores pendientes y mi pesada y demasiado definida cabeza por aquel entonces.
FNAC, diez años después. Observo como se dilata el tiempo en un periodo que me pareció eterno al principio, si miro atrás. Alucino si me miro en esta foto que no podría datar pero aprendí tanto que es imposible negar su influencia en mi; leí y descubrí mucho y agradezco lo bien que me trataron toda la gente que conocí durante esos dos años y tres meses. Si me preguntaras por lo bueno, quizá te diría que vivir en el centro de Barcelona y el relacionarme con mis compañeros. Lo malo: que seguía siendo pobre y que todavía necesitaba una salida y/o ser salvado.
Me fui en mayo de 2006 hastiado y con urgencia. Italia estaba al final del túnel. Mallorca me debería guiar hasta el Belpaese, la luz que hiciera brillar la oscuridad.
Bajo poco a Barcelona pero cuando lo hago suelo darme una vuelta por mi antigua sección. Solía pensar que aquel espacio podría ser uno de los que más había caminado en mi vida. La cambiaron al otro lado del charco, resulta curioso; resulta que Infantil está ahora en mi rincón, dónde veo a mi hijo jugando mientras yo suspiro y ojeo las estanterías en busca de alguna vieja señal.
Empezó en marzo de 2004. Este mes celebro diez años de aquello.
Mi década FNAC.
Bajo poco a Barcelona pero cuando lo hago suelo darme una vuelta por mi antigua sección. Solía pensar que aquel espacio podría ser uno de los que más había caminado en mi vida. La cambiaron al otro lado del charco, resulta curioso; resulta que Infantil está ahora en mi rincón, dónde veo a mi hijo jugando mientras yo suspiro y ojeo las estanterías en busca de alguna vieja señal.
Empezó en marzo de 2004. Este mes celebro diez años de aquello.
Mi década FNAC.
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